La moción de censura presentada por Unidos Podemos en junio reveló la profundidad de la crisis del régimen capitalista español, y puso al desnudo que la red de latrocinio, corrupción y saqueo del patrimonio público por parte de las familias políticas y empresariales que se hicieron de oro con el franquismo disfruta de buena salud bajo la “democracia” parlamentaria.

Cuando la portavoz de Unidos Podemos, Irene Montero, denunció valientemente a esta banda de ladrones y corruptos: “La corrupción tiene sede: Génova 13 (…), devuelvan lo robado, hasta el último céntimo”, la incomodidad de sus señorías fue patente. El resto de su intervención, citando todos los casos de corrupción que salpican al PP, prueba que la calificación de organización criminal, que algún tribunal le ha asignado, no es ninguna exageración. Este robo ilegal es sólo la punta del iceberg de la corrupción sistemática que fluye por las venas del capitalismo. ¿No son la austeridad y los recortes, aunque “legales”, la manifestación más evidente y profunda de la corrupción y degeneración de este sistema? No es posible denunciar la corrupción sin hacerlo también con el sistema capitalista español y las instituciones que lo sostienen.

El discurso de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias, por su parte, no escamoteó argumentos ni ejemplos para describir el carácter reaccionario de la política de Rajoy, y volvió a recordarle que “su partido fue fundado por siete jerarcas de la dictadura”. Sin embargo, la parte dedicada a establecer el programa político, social y económico alternativo a la derecha, y de una posible estrategia para desalojar al PP de la Moncloa, puso en evidencia las contradicciones de Unidos Podemos en estos aspectos tan decisivos.

Respecto a la corrupción propuso un catálogo de medidas de carácter legislativo e institucional. Medidas similares ya existen en numerosos países capitalistas desarrollados, pero jamás han conseguido atajar la corrupción. Mientras el sistema se base en el poder intocable de las grandes corporaciones y monopolios cualquier legislación estará condicionada. Por ejemplo, la decisión del Tribunal Constitucional de anular el decreto ley de amnistía fiscal de Montoro, deja intacto el blanqueo de miles de millones de euros que han podido legalizar impunemente los defraudadores.

Iglesias insistió en diferenciar a las grandes empresas del Ibex-35 y a los supuestos “empresarios patrióticos” a los que hay que hacer concesiones y atraer a una política de progreso. Los pequeños y medianos empresarios —no confundir con los trabajadores por cuenta ajena a los que obligan a registrarse como “autónomos”— son, en su inmensa mayoría, el apoyo más estable del PP y los que miran con indiferencia esta epidemia de corrupción. Las reformas laborales, los incentivos fiscales a la contratación, la precariedad laboral que permite la explotación inmisericorde de la fuerza de trabajo, no sólo llenan los bolsillos del Ibex, también los de estos pequeños y medianos empresarios que ven crecer sustancialmente sus beneficios en los últimos años.

Así, Iglesias pretende atraer a unas capas que le son y le serán hostiles, reflejando la presión que la opinión pública burguesa ejerce sobre él. Pero moderar sus objetivos, sus reivindicaciones, y “centrar” su programa, como ya hemos visto en el pasado, sólo dará confianza y fuerza a sus adversarios, tanto dentro como fuera de Podemos.

En relación a su postura sobre la actual coyuntura catalana se ven carencias importantes. No se puede defender el derecho de autodeterminación afirmando que para ello es necesario llegar a un acuerdo con el Estado central, que niega precisamente el ejercicio de ese derecho al pueblo catalán*.

En cuanto a los ayuntamientos del “cambio”, el cuadro que dibujó Iglesias, lamentablemente, está muy lejos de la realidad. De hecho, el grueso de las promesas electorales que motivaron un apoyo masivo a la formación morada en las grandes ciudades se ha abandonado. El gobierno de Manuela Carmena es emblemático al respecto: negativa a la remunicipalización de los servicios públicos y a la subrogación de las plantillas, entregando estos servicios a los monopolios privados como hacía el PP; nula inversión en adecentar los barrios obreros y mejorar la calidad de la recogida de basuras; renuncia a ofertar vivienda pública municipal suficiente y con alquileres sociales, mientras continúan los desahucios y la especulación urbanística…

Las relaciones de Podemos con el PSOE de Sánchez

Pablo Iglesias tendió la mano al PSOE de Pedro Sánchez, que no hay que olvidar ha jugado un papel lamentable en esta moción de censura. Con su abstención ha vuelto a dar oxígeno al gobierno del PP, sin aportar ninguna justificación seria.

La propuesta de Unidos Podemos de negociar con el PSOE una segunda moción es algo que una gran parte de la clase trabajadora y la juventud, que quiere echar al PP, ve con buenos ojos. No hay duda de que podría ser un paso adelante. Y decimos podría ser, si esa moción de censura se sustentase en un programa claro para acabar con los recortes y la austeridad. Iglesias señaló que su mayor triunfo con la moción ha sido tender puentes con el PSOE. Nosotros, creemos que es necesaria más prudencia.

Que la victoria de Pedro Sánchez ha sido un duro golpe para el sector fusionado con el gran capital, y que durante décadas ha dominado el aparato del PSOE, está fuera de dudas. Pero dicho esto está por ver el recorrido de Sánchez y si realmente quiere romper con la política de subordinación a la burguesía. La decisión de abstenerse en la moción no tiene justificación, como tampoco es coherente —si se trata de cambiar drásticamente de rumbo— integrar en su ejecutiva a Patxi López, un caballo de Troya del sector derechista al que él mismo pertenece, o nombrar a Fernández Vara, adalid del nacionalismo españolista más rancio, como presidente de la Comisión de Política Territorial. Por no hablar de la nefasta posición tomada respecto al referéndum en Catalunya. De poco sirve reconocer de palabra la plurinacionalidad del Estado español, para a continuación afirmar que el PSOE “no va a secundar” el referéndum y calificarlo de “ilegal”, colocándose en la práctica del mismo lado que PP y Ciudadanos.

Además, tanto las declaraciones de la nueva dirección socialista como las conclusiones de la reunión celebrada el pasado 27 de junio entre Iglesias y Sánchez han sido decepcionantes. Éste rechazó una nueva moción de censura a Rajoy, y ha reincidido en su intento de llegar a acuerdos con Ciudadanos, justamente en el momento en que Albert Rivera se reunía con Rajoy, con el fin de seguir apuntalando al gobierno del PP en un contexto en el que su credibilidad está por los suelos. Propugnar una alianza que cuente con C’s es absolutamente contradictorio con el lema del 39º congreso del PSOE, “Somos la izquierda”, y mucho más con el sentir de las decenas de miles de militantes y simpatizantes socialistas que han hecho posible su contundente victoria en las primarias, frente a la gestora golpista. Todo parece indicar que la nueva dirección del PSOE —en aras de la estabilidad del sistema, y con la esperanza de que aplazando la caída de la derecha tenga más margen para recomponer su base electoral— apuesta por dejar que el PP termine la legislatura.

Podemos no puede supeditar su perfil, su programa y su estrategia a la aritmética parlamentaria.

La actividad y las iniciativas que se puedan tomar en el parlamento, y hay que recurrir a ellas, deben estar subordinadas a una estrategia audaz y coherente en la lucha de clases. Unidos Podemos salió reforzado de esta moción de censura, pero hay que aprovechar este hecho no para replegar velas y sumirse en el pantano del cretinismo parlamentario, sino para pasar a la ofensiva con la movilización de masas, combatiendo la política de pacto social de los aparatos de CCOO y UGT—no manteniendo relaciones diplomáticas con ellos—, y preparando una gran huelga general. Sólo hay un camino para tumbar al PP: confianza en la capacidad de lucha de nuestra clase, y levantar la bandera de la ruptura con el capitalismo defendiendo un programa socialista.

* Ver Catalunya: Por la autodeterminación y el socialismo. ¡Fuera los gobiernos capitalistas de Rajoy y Puigdemont!

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