El PP tuvo unos resultados desastrosos en las elecciones generales. Pero se está intentando dar una imagen de que en Galicia salvó el tipo. El primer interesado en ello es Feijoo, consciente no sólo de que dentro de un mes hay elecciones municipales, sino también de que, a más tardar en el otoño del año que viene (si es que no decide adelantarlas) tocan elecciones autonómicas. Pero esa imagen es falsa. El 28 de abril el PP sufrió una durísima derrota en Galicia, como demuestran toda una serie de datos muy significativos.

Para empezar, el PP pierde la cuarta parte de sus diputados, bajando de 12 a 9. Evidentemente, es una bajada menor que la registrada a nivel estatal, pero en cualquier caso es una bajada muy importante para cualquier partido, y si alguien lo niega es simplemente por aquello de que no se consuela el que no quiere.

Además, el PP también sufre un serio retroceso en el Senado, cuyo reparto se invierte en las provincias de A Coruña y Pontevedra: el PSOE se hace con tres senadores y al PP le queda el de consolación.

Otro dato relevante: el suelo electoral del PP gallego estaba hasta ahora en el 30% (elecciones municipales de 1987). Su porcentaje en estas generales fue del 27’4%.

Es la primera vez que un partido de izquierdas es la fuerza más votada en Galicia en unas elecciones generales. Nunca antes había pasado, ni siquiera en la histórica y arrolladora victoria socialista por mayoría absoluta del 28 de octubre de 1982, cuando el PSOE obtuvo 202 diputados. En aquellas elecciones el PP superó al PSOE en Galicia por casi 5 puntos porcentuales; ahora la situación es prácticamente la inversa.

El descalabro del PP también se pone de manifiesto en Vigo, la ciudad más poblada de Galicia, donde no sólo queda por detrás del PSOE, que más que lo duplica en voto, sino también de Unidas Podemos, que le gana por 5.000 votos. Un durísimo revés a un mes de las elecciones municipales.

El PP también pierde la primera posición en la ciudad de Pontevedra, donde nunca antes había sido superado por el PSOE en unas elecciones generales.

También en las provincias de Lugo y Ourense, dos de las únicas cuatro provincias donde el PP le ganó al PSOE, el PP sufre un retroceso considerable.

En cuanto a la provincia de Lugo, la diferencia de 23,7 puntos porcentuales a favor del PP en las anteriores generales quedó ahora reducida a menos de cuatro décimas, exactamente a 0,37, una victoria por la mínima.

Y por último está la provincia de Ourense. Si siempre se vendió la imagen de Galicia como bastión del PP, Ourense era el bastión dentro del bastión, simbolizado en su Diputación Provincial presidida por grandes caciques del PP como Victorino Núñez o José Luis Baltar (quien hasta se la dejó en herencia a su hijo, actual presidente) o en el hecho de que Ourense sea la única de las siete ciudades gallegas que tiene alcalde del PP. Pues también en el bastión del bastión los datos son muy negativos para el PP, donde gana por muy poco. Mientras que en las anteriores elecciones generales el PP le sacó al PSOE una diferencia de 26’4 puntos porcentuales (49’7% del PP frente al 23’3 del PSOE), ahora la diferencia fue de sólo 1’8 puntos porcentuales (34’8% del PP frente al 33’0 del PSOE). Es el peor resultado del PP en la provincia desde 1982.

Además, el retroceso del PP no se ve compensado por el avance de las otras dos fuerzas de la derecha. Ciudadanos obtuvo dos escaños, pero queda muy lejos del PP. Y Vox tuvo en Galicia un 5’27% de los votos, unos de sus peores resultados en todo el Estado con Euskadi (2’2%) y Catalunya (3’6%). De hecho, la suma de los votos que ganan Ciudadanos y Vox es inferior a los votos perdidos por el PP: el PP perdió algo más de 200.000, pero Ciudadanos y Vox suben en conjunto poco más de 130.000.

Respecto a la izquierda, Unidas Podemos bajó de 5 diputados a 2. Sin duda, en esto también influyó, además de las circunstancias generales comunes al resto del Estado, la bronca ruptura de En Marea, la confluencia con sectores de izquierda nacionalista con que Podemos e IU se presentaron a las anteriores generales. Mientras en 2016 la Marea unida obtuvo 344.143 votos, ahora Unidas Podemos sacó 236.746, mientras que En Marea sacó solamente 17.726. 

De esa ruptura se benefició sin duda el BNG, que en las elecciones de diciembre de 2015 se quedó sin representación parlamentaria en el Congreso. Aunque ahora duplicó sus votos respecto a las anteriores elecciones (de algo más de 45.000 a casi 94.000), no fueron suficientes como para obtener al menos un diputado.

Comparando globalmente la suma de la derecha (PP+C’s+Vox) con la suma de la izquierda (PSOE+Unidas Podemos+BNG+En Marea), los datos son los siguientes: en 2016, la diferencia fue de 44.475 votos a favor de la derecha (778.773 frente a 734.298). Ahora la diferencia fue de 156.670 votos a favor de la izquierda (873.126 frente a 716.366). Incluso en el caso de Galicia es innegable que cuando la derecha gana es gracias a la desmotivación del electorado de izquierdas.

Aunque está más que demostrado que los resultados en unas determinadas elecciones no son extrapolables a elecciones de otro tipo, es indudable que estas generales indican unas tendencias de fondo que, en mayor o menor medida, se expresarán también en las elecciones municipales del próximo 26 de mayo. Si a esto le añadimos que también hay elecciones autonómicas en casi todas las comunidades del artículo 143, la crisis del PP podría ahondarse muchísimo. Y una crisis general del PP en todo el Estado afectaría inevitablemente al PP gallego de cara a las autonómicas de 2020, por más que Feijoo y su corte de plumíferos y tertulianos afines pretendan vendernos otra cosa.

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