En el número 198 de El Militante informábamos de la intención de la multinacional Milliken de cerrar la empresa de su propiedad Autotex, despidiendo a la totalidad de la plantilla. El cierre se anunciaba para el 30 de noviembre de 2006 y la excusa era la disminución de la cartera de pedidos. A medida que fuimos conociendo más en detalle los entresijos del conflicto, quedó de manifiesto que, en realidad, el cierre era una decisión perfectamente estudiada, de la cual la propia sección sindical de CCOO en la empresa venía advirtiendo a su federación desde hacía casi dos años. La estrategia de perder clientes, la asunción de pérdidas de otras factorías del grupo para presentar resultados negativos... Todo revelaba sus verdaderas intenciones. El traslado de la producción a Chequia es la consecuencia natural de una estrategia empresarial cada vez más extendida.

La política de subvenciones practicada por el gobierno autonómico le otorgó a esta empresa más de siete millones de euros, que ahora no le reclaman pese a que ha manifestado que abandona totalmente la actividad. En su día la instalación de la planta de Autotex, dedicada a la fabricación de airbags, fue presentada a bombo y platillo como una de las alternativas a la reconversión minera. Han pasado cinco años y la situación de sus trabajadores no puede ser más dramática. Con salarios que oscilaban entre los 700 y los 800 euros, pero con un puesto de trabajo "indefinido", que garantizaba una estabilidad en los ingresos, muchos de sus trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes, alimentaron la esperanza de afrontar los gastos de una hipoteca, hijos, etc., confiando en que lograrían salir adelante. En muchos casos, los dos miembros de la pareja eran trabajadores de la empresa. Ahora se encuentran con una situación en la que no han cobrado la nómina de diciembre ni la extra de navidad, con la dirección de la empresa en paradero desconocido, con los trabajadores en sus casas sin saber cuál es su situación laboral, puesto que no han sido oficialmente despedidos y siguen de alta en la Seguridad Social e imposibilitados tan siquiera para solicitar el seguro de desempleo.

¿Cómo se ha llegado
a esta situación?

La primera dificultad a la que nos enfrentamos fue la ausencia de un portavoz autorizado, la existencia de divisiones en la plantilla y la falta de una mínima dirección que unificara a los trabajadores en torno a un plan de lucha común. Tras conocerse, en junio, la intención de la empresa de cerrar y poner los trabajadores este hecho en conocimiento del comité de empresa, su reacción fue la de "esperar hasta que haya algo por escrito".
El comité se desintegra totalmente a medida que avanza el conflicto, siendo incapaz de tomar ninguna medida que se anticipe a los planes de la empresa. El hecho es que, desde el primer momento, parece que las iniciativas fueron tomadas por los propios trabajadores: en un primer momento deciden bajar la producción, para presionar de esta manera a la empresa a negociar. Los delegados de UGT se manifiestan en contra de la medida, coaccionando y amedrentando a los trabajadores con un posible cierre patronal.
Entretanto, el SOMA-FIA-UGT y FITECA-CCOO se niegan a negociar hasta que la empresa no presente un plan de viabilidad y un expediente de regulación de empleo, pero sin elaborar un plan de movilizaciones que obligue a la empresa a mover ficha.
Posteriormente convocarán dos asambleas por separado para sus respectivos afiliados y simpatizantes. El resultado, donde se pide la vuelta a la normalidad en el trabajo será una mayor división de la plantilla, debido a los diferentes planteamientos que se explican en cada una. De nuevo se alude a posibles despidos disciplinarios, cierre, etc...
El conflicto se mantiene con una bajísima intensidad (dos días de paro, algunas concentraciones y manifestaciones en Oviedo) hasta que el 30 de noviembre los trabajadores reciben una carta sin membrete, sello de la empresa ni firma, en la cual se les insta a no reincorporarse tras el periodo de vacaciones. De nuevo a iniciativa de un grupo de trabajadores se iniciará un encierro en la empresa, el cual intentan desalojar con la Guardia Civil, que ante la ausencia de ningún tipo de orden judicial se niega. El SOMA se muestra contrario a la medida por ser "ilegal" y su actuación será determinante para que una parte de la plantilla no secunde el encierro, aunque sí permanecerá a las puertas para impedir la salida del material.
Una asamblea general en la propia empresa pondrá de manifiesto dos cuestiones: por un lado la división y la desmoralización existente entre la plantilla y por otro la dejadez de las federaciones sindicales que se limitan a contar lo que ya sabemos por la prensa, y hacen brindis al sol planteando que la única negociación pasa por el mantenimiento de los puestos de trabajo. Algo muy loable pero que choca con la ausencia nuevamente de ningún tipo de plan de lucha serio que pueda respaldar dicho objetivo. Aunque se insiste una y otra vez, fundamentalmente por parte de FITECA de que no se aceptará ningún acuerdo que no garantice un plan de futuro, a los pocos días se celebran nuevamente asambleas por separado para presentar un principio de acuerdo.
Este principio de acuerdo, donde no aparece la firma de la empresa, sino solamente la de los sindicatos y la administración autonómica, contempla indemnizaciones de 53 días por año, cursillos de formación y el compromiso de "instar" a la administración a que busque una nueva colocación a los despedidos. El requisito para continuar negociando es de nuevo abandonar el encierro. El plan de viabilidad ha desaparecido y el mantenimiento de los puestos de trabajo ya no es objetivo prioritario.
Actualmente, los trabajadores se encuentran fuera de la empresa, aunque mantienen acciones de protesta exigiendo al gobierno asturiano que tome cartas en el asunto. Pero realmente, la situación es crítica. De seguir así las cosas, la multinacional podrá irse de Asturias con los millones de euros de la subvención y sin haber roto un plato. La ineptitud de las direcciones sindicales de CCOO y UGT ha sido clave para desmovilizar y atomizar a los trabajadores. Su responsabilidad en la desaparición de más de 200 puestos de trabajo es enorme. Hemos querido presentar de la forma más descriptiva posible los hechos, para cerrar la boca de tantos que ponen la responsabilidad de las derrotas sobre los hombros de los trabajadores. Nuevamente lo que ha salido derrotado en Autotex es una práctica sindical burocrática, timorata y pactista, cuyo desenlace debería ser la dimisión inmediata de todos aquellos responsables sindicales que, una vez más, han sido incapaces de estar a la altura de las necesidades de los trabajadores y han favorecido, con su actitud, una nueva victoria de la patronal.

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