Ni reforma laboral, ni recorte de los gastos sociales

La movilización el pasado sábado 24 de abril de decenas de miles de trabajadores y jóvenes en Madrid, y de miles más en otras ciudades, como respuesta a la actitud de los sectores más reaccionarios del aparato judicial respecto a la investigación de los crímenes del franquismo, ha sido un acontecimiento sintomático y de gran trascendencia política. Revela, una vez más, que existe un gran potencial de movilización de la izquierda, y que lo que hay en la sociedad no es derechización sino polarización.

 

Ni reforma laboral, ni recorte de los gastos sociales

 La movilización el pasado sábado 24 de abril de decenas de miles de trabajadores y jóvenes en Madrid, y de miles más en otras ciudades, como respuesta a la actitud de los sectores más reaccionarios del aparato judicial respecto a la investigación de los crímenes del franquismo, ha sido un acontecimiento sintomático y de gran trascendencia política. Revela, una vez más, que existe un gran potencial de movilización de la izquierda, y que lo que hay en la sociedad no es derechización sino polarización.

La reacción del PP a las movilizaciones, con Rajoy tachándolas de antidemocráticas o con Cospedal diciendo que "la democracia está en peligro", revela qué entienden estos señores por democracia y cómo sus tentaciones represivas se manifiestan a la más mínima ocasión.
Si los sindicatos, el PSOE e IU hubiesen convocado las manifestaciones de forma clara y abierta, y además hubiesen ligado la exigencia de castigar los crímenes franquismo con la necesidad de depurar de elementos fascista el aparato del Estado, explicando el peligro que suponen hoy y en el futuro para los derechos democráticos de la clase obrera y de la de la nacionalidades históricas, la respuesta hubiese sido aún más extendida y multitudinaria. El franquismo fue una pesadilla atroz para las generaciones pasadas, pero sus herederos son una amenaza para las actuales generaciones. La mayoría de las declaraciones, previas y posteriores a la manifestación, de los dirigentes de la izquierda ("apoyo a Garzón", "investigar el franquismo es necesario para cicatrizar las heridas", como si el objetivo fuese llegar a una auténtica conciliación entre la izquierda y la derecha) han ido en el sentido de minimizar o desvirtuar el trasfondo político real que finalmente motivó a la gente a movilizarse. Lo significativo es que, a pesar de todo, decenas de miles de personas salieron a la calle, en una ambiente en el que predominaba el sentimiento de lucha y de combate a la derecha.

La política sindical

El punto de partida de la polarización política actual fue la política de Aznar en el gobierno y la contundente movilización de masas que suscitó. Pero una vez el PP fue desa-lojado tras las elecciones de marzo de 2004, ha sido la derecha la que se ha manifestado hasta la saciedad (poniendo también de manifiesto los límites de su base social de apoyo) mientras la izquierda, cuya capacidad de movilización e impacto social es muy superior, ha estado constreñida y sofocada por la política de los dirigentes de UGT, CCOO y del PSOE, cuya prioridad ha sido el pacto social. En los últimos seis años, salvo situaciones muy puntuales, la base obrera y juvenil de la izquierda no ha sido convocada a la calle y eso es lo que ha envalentonado aún más a la derecha y la ha llevado a acciones cada vez más audaces en el plano político.
La crisis capitalista está fundiendo completamente este ambiente de polarización política previo con una dinámica que se desliza hacia un choque frontal de intereses sociales. Los estrategas de la burguesía tienen claro a dónde quieren llegar. Espoleados por el retraimiento de sus negocios y el peligro de una nueva ronda de quiebras financieras -esta vez afectando no sólo a bancos sino a estados, como está ocurriendo en Grecia- actúan de forma cada vez más decidida, exigiendo al gobierno del PSOE, que ya ha emprendido este camino, un recorte salvaje de los gastos sociales y un nuevo retroceso en las condiciones laborales mediante una nueva reforma laboral (ver artículo en la página 21).
¿Creen de verdad los dirigentes sindicales que es posible persuadir a la burguesía y al gobierno para que no emprendan este camino mediante palabras, en la mesa de diálogo social? ¿Acaso no deberían estar preparando políticamente a los trabajadores para hacer frente a estos ataques en vez de persistir en llegar a un acuerdo con los empresarios?
Hay un claro contraste entre la claridad y la audacia con la que los capitalistas están reclamando ataques y más ataques contra los trabajadores y la actitud titubeante, confusa y contradictoria de los dirigentes sindicales. Estamos seguros que esta percepción es compartida por centenares de miles de trabajadores. Esto nos lleva otra vez a la clave de la actual coyuntura, que es la tremenda contradicción existente entre la necesidad que tienen los trabajadores de una estrategia de lucha y la política de una dirección sindical mucho más determinada por el miedo a desatar una confrontación social abierta con los capitalistas  y sus consecuencias (en un contexto de gran polarización política, como hemos señalado), que por la necesidad de defender contundentemente los intereses de los trabajadores.

Hay condiciones políticas para organizar una movilización contundente

Así, el problema para hacer frente a la ofensiva de la burguesía está "arriba", en la estrategia y en el programa que defienden los dirigentes sindicales y políticos de la clase obrera, no "abajo", en la disposición de los trabajadores a luchar o en su conciencia política. De hecho, el contraste entre los dramáticos efectos sociales de la crisis entre las familias trabajadoras y la alegría con la que se pusieron a disposición de los bancos miles de millones de euros de fondos públicos ha sido percibido por la clase obrera de todo el mundo, y cómo no en el Estado español. La vuelta de tuerca que ahora se pretende dar, descargando de forma todavía más brutal sobre las espaldas de los trabajadores la factura de la crisis y de las fracasadas medidas que la siguieron, se lleva a cabo en un ambiente de creciente cuestionamiento de la clase obrera respecto a los capitalistas y su sistema.
El temor a una respuesta de los trabajadores a las medidas de choque más duras, ha sido lo que ha hecho vacilar al gobierno durante meses. La insistencia inicial del gobierno de Zapatero de que no aprobaría ninguna reforma sin la firma de los "agentes sociales" tenía un sentido claro: implicar a los dirigentes sindicales y evitar a toda costa la perspectiva de la movilización general de la clase obrera, otro indicio de que el ambiente para la movilización general existe, y es percibido también por el Gobierno.

¿No hay ataques?

Al inicio de la crisis el gobierno insistía en que no tomaría ninguna medida que perjudicase a los trabajadores y los dirigentes sindicales se apoyaban en esas palabras para justificar que, como no había "ataques", no había razón para una huelga general. La fuerza de los acontecimientos ha puesto en evidencia la total inconsistencia de estas afirmaciones. La clase obrera es la que está saliendo perjudicada de esta crisis y la dirección que está tomando la política del gobierno es cada vez más hacia la derecha.
El viernes 30 de abril, cuando este periódico esté impreso, se conocerá oficialmente el dato de la EPA del primer trimestre de 2010, filtrado ya por algunos medios: 4.612.700 parados, lo que supone un 20,5% de la población activa, 286.000 desempleados más que a finales de 2009. La tasa de paro de los menores de 25 años en el primer trimestre de 2010 es del 40,93%. En el colectivo de 16 a 19 años, la tasa alcanza el 59,79%. Los datos también revelan que hay más de un millón de mayores de 45 años en paro, de los que la mitad llevan más de un año en esta situación. Desde 2008, más de dos millones de trabajadores fueron despedidos, a pesar de la demagogia empresarial de lo "difícil que es despedir en España".
Entre los que tienen la suerte de trabajar las cifras son las siguientes: el 88% de todos los contratos realizados cada mes son temporales, mientras 11 millones de asalariados son mileuristas. Desde 2008 hasta la actualidad se han producido 350.000 ejecuciones hipotecarias lo que significa que en estos tres últimos años decenas de miles de familias han perdido o van a perder sus casas. Cada día que pasa medio millar más se queda sin vivienda.
En unas declaraciones a Finantial Times de mediados de abril, Zapatero tranquilizaba a los "mercados", es decir, al sector financiero internacional, afirmando que en el Estado español se aplicaría un plan de austeridad para recortar el déficit "cualquiera que sea su coste". "Vamos a esperar a ver cómo terminamos 2010 y dónde estamos en el Presupuesto y si estamos cumpliendo nuestros objetivos y, por supuesto, si tenemos que hacer más recortes o demandar más austeridad, entonces lo haremos".
La sanidad y la educación pública, una jubilación más o menos digna, los ya mermados derechos laborales, están siendo cuestionados abiertamente por la clase dominante, y de hecho ya hay planes concretos de ataque por parte del gobierno, llevados con más o menos sigilo.

No hay argumentos contra la huelga general

¿Son necesarias más señales de que la clase obrera está sufriendo un ataque en toda regla, y en todos los frentes? ¿De que estas medidas serán cada vez más profundas, si no hay una respuesta unificada y contundente de la clase obrera? Los argumentos contra la convocatoria de movilizaciones masivas y unificadas de los trabajadores, y de una huelga general, en el sentido de que favorecerían a la derecha, tampoco se sostienen. Es la política de contrarreformas del gobierno lo que favorece políticamente las aspiraciones del PP de recuperar el gobierno dentro de dos años. Una movilización bien organizada, en la que exigiera al gobierno un giro a la izquierda, empezando por cortar el flujo de dinero público a banqueros y empresarios, un subsidio indefinido de desempleo, el fin de la amenaza de recorte de los gastos sociales y de una reforma laboral, tendría un efecto electrizante en la clase obrera, favoreciendo su participación política en todos los terrenos, incluido el electoral.
La clave de toda la situación política se concentra en la dirección de los sindicatos. No se puede defender seriamente los derechos más elementales de la clase trabajadora sin un sindicalismo combativo, y no puede haber un sindicalismo combativo consecuente y serio, que aspire a ganar a la mayoría del movimiento obrero, sin una perspectiva política de transformación socialista de la sociedad, basada en la propiedad colectiva de los medios de producción, la democracia obrera y la supresión de las fronteras nacionales. Es por ese programa por lo que lucha la Corriente Marxista El Militante. ¡Únete a nosotros!

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