El año 1936 fue un hito decisivo en la historia del movimiento obrero en el Estado español. Los acontecimientos revolucionarios marcaron profundamente al proletariado, tanto español como internacional. La brutalidad y la voracidad de la burguesía empujaron a trabajadores y campesinos a tomar el destino en sus propias manos. Intentaron una y otra vez tomar el poder, construir una sociedad socialista. La heroicidad del proletariado y los campesinos pobres durante todo ese período no tuvo el contrapunto de una dirección a la altura de las circunstancias en las organizaciones obreras. Los compromisos de estas direcciones con la burguesía, la falta de teóricos revolucionarios, de un partido revolucionario atento a las necesidades de las masas, condujeron a una derrota sangrienta del proletariado, al exterminio o exilio de su sector más combativo y, en definitiva, a la noche negra del fascismo que duró cuarenta años.

Crisis del gobierno.

Formación del Frente Popular

El gobierno derechista de Portela Valladares entró en una crisis derivada de los escándalos, la corrupción y la necesidad del grupo político dominante de la burguesía, la CEDA, de atacar con más contundencia a la clase obrera y bloquear la marcha decidida de los trabajadores hacia la transformación de la sociedad. “Vamos a la formación de un Frente Nacional contra la revolución y sus cómplices” declaró Gil Robles. Esto provocó una crisis de gobierno y la convocatoria de elecciones para el 16 de febrero de 1936.

En un ambiente de gran radicalización de la clase obrera después de la cruel represión que se desencadenó, especialmente en Asturias tras los acontecimientos de octubre de 1934, los partidos obreros concurren a estas elecciones con una coalición electoral: el Frente Popular. El pacto tuvo una importancia decisiva en el desarrollo de los enfrentamientos de clase que posteriormente tuvieron lugar. Supuso el encadenamiento de la suerte de los trabajadores a la suerte de la pequeña burguesía.

El contenido del pacto era un programa que en ningún momento se planteaba la ruptura con el capitalismo.

Las condiciones de las masas

La situación de estancamiento de los principales problemas de las masas proletarias y campesinas, exigía una determinación y un programa decidido por parte de las organizaciones obreras y esto no se dio.

En el terreno cultural, entre el 30 y el 50% de la población era analfabeta. La cuestión de la tierra era de vital importancia, ya que el 45% de la población activa se ganaba la vida trabajando la tierra y el 60% de la población vivía en el campo. En el sur, más de dos tercios de toda la tierra cultivable estaban en manos del 2% de la población —terratenientes—, mientras 750.000 jornaleros sobrevivían con salarios de miseria.

Juan Moreno, jornalero anarquista sevillano de Castro del Río, relata su experiencia: “Araba, sembraba y segaba con la hoz en las fincas donde los jornaleros contratados pasaban temporadas fijas, siempre hambrientos a causa de lo poco que nos daban para comer, delgados como esqueletos, durmiendo sobre paja en el suelo de tierra de los cobertizos, todos juntos como en un cuartel. La paja era la que los bueyes y mulas no querían para forraje. Los hombres se quitaban las botas y el chaleco para dormir. En primavera nos mudábamos a los corrales, ya que en el dormitorio las pulgas no te dejaban dormir. Sí el año era bueno, el empleo te duraba ocho meses tal vez, pero si era malo quizá no durase ni seis. No existía ningún subsidio de paro”.

“Odiábamos a la burguesía, que nos trataba como a animales. Los burgueses eran nuestros peores enemigos. Había odio entre nosotros, un odio tan grande que no hubiese podido ser peor. Ellos eran los burgueses, ellos no tenían que trabajar para ganarse la vida, ellos vivían cómodamente. Nosotros sabíamos que éramos trabajadores y que teníamos que trabajar, pero queríamos que nos pagasen un jornal decente y que nos tratasen como a seres humanos, con respeto. Sólo había una forma de conseguirlo, luchando como ellos”.

Democracia burguesa

sin la burguesía

En estas circunstancias, el objetivo del Frente Popular era la instauración de una democracia burguesa avanzada. Paradójicamente, esa democracia burguesa no contaba apenas con el apoyo de la burguesía e incluso para imponerla el Frente Popular tendría que hacerlo contra esta clase que, dada la polarización social, se había decantado por la reacción.

El desarrollo de la economía capitalista española, cuando el país estaba en plena crisis revolucionaria debido a la incapacidad del capitalismo para satisfacer las necesidades del desarrollo económico, social y cultural del país, constituía una utopía reaccionaria a la cual se amarraron todas las organizaciones obreras que colaboraron con el Frente Popular y pronto comenzó a manifestar los perniciosos efectos para las necesidades inaplazables de las masas.

Contenidos del programa

frentepopulista

Los puntos esenciales del programa del Frente Popular eran los siguientes:

• Acuerdo expreso de sujeción a la política pactada en el programa, en un futuro gobierno del Frente Popular y apoyo a esa política por las fuerzas obreras signatarias.

• La amnistía para los delitos políticos y sociales cometidos antes de noviembre de 1935, la readmisión de los despedidos como consecuencia de las luchas obreras, especialmente de 1934.

• Se rechaza expresamente la nacionalización de la tierra y su entrega gratuita a los campesinos. A cambio se articulan una serie de medidas para rebajar impuestos, favorecer la explotación colectiva de la tierra, etc.

• Regulación del sistema de apoyos y subvenciones a la industria, exenciones fiscales, etc., en interés de la “producción nacional”.

• Negación del subsidio de paro pedido por la representación obrera.

• Fomento de las obras públicas con el objetivo de absorber el paro.

• Hacienda y banca deben estar al servicio del empeño de “la reconstrucción nacional”. No aceptan los partidos republicanos las medidas de nacionalización de la banca propuestas por los partidos obreros.

• La República que conciben los partidos republicanos no es una república dirigida por motivos sociales o económicos de clases, sino un régimen de “libertad democrática” inspirado por motivos de “interés público” y “progreso social”.

• Los partidos republicanos no aceptan el control obrero solicitado por la representación del Partido Socialista.

Las organizaciones que firmaron el pacto fueron las siguientes: Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, UGT, PC, JJSS, POUM y Partido Sindicalista.

Citamos textualmente los aspectos más significativos del programa para comprender la subordinación programática de las fuerzas obreras a la burguesía, que tendría desastrosos efectos en el futuro para los trabajadores, cuyas organizaciones eran mayoritarias y decisivas en el bloque del Frente Popular.

También se puede observar la enorme distancia, el divorcio entre las aspiraciones de las masas y su dirección.

Victoria del Frente Popular

sobre el bloque de derechas.

Febrero de 1936

Sin embargo, las masas de trabajadores y campesinos radicalizados, polarizados por la situación política y económica, esperaban tomar el poder en sus manos, liberar a los presos, acabar con la pesadilla reaccionaria y llevar a cabo las reformas revolucionarias siempre aplazadas.

La propaganda electoral fue más apasionada que nunca, grandes multitudes acudían a los actos públicos, los periódicos publicaban violentas polémicas. El país estaba polarizado en dos bandos irreconciliables, uno que se ponía en marcha y exigía soluciones revolucionarias a sus problemas y el ultraconservador que estaba dispuesto a todo para mantener sus privilegios.

El éxito electoral del Frente Popular fue tremendo. Venció al bloque de derechas inclusive en circunscripciones atrasadas y fueron muchos los líderes reaccionarios, como Lerroux o Romanones, que se quedaron sin acta de diputado. El terror y la angustia cundieron en la derecha después de su derrota. Ante ella aparecía el espectro de la revolución.

De los 270 diputados que correspondían al Frente Popular, 162 tenían filiación republicana, resultado que no se correspondía con la tendencia política de los votantes, que mayoritariamente eran socialistas, anarquistas o comunistas. Hay que tener en cuenta que en las elecciones anteriores, a las que concurrieron los republicanos en solitario, éstos obtuvieron una pequeña minoría parlamentaria.

Los trabajadores fueron a las urnas, no porque hubieran reverdecido las ilusiones democráticas de 1931, sino porque las organizaciones obreras no les daban la oportunidad de elegir algo mejor. Puestas entre la espada y la pared, las masas votaron al Frente Popular, pero su voluntad, sus ideas, las manifestaron con hechos desde el día siguiente de la victoria.

El empuje irresistible

de las masas

Como se podía constatar en el programa del Frente Popular ninguna de las organizaciones obreras planeaba una revolución, en cambio las masas sí se encaminaban hacia ella. Así lo percibía Luis Portela, uno de los fundadores del PCE y recién ingresado en el POUM de Madrid:

“Querían ir hacia adelante, no se daban por satisfechos simplemente con que se pusiese en libertad a los presos políticos y se readmitiera a todos los que habían sido despedidos a resultas de la insurrección revolucionaria de Octubre del 34. Avanzaban instintivamente, no necesariamente para conquistar el poder o para crear soviets, sino para proseguir la revolución que había comenzado al proclamarse la República”.

Así se percibía el empuje irresistible de las masas después de la victoria del Frente Popular y así era en realidad. El primer acto voluntario de las masas fue la liberación de los presos políticos. Inútilmente, los partidos del Frente Popular intentaron contener a las masas y aplazarlo hasta la constitución del nuevo parlamento. Una multitud forzó las puertas de las cárceles y liberó a los combatientes de Octubre del 34, sin que las autoridades pudiesen hacer nada. En la mente de los proletarios y campesinos los presos políticos eran los luchadores de la revolución socialista. Liberándolos hacían una declaración de sus propósitos socialistas.

En el resto de los sectores de la producción se produjeron huelgas; los comités obreros en las ciudades controlaban prácticamente las industrias e impusieron a la burguesía la readmisión inmediata de los despedidos por represalias políticas.

En el campo los jornaleros, aleccionados por la experiencia de la reforma agraria, convencidos de antemano de que el parlamento frentepopulista se perdería en discusiones estériles, decidieron ponerse en marcha. La Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT) de la UGT organizó la apropiación por parte de los jornaleros de grandes extensiones de terreno, con el fin de instalar en ellas a decenas de millares de trabajadores agrícolas. En los dos meses y medio previos al inicio de la guerra civil (18 de julio), las huelgas en el campo alcanzaron casi la mitad de las que se produjeron en todo 1933, uno de los años más conflictivos, y los salarios se duplicaron en ese mismo período.

Este impulso revolucionario de las masas, que una y otra vez intentaba ser frenado por las direcciones políticas del Frente Popular, pone de manifiesto el divorcio existente entre éste y las masas campesinas y proletarias, ya desde el día siguiente de la victoria electoral. Entre el programa del Frente Popular y la acción de las masas se abría un abismo.

El gobierno no tenía más estabilidad ni más fuerza que la que le daban las organizaciones obreras. Fue una situación que duró hasta el último momento de la guerra civil.

Un simple movimiento a la izquierda por parte de las grandes organizaciones obreras, la decisión pública de aniquilar el reaccionario estado capitalista y organizar el nuevo poder revolucionario, hubiese bastado para lograrlo. No existía nada capaz de oponerse a la avalancha torrencial de las masas, nada... más que sus propios dirigentes.

El Frente Popular allana

el camino a la reacción

Los efectos de la conciliación frentepopulista no tardaron en hacerse sentir. En las ciudades y en el campo, la Guardia Civil y la de Asalto, siguiendo instrucciones del gobierno, iniciaron la represión de las manifestaciones y actos revolucionarios. Las cárceles volvían a recibir obreros y campesinos, por los mismos delitos que bajo Gil Robles-Lerroux. Los derechos democráticos prometidos por el Frente Popular y su gobierno nunca existieron. No hubo otros derechos que los arrancados por las masas y que el gobierno no pudo reprimir.

Esta actitud del gobierno, reprimiendo los embates revolucionarios de las masas, tolerando a la reacción, permitió a ésta recuperarse del golpe recibido en febrero. La burguesía y sus adláteres que hasta entonces se habían mantenido alejados de Falange Española, apoyaron abiertamente sus bandas de pistoleros, que iniciaron una campaña de terror y provocación contra las masas. Grupos de huelguistas eran tiroteados por los fascistas, las expediciones punitivas a los barrios proletarios, inventadas por Hitler, empezaron a ser frecuentes, militantes reconocidos asesinados en la calle o raptados en sus casas y asesinados después. La reacción ya ni se ocultaba, ya no se sentía débil, explotaba a fondo todas las facilidades que le daba el Frente Popular y exaltaba sin recato el júbilo de su próxima cuartelada. El país entraba manifiestamente en la guerra civil.

El gobierno del Frente Popular ante el empuje reaccionario extremaba su política conciliadora. Las organizaciones obreras del Frente Popular se empleaban a fondo para contener las luchas obreras siendo sobrepasadas por la combatividad e instinto revolucionario de los trabajadores. Ésta fue la única oposición que se encontró la ofensiva fascista.

El antifascismo de Azaña y su gobierno tenía por límite el sistema capitalista de propiedad y organización política; más allá, los republicanos de la pequeña burguesía y los dirigentes de las organizaciones obreras del Frente Popular sólo veían un abismo horripilante. Especialmente constituido para “regenerar” la sociedad capitalista en descomposición, el Frente Popular consideraba intocables los organismos del Estado, donde se preparaba la insurrección reaccionaria.

El Frente Popular ofrece

como alternativa

la “democracia burguesa”.

Origen de la crisis revolucionaria

La agudización de la lucha de clases, rompiendo todos los frenos impuestos por las organizaciones obreras, había alcanzado en julio de 1936 su punto más álgido, la guerra civil. En ese momento, increíblemente, los dirigentes socialistas y estalinistas, aglutinándose en el Frente Popular con unos cuantos burgueses sin personalidad, arraigo, ni perspectiva, se pusieron a gritar: nada de revolución, nada de demagogia, los capitalistas se asustarían; ahora vamos a consolidar la democracia burguesa. Ofrecían así como solución lo mismo que originaba la tremenda crisis social y el estado virtual de guerra civil que precedió a la guerra propiamente dicha.

El balance para la revolución española del gobierno del Frente Popular y las organizaciones obreras no puede ser más negativo. En vez de aprovechar el triunfo electoral del Frente Popular para llevar a cabo una política adecuada a las necesidades de las masas obreras y campesinas y destruir desde sus cimientos el estado burgués que inculcaba la reacción fascista, se dedicó a contener el empuje de las masas en movimiento. Esto las desarticuló y desorientó y las hizo retroceder, ya que no tenían una orientación consciente de lo que estaba pasando.

Esta política dio alas a la reacción que ganaba posiciones rápidamente. La bancarrota del colaboracionismo de clase no podía ser más evidente. En cinco meses convirtió una situación revolucionaria, con las masas en pie y dispuestas a todo, en una situación favorable a la insurrección reaccionaria. El terror de estos burgueses republicanos a la revolución, más que al fascismo, se manifestó en la pasividad y confianza gubernamental ante las instituciones y generales que hacían los preparativos de un golpe de estado anunciado.

Democracia burguesa

o revolución socialista

León Trotsky en sus Escritos sobre España critica la posición de los defensores de la táctica del Frente Popular, socialistas y comunistas, cuyos objetivos para la revolución española fueron la resolución de tareas democráticas, por lo que, de acuerdo con ello, había que constituir un frente común con la burguesía “democrática”. Desde ese punto de vista todo intento del proletariado por salirse de los límites de la democracia burguesa era, no sólo prematuro, sino funesto.

Al fascismo, contra la opinión de los dirigentes del Frente Popular, sólo se le podía vencer oponiéndole las fuerzas y métodos de la revolución proletaria. Sólo conquistando el poder por la clase obrera se puede imponer las libertades democráticas y liquidar los restos de semifeudalismo, como el latifundismo, que fruto del atraso, pervivían en España.

Escribía Trotsky: “Los teóricos del Frente Popular no ven más allá de la primera regla de la aritmética que es la de la suma: la suma de los comunistas, socialistas, anarquistas y liberales es mayor que cada uno de los factores que la componen”. Sin embargo, prosigue: “Cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas la resultante es igual a cero: El bloque de los distintos grupos políticos de la clase obrera es absolutamente necesario para resolver las tareas comunes. En determinadas circunstancias históricas, semejante bloque es capaz de atraer hacia sí a las masas pequeño burguesas cuyos intereses son próximos al proletariado, en ese caso la fuerza de ese bloque se hace mayor que la resultante de las fuerzas constituyentes”.

“Por el contrario la alianza del proletariado con la burguesía, cuyos intereses en las cuestiones fundamentales divergen radicalmente, sólo puede paralizar la fuerza revolucionaria del proletariado”.

Esto es más verdad, si cabe, en el caso de la guerra civil, ya que “los obreros y los campesinos sólo son capaces de asegurar la victoria en caso de que luchen por su propia emancipación. Someterlos a la dirección de la burguesía equivale a asegurar por adelantado la derrota en la guerra civil”.

Prosigue Trotsky: “Estas verdades no son el fruto de un análisis teórico sino que representan la conclusión incontestable de toda la experiencia histórica por lo menos desde 1848”.

“Lo más sorprendente de la alianza del Frente Popular es que no hay tal suma de fuerzas, el lugar de la burguesía ha sido ocupado por su sombra, la aplastante mayoría de los explotadores de todos los matices se habían pasado al campo de Franco”. “No representando a la burguesía, los republicanos de izquierda representaban aún menos a los obreros y campesinos, se representaban a sí mismos. Sin embargo gracias a sus aliados socialistas y anarquistas y estalinistas estos fantasmas políticos han jugado un papel decisivo en la revolución ¿Cómo? muy sencillo en tanto que defensores de la revolución democrática, es decir de la inviolabilidad de la propiedad privada”.

¿Que pasó con aquellas fuerzas más sensibles a la presión de las masas revolucionarias?

“Prisioneros del Frente Popular, los socialistas de izquierda y los anarquistas se han esforzado ciertamente por salvar lo salvable de la democracia. Pero, como no han sabido movilizar a las masas contra los gendarmes del Frente Popular sus esfuerzos se han reducido, a fin de cuentas a lastimosas lamentaciones”. “Los estalinistas aliados con el ala más de derechas del PSOE, más abiertamente burguesa, dirigieron sus golpes a la izquierda, contra el POUM, los anarquistas y los socialistas de izquierda, es decir, contra los grupos centristas que, aunque muy limitadamente, reflejaban la presión de las masas revolucionarias”.

“Sin las persecuciones contra los trotskistas, los poumistas, los anarquistas revolucionarios y los socialistas de izquierdas, sin las calumnias, documentos falsificados y torturas en las prisiones estalinistas, los asesinatos por la espalda, la bandera burguesa no se hubiese mantenido bajo la bandera republicana ni dos meses”.

“La revolución demuestra una vez más que es imposible defender la democracia burguesa contra las masas revolucionarias excepto por medios reaccionarios, inversamente es imposible llevar a cabo una verdadera lucha contra el fascismo si no es a través de la revolución proletaria”.

La necesidad de preparase

para el futuro

Trotsky en su artículo inacabado Clase, Partido y Dirección, escrito a raíz de la derrota del proletariado español, analiza la importancia del papel del partido y de la dirección. Las masas que continuamente han intentado abrirse camino hacia la vía correcta, se han encontrado con que construir una nueva dirección que corresponda a las necesidades de la revolución, en el ardor del combate, estaba por encima de sus fuerzas. El proletariado puede “tolerar” mucho tiempo una dirección que ya ha sufrido una degeneración interna completa pero que todavía no ha tenido ocasión de manifestarse en grandes acontecimientos. La clase obrera no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, particularmente si no ha heredado del período precedente sólidos cuadros revolucionarios.

Con cuadros capaces y una política de independencia de clase, incluso un grupo pequeño en circunstancias revolucionarias, como fueron las de Rusia de 1917 o España de 1936, puede crecer rápidamente y ser, como en 1917, el factor decisivo que llevó al triunfo a los trabajadores rusos y produjo una onda expansiva revolucionaria internacional.

Pero semejante partido, concluye Trotsky, debe existir antes de la revolución, ya que el proceso de formación de los cuadros exige un tiempo considerable y la revolución no deja suficiente tiempo para ello.

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