El anterior capítulo de esta serie se cerraba en pleno período de reacción tras la derrota de la revolución de 1905. Una etapa difícil, pero de incalculable valor en la acumulación de experiencias que forjaron al bolchevismo como un referente para las masas. Esto hubiese sido un objetivo impensable sin un prolongado y paciente trabajo en las organizaciones que agrupaban a las amplias capas de trabajadores.

Los bolcheviques tenían que combinar la actividad clandestina con la labor en las organizaciones toleradas por el régimen. Además de formar círculos sindicales clandestinos, trabajaron en los sindicatos oficiales, fermentándolos con sus ideas. Formaban sindicatos dándoles nombres de sociedades que les permitiesen salvar la represión, “Fuente de la Ilustración y Conocimiento”, “Ilustración”... Un trabajo que no se limitó a los sindicatos. Participaban en cualquier conferencia legal que agrupase a sectores de trabajadores u otras capas permeables a sus ideas.

En el desarrollo de este trabajo, aprovechaban cualquier oportunidad, interviniendo en la conferencia de universidades populares de toda Rusia, en el Congreso de Sociedades Cooperativas, en el de directores médicos de fábrica y representantes de la industria manufacturera y en otros acontecimientos similares como una conferencia contra el alcoholismo. En ellos explicaban abiertamente su programa y seguían sembrando la semilla que más adelante fructificaría. Especialmente destacable fue el trabajo entre las organizaciones legales de mujeres. En el primer congreso de mujeres de toda Rusia, presentaron una resolución por el sufragio igual, directo y universal, lo que provocó un fuerte debate con los representantes del estado y el abandono mayoritario de la conferencia por las asistentes.

Era una etapa tremendamente dura, el movimiento se hallaba en pleno reflujo. Si en 1907 unos 740.000 trabajadores habían ido a la huelga, en 1910 eran sólo 46.000. Progresivamente la clase obrera iba a ir recomponiendo sus fuerzas. El boom económico de 1910-1913 ayudó a esta recuperación en la medida que el miedo al desempleo masivo iba pasando a un segundo plano y los beneficios de las empresas empujaban a los trabajadores a pasar a la ofensiva en la lucha por mejoras salariales.

La Conferencia de Praga

En este período se llegó a un acuerdo entre los distintos sectores que conformaban el POSDR. Sin embargo, este acuerdo basado en una vaga idea de unidad y no en principios claros estaba condenado a saltar por los aires. El miedo a la propia debilidad para justificar la unidad por la unidad era una receta acabada para el desastre. “El problema con el conciliacionismo es que la política no se puede reducir a aritmética simple. No siempre dos y dos son cuatro. Dos hombres en un barco, cada uno remando en diferentes direcciones, no son mejores que un solo remero que sabe exactamente hacia donde se dirige” (Alan Woods, Bolchevismo, el camino a la revolución. Fundación Federico Engels, 2003).

Las tensiones entre mencheviques y bolcheviques aumentaban continuamente. El ambiente entre los revolucionarios exiliados se hacía irrespirable y como consecuencia la parálisis se cernía sobre el conjunto de la organización.

Lenin lo entendía claramente, no era el momento de componendas, era el momento de dar la batalla por las ideas marxistas y separarse definitivamente de los reformistas y liquidadores. Si los marxistas querían jugar algún papel en el futuro movimiento, sólo apareciendo como una tendencia con principios y organización claros y diferenciados lo podrían hacer. De lo contrario la nueva oleada revolucionaria que empezaba a vislumbrarse y que se desarrollaría desde 1912 los pillaría débiles y desorganizados.

El año 1912 comenzaba con la convocatoria de una conferencia del POSDR en Praga. Lenin la concibió como el renacer de todos los elementos genuinamente revolucionarios. Los socialistas letones, el Bund1, los polacos, lituanos, caucásicos, Plejánov, el Pravda de Trotsky y el grupo Vperiod2 fueron invitados pero se negaron a asistir. Ninguno veía clara la necesidad de romper con los mencheviques liquidadores.

Finalmente fue una conferencia exclusivamente bolchevique. De hecho fue la consumación de la ruptura definitiva entre bolcheviques y mencheviques. En la conferencia se dedicó especial atención a la elaboración de un programa concreto de acción para la construcción del partido, como sería el trabajo en la Duma, etc.

La división entre mencheviques y bolcheviques era ya una realidad reconocida por todo el mundo. En febrero de 1912, mencheviques y otros grupos realizaron su propia conferencia en respuesta a la de Praga. A pesar de todo, en el interior de Rusia las diferencias no se veían tan claras y en el propio seno del bolchevismo eran muy numerosos los partidarios de volver a llegar a alguna componenda con el menchevismo, en aras de la unidad.

El propio Trotsky se vio imbuido de ese ambiente. En agosto formó un bloque con algún disidente bolchevique y los mencheviques. Más de una década después, la burocracia estalinista utilizó este error brutalmente. No dudaron en sacar de contexto todo el debate sobre la ruptura para, con los métodos mafiosos habituales en Stalin, tratar de ofrecer una imagen falsa de un Trotsky enfrentado al leninismo. En realidad fue un error de un genuino revolucionario que creía realmente en la posibilidad de conciliar, en ese momento, lo irreconciliable: menchevismo y bolchevismo, reformismo y revolución. El propio Trotsky lo reconoció: “Estaba enfermo de la enfermedad del conciliacionismo hacia el menchevismo y de una actitud desconfiada hacia el centralismo leninista. Inmediatamente después de la conferencia de agosto, el bloque comenzó a desintegrarse en sus partes componentes. A los pocos meses, yo estaba fuera del bloque, no sólo en materia de principios, sino organizativamente”, (Trotsky, En Defensa del Marxismo. Ed. Fontamara, 1977, págs 178-9).

La naturaleza de ambos bandos iba a ir apareciendo clara a los ojos de las masas obreras con el devenir de los acontecimientos. Una vez más, como tantas en la historia, una provocación reaccionaria se iba a convertir en el pistoletazo de salida para un auge en la lucha de clases que conmovería Rusia durante 1912 y 1913.

La masacre de Lena

A finales de febrero de 1912 estalló una huelga por mejoras en las condiciones de trabajo de las minas de oro de Lena (Siberia). El presidente del comité de huelga era bolchevique. El gobierno envió al ejército y el 4 de Abril asesinaron a 270 mineros e hirieron a otros 250.

Las noticias de semejante atrocidad conmocionaron al país. Fue la gota que colmó el vaso y dio origen a una tremenda oleada huelguística. Entre el 14 y 22 de Abril 140.000 obreros fueron a la huelga en San Petersburgo, 70.000 en Moscú. El movimiento se extendió por todo el imperio. En 1905 el movimiento había empezado con llamamientos y súplicas al Padrecito (el zar); ahora la consigna era ¡abajo el gobierno zarista!

La ola huelguística iba en aumento. En 1912 hubo más de 3.000 huelgas con la participación de 1.463.000 trabajadores, de los cuales 1.100.000 lo hacían en huelgas políticas. En 1913 eran 2.000.000, el 65% de los mismos por reivindicaciones políticas. El movimiento penetró, incluso, en los marineros de la flota del Báltico.

Con el desarrollo de las luchas, la perspectiva con la que trabajaban los bolcheviques era la de la reedición de 1905 a un nivel superior y, por tanto, sacaron las conclusiones prácticas, interviniendo audazmente para dar una orientación firme al movimiento. Este trabajo dio sus frutos y empezaron a crecer rápidamente. Ahora, en un momento de efervescencia política, se apreciaba lo correcto de la postura de Lenin de romper con los mencheviques: “Si hubieran continuado enmarañados con los mencheviques en un momento como este, habría significado la parálisis” (Bolchevismo, el camino a la revolución).

El nacimiento de ‘Pravda’

Para luchar contra la influencia de la burguesía liberal en el movimiento de masas se hacía necesario un diario bolchevique. A finales de abril se había conseguido el dinero. El nombre elegido fue Pravda (La Verdad) apropiándose el nombre del periódico de Trotsky.

Fue un éxito inmediato. Del primer número se pusieron en la calle 60.000 ejemplares. En sus páginas había muchísima información sobre las huelgas y la vida cotidiana de la clase obrera (durante el primer año, Pravda recibió unas 5.000 cartas) pero, por supuesto, también incluía teoría. Era la mejor manera de elevar el nivel de conciencia de sus lectores. Lenin dedicó especial atención al desarrollo del periódico. Este era financiado por las aportaciones obreras. En 1912, había 620 grupos que organizaban colectas para su mantenimiento; en 1913 eran ya 2.181.

Pravda ocupa un lugar central en la construcción del partido. Se forman grupos de simpatizantes en todo el país y se empieza a penetrar en los pueblos. Este desarrollo tiene un reflejo en las cifras de militancia del partido que en septiembre de 1913 pasan a ser entre 30 y 50.000 militantes. Como explica el libro se hace necesario introducir nuevas fórmulas para absorber un crecimiento tan rápido: “Aquí vemos una vez más la flexibilidad de Lenin ante las cuestiones organizativas. El partido es, después de todo, un organismo vivo que cambia y se adapta a unas condiciones en constante cambio. De esta forma, el mismo Lenin que en 1903 argüía contra el intento de Mártov de diluir el partido al intentar eliminar la distinción entre un militante y un simpatizante, ahora defendía una visión completamente diferente, ahora un lector regular del Pravda era considerado un militante( si pagaba dinero regularmente a Pravda, éste debía considerarse el equivalente a las cuotas de militancia del partido). En realidad , no hay contradicción entre las dos posiciones. Simplemente reflejan el cambio de la situación objetiva, el cambio de un partido relativamente pequeño y embrionario, que, por necesidad debía tener el carácter de un partido de cuadros, a un partido de masas” (Ibíd., pág 482).

No obstante, y a pesar de todo, la tendencia hacia la conciliación con los reformistas seguía existiendo en el bolchevismo. El propio comité de redacción de Pravda censuró muchos artículos de Lenin en los que polemizaba y contestaba las tesis mencheviques. Finalmente a finales de 1913 las tesis de Lenin se impusieron.

El trabajo en la Duma

Estas tensiones también aparecieron en el trabajo de la fracción bolchevique de la Cuarta Duma. Las elecciones habían reflejado claramente el aumento de la influencia de los revolucionarios. Celebradas en octubre de 1912 con una ley electoral dirigida contra la clase obrera mediante todo tipo de cortapisas y votaciones indirectas. A pesar de todo supusieron un extraordinario éxito para los bolcheviques. En la Tercera Duma el POSDR tenía 19 diputados, 9 eran bolcheviques y 10 mencheviques. Estos eran los que llevaban la voz cantante del trabajo parlamentario. En la Cuarta la proporción era 6 bolcheviques contra 8 mencheviques. Detrás de este aparente retroceso, la clave era que los bolcheviques habían obtenido la mayoría en los colegios obreros de las regiones industriales más grandes, mientras que los mencheviques eran elegidos en distritos de base pequeñoburguesa. Así pues los bolcheviques representaban el 88% de los electores obreros, frente al 12% de los mencheviques.

El trabajo en el Parlamento se vio sometido a una enorme presión. El libro señala: “Las leyes que rigen la actividad parlamentaria se pueden observar, en todas las épocas, en las fracciones parlamentarias de los partidos reformistas. Las presiones de la clase dominante, su ideología e instituciones, en ninguna parte son tan intensas como en el invernadero parlamentario. A menos que estos últimos estén imbuidos con la conciencia de clase y la comprensión teórica necesaria para permitirles ver a través de los trucos y maniobras del enemigo, inevitablemente sucumbirán a la presión y serán absorbidos en el pantano parlamentario de los comités, la burocracia y las cuestiones de procedimiento. (…) Incluso los trabajadores de fábrica consagrados y forjados en años de lucha, pueden caer rápidamente en la atmósfera enrarecida de este mundo artificial, y pueden alejarse de la realidad de la lucha de clases” (Ibíd., pág. 486).

Con el objetivo de combatir estas presiones y enderezar el rumbo del grupo parlamentario bolchevique, que dio bastantes muestras de abandono de los principios se llegaron a aliar a los mencheviques para condenar el intento de muchos activistas de convocar una huelga el día de la apertura de la Duma hubo que dar una batalla por dejar claro que el trabajo parlamentario era una parte más del trabajo del partido y que, por tanto, debía estar sometido al control y la disciplina de éste.

Para ganar esta batalla era imprescindible vincular a los diputados con el movimiento real de los trabajadores. Con el fin de presionar en esa línea a sus diputados y empujarlos a romper con los mencheviques, dejando claro los motivos políticos de esa ruptura, se organizó una campaña de recogida de firmas en apoyo de los diputados bolcheviques. En apenas un mes se obtuvieron 2,5 veces más firmas para los bolcheviques que para los mencheviques.

Finalmente se logró enderezar este trabajo y “a pesar de todas las dificultades, los bolcheviques consiguieron dominar este escenario de lucha que les era tan poco familiar y lo utilizaron de una forma efectiva para la causa obrera. La clave del uso revolucionario del Parlamento era vincular en cada momento el trabajo de la fracción parlamentaria con el trabajo fuera del parlamento” (Ibíd., pág 474).

La cuestión nacional

El período previo de reacción había afectado a todos los niveles de las relaciones sociales. Rusia era un imperio habitado por decenas de nacionalidades distintas sometidas bajo el régimen zarista, en el cual el 43% de la población era rusa que oprimía los derechos democráticos y nacionales del resto de naciones, que suponían el 57% de la población. Durante la etapa 1907-1911 los reaccionarios gobiernos nombrados por Nicolás II, generaron más antagonismos nacionales como forma de dividir a los oprimidos. El chovinismo gran-ruso lo invadía todo.

Se orquestaron venenosas campañas contra la minoría judía. Bandas de lúmpenes armados por la policía zarista organizaron pogromos. En Kiev se acusó a la minoría judía del asesinato ritual de un cristiano. El juicio contra un judío por estos supuestos hechos fue usado por el bolchevismo para organizar una campaña contra los racistas. Hubo huelgas en Rusia y Ucrania en defensa del pueblo judío y el acusado fue declarado inocente. Se demostraba así que la mejor forma de frenar el racismo, hoy como entonces, es la unidad de todos los trabajadores en la lucha.

Tener una posición correcta respecto a la cuestión nacional era decisivo para el futuro de los revolucionarios. Siempre este tema ocupó un lugar central en los debates del POSDR desde 1903.

Una de las aportaciones más importantes de Lenin al movimiento revolucionario mundial fue su actitud hacia esta cuestión. El libro lo explica perfectamente. “Lenin defendía la demanda del derecho a la autodeterminación. Esta es una reivindicación democrática que parte de la suposición de que ninguna nación puede ser obligada a permanecer, en contra de su voluntad, dentro de las fronteras de otra nación. El derecho de cada pueblo a decidir sus propios asuntos, libre de la coerción de un pueblo más poderoso, es un derecho elemental que debe ser defendido. Pero eso no significa que los marxistas tengan la obligación de defender el separatismo” (...) “Lenin explicó en miles de ocasiones que los marxistas rusos, como miembros de una nación opresora (los gran rusos), debían luchar contra las políticas y conductas opresoras de su propia burguesía, y defender los derechos de aquellas naciones oprimidas por los gran rusos (…) Lenin insistió en que el partido ruso inscribiera en su bandera el derecho de las naciones a la autodeterminación. En realidad, los trabajadores rusos estaban diciéndoles a los polacos, finlandeses, georgianos, ucranianos y al resto: No tenemos interés en mantener vuestras cadenas. Debemos unirnos para derrocar a los explotadores y después os daremos la libertad de decidir qué relaciones queréis tener con nosotros” (Ibíd., págs 489-490).

A la vez que defendían está postura, es importante destacar que no hacían la más mínima concesión al nacionalismo, incluyendo el nacionalismo de los oprimidos. Precisamente el propósito principal de la utilización de la consigna del derecho a la autodeterminación era garantizar la unidad de la clase obrera. Asimismo los bolcheviques se oponían a formar partidos o sindicatos específicos de las nacionalidades oprimidas. Defendían la unidad del partido revolucionario, educando a sus militantes en un espíritu internacionalista.

La corrección de esta posición se pudo comprobar en 1917 cuando, con este programa, los bolcheviques pudieron unir a los trabajadores de todo el imperio en la lucha común contra el zarismo y el capitalismo. Lo que podía haber sido un obstáculo para el desarrollo de la revolución las diferencias nacionales se convirtió en un poderoso aliado de la misma.

En este período el mundo se encaminaba hacia la guerra. Las contradicciones entre las distintas potencias eran cada vez más fuertes. La lucha por los mercados se agudizaba. En la lucha entre los distintos imperialismos la cuestión nacional se iba a convertir en moneda de cambio. Las guerras en los Balcanes fueron el anticipo de la Primera Guerra Mundial. En esta zona confluían intereses enfrentados de Inglaterra, Rusia, Austria-Hungría y Turquía. Como forma de debilitar al imperio turco, Rusia, a través de Serbia y en nombre de una supuesta fraternidad eslava, apoyaba los movimientos de las nacionalidades oprimidas como Macedonia. Este apoyo era relativo y siempre evitaba la creación de un estado o confederación de estados demasiado poderoso. De esta manera, la supuesta liberación nacional en el marco del capitalismo y de la mano de una u otra potencia imperialista, se convertía inmediatamente en su contrario. Así había pasado con países como Serbia, Grecia o Bulgaria, que rápidamente pasaron de ser nacionalidades oprimidas por los turcos a ser nacionalidades opresoras sobre otros pueblos y pelearse entre ellas, instigadas por las distintas potencias europeas, en nombres de la gran Serbia, la gran Bulgaria, etc... llegándose a tragedias como el caso de Macedonia, que fue finalmente dividida entre Grecia y Serbia. Este fenómeno se ha reproducido 80 años después en la ex Yugoslavia. No hay liberación nacional posible sobre bases capitalistas.

Conclusión

El año 1914 se abría con aires de guerra en el ambiente. La etapa 1912-14 había supuesto un fortalecimiento político, organizativo y numérico de los marxistas rusos. Tras su ruptura definitiva con el menchevismo, el Partido Bolchevique estaba más fuerte que nunca; en zonas como Moscú y Petrogrado habían ganado por primera vez una mayoría clara en los sindicatos; Pravda tenía una tirada diaria de 40.000 ejemplares... En base a distintos datos que desarrolla el libro se puede afirmar que en ese momento los bolcheviques tenían el apoyo de tres cuartas partes de la clase obrera organizada. El Primero de Mayo medio millón de trabajadores se declararon en huelga y salieron en manifestaciones. Rusia estaba en vísperas de la revolución. La carnicería imperialista que iba a estallar dos meses después cortaría este proceso.

A los bolcheviques rusos les honra haber votado contra el presupuesto de guerra en la Duma. A diferencia de la mayoría de los dirigentes socialistas europeos de la Segunda Internacional como el SPD alemán, con la excepción de Karl Liebcknek y Rosa Luxemburgo, que se pasaron al campo de sus respectivas burguesías apoyando los créditos de guerra traicionando así a los trabajadores, los bolcheviques defendieron consecuentemente los principios del internacionalismo proletario, presentando resoluciones en las fábricas y convocando manifestaciones contra las guerras balcánicas, desenmascarando las verdaderas ambiciones imperialistas del zarismo en la zona, contra el inminente peligro de guerra mundial.

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