El próximo 5 de noviembre (25 de octubre en el viejo calendario bizantino) se conmemora el 90 aniversario de la revolución de Octubre en Rusia y la toma del poder por parte de la clase obrera, liderada por el partido bolchevique de Lenin y Trotsky. Sin duda alguna, fue el acontecimiento más importante de toda la historia ya que, exceptuando la heroica resistencia de la Comuna de París, se trató de la primera ocasión en la que los oprimidos derrotaron a los opresores hasta el punto de arrebatarles el poder político e iniciar la construcción de una nueva sociedad.

mientos son imprescindibles para entender la lucha de clases, sobre todo, la cuestión más decisiva: cómo puede la clase obrera tomar el poder. Hoy en día, las revoluciones o las situaciones prerrevolucionarias son una realidad en América Latina: Venezuela, Bolivia, Ecuador... pero en todos estos países, o la clase obrera culmina el proceso iniciado y arrebata totalmente el poder a los capitalistas, o, en cuanto tengan la oportunidad, intentarán, una vez más, aplastar a las masas que se han atrevido a cuestionar su dominio. Por eso, estudiar e inspirarnos en el Octubre bolchevique es una obligación de todos aquellos que queremos transformar la sociedad.

La reacción levanta la cabeza

El anterior artículo de la serie dedicada a la conmemoración de la Revolución Rusa acababa en las Jornadas de Julio (ver El Militante nº 207). Aquellas manifestaciones expresaron la impaciencia del sector más avanzado y combativo de la clase obrera de Petrogrado, que sentía el peligro de que la revolución pudiese ser descarrilada por los reformistas y la reacción. No obstante, para el asalto definitivo, era necesario esperar a que las condiciones madurasen en el conjunto del país. Si los bolcheviques no se hubieran puesto a la cabeza de este movimiento, habría sido ahogado en sangre, con tal coste que, probablemente, se hubiese sentenciado el futuro de la revolución. El papel del Partido fue determinante.
Julio será la transición entre la revolución de febrero y sus ilusiones democráticas y la revolución de octubre y la acción consciente y organizada de la clase obrera encaminada a la toma del poder. Esto no significa que hubiera "dos etapas" a la manera estalinista. Desde Las Tesis de Abril, Lenin y los bolcheviques defendían que sólo con la toma del poder por parte del proletariado podrían garantizarse las conquistas de la revolución de Febrero y que, inevitablemente, la clase obrera iniciaría la construcción del socialismo. Desde luego, la revolución permanente de Trotsky, tan denostada por los estalinistas, es precisamente la formulación teórica de la experiencia viva de la revolución rusa.
La teoría de las dos etapas plantea justo lo contrario: el partido obrero debe supeditarse a la burguesía progresista para consolidar la revolución democrática y en un futuro indefinido ya se presentará el debate sobre el socialismo. Ésta era precisamente la posición que en esos momentos defendían los mencheviques; el Partido Bolchevique, en cambio, fue en todo momento la posición política más intransigente con la colaboración de clases.
Tras las Jornadas de Julio la reacción entendía que tenía que aprovechar la oportunidad que le brindaba la semiderrota sufrida por la revolución. Se conformó un nuevo gobierno de Kerensky. Este oportunista ambicioso era, como Trotsky explicaba, la esencia de la coalición entre la burguesía y los conciliadores. Para frenar a las masas, el "socialista" Kerensky abrazó el programa político de los capitalistas, tratando de ser, él mismo, el gobierno fuerte que los capitalistas deseaban implantar para terminar con la revolución. Por supuesto, Kerensky no expresaba este propósito públicamente; en su discurso justificaba sus acciones como una defensa de la revolución... de los provocadores. Según Kerensky eran los bolcheviques la principal amenaza de la revolución, no la contrarrevolución. ¡Cuántas veces veremos esa actitud! ¡No asustar a la burguesía! ¡No provocar a la reacción! ¡No avancemos en la revolución!
Tenemos, por tanto, un período de reacción dentro de una revolución. Así se liquidaron importantes conquistas de la revolución de Febrero como la abolición de la pena de muerte que fue reinstaurada y otras. Se inició el llamado mes de la gran calumnia en el que los bolcheviques fueron ilegalizados y perseguidos; los locales bolcheviques fueron asaltados y destruidos; Lenin y Zinoviev tuvieron que huir de Rusia; Trotsky fue encarcelado. Los bolcheviques fueron acusados de colaborar con el Estado Mayor alemán. Utilizaron la anécdota del viaje de Lenin en el tren blindado para construir una demencial teoría sobre "el oro del káiser". Se inventaron pruebas y se compraron testimonios. A pesar de que eran conscientes de que se trataba de una vil campaña de calumnias, los conciliadores, atados de pies y manos al gobierno de Kerensky y a la burguesía, no movieron un dedo en defensa de sus antiguos camaradas. La caída política de mencheviques y eseristas era total. Ciertamente las calumnias tuvieron cierto efecto entre un sector de las masas, sobre todo del ejército y durante todo este tiempo la vanguardia tuvo que agachar la cabeza.
Aparentemente la revolución estaba derrotada y las masas demostraban un bajo nivel de conciencia al no responder a los ataques. Pero por debajo de la superficie y de los retrocesos se estaban gestando abruptos saltos hacia adelante.

La ‘korniloviada'

Pero Kerensky no era el hombre de la burguesía. No era de los suyos, ya que al fin y al cabo el abogado laboralista era un producto de la Revolución de Febrero. La reacción necesitaba un gobierno de la espada que bañara en sangre Rusia para así ahogar la revolución. Cuando las masas se ponen en marcha en una revolución, la contrarrevolución necesita extirpar los órganos vitales del proletariado para aplastar sus aspiraciones y su voluntad de lucha. La sangrienta represión franquista tiene esta explicación.
El general Kornílov era el destinado a jugar el papel de sangriento Bonaparte. Curiosamente, cuando Kerensky conspiraba con Kornílov para dar un golpe de estado y proclamarse dictador, Kornílov conspiraba con la burguesía y los monárquicos para derrocar al gobierno y ser él el dictador. No había espacio para un gobierno "democrático". En palabras del líder kadete Miliukov: "o Kornílov o Lenin". Tras entregar Riga a los alemanes, Kornílov usó este acontecimiento como excusa para lanzar su ejército sobre Petrogrado el 27 de agosto. Por cierto, la entrega de Riga sería la primera demostración de lo importante que era la "patria" para estos caballeros: preferían la dominación extranjera antes que la revolución.
¡Cuántas veces el látigo de la contrarrevolución agita la revolución! La korniloviada sentenció el capitalismo en Rusia como podría haber pasado en Venezuela tras el golpe de estado del 11 de abril del 2002 si hubiese existido un partido como el bolchevique o el propio Chávez hubiese hecho un llamamiento a acabar con todos los resortes de poder de la burguesía.
A pesar de que tanto Kornilov como Kerensky querían acabar con la revolución hubiera sido un error fatal quedarse de brazos cruzados contemplando como ambos se enfrentaban. Si la clase obrera hubiese permanecido pasiva e ideas del tipo: "¡los dos son contrarrevolucionarios! ¡No es nuestra lucha! ¡Luego nos tocará el turno a nosotros!"..., hubiesen sido dominantes eso hubiera significado la derrota del gobierno provisional y la implantación de una sangrienta dictadura militar en Rusia. Los planes de la burguesía se habrían materializado, sería el fin de la revolución. En su lugar, el partido bolchevique salió a la lucha para defender la revolución. En palabras de Lenin la clase obrera debía "apoyarse en el hombro de Kerensky para luchar contra Kornilov. Luego ajustaremos las cuentas con Kerensky".  De hacer lo contrario los bolcheviques se hubieran aislado de las masas que entendían perfectamente la necesidad de pasar a la acción para derrotar el golpe militar.
Y así fue. No se trataba de apoyar políticamente a Kerensky. Se trataba de salvar a la revolución. Fue precisamente la acción de las masas, dirigidas por los bolcheviques en los barrios, en las fábricas, lo que disolvió la ofensiva de Kornilov. Su ejército se desintegró antes de que pudiera disparar un solo tiro. Gracias a la táctica de los bolcheviques la derrota de Kornilov fue también  un golpe político decisivo contra Kerensky y las masas reconocieron el partido de Lenin como el más consecuente defensor de sus intereses.

El proceso de toma de conciencia

¿Pero no estaban los bolcheviques debilitados, calumniados? Las masas no dejaban de sacar conclusiones. El proceso de toma de conciencia no se había detenido, todo lo contrario.
Ya antes del golpe, durante una Conferencia "Democrática", convocada por Kerensky con la participación de burguesía y conciliadores en agosto, se demostró que el mes de las calumnias no había agotado la revolución. Esta Conferencia fue organizada precisamente en Moscú para escapar del rojo Petrogrado. Los bolcheviques respondieron convocando una huelga general... ¡con la oposición del soviet conciliador! Tras Julio los soviets languidecían dirigidos por los conciliadores, incluso Lenin llegó a plantear la idea de abandonar la consigna de "todo el poder a los soviets" y cambiarla por "todo el poder a los comités de fábrica". Toda una demostración de que no podemos hacer un fetiche de las formas organizativas del proletariado. La huelga fue un éxito, anticipando lo que estaba por venir.
No obstante, con la korniloviada y el crecimiento exponencial de la influencia bolchevique, los soviets volvieron a vigorizarse. Pero los soviets, por sí mismos, no garantizaba la revolución: dirigidos por conciliadores éstos podían desaparecer como sucedería con los soviets alemanes en 1918 dirigidos por la socialdemocracia. La clave de la revolución era la dirección, es decir, el partido.
Agosto fue muy importante para que el partido bolchevique ganara autoridad, así como las masas, madurez. Para decenas de miles de revolucionarios en el ejercito, en la fábrica..., se concretaba una idea en sus cabezas: "Si la reacción me acusa de ser bolchevique..., será que lo soy". Y, efectivamente, la labor planteada por Lenin de "explicar pacientemente" daba sus frutos. Las aspiraciones de las masas conectaban con las ideas defendidas por el partido de Lenin; el gobierno provisional mostraba su incapacidad; la reacción, sus planes; la ofensiva de Kornilov, su fracaso; el campesino se levantaba contra el señor feudal... El deterioro de las condiciones de vida de las masas, agravado por el sabotaje económico impulsado por los capitalistas, ayudaba a las masas a sacar conclusiones señaladas por los bolcheviques. Para los conciliadores, las masas debían esperar hasta la futura Asamblea Constituyente para ver realizadas sus aspiraciones. Sólo los bolcheviques luchaban, defendían la revolución y exigían avanzar para conseguir pan, paz y tierra, y para ello era necesario que  todo el poder pasara a manos de los soviets.
Pero entonces ¿se equivocó la reacción lanzando el golpe de Kornílov? Realmente era la oportunidad que tenían: el partido bolchevique ilegalizado, perseguido y calumniado; los soviets paralizados por un Comité Ejecutivo aterrado; el gobierno provisional odiado y muy débil... Era ahora o nunca. Lo que sucede es que, como siempre le ocurre a la burguesía, midieron a la clase obrera y a las masas equiparándolos con sus supuestos dirigentes, los conciliadores, sin entender que, aunque aparentemente la revolución agachaba la cabeza, realmente retrocedía un poco, para dar un impulso mucho mayor. Si en Petrogrado, en julio, la vanguardia había roto con los conciliadores, tras la korniloviada en todos los soviets de Rusia se producirá un giro imparable hacia el bolchevismo. El 4 de septiembre Trotsky será elegido presidente del Soviet de Petrogrado.

Resistencias en el seno del partido

Tras la korniloviada la principal resistencia para que los bolcheviques tomen el poder estará curiosamente dentro del propio partido bolchevique. Los viejos dirigentes que en Febrero habían adoptado una posición casi menchevique no habían absorbido realmente la esencia de Las Tesis de Abril. Tenían una visión lineal de los acontecimientos: no comprendían los saltos que se producen en la toma de conciencia de las masas, temían romper puentes con los conciliadores y un gran terror a la perspectiva del día siguiente de la toma del poder. Las presiones de clases ajenas se agudizan en la dirección de las organizaciones. Como Trotsky explica, en una situación revolucionaria las masas son más revolucionarias que el partido más revolucionario. Y dentro del partido, la base más que la dirección. Así era.
Durante todo el mes de septiembre, Lenin iniciará una campaña a vida o muerte en el seno del partido bolchevique para convencer al Comité Central de la urgencia de tomar el poder. Cada día que pasaba sin la insurrección contra el gobierno provisional era un retraso injustificable. Si se desaprovechaba la oportunidad adecuada, las masas comenzarían a desconfiar del bolchevismo, equiparándolo a las demás tendencias del movimiento, su ánimo decaería y la reacción, consecuentemente, levantaría una vez más la cabeza. Cuando la fruta está madura, hay que comerla antes de que se pudra.
Un ejemplo de las reticencias en la dirección bolchevique estuvo en la participación del Preparlamento. Kerensky se sacó de la manga un sucedáneo de cámara representativa para tratar de dar legitimidad a su gobierno, siempre en crisis, y desviar la atención de las masas del objetivo de tomar el poder. Creando decenas de organismos "democráticos", los conciliadores querían apartar a los soviets. Los bolcheviques siempre habían defendido la convocatoria de la Asamblea Constituyente, sobre todo para desenmascarar la hipocresía de los "partidos democráticos" que aplazaban su convocatoria sistemáticamente. Pero una cosa es eso, y otra cosa tirar arena "democrática" sobre los ojos de los trabajadores y soldados que ya contaban con los soviets como órganos de poder y se disponían a utilizarlos para barrer los restos del Estado burgués. Participar en el Preparlamento en estas circunstancias era, por tanto, lavarle la cara al gobierno provisional y desviar la atención del punto fundamental: tomar el poder.
Es ésta una importante lección para aquellos que sin criterio defienden la convocatoria de asambleas constituyentes como si éstas fueran la clave de una revolución. En muchas situaciones, apoyar determinadas reformas democráticas puede crear ilusiones peligrosas que desvíen a las masas de las tareas fundamentales y ayuden, por tanto, a la burguesía a ganar tiempo.
Sin embargo, dentro de la dirección del Partido Bolchevique había reticencias a abandonar el Preparlamento, ya que hacerlo era cerrar la puerta definitivamente a la democracia burguesa y apostar por la insurrección y el poder obrero. Tras un duro debate en el Comité Central, Trotsky logró convencer a la mayoría de la dirección para que se abandonara el Preparlamento. Esta acción fue alabada por Lenin que, desde el exilio, seguía con preocupación la actuación de un Comité Central que no se decidía a tomar el poder.
Finalmente la enorme autoridad de Lenin y la presión de la base del partido cambiaron el rumbo de los acontecimientos. Lenin había llegado a amenazar al Comité Central con dimitir para así poder defender sus posiciones con absoluta libertad entre la base bolchevique. No fue necesario. En el Comité Central del 10 de octubre se aprobó la decisión de tomar el poder. Solamente Zinoviev y Kámenev votaron en contra, reflejando precisamente las enormes presiones que señalamos más arriba: desconfianza en la clase obra y en su capacidad para tomar y mantenerse en el poder. Estos dos dirigentes, que con la muerte de Lenin maniobrarían con Stalin para hacerse con el control del Partido, llegarían a desvelar los planes secretos bolcheviques en la prensa. Esto provocó que Lenin plantease su expulsión del partido que, en la vorágine de los acontecimientos que se sucedieron, finalmente no se produjo.

La toma del poder

El Estado ruso, pese a ser tras la Revolución de Febrero una república y contar con ministros "socialistas" seguía siendo en la práctica el viejo Estado zarista, un órgano de opresión de las clases dominantes sobre el proletariado y el campesinado. La clase obrera tenía que destruir ese viejo aparato y dotarse de un Estado obrero, un Estado dominado por los explotados, para luchar contra los explotadores. Estas ideas fueron explicadas brillantemente por Lenin en El Estado y la Revolución, escrito precisamente durante los tormentosos meses de julio y agosto. No era casualidad que Lenin dedicara su tiempo a esta obra: necesitaba armar teóricamente a los obreros avanzados y explicar cómo tenía que ser el Estado que tenían que construir al día siguiente de derribar al gobierno provisional. El doble poder iniciado con la revolución de febrero debía resolverse: "o Lenin, o Kornilov", o soviets o gobierno provisional. Un barniz revolucionario no cambia el carácter del Estado.
El presidente Chávez se ha dado cuenta de ello en Venezuela: allí el Estado bolivariano sigue siendo en esencia un estado burgués. Aunque allí la burguesía no lo controle, la vieja burocracia cuarto-republicana marca su sello. La revolución en Venezuela tiene precisamente que dotarse de los órganos de poder obrero que puedan sustituir al viejo Estado y estos órganos, como los soviets, tienen que emanar precisamente de las fábricas y barrios obreros.
A principios de octubre mucho había cambiado en los soviets y, por extensión, en la clase obrera. La enorme influencia y autoridad de los reformistas se había evaporado. En febrero su prestigio estaba en su momento álgido y era comprensible que los obreros les entregaran el poder... aun a riesgo de que los reformistas corrieran a entregárselo a la burguesía, como así sucedió. Los acontecimientos y, sobre todo, la actitud y la coherencia de los bolcheviques fueron segando la hierba bajo los pies de los conciliadores.
Conscientes del colapso de su autoridad entre las masas, los conciliadores se negaban a convocar el II Congreso de los Soviets. Trataban de aplazarlo una y otra vez. La campaña bolchevique exigiendo su convocatoria decantó definitivamente a los soviets hacia la posición del partido.
El plan bolchevique era que el Comité Militar Revolucionario, órgano presidido por Trotsky, dependiente del soviet de Petrogrado y creado para plasmar el doble poder también en el ejército, tomaría el poder y se lo entregaría al II Congreso Panruso de los soviets en el que los bolcheviques tendrían una amplia mayoría. Hasta cierto punto también era un plan de defensa, ya que el gobierno provisional no cesaba de conspirar contra la revolución y todo parecía indicar que, igual que previamente había sucedido con Riga, pensaban entregar Petrogrado a las bayonetas alemanas.
Más allá de las escenas grandiosas relatadas en Octubre de Einsestein, lo cierto es que la toma del poder fue un acontecimiento relativamente sencillo. Murió más gente en el rodaje de la citada película que en la propia insurrección en Petrogrado. Y es que el gobierno provisional cayó como una fruta madura. Desde luego no se trató de un golpe de estado bolchevique tal y como trata de difamar la historiografía burguesa en el sentido de un golpe de una minoría de conspiradores a espaldas de la población. Realmente si la toma del poder no fue más espectacular fue precisamente por la debilidad del adversario y porque, en la práctica, el 25 de octubre los bolcheviques ya tenían el poder en sus manos, gracias a todo el trabajo previo. 
Bajo el rugido de los cañones del Aurora disparando sobre el Palacio de Invierno, el II Congreso Panruso de los Soviets aprobó hacerse con el poder, los mencheviques y eseristas de derechas abandonaron los soviets (al perder la mayoría, recurrieron al viejo método de no reconocer la validez del Congreso) y se conformó el primer gobierno obrero victorioso de la historia de la humanidad que inmediatamente puso en práctica su programa para conseguir la tan demandada reivindicación de pan, paz y tierra.

Repercusión de Octubre

Por supuesto la burguesía no abandonó la escena sin luchar. Al día siguiente de la toma del Palacio de Invierno ya comenzó su sabotaje y en Moscú, Finlandia o Bakú demostraron que estaban dispuestos a sumir a Rusia en una guerra más sangrienta que la Primera Guerra Mundial. Conspirando con los alemanes y con los aliados los blancos iniciarían una guerra civil con nefastas consecuencias para el futuro de la tierra soviética, pero de la que los bolcheviques saldrían victoriosos.
Ya nada podía ser igual en la historia del mundo tras la Revolución de Octubre. Para empezar provocó un despertar revolucionario en toda Europa, empezando por la propia Alemania. Un año después del Octubre bolchevique, los trabajadores y marineros alemanes expulsarían al káiser, formarían soviets y tratarían de liquidar el capitalismo. Como en Rusia, los socialdemócratas se convertirán en los apaga-fuegos de la revolución, con la diferencia de que los heroicos revolucionarios Rosa Luxemburgo y Karl Liebneck no contaban con un partido bolchevique que pudiera derrotar a los traidores de la causa socialista.
Tenemos que entender que si hoy en día el capitalismo cae en un solo país del mundo, ya nada será igual. La lucha de clases en muchos otros países (por ejemplo el Estado español con el llamado "trienio bolchevique") fue sacudida por la revolución triunfante. Lejanas tierras como América o el Lejano Oriente también se vieron afectadas por el terremoto rojo. Sólo faltó una Internacional revolucionaria que Lenin y Trotsky pondrían todas sus energías en construir. De hecho, era precisamente la extensión de la revolución socialista por el planeta la única salvaguarda que los bolcheviques veían para garantizar su propia victoria. El internacionalismo bolchevique nacía de esta necesidad. Desde luego nada que ver con la posterior teoría antimarxista de "el socialismo en un solo país" formulada por Stalin.
La Revolución de Octubre, incluso hoy, pese a la degeneración estalinista sufrida a partir de 1923 y su conclusión lógica, la caída de la URSS, sigue siendo un faro de esperanza. Una buena demostración es el odio visceral que la burguesía internacional siente por aquellas heroicas jornadas. Y es que fueron la primera demostración concreta de que su todopoderoso poder puede ser derrotado por la acción del proletariado dirigido por un partido genuinamente revolucionario. La perspectiva de que el proletariado hoy se inspire en el ejemplo de los obreros rusos aterra al imperialismo. Como dijo Lenin: "Hemos empezado nosotros. No importa dónde, cuándo, ni qué trabajadores o en qué país sean los que finalicen este proceso, lo verdaderamente importante es que se ha roto el hielo, se ha trazado la senda, el camino está libre".
Para concluir sólo una pequeña observación: ¿hemos omitido el papel de Stalin en todos estos acontecimientos? Realmente se omitió a sí mismo, ya que durante los meses aquí relatados el futuro dictador no jugaría ningún papel. Todo lo contrario que Trotsky y otros muchos grandes bolcheviques. La posterior propaganda estalinista era solamente eso, propaganda. Los marxistas de hoy en día tenemos que hacer justicia a los verdaderos protagonistas de la revolución: empezando por las propias masas que hoy y mañana se levantan y se levantarán, en un país tras otro, para acabar con el capitalismo.

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