Los cimientos del marxismo ruso fueron establecidos tras una intensa lucha ideológica contra el populismo y la doctrina anarquista. La persistencia, los sacrificios y la solidez política de Plejánov y sus camaradas del Grupo Emancipación del Trabajo tuvo su recompensa: el marxismo ganó con rapidez adeptos entre la juventud revolucionaria, desengañada con los métodos narodnikis, y entre los trabajadores conscientes que empezaban a desarrollar la lucha huelguística en defensa de mejores condiciones de trabajo y de vida.

La popularidad que alcanzó el marxismo llegó a contagiar a otras capas de la sociedad, especialmente a los intelectuales, que veían en el materialismo histórico un método de interpretación social avanzado, en cuanto ariete para la lucha contra el absolutismo, pero distaban mucho de asimilar el marxismo como un programa revolucionario para la supresión de la sociedad de clases.

El ‘marxismo legal’

En realidad, estos intelectuales provenientes de las filas de la burguesía trataban de hacer valer sus intereses de clase y justificar, apoyándose en la concepción marxista, la inevitabilidad del desarrollo del capitalismo en Rusia. El marxismo les valía como teoría sociohistórica, reinterpretado con una visión académica y expurgado de su filo revolucionario. De hecho rechazaron la dialéctica, sustituyéndola por el idealismo neokantiano. Los exponentes más destacados de estos “marxistas legales” fueron gente como M. I. Tugan-Barnovski, P. B. Struve, S. N. Bulgakov y N. A. Bedyayev, algunos de los cuales como Struve o Tugan-Baranovski acabaron en las filas de la burguesía contrarrevolucionaria combatiendo ardientemente las ideas del marxismo.

Existía sin embargo un hilo conductor entre este marxismo legal, el llamado economicismo y las posteriores posiciones políticas adoptadas por el menchevismo, que partían de la misma visión esquemática y antidialéctica de la revolución rusa: las condiciones para el socialismo estaban ausentes, por lo tanto la lucha contra el absolutismo es la lucha por la democracia burguesa y en este combate el partido obrero debe subordinarse a la burguesía progresista abandonando cualquier pretensión de desplegar una política de clase independiente.

El ‘economicismo’

Con el objetivo de estrechar lazos con los lideres del marxismo ruso en el exilio, Lenin partió para Suiza mandatado por la Liga de Petersburgo para establecer contacto con Plejánov y su grupo. Después de arduas discusiones se llegaron a acuerdos prácticos con el fin de trabajar por la unificación de los círculos en un partido y publicar un órgano central de la socialdemocracia rusa. Sin embargo a la vuelta a Rusia el grupo dirigente de la Liga de Petersburgo, incluido Lenin, fue detenido cuando se disponían a publicar Rabochie Dielo (La Causa Obrera). Estas detenciones de los cuadros más experimentados, algo que sería una constante bajo la dictadura zarista, provocó que nuevas capas del movimiento, los jóvenes educados en la escuela de la agitación y que no siempre habían asimilado con profundidad el programa marxista, se vieran catapultados a las tareas de dirección. En estas condiciones no fue extraño que estos sectores, impacientes por hacer crecer la influencia política de la socialdemocracia, buscaran atajos políticos y organizativos en la construcción del partido.

En esencia lo que estos sectores defendían era adaptarse a los prejuicios más atrasados de la clase obrera con el argumento peregrino de que la agitación política era demasiado difícil para la comprensión de las masas, por lo que había que poner énfasis exclusivo en la lucha por las demandas económicas. Lenin y otros camaradas como Mártov se opusieron decididamente a este giro que suponía diluir el programa político, en aras de hacerlo supuestamente “más atractivo”, e insitieron en que la tarea principal era construir una sólida organización revolucionaria basada en la claridad del programa y que sin renunciar a la agitación por demandas económicas, algo obvio, ligase éstas a la lucha política contra el absolutismo elevando el nivel de conciencia de la clase.

En realidad este intento de revisar la estrategia de la socialdemocracia no era un fenómeno aislado en Rusia. En otras condiciones materiales diferentes, Bernstein teórico de la socialdemocracia alemana formuló su política reformista de forma muy similar a lo que planteaban estos economicistas. De hecho el socialismo bernstiano partía de la posibilidad de profundizar en las reformas económicas a través de la lucha pacífica, del crecimiento de los sindicatos, el crédito, incluso los trust o monopolios que, según el jefe alemán del reformismo, tendían a introducir una reglamentación de la vida económica que acabaría con las crisis. Sobre esta base y con el crecimiento del poder socialdemócrata en el parlamento, ayuntamientos y en la vida social y económica gracias a las cooperativas de producción y consumo, el Estado burgués dejaría de ser gradualmente ese instrumento de coerción de la clase capitalista para transformarse tranquilamente en el garante de las conquistas democráticas y la palanca para ir extendiendo el socialismo a la sociedad.

Plejánov libró una lucha sin cuartel contra Bernstein, a diferencia de la pasividad que mostraron otros dirigentes “marxistas” como Kautsky, especialmente complacientes con las posiciones del reformismo.

Sin embargo los intentos de rebajar el nivel de la agitación entre los obreros, para así hacerse más populares y ganar más apoyos, no tuvieron el éxito esperado. Limitar la actividad a las demandas económicas significaba en la práctica renunciar al partido político de la clase obrera. Esta forma de ver las cosas se alimentaba también por las duras condiciones de la represión: si se quería conservar cierta parcela de actuación pública sin verse obligados a los rigores de las detenciones y las deportaciones a Siberia, por qué no renunciar a la agitación política y concentrase en las demandas económicas utilizando incluso los marcos legales que ya existían. La lucha contra el economicismo se extendió a todos los círculos y poco a poco las posiciones de Plejánov, Lenin y Mártov, fueron ganando la mayoría.

I Congreso del POSDR

y el nacimiento de ‘Iskra’

El 14 de marzo de 1898 se celebró el primer congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata Ruso): asistieron nueve personas, lideres de los grupos socialdemócratas de Kiev, Moscú, Petersburgo, Yekaterinoslav, del periódico Gaceta Obrera y de la organización socialdemócrata judía Bund. Antes de que acabara el mes la mayoría de los dirigentes habían sido detenidos sumándose a cientos de militantes y cuadros que permanecían en la deportación o la cárcel, como era el caso de Lenin.

Este Congreso tuvo efectos muy efímeros; si bien reconoció la necesidad de unificar a los círculos socialdemócratas en un solo partido y dotarles de un centro dirigente, posibilidad que obviamente no se materializó.

Después del Congreso los debates sobre qué hacer se hicieron más intensos. Lenin en Siberia había llegado a varias conclusiones: era imposible celebrar un congreso en las condiciones de represión dentro de Rusia, y para preparar la unificación de las fuerzas marxistas en un solo partido se necesitaba un periódico revolucionario que actuase como organizador combatiendo la dispersión y el localismo.

Después de muchas vicisitudes, Lenin logró escapar de Siberia y llegar a Suiza para proponer a Plejánov la nueva táctica. No obstante, a pesar de la coincidencia en los objetivos y de la lucha común contra las tendencias economicistas y reformistas, Lenin también tuvo que bregar contra los métodos informales y los enfrentamientos personales que la vida de pequeño círculo de exiliados había generado en el Grupo Emancipación del Trabajo. Finalmente se constituyo el Comité de Redacción de Iskra (La Chispa), el periódico en torno al cual se organizarían las fuerzas del marxismo ruso. El Comité estaría formado por Plejánov, Lenin, Axelrod, Vera Zasúlich, Martov y Protesov.

Lenin, con la inestimable ayuda de su compañera Krúpskaya, desarrolló una labor intensa para organizar y reunir en torno a Iskra el mayor número de militantes sobre la base de un programa político claro y consecuente. En su obra ¿Qué hacer? señala las tareas para Iskra: “La misión de un periódico no se limita, sin embargo, a difundir las ideas, a educar políticamente y a conquistar aliados políticos. El periódico no es sólo un propagandista colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo (...) Con la ayuda del periódico y en ligazón con él, se irá formando por si misma una organización permanente, que se ocupe no sólo de la labor local, sino también de la labor general y regular, que habitúe a sus miembros a seguir regularmente los acontecimientos políticos, a apreciar su significado y a su influencia sobre los diferentes sectores de la población (...) La sola tarea técnica de asegurar un suministro normal de informaciones al periódico y una difusión normal del mismo, obliga ya a crear una red de representantes locales del Partido (...)”.

También en este período, para subrayar la necesidad del partido como el instrumento imprescindible en la lucha política, Lenin llegó a exagerar algunos planteamientos. Esto fue lo que sucedió con el famoso pasaje de ¿Qué hacer? donde afirma que la clase obrera dejada a sí misma sólo puede desarrollar en el mejor de los casos una conciencia sindical, mientras que la conciencia socialista sólo puede ser introducida desde fuera a través del partido. Esta idea, como muchas otras afirmaciones polémicas de Lenin en otros momentos, intentaba hacer énfasis en la necesidad del partido, pero era incorrecta tal y como reconoció en el II congreso del POSDR y en muchos escritos posteriores. La propia experiencia de la clase obrera en la lucha, le puede llevar a adoptar un punto de vista socialista, incluso a protagonizar revoluciones como fue el caso de España en los años treinta, de Francia en 1968, Portugal en 1974 o actualmente en Venezuela. Sin un partido revolucionario de masas, la clase trabajadora puso en jaque al capitalismo, pero no pudo acabar con él. El partido, es decir, el factor subjetivo de la revolución, es imprescindible para asegurar el éxito, consolidar el poder obrero y constituye el instrumento más importante para desarrollar la conciencia socialista del proletariado, pero incluso sin él las masas pueden orientarse claramente hacia la revolución socialista.

El trabajo de Iskra fue fundamental para cohesionar las fuerzas del marxismo ruso, coordinar la acción de los círculos y mostrar con toda su amplitud las gigantescas tareas del futuro. Tras años de trabajo, las condiciones habían madurado para la constitución del partido. En realidad su acta de fundación tendría lugar en julio de 1903 en Bruselas durante el II Congreso del POSDR.

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