Desde los medios de comunicación se ha insistido machaconamente en la victoria “arrolladora e histórica de Bush” que ha conseguido 59,8 millones de votos. Pero la realidad es que no tiene nada que ver con otras victorias que sí fueron históricas.Desde los medios de comunicación se ha insistido machaconamente en la victoria “arrolladora e histórica de Bush” que ha conseguido 59,8 millones de votos. Pero la realidad es que no tiene nada que ver con otras victorias que sí fueron históricas. Reagan en 1984 consiguió casi 20 millones de votos más que el demócrata Mondale y Johnson en 1964 consiguió 18 millones más que el republicano Goldwater. En este caso la diferencia con Kerry fue de 3,5 millones (sólo tres puntos).

También se ha insistido en la “participación histórica” en las elecciones, pero si la comparamos con los más de 220 millones de estadounidenses que podrían votar, veremos que la participación real no llega al 51% de los posibles votantes, es decir, cien millones de personas se han quedado en su casa. Esto ya lo dejaba entrever la encuesta publicada el pasado mes octubre por Reuters/Decisión Quest. En ella se decía que el 61% de los estadounidenses habían perdido la confianza en sus líderes y las instituciones políticas del Estado, la encuesta calificaba esta situación como “niveles epidémicos de pérdida de confianza”.

En esta campaña electoral Bush ha conseguido llevar la iniciativa consiguiendo que se centrara en los llamados “valores morales”, es decir, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el aborto, la defensa de la familia además de la lucha contra el terrorismo y la seguridad. En once estados se han votado al mismo tiempo leyes o iniciativas derechistas sobre estos temas que han ayudado a los republicanos a movilizar su base electoral. Los demócratas, por su parte, en lugar de denunciar las terribles condiciones sociales de la clase obrera y centrar su campaña en aquellos estados y ciudades donde más se ha dejado sentir la política reaccionaria y antiobrera de Bush, se han dedicado a disputar la base electoral a los republicanos.

Que la clase obrera no ha participado en las elecciones se puede ver en la encuesta que hizo la CNN a pie de urna y que decía que el 71% de los que habían ido a votar pensaban que su situación económica estaba mejor o igual y en cambio sólo el 22% de los votantes pertenecían al sector con menos ingresos.

El caso de Virginia Occidental

¿Cómo se puede explicar que en Virginia Occidental, conocido por su tradición en la lucha de clases, haya ganado Bush? Este ha sido uno de los estados más perjudicados por la destrucción de empleo manufacturero y la reconversión industrial. Aquí los republicanos hicieron una campaña intensa centrada en la defensa del proteccionismo y los puestos de trabajo. En cambio los demócratas apenas aparecieron y además el 1 de agosto el gobernador demócrata decidió reducir un 25% las ayudas a las familias más necesitadas y bajó el salario mínimo, al mismo tiempo que gastaba 750.000 dólares de las arcas públicas para organizar un campeonato de golf. Al final los republicanos ganaron las elecciones pero no porque los trabajadores “giraran a la derecha” sino porque simplemente una gran parte se quedó en su casa (la participación no llegó al 55%).

Lo mismo se podría decir de otros bastiones de la clase obrera como Ohio, Kansas, Missouri, Kentucky o Tennesse. Todo este proceso de empobrecimiento y declive fue posible entre otros factores a la traición de la burocracia sindical y la colaboración de los congresistas y gobernadores del Partido Demócrata que aprobaron todas las medidas antiobreras. La apatía de los trabajadores en estas elecciones no significa que hayan pasado a formar parte de la base política republicana sino que refleja la ausencia de un partido obrero que defienda una alternativa de clase.

Ataques a la clase obrera

A pesar de todas las estupideces que se dicen sobre la clase obrera norteamericana (atrasada, acomodada, privilegiada...) lo cierto es que las dos últimas décadas se han caracterizado por ataques contra los derechos y condiciones de vida de los trabajadores, que se han intensificado durante el primer mandato de Bush. Según los datos oficiales del tercer trimestre publicados por el Departamento de Trabajo, la tasa de paro actualmente es del 5,5% (más de 8 millones de personas), pero si contásemos a los trabajadores que trabajan a tiempo parcial porque no encuentran otro empleo y los desanimados que ya no buscan empleo, la tasa de paro real sería del 7,4%. El paro a largo plazo (más de 27 semanas) es el mayor en dos décadas y entre los trabajadores manufactureros este tipo de desempleo ha aumentado un 259%.

Por su parte, los que tienen trabajo han visto como se han deteriorado sus condiciones y derechos laborales. 75 millones de personas menores de 65 años en algún momento de su vida no tienen seguro médico y el coste medio del mismo ha subido un 50%. En 2002, el 26% de los trabajadores no podían costearse el seguro médico y menos del 50% tenía un plan de pensiones pagado por el empresario, es decir, cada vez son más los trabajadores que si el día de mañana quieren tener una jubilación tienen que recurrir a pagar su propio fondo de pensiones privado. Ese mismo año sólo el 45,5% de la fuerza laboral tenía garantizada la jubilación. En cuanto a los salarios también se han ido reduciendo paulatinamente. El salario mínimo está en su nivel más bajo en cuarenta años, mientras que el salario de un alto ejecutivo en 2003 era 158 veces superior al de un trabajador medio. El ingreso medio de una familia obrera en 2003 cayó un 3,4%. Hoy más de 2,5 millones de familias en EEUU viven en la pobreza. (Fuente: The State of Working America 2004/2005)

La agenda Bush

En política exterior están ya muy claras las prioridades de la nueva Administración: continuar con la guerra de Iraq, amenazar a Irán y acaba de pedir más dinero al Congreso para ampliar el Plan Colombia. En el frente interno pretende intensificar su ataque a los derechos democráticos y para ello ha puesto a cargo del Departamento de Justicia a Alberto Gonzales, conocido por defender el recorte de los derechos democráticos y legalizar la tortura.

Pero los mayores ataques están reservados a la clase obrera; si los republicanos no lo han hecho antes es porque eran conscientes de que provocaría una explosión social y eso habría puesto en peligro la reelección de Bush. Este último ya ha anunciado su intención de eliminar el derecho de negociación colectiva de los trabajadores federales y miles de puestos de trabajo del sector público (en la actualidad este sector cuenta con más de 21 millones de trabajadores); también quiere que desaparezca la compensación salarial por horas extras que cobran millones de trabajadores y pretende aumentar la jornada laboral acabando legalmente con la conquista histórica de las 8 horas semanales, además de anunciar un ataque frontal contra el sistema sanitario y las pensiones.

Si algo ha quedado demostrado en la campaña electoral es la enorme polarización social que existe en EEUU, una división clara en líneas de clase que no se veía con tanta nitidez desde los años treinta y que llevó a Kerry y Bush a defender apresuradamente la “unidad nacional” después de las elecciones.

El movimiento obrero norteamericano ha pasado un largo período de letargo salpicado con huelgas importantes como la de UPS o General Motors. Pero ya hay avisos serios que demuestran que este proceso ha llegado a su fin. Empezó con la huelga de los estibadores hace dos años y ha continuado con distintos sectores, desde la huelga de 59.000 empleados de supermercados del sur de California que duró meses, a la huelga de los trabajadores de los hoteles de San Francisco que dura ya semanas, pasando por la huelga de profesores de Chicago que fue convocada por los sindicatos después de enfrentarse a una rebelión por la base. La manifestación con más de 100.000 trabajadores en Nueva York a finales del año pasado para defender los derechos de los inmigrantes o la manifestación de más de 200.000 trabajadores (a pesar del boicot de la burocracia del AFL-CIO) en Washington el pasado mes de octubre contra la guerra de Iraq y por la defensa de sus derechos laborales, así como huelgas en la sanidad, enseñanza, transporte, etc., son síntomas de lo que decimos.

Reflejo de la polarización social en el AFL-CIO

La burguesía estadounidense ha podido atacar a la clase obrera durante estos últimos años gracias a la ayuda inestimable de la burocracia sindical del AFL-CIO. Pero el malestar social también se empieza a reflejar en su seno. Las diferencias se pudieron ver a la hora de elegir a qué candidato demócrata apoyaban. Un sector apoyó a Howard Dean (un candidato que estaba en contra de la guerra, más próximo al modelo socialdemócrata europeo y que financió su campaña sin recurrir a las grandes empresas), mientras que otro apoyaba a R. Gephardt; finalmente decidieron apoyar a Kerry (cinco federaciones sindicales se abstuvieron) para evitar una división seria en el sindicato.

Quizá el proceso más interesante dentro de los sindicatos y que refleja la situación social y el ambiente dentro de la clase obrera es la aparición del NUP (New Unity Pathership), formado por cinco de los principales sindicatos del AFL-CIO (sector público, sanidad, conserjes, carpinteros, hostelería y trabajadores agrícolas). Estos sindicatos son los únicos que han conseguido aumentar su militancia en el último período, por ejemplo el SEIU (sector público) ha doblado su militancia.

El NUP está enviando delegados a fábricas, minas, nuevos sectores no sindicalizados, inmigrantes etc., para crear sindicatos y aumentar la afiliación sindical. Pretenden cambiar la actual forma de organización de los trabajadores que fomenta la división por estados y conseguir federaciones sindicales que agrupen a todos los trabajadores del país capaces de negociar convenios colectivos estatales y superar también los obstáculos que hoy existen para organizar una huelga nacional de un sector determinado o incluso la convocatoria de una huelga general. Si lo consiguieran sería un tremendo paso adelante para la clase obrera estadounidense.

EEUU cuenta con una de las clases obreras más poderosas del mundo —más de 149 millones de trabajadores—, que ha pasado muchos años en letargo y comienza a despertarse. La victoria de Bush y sus ataques contra la clase obrera la volverán a poner en la primera línea de batalla y veremos como la lucha de clases resurge con toda su fuerza en el mismo corazón de la bestia (el imperialismo estadounidense).

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