15-M: Cien mil jóvenes en las calles contra el cambio climático

El pasado 15 de marzo, la huelga estudiantil internacional contra el cambio climático fue un auténtico éxito. En más de mil ciudades y cien países, centenares de miles de jóvenes alzamos nuestra voz contra la catástrofe ecológica que vive nuestro planeta y contra sus responsables: los capitalistas, los gobiernos a su servicio y las grandes multinacionales.

En el Estado español, la huelga general estudiantil y las manifestaciones convocadas por el Sindicato de Estudiantes en más de treinta ciudades sacaron a más de un millón de estudiantes a la huelga y más de cien mil jóvenes a las calles al grito, entre otros, de “si el planeta fuera un banco ya lo habrían rescatado” o “sus beneficios matan el planeta”. La lucha por salvar nuestro planeta se está convirtiendo —de la misma forma que la lucha contra el machismo y la justicia patriarcal— en un cauce de expresión para denunciar el callejón sin salida que supone el sistema capitalista para la mayoría de nosotros.

El planeta no se muere, lo están asesinando

La lucha contra el cambio climático se ha convertido en una cuestión de supervivencia vital. El último informe medioambiental de la ONU estima que “la humanidad tiene doce años para evitar un desastre ambiental catastrófico”. Hablamos del incremento continuado de las temperaturas, la contaminación de los océanos, la desforestación o el fenómeno de los refugiados climáticos (personas que tienen que huir de sus hogares por las consecuencias de los cambios en el clima) que se multiplica desorbitadamente alcanzando ya los 64 millones de personas.

Los responsables de esta destrucción medioambiental tienen nombres y apellidos: se calcula que el 63% de las emisiones de CO2 a nivel mundial son consecuencia de la actividad de 90 multinacionales, y tan sólo en Europa el 60% de la contaminación es producida por cinco de ellas.

Ante esta realidad, muchos expertos se preguntan cómo es posible que no “exista voluntad política” para abordar el problema. La respuesta es sencilla: los intereses de los capitalistas son totalmente antagónicos a los de la mayoría. Las acciones necesarias para salvaguardar el bienestar del planeta chocan frontalmente con los intereses de las burguesías de los diferentes estados nacionales, vinculados a la propiedad privada de la tierra, los medios energéticos y productivos. Por ello, en una época de absoluta decadencia del sistema capitalista, donde la guerra comercial y la competencia por el mercado mundial marca el tono de las relaciones económicas internacionales, la catástrofe ecológica se ha elevado a la enésima potencia.

El cambio climático: un negocio para el sistema

Los protocolos, tanto el de Río como los de Kioto o París, o las renombradas cumbres climáticas celebradas se presentan como “pasos adelante” en la lucha contra la contaminación. Pero esto es una farsa total: son utilizados por los responsables de la degradación medioambiental que sufre el planeta para lavarse la cara.

Los gobiernos capitalistas han convertido el fenómeno del cambio climático en una fuente más de negocio y especulación muy rentable: incentivos fiscales, subvenciones y ayudas a empresas “verdes”, créditos de carbono, los “futuros climáticos” —valores especulativos con los que poder negociar en bolsa—, exportación de la contaminación a países en vías de desarrollo, cuya normativa ambiental es inexistente, y que se convierten en paraísos fiscales medioambientales...

El cambio climático no es ajeno a la existencia de la lucha de clases. Un puñado de capitalistas son los que determinan qué y cómo se produce, únicamente con el interés de seguir obteniendo mayores beneficios privados. Por eso, para solucionar y extirpar la raíz de todos los problemas que nos golpean debemos acabar con el capitalismo, no “transformarlo en ecológico”.

¿Es posible un ‘capitalismo verde’?

De hecho, el discurso sobre la posibilidad de construir un capitalismo “verde” es una auténtica utopía y desvía el centro del debate, focalizándolo tan solo en el consumo responsable y la concienciación individual, culpando a la sociedad de la dramática realidad medioambiental. Pero la verdad es concreta: es totalmente imposible solucionar la situación de riesgo que vive nuestro planeta sin derrocar las relaciones de producción capitalistas y sin planificar de forma democrática la economía. Y por eso no podemos tragarnos la campaña propagandística de personajes como Angela Merkel que tratan de sumarse al carro del ecologismo para lavarse la cara mientras defienden políticas que le extienden la alfombra roja a las empresas responsables de esta brutal contaminación para que sigan haciendo lo que quieran.

En muchos países de Europa los llamados partidos verdes han tratado de presentarse como una solución y una alternativa para frenar esta barbarie ecológica. Pero lo cierto es que aceptando las reglas del sistema es completamente imposible dar marcha atrás a esta tragedia ecológica. Esto se ha puesto de manifiesto en países como Alemania, Irlanda o Suecia, donde estos partidos se esconden tras el verde de su bandera para defender los intereses del establishment, aplicando recortes e incluso siendo financiados por las mismas empresas contaminantes que dicen denunciar.

No es casual que los medios de comunicación del sistema estén intentando hacer inofensivo este gran movimiento y destaquen su “apoliticismo y apartidismo”. Tampoco lo es que algunos de los portavoces de Fridays For Future, que se sumaron a nuestra movilización en muchas ciudades, hayan atacado al Sindicato de Estudiantes por nuestras ideas y reivindicaciones. Al tiempo que en sus declaraciones apelaban a que este movimiento debe ser “apartidista” alababan la política “ecológica” del Gobierno de Pedro Sánchez, y las televisiones les hacían publirreportajes mostrándoles en el Parlamento Europeo, tratados con mucho cariño por los políticos allí presentes, que también se quieren aprovechar de esta lucha de la juventud. La estrategia es clara: confundir sobre los verdaderos motivos y responsables de esta situación.

Por un ecologismo anticapitalista y revolucionario

Por eso, desde el Sindicato de Estudiantes entendemos que es necesario levantar una alternativa revolucionaria. Consideramos que presentar esta lucha como un conflicto generacional es un error y también lo es plantear que nuestra lucha va dirigida a que “los políticos” en general reflexionen y tomen medidas. Pensar que los representantes de este sistema, que hoy llenan los gobiernos de todo el mundo, se enfrentarán a las grandes multinacionales en defensa del planeta es simplemente ridículo. Sabemos que la respuesta y la solución están en la calle y en la movilización.

La supervivencia del planeta no está separada del resto de reivindicaciones sociales y educativas por las que hemos luchado estos años. Tenemos que levantar un gran movimiento ecologista anticapitalista, que vaya a la raíz del problema, y que una a la juventud, a los trabajadores y trabajadoras, a todos los sectores oprimidos para lograr un cambio real en la sociedad: terminar con el control asfixiante que ejercen sobre la producción mundial un puñado de grandes multinacionales, y establecer la planificación de la economía de manera racional y respetuosa con el medioambiente, garantizando el pleno empleo, salarios y servicios públicos dignos. Sólo acabando con la opresión capitalista y construyendo una sociedad auténticamente democrática y basada en la justicia social, una sociedad socialista, podremos preservar nuestro maravilloso planeta y librarnos de la catástrofe que nos amenaza.

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