El debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado (PGE) del 2004, terminó el pasado jueves 20 de octubre. La fanfarria propagandística tradicional con la que siempre rodea el PP “la discusión” de los Presupuestos, no puede ocultar s El debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado (PGE) del 2004, terminó el pasado jueves 20 de octubre. La fanfarria propagandística tradicional con la que siempre rodea el PP “la discusión” de los Presupuestos, no puede ocultar su carácter real: son reaccionarios, antisociales y un año más son el claro reflejo de que la derecha utiliza las cuentas del Estado para trasvasar miles de millones de euros a los bolsillos de los grandes empresarios y banqueros, mientras que alertan sobre la necesidad de “racionalizar” el gasto social y exigen moderación salarial para los trabajadores.

Desde el punto de vista de los intereses de la mayoría de la población, nuestras condiciones de vida no van a mejorar con estos Presupuestos, empeorarán un poco más. Esto es lo más importante a destacar, pero no lo único.

Previsiones económicas

e ingeniería contable

La base sobre la que se asientan estos Presupuestos (como ya sucediera con los de 2003), es falsa e irreal. Parte de unas previsiones para 2004 (de crecimiento del PIB del 3%, una inflación del 2%, una mejora de la aportación del sector exterior al crecimiento, etc), que no se corresponden con la situación actual ni de la economía capitalista mundial, ni de la Unión Europea, ni de la de este país.

Pero no es sólo este aspecto lo que llama la atención. También nos encontramos con que a pesar de que las previsiones económicas sobre las que se elaboraron los Presupuestos de 2003 no se han cumplido (la previsión de crecimiento del PIB la han rebajado desde el 3% inicial al 2,3% actual y la inflación en el mes de octubre ya ha superado en una décima la previsión que hicieron para todo el año), se vanaglorian de que un año más dicen que van a cumplir con el famoso déficit cero, objetivo que mantienen para 2004. ¿Cómo es esto posible? Muy fácil, con ingeniería contable aplicada sin ningún rubor. La técnica es sencilla: se trata de dejar fuera del Presupuesto toda una serie de conceptos que de otra forma serían incluidos en el apartado de déficit. Por ejemplo, el 50% de la inversión pública se sitúa fuera de las Cuentas del Estado, financiándolas con deuda pública.

Algunos analistas hablan de un déficit oculto de entre el 2 y el 3% del PIB. La prueba de que esto es una realidad es que la deuda pública no ha dejado de crecer desde el año 1996.

Las grandes cifras:

más para los que más tienen,

menos para los trabajadores y sus familias

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, nos recuerda cada vez que tiene ocasión, que los gastos sociales suponen el 49,4% (unos 109.000 millones de euros) del gasto total para 2004; pero por mucho que lo repita no conseguirá que esto sea verdad, ni hacer de estos Presupuestos un instrumento para mejorar nuestras condiciones de vida.

En primer lugar esta afirmación es falsa porque la derecha ha convertido el concepto de gasto social en un auténtico cajón de sastre, que convierte en gasto social, entre otras cosas, las subvenciones millonarias a los empresarios para “fomentar el empleo” y los también millonarios créditos destinados a bonificar las cuotas empresariales a la Seguridad Social.

Y en segundo lugar porque los incrementos que se plantean en partidas como sanidad, infraestructuras, pensiones, etc, son ridículos, no solo porque no van a solucionar nada, sino porque ni siquiera van a cubrir el aumento de las necesidades que se produce de un año a otro. En este sentido el caso de la educación es lo más claro. El aumento del presupuesto educativo para 2004, año en el que se empezará a aplicar la llamada Ley de Calidad de la enseñanza, es el más bajo desde hace cuatro años; si a esto le añadimos que gran parte de este aumento irá directamente a los bolsillos de los empresarios de la enseñanza privada a través del incremento de los conciertos (por cierto, millones que también los incluyen en gasto social), nos podemos hacer una idea del auténtico carácter reaccionario de estos Presupuestos.

Un elemento más a tener en cuenta y que también descubre la auténtica cara de la política económica del PP, es que los ingresos previstos están basados en una política fiscal totalmente regresiva y reaccionaria. El PP con su política ha provocado un aumento de los impuestos sobre el consumo (el grueso de los impuestos indirectos, esos que pagamos todos por igual independientemente de nuestros ingresos) que han aumentado su peso en lo recaudado por impuestos en el equivalente al 1,5% del PIB, desde 1996.

Pero lo que no está escrito es peor

Esto es así porque hasta las elecciones generales de marzo, el PP no quiere sacar a la luz pública de forma clara y acabada, por evidentes motivos electorales, las medidas que nos tiene reservas a los trabajadores. Pero las líneas maestras de estos planes si son del dominio público y periódicamente completan las declaraciones de algún responsable del gobierno.

Rajoy, flamante candidato del PP a las presidencia del gobierno, ya ha advertido a los sindicatos que aprobará reformas laborales aunque no logre pactarlas. Declaraciones en la misma línea le hemos oído a Zaplana, Montoro, Rato, etc.

Por otro lado también es evidente que están preparando una reforma de las pensiones, en la línea de aumentar los años de cálculo de la pensión con el buscado resultado de rebajar de forma generalizada su cuantía final.

Las organizaciones de los trabajadores (CCOO, UGT, PSOE, IU) tienen una gran responsabilidad. No es suficiente con oponerse en el Parlamento o en ruedas de prensa a estos Presupuestos y a la política económica en general de la derecha. Hay que organizar la lucha y la movilización contra ellos. Hay que organizar una campaña en los barrios, las empresas, etc. La explicación combinada con la organización de movilizaciones, logrará generar un ambiente que, en primer lugar, impida la aplicación de estos Presupuestos y que, por otro lado, prepare la derrota electoral del PP en beneficio de las organizaciones políticas de la clase obrera.

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