La aprobación del proyecto de reforma del Estatut en el Parlament, cuyo texto analizamos en El Militante de septiembre, ha provocado un gran revuelo, desencadenando toda una serie de declaraciones y hechos cuyo significado político tiene tanta o, inc La aprobación del proyecto de reforma del Estatut en el Parlament, cuyo texto analizamos en El Militante de septiembre, ha provocado un gran revuelo, desencadenando toda una serie de declaraciones y hechos cuyo significado político tiene tanta o, incluso, más importancia que el propio texto en discusión.

El día 3 de octubre, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Félix Sanz, al ser preguntado por varios periodistas sobre qué pensaba del Estatut respondió: “Qué duda cabe de que existe entre los militares un gran interés para que esta España secular que tanta gloria e historia acumula siga siendo patria común e indivisible de todos los españoles”. Aunque algunos analistas han pretendido quitar hierro a esas declaraciones diciendo que se han sacado de contexto y que no se pueden interpretar como contrarias al Estatut hay que estar en otro planeta para no considerarlas como una maniobra de presión. Si el máximo responsable de la cúpula del ejército hace esas declaraciones en público, no es muy difícil imaginarse el ambiente que se respira en los altos mandos teniendo en cuenta la polarización política que hay y las tradiciones reaccionarias de un ejército que no pasó por ninguna depuración tras la caída de la dictadura. No es extraño que en ese ambiente de histeria anti vasca y anti catalana un alto mando del ejército escribiera una proclama golpista, en el mes de julio, apelando al deber militar de mantener la unidad de la patria. Si “España se está rompiendo”, como dice el PP todos los días, había que ser consecuente con nuestro juramento, argumentaba el héroe de la patria que fue sancionado con un arresto domiciliar de una semana, so pretexto de que estaba a punto de jubilarse. Ciertamente, ni los sectores decisivos de la burguesía ni del ejército están preparando un golpe de Estado en estos momentos, pero no es menos verdad que el tufo reaccionario que se respira en diversas instancias del aparato estatal se está haciendo notar con fuerza.

También el rey, al día siguiente de la aprobación del proyecto de Estatut, recordó que en la Constitución se recoge “la indisoluble unidad de la nación española”. En Telemadrid, en el noticiario de la noche, se dio un largo espacio para que Vidal Cuadras —ex jefe del PP catalán y situado en su extrema derecha, que ya es decir— se explayara contra un Estatut con un lenguaje que con toda seguridad hizo vibrar a todos los falangistas que le escucharon. El asunto del Estatut debió producir en la cadena COPE un auténtico aquelarre reaccionario, tanto es así que los curas catalanes se han asustado y han pedido a ese ente, propiedad de la Conferencia Episcopal, que modere su discurso. Rajoy ha ordenado “una movilización total del PP” para explicar el peligro del nuevo Estatut así que ya tenemos perfilado el discurso de la derecha para todo lo que queda de año político, y así podríamos seguir.

Tensiones crecientes

en el PSOE

¿Qué tiene de significativo todo eso? En primer lugar que para la derecha de este país, tanto hoy como en el pasado, la apelación al españolismo más reaccionario y venenoso es consustancial a su naturaleza. El debate sobre el Estatut se produjo en medio de una total indiferencia por parte de la población catalana. No tenía motivo para albergar ninguna esperanza de cambio ni en lo social ni en lo referente a derechos democráticos. Todo parecía transcurrir por los tranquilos cauces de la rutina y el cretinismo parlamentario. Sin embargo, nada de eso evitó el estruendo reaccionario desatado por la derecha, que ha dado al Estatut un protagonismo inesperado.

Y ahí viene otro aspecto importante de la situación. No hay ningún tipo de contraofensiva por parte del PSOE a la escalada reaccionaria del PP en la cuestión nacional ni en ninguna otra. En Castilla - La Mancha se produce un acuerdo entre el PP y el PSOE en el que se oponen, por escrito, a que cualquier comunidad autonómica utilice el término nación. Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura, vuelve a la carga contra el “separatismo” con su tosquedad habitual. En el polo opuesto está Maragall, defendiendo un Estatut pactado con la derecha nacionalista que para nada defiende los intereses del pueblo catalán, que consagra la enseñanza concertada y el derecho de los curas a impartir clases en los centros públicos —la palabra laica aparece, pero sin ninguna consecuencia—, etc. Todas las concesiones que se puedan obtener en el terreno de las competencias no serán en beneficio de los trabajadores y los jóvenes catalanes sino de la burguesía catalana.

En medio de esa jaula de grillos está Zapatero. Primero dijo que defendería lo que saliese del Parlament, después que hay que hacer modificaciones sustanciales al texto. Y mientras tanto no se defiende ni se practica una política social distinta a la derecha en ningún terreno fundamental, no se denuncia los auténticos intereses de esa jauría reaccionaria que trata de dividir a los trabajadores en líneas nacionales y alimentar a su base social natural con los prejuicios más mezquinos.

En un tema tan clave y vital para la izquierda y el movimiento obrero, como es la cuestión nacional, la socialdemocracia está revelando su total bancarrota. Las tendencias seguidistas hacia una u otra burguesía se están expresando una división cada vez mayor en el mismo PSOE. Ni siquiera está descartada una división en el grupo parlamentario socialista sobre el punto de Estatut, hecho que tendría un enorme calado en la situación política. Tampoco IU se libra de esa fractura en líneas nacionales.

El marxismo, una vez más, se está revelando como la única herramienta en la que se puede combinar la genuina defensa de los derechos democráticos nacionales, incluyendo el derecho a la autoderminación —que el Estatut no defiende ni por asomo—, con la unidad de la clase obrera de todo el Estado en la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

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