Mexan por nós e temos que dicir que chove (Nos mean encima y tenemos que decir que llueve). Esta frase de Castelao expresaba la actitud del pueblo gallego ante sus problemas. Hoy ha llegado la hora de decir ¡basta! Desde el inicio del desastre del Pr Pincha aquí para bajarte la hoja en formato PDF

Mexan por nós e temos que dicir que chove (Nos mean encima y tenemos que decir que llueve). Esta frase de Castelao expresaba la actitud del pueblo gallego ante sus problemas. Hoy ha llegado la hora de decir ¡basta! Desde el inicio del desastre del Prestige, el PP se tomó el tema a la ligera. Tan a la ligera, que Fraga, Álvarez Cascos y sus séquitos (conselleiro de Medio Ambiente incluido) se fueron de cacería mientras el Prestige repartía fuel por las costas gallegas, confiando, como dijo Fraga, en que “Dios y el apóstol Santiago nos ayudarán”. Y así nos fue.

Dimisión de todos los responsables políticos de la catástrofe

A pesar de las gravísimas consecuencias que puede suponer una marea negra, tanto el Gobierno como la Xunta minimizaron el problema. Y cuando se les fue de las manos, estuvieron más preocupados de impedir que se conociese la verdad que de hacerle frente a la catástrofe.

Sus “soluciones” fueron de lo más variopintas: desde trasladar el Prestige a aguas portuguesas para que la responsabilidad pasase a ser de Portugal (así Aznar podría proclamar “había un problema y se ha solucionado”, pero, claro, Portugal no “tragó”) hasta, como dijo Álvarez Cascos, “enviarlo al quinto pino”. Pero la solución a un buque que derrama petróleo no puede ser “colocárselo” al vecino ni hundirlo. El mar es de todos y no conoce fronteras. Una marea negra no desaparece por alejar el barco, ni mucho menos porque Rajoy proclame oficialmente que no existe.

La montaña de mentiras del PP, como ya hicieron en la huelga general del 20 de junio, da para escribir un libro: no había marea negra, las Rías Bajas no tendrían problemas, acusar a Fraga de andar de cacería era una patraña, del barco hundido no salía fuel, el Ejército ayudaba desde los primeros momentos, había medios suficientes... todo estaba controlado. Intentaron ocultar la realidad con actuaciones dignas del franquismo, imponiendo una censura informativa en la TVG y en TVE-Galicia, como denunciaron los respectivos Comités de Empresa, limitando severamente la información y manipulando las televisiones públicas a su antojo.

Estos hechos también demuestran lo rápido que el PP echa por la borda sus “convicciones democráticas” cuando sus intereses están en juego, y son otra prueba más de que la derecha que sufrimos es la derecha autoritaria y caciquil de siempre.

Pero no sólo quedó clara la verdadera naturaleza del PP, también Juan Carlos I quedó en evidencia. ¿Qué quería decir el monarca cuando en Muxía se dirigió a los periodistas pidiéndoles que cesasen las fotos demagógicas? ¿Acaso que no le sacasen fotos a él? Más bien que no sacasen fotos que desmintieran la versión oficial, que fue la que fue a defender. De hecho, su visita pareció un acto del PP porque su discurso fue exactamente el discurso de Aznar y de Fraga. La visita del rey a la Costa da Morte deja en evidencia el auténtico carácter de la monarquía: una institución reaccionaria que quiere aparecer como “apolítica”, al margen de los conflictos entre las clases, con el objetivo de estar en mejores condiciones de defender a la actual clase dominante y su sistema.

El resultado de la gestión del PP está a la vista: una marea negra sin precedentes que se extiende por miles de kilómetros de costa, desde Portugal a Francia, en una auténtica catástrofe ecológica, económica y social que va a tener consecuencias gravísimas durante años para decenas de miles de familias gallegas que directa o indirectamente viven del marisqueo y la pesca.

Pero la máxima preocupación del PP parece ser encontrar un culpable. Primero fue Gibraltar, después el capitán del barco, más tarde el práctico danés que condujo el Prestige por el mar Báltico, ahora el remolcador... como sigan así acusarán a Bin Laden. Pero los responsables de este desastre están en el Gobierno y en la Xunta y deben dimitir todos. En Galicia, además, deben celebrarse nuevas elecciones autonómicas.

Las medidas necesarias

En esta situación, que además aún puede agravarse, no caben medias tintas.

En primer lugar, hay que eliminar el peligro que supone un Prestige del que están manando diariamente 125 toneladas de fuel. De no ser así, podríamos enfrentarnos a la más horrible de las perspectivas: una repetición periódica de mareas negras provenientes de sus tanques. Por más costoso que sea, tanto en dinero como en esfuerzos, hay que eliminar cuanto antes y definitivamente ese foco contaminante. Además, hay que garantizar todos los recursos necesarios para limpiar y posteriormente recuperar los tramos de costa afectados en el plazo más breve posible. No hay que olvidar que científicos afirman que entre los componentes del fuel hay agentes cancerígenos y que pueden provocar mutaciones genéticas.

En segundo lugar, todo el litoral debe ser declarado zona catastrófica y debe haber ayudas económicas por tiempo indefinido para todos los afectados, directos o indirectos, hasta que la situación se restablezca o encuentren un puesto de trabajo digno. Además del subsidio económico, deben quedar exentos de pagos como las tasas universitarias de sus hijos, etc.

En tercer lugar, hay que exigir un dispositivo público de salvamento marítimo en un puerto gallego con la suficiente dotación humana y con los medios más potentes y modernos, que permitan una actuación rápida y efectiva ante estas situaciones. En este sentido, todos oímos a Cascos anunciando una demanda contra Remolcanosa acusándola de retrasar el rescate mientras negociaba con la tajada que iba a obtener, a pesar de tener un contrato de exclusividad con la Administración. ¿Alguien puede extrañarse? ¿Puede esperarse otra cosa de una empresa privada? Hay que exigir la nacionalización inmediata y sin indemnización, excepto en caso de necesidad comprobada, de todas las empresas relacionadas con la prevención, rescate y limpieza marítimos.

También hay que tomar todas las medidas necesarias para que el transporte marítimo de productos contaminantes se haga en las mejores condiciones posibles, empezando por el doble casco, para que esto no se vuelva a repetir nunca más.

Además, es necesario crear comisiones de marineros y mariscadores, que también cuenten con participación sindical, para encargarse de organizar y controlar todas las tareas (lucha contra la marea negra, limpieza, evaluación de daños, ayudas económicas necesarias, etc.), dada la absoluta incapacidad del Estado burgués, ya no sólo para evitar la marea negra: en O Grove, Ferrol, Malpica, Moaña, Ribeira... hay quejas por las actuaciones de Tragsa, la empresa pública contratada por la Xunta para la limpieza, que van desde dificultar incluso esa limpieza hasta prohibirle a los vecinos darles alimentos a los voluntarios.

Esta incapacidad es consecuencia de la visión de la derecha, para la que la Administración no es un instrumento al servicio de la sociedad, sino una forma de garantizar privilegios y buenos sueldos para ellos y sus cachorros. Por eso, para hacer carrera en la Administración Pública los méritos son lo de menos; lo importante es, como se dice en Galicia, “de qué familia eres”, aunque seas un incompetente y un inútil. Por ejemplo, el presidente de Tragsa fue antes director general de Ganadería, dimitido a raíz de las vacas locas y acusado de tener intereses en el sector y de implicación en el fraude del lino. Como se ve, “todo queda en casa”. Es necesario depurar responsabilidades políticas y penales por esta catástrofe.

Otro punto importante es quién va a pagar el coste de todas las medidas necesarias. Debemos exigir que el dinero salga de los bolsillos de los armadores, las petroleras y la banca. No podemos permitir que el PP, con la excusa de esta catástrofe, recorte aún más los gastos sociales en educación, sanidad, desempleo, etc. Este desastre lo causaron los ricos y ellos tienen que pagarlo.

¿Un accidente imprevisible?

Esta es la tesis preferida del PP: el accidente fue imprevisible, no se pudo hacer más de lo que se hizo, que además estuvo esencialmente bien hecho, y cuando hubo algún fallo, pequeño, se corrigió de inmediato. Pero la realidad es bien distinta.

Ni las mareas negras ni los naufragios son accidentes naturales. Muchas circunstancias influyen decisivamente: el estado del buque, las condiciones laborales de la tripulación, el dispositivo de salvamento marítimo, etc. Las banderas de conveniencia, los barcos en mal estado, las tripulaciones sobreexplotadas, la privatización de servicios públicos, etc. vienen determinadas por el afán depredador de los empresarios, de los que el PP es su representante político.

Una vez más se demuestra cuánta verdad hay en ese lema coreado en las manifestaciones sindicales: “Lo público es servicio, lo privado beneficio”. Por eso las primeras horas, mientras el Prestige perdía fuel delante de la Costa da Morte, fueron un constante ir y venir de faxes entre las partes para fijar las condiciones económicas del rescate, que al depender de remolcadores privados estuvo guiado por la obtención del máximo lucro. Es como si los bomberos fuesen una empresa privada y el empresario negociase con los vecinos el precio del servicio antes de intervenir y mientras la casa se quema. ¿Que eso provoca desgracias? Da igual, el negocio es lo primero. El servicio de salvamento marítimo tiene que ser totalmente público y guiarse por el interés general.

El PP llora lágrimas de cocodrilo por los marineros, que ya tenían ante sí un futuro negro por la reforma del sector pesquero anunciada por la Unión Europea, que incluye una disminución brutal de las capturas ya el año que viene, reforma que, aunque se esconda detrás de la máscara de “Europa”, responde a la política de la derecha europea, PP incluido. Y por supuesto, el único objetivo de los armadores, es decir, de los empresarios, será obtener generosas subvenciones por desguazar los barcos, sin que les importe nada el futuro de sus trabajadores. Seguro que el PP piensa que por lo menos el accidente del Prestige será la excusa perfecta para acometer esta reconversión pesquera. “No hay mal que por bien no venga”, como dijo Fraga en el debate de las mociones de censura.

Igualmente, las exigencias del PP sobre el doble casco y demás son pura hipocresía. El PP no para de reducir el sector naval. Defendió la reconversión, recortó hace tres años un tercio de la plantilla de la Bazán y no para de anunciar la privatización de Izar. ¿Cómo se puede argumentar que el sector naval está sobredimensionado cuando es tan necesario modernizar la flota, cuando la mayoría de los petroleros con pabellón español son monocasco?

El PP puede decir ahora lo que quiera, pero como representante político de los empresarios antepone los beneficios de las empresas a los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad. Ejemplo de esto es Remolcanosa: Cascos anunció una demanda, pero tan sólo 24 horas después el BOE publicó, por orden de su Ministerio, la renovación del contrato de Remolcanosa, por un importe de 1.337.000 € (más de 200 millones de pesetas). Uno de los accionistas de Remolcanosa es Fernández-Tapias, un importante armador propietario de varios petroleros, que curiosamente acompañaba a Fraga en la famosa cacería. Demasiadas coincidencias (aunque de esta vez, como la cosa es muy gorda, alguien tendrá que ser sacrificado para intentar salvaguardar todo el tinglado).

Por eso, aunque la Administración es la que tiene que garantizar los medios imprescindibles para hacerle frente a un problema así, es evidente que no lo hace. Ni hay remolcadores con la potencia necesaria, ni barcos anticontaminación, ni suficientes kilómetros de barreras, ni material de trabajo... nada de nada, como decían amargamente los marineros. Esta es la consecuencia del credo neoliberal del PP, que defiende el desmantelamiento de los servicios públicos y que todo quede en manos de la iniciativa privada.

No se puede argumentar, como hace el PP, que el accidente era impensable. Para empezar, lamentablemente ya van unos cuantos. Pero que a pesar de la intensidad del tráfico marítimo por las costas gallegas no se disponga de los medios necesarios para afrontar estas situaciones no es ninguna casualidad.

El conselleiro de Pesca, López Veiga, lo dijo bien claro: “No podemos tener un barco especializado [anticontaminación] para un accidente que pueda haber cada diez años”. Siguiendo esa “lógica”, el PP debería disolver el Ejército, pero claro, aquí se trata de defender su actual sistema.

El trasfondo de la respuesta de López Veiga es evidente: tener un barco anticontaminación no da beneficios ni es necesario para defender el actual sistema. Para ellos, que sea socialmente necesario es lo de menos porque toda la política del PP está guiada por el criterio de la rentabilidad económica, tanto desde el Gobierno como desde la Xunta, tanto en lo referido a las mareas negras como en política educativa, sanitaria, laboral, de vivienda, etc.; las necesidades sociales son lo de menos.

La derecha es el lacayo de la burguesía: su único objetivo es la defensa de los beneficios empresariales, tanto facilitándoles la explotación de la clase obrera (reformas laborales) como poniendo a su disposición (privatizaciones, subvenciones, exenciones fiscales) los recursos económicos que el Estado obtiene en gran medida de los impuestos que pagamos los trabajadores.

De lo único que realmente se lamenta el PP es de que su verdadera naturaleza quedó al descubierto y de que toda esta situación haya provocado una marea de indignación contra él de la misma magnitud que la marea negra. El PP fue víctima de sus propias mentiras. Puesto que proclamaba oficialmente que no había marea negra, tampoco podía adoptar medidas preventivas, porque sería una contradicción que provocaría lo que ellos llaman “alarmismo”.

Por eso, cuando la segunda marea negra amenazaba con entrar en la ría de Arousa, no había absolutamente nada previsto. Si no llegó a entrar no fue por la diligente actuación de los responsables de la Administración, sino porque el pueblo de la ría, con los marineros a la cabeza, tomó la iniciativa: construyeron herramientas para recoger el fuel, hicieron barreras con colchones y edredones, utilizaron todo tipo de recipientes para acumular el fuel recogido, organizaron las comidas y la limpieza de la ropa de trabajo e incluso recogieron el fuel con sus propias manos, para impedir a cualquier precio que la marea negra entrase en la ría arruinando el futuro de miles de familias.

Dada la magnitud del desastre, los engaños constantes del PP y la incompetencia difícilmente superable del Estado no es para menos la indignación existente, como se demostró en la multitudinaria manifestación del 1 de diciembre en Santiago, que coincidió con una manifestación, similar en asistencia, celebrada en Sevilla contra el recorte de los derechos de los jornaleros. Todo esto —sumado a la lucha del curso pasado contra la LOU, a la huelga general del 20-J y a la lucha contra la Ley de Calidad este curso—, está poniendo en evidencia el enorme malestar social existente con las políticas reaccionarias del PP.

El movimiento obrero, protagonista de la huelga general, no debe quedar al margen de las protestas contra la actuación del PP en el caso del Prestige. En primer lugar, porque los trabajadores del mar son un sector de la clase obrera, y uno de los sectores más explotados. En segundo lugar, porque la actuación del PP se explica porque es de derechas, y como tal enemigo de los trabajadores. Por eso los sindicatos deben convocar una huelga general de 24 horas en Galicia. Si queremos conseguir nuestras reivindicaciones, hay que presionar lo máximo posible. Ahora es el momento: el PP está contra las cuerdas y hay que ponerlo todavía más; sería un error darle un respiro.

El problema es el capitalismo

Lo del Prestige es una prueba más de la dictadura del mercado, que siempre antepone los beneficios empresariales al bienestar de las personas y del medio ambiente.

Mareas negras como ésta, el cambio climático provocado por las emisiones contaminantes que los grandes capitalistas se niegan a reducir (como se ve claramente en la negativa de EEUU a ratificar el Tratado de Kyoto) y por la destrucción de la Amazonia, el pulmón verde del planeta, por la voracidad de las multinacionales madereras; la miseria, las enfermedades y el sufrimiento que no paran de extenderse convirtiendo la vida de cientos de millones de seres humanos en un infierno; la barbarie desatada por las guerras que arrasan muchos países, alentadas y financiadas por multinacionales que buscan controlar las materias primas; todos los grandes problemas que hoy afronta la Humanidad tienen un responsable: el capitalismo, que sumido en una profunda crisis cada vez provoca más desolación.

¿Cómo es posible que en Argentina —un país fértil, rico, culto y uno de los mayores exportadores de carne y cereales del mundo— hoy los niños mueran de hambre? No es por una maldición divina ni por la corrupción de los gobernantes (que siempre fueron corruptos), sino porque el sistema falla, el problema es el capitalismo, que se basa en la propiedad privada de los medios de producción y en la persecución del máximo beneficio para la burguesía. En Argentina —igual que en el resto del mundo— no hay falta de riqueza ni de comida, lo que hay es una distribución injusta de esa riqueza, que además cada vez se acumula en menos manos: las 200 personas más ricas del planeta acumulan tanta riqueza como el 48% de la población mundial.

Pero es evidente que esas 200 personas no consiguen sus riquezas con su esfuerzo. Como sabemos de sobra los trabajadores, trabajando honradamente nunca nadie se hizo rico. El que se enriquece es porque engaña, miente, abusa, roba, en definitiva porque explota a otras personas y se apropia de la riqueza que crean con su trabajo.

Los marxistas pensamos que es imposible convencer a los capitalistas de que su comportamiento es injusto. Nunca ninguna clase dominante renunció voluntariamente a sus privilegios. Por tanto, hay que luchar contra ellos, pero no sólo contra las consecuencias negativas del capitalismo; el problema es de fondo y global. Por eso las luchas parciales sólo son efectivas a largo plazo si se enmarcan dentro de una lucha mundial para acabar con el sistema, para expropiar las multinacionales, la banca y los latifundios y poner toda esa riqueza bajo el control democrático de los trabajadores y explotados. La única manera consecuente de evitar en el futuro situaciones como la creada por el Prestige es transformar la sociedad, acabar con este sistema bárbaro e injusto que es la mayor amenaza para el bienestar y la salud de las personas y del medio ambiente en todo el planeta.

Otro mundo es posible, pero sólo con el Socialismo

Esto permitiría planificar democráticamente la economía y crear un nuevo sistema económico justo y solidario, una Federación Socialista Mundial en la que la utilización de los recursos se dirija a satisfacer las necesidades económicas, sociales, culturales y medioambientales de la inmensa mayoría de la Humanidad. Una sociedad socialista en la que la democracia será una realidad, no como ocurre hoy —donde incluso las democracias formales esconden una férrea dictadura del capital— ni como ocurrió en el pasado en los regímenes estalinistas, en los que una casta burocrática de funcionarios usurpó el nombre del socialismo para defender sus privilegios.

Otro mundo es posible, y además es necesario, pero nadie nos lo va a regalar, tenemos que conseguirlo entre todos. Los trabajadores y jóvenes que participamos en EL MILITANTE estamos comprometidos con la tarea de construir un fuerte movimiento marxista que lleve las ideas revolucionarias del marxismo a las organizaciones de los trabajadores, para agrupar a miles de luchadores en torno al programa de la revolución socialista. Si estás en contra de la barbarie capitalista, si rechazas las agresiones imperialistas, si estás a favor del internacionalismo, si quieres luchar por un mundo socialista libre de opresión y basado en la democracia obrera, lucha con nosotros.

¡La defensa de nuestros derechos sólo es posible con la lucha organizada!

¡Únete a los marxistas de EL MILITANTE para luchar por el socialismo mundial!

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