Durante los días 13 y 14 de diciembre se ha celebrado en Matalascañas la XIV Asamblea Andaluza de Izquierda Unida, dentro del proceso congresual que culminó en la VII Asamblea Federal. Una asamblea donde algunos delegados e invitados asistentes pudim Durante los días 13 y 14 de diciembre se ha celebrado en Matalascañas la XIV Asamblea Andaluza de Izquierda Unida, dentro del proceso congresual que culminó en la VII Asamblea Federal. Una asamblea donde algunos delegados e invitados asistentes pudimos comprobar como la lucha entre los distintos sectores del aparato ha sustituido definitivamente a la exposición programática y al debate de ideas tan necesario en esta organización.

Digo definitivamente, porque, aunque en otros procesos congresuales hemos llegado con situaciones similares, al menos había espacio para la discusión de las enmiendas a los documentos políticos y organizativos propuestos por la dirección.

La discusión política es el oxígeno de las organizaciones de izquierda. Clarificar ideas, orientar a la militancia, dar una respuesta desde una perspectiva de clases a las cuestiones más candentes del panorama político actual es la verdadera misión de un congreso. Y el deber de una dirección responsable es impulsar este aspecto. Tan solo con decir que las enmiendas presentadas son el resultado del trabajo y las aportaciones del conjunto de las asambleas de base ya es razón más que suficiente para prestarles la atención que merecen, independientemente del acierto de sus planteamientos.

Matalascañas, por el contrario, ha supuesto la confirmación de la tendencia ya iniciada en las Asambleas provinciales: por increíble que parezca, la dirección provincial de Sevilla y la Andaluza se las han arreglado para que no se haya podido defender ni una sola enmienda en todo el proceso, y esto, además, de la forma más “democrática” posible: la ponencia asume todas las aportaciones para aplazar su debate a la Asamblea Federal, donde todos sabemos que no iba a haber quien las defendiese, como así ha ocurrido.

La realidad es que en el guión escrito por los compañeros de las direcciones provincial y regional para este acontecimiento, no hay espacio para el verdadero debate político. La posición de IU en Euskadi, la postura frente al Plan Ibarretxe, la cuestión nacional, la reforma agraria en Andalucía, las propuestas alternativas al sistema capitalista (o al menos a las lacras que genera) o el papel del movimiento obrero como protagonista (¿o quizás no?) del cambio político, no han merecido la menor atención en las intervenciones de los ponentes. Su única preocupación ha consistido en agrupar al mayor número de delegados en apoyo de la lista encabezada por Diego Valderas o el sector de Concha Caballero.

Una lucha, por lo demás, impuesta artificialmente al conjunto de la militancia. Personalmente pude comprobar como numerosos delegados se definían por uno u otro bando pero totalmente ajenos a las disputas que reinan en la dirección, mostrando incluso su desconcierto ante lo absurdo de esta división. De la misma manera, amén de los reproches y acusaciones mutuas sobre la responsabilidad de la situación actual de Izquierda Unida, poco más hemos podido diferenciar entre los discursos de unos y de otros.

Incluso la política de alianzas, el papel independiente o subalterno de nuestra formación con respeto al PSOE que aparentemente marcaba la línea divisoria entre las dos facciones, no ha sido tratado en ningún momento más que como arma arrojadiza sin plantear ante las bases este asunto como una cuestión esencial sobre la que esta organización tiene que tener una posición definida.

Los llamamientos a la unidad dentro del proyecto de IU con los que concluyeron la Asamblea los mismos dirigentes que propiciaron las divisiones internas no pueden esconder el cierre en falso de este proceso asambleario. La unidad que IU necesita no es el resultado de los acuerdos y componendas por arriba para conformar las direcciones, cargos y listas electorales, sino que es el producto de la elaboración, con la participación activa de la base, de un programa que represente los intereses de la clase trabajadora y que permita una respuesta firme y sin contradicciones a la política que desarrolla el Partido Popular.

Santiago Jiménez Torres

Coordinador de IU · Villaverde del Río (Sevilla)

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