El éxito rotundo del 20-J fue un serio revés para el PP, pero como los marxistas ya explicamos anteriormente, el gobierno no cambiará de política fácilmente. En estos tiempos de crisis orgánica del capitalismo, la burguesía lucha por mantener sus benEl éxito rotundo del 20-J fue un serio revés para el PP, pero como los marxistas ya explicamos anteriormente, el gobierno no cambiará de política fácilmente. En estos tiempos de crisis orgánica del capitalismo, la burguesía lucha por mantener sus beneficios y para ello necesita atacar las condiciones laborales, precarizando salvajemente el mercado laboral.

A pesar de la masividad de la huelga, la derecha pretende seguir como si nada hubiera pasado. Primero negaron que el 20-J hubiese habido una huelga general falsificando las cifras; después trataron de minimizar las masivas manifestaciones en las que, no podemos olvidar, participaron más de cuatro millones de trabajadores y jóvenes a lo largo y ancho de todo el estado, y ahora continúan con su ofensiva en todos los terrenos contra los trabajadores.

Continúan los ataques del Gobierno PP

El viernes 5 de julio, el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de Ley Concursal, una nueva ley justificada en la conveniencia de recopilar toda la legislación vigente sobre quiebras empresariales, pero cuyo borrador incluía la eliminación de derechos y garantías para los trabajadores, como la prioridad absoluta de las deudas salariales en el concurso de acreedores de las empresas quebradas.

Posteriormente, el gobierno anunció que otro año más los funcionarios tendrían una subida salarial del 2%, cuando el hecho es que la inflación interanual ya está en el 3,7% y es probable que llegue al 4%, el doble de lo que habían previsto para este año.

Han vuelto a amenazar con sacar una restrictiva ley de Negociación Colectiva. Y por supuesto siguen diciendo que del decretazo no se modificará nada sustancial, en todo caso cuestiones secundarias.

¿Acaso el gobierno se cree sus propias mentiras? ¿Se cree que el 20-J no sucedió nada? Ni mucho menos, ellos saben que perdieron el pulso que habían echado al movimiento obrero, tuvieron que sacar al ministro de Trabajo en la remodelación del gobierno, anunciaron un debate sobre el decretazo en el parlamento y salieron a la superficie las divisiones entre las distintas familias del PP.

Este verano el Gobierno ha intentado a toda costa desviar la atención de los temas sociales, primero con el conflicto de Perejil y luego con la ilegalización de Batasuna, defendiendo que todos los que se oponen al terrorismo deben apoyar esta medida. Desde El Militante nos hemos opuesto siempre al terrorismo individual pero estamos totalmente en contra de la ilegalización de Batasuna porque supone un gravísimo ataque a los derechos democráticos. Además, ¿acaso más represión va a resolver el problema del terrorismo? ¿Acaso la ilegalización de Batasuna no va a enquistar aún más la tensión en Euskadi y favorecer la dinámica de más atentados y más represión? ¿No será precisamente el objetivo del gobierno crear un clima de tensión y confusión que debilite la lucha contra la política antisocial del PP?¿Alguien puede dudar que todas las medidas que se están aplicando contra los derechos democráticos, como la prohibición de manifestaciones, no van a ser utilizados mañana contra la lucha de los trabajadores y de la juventud, en una perspectiva de enfrentamientos cada vez más duros contra el Gobierno y los capitalistas? Hay que recordar los intentos de la derecha y de la prensa más reaccionaria durante el curso pasado de criminalizar las movilizaciones antiglobalización y estudiantiles vinculándolas de forma más o menos explícita al “terrorismo”.

La derecha está tremendamente preocupada por las encuestas electorales, que tras el 20-J empiezan a reflejar el desgaste del gobierno. Saben el peligro que representa el enfrentamiento con los trabajadores, pero también saben que necesitan aplicar estas medidas y, por ahora, están dispuestos a demostrar que son capaces de ello y que su disposición es firme.

Es una estrategia coherente desde su punto de vista, ya que piensan que los dirigentes sindicales no tendrán finalmente esa misma firmeza en esta batalla. Este punto es precisamente la clave de la situación actual: cuando se entra en una batalla seria, y ésta lo es, la dirección debe tener claros los objetivos y la decisión de llegar hasta el final, si no está perdida.

Aprender las lecciones del 20-J

En nombre del “diálogo social” se han aceptado recortes en los derechos laborales, en las pensiones..., con el argumento de que si no aceptábamos el mal menor, los recortes serían más duros ya que no había fuerzas suficientes para oponerse al Gobierno. En realidad el “diálogo social” tenía muy poco de diálogo, ya que era el gobierno el único que hablaba y dejaba a los dirigentes sindicales el papel de hacer pequeñas modificaciones, a cambio de aceptar el grueso de sus medidas y convencer a los trabajadores de que esto era lo mejor que se podía conseguir.

En el momento en que los dirigentes sindicales se han opuesto a sus medidas se ha roto el “diálogo social”, como no podía ser de otra manera, y cuando han plantado cara al gobierno, llamando a los trabajadores a la batalla, la respuesta no ha dejado lugar a dudas. Este es el único camino posible para avanzar en nuestras reivindicaciones.

La clase obrera demostró sobradamente el 20-J que está dispuesta a luchar contra el gobierno del PP y su política reaccionaria; el punto de partida no puede ser mejor. También se ha comprobado en la práctica que las reticencias y argumentos del tipo “la gente no se mueve”, “los jóvenes no participan”..., que tantas veces hemos oído en boca de los dirigentes sindicales para justificar la política de pactos y consensos, no se corresponden con la realidad.

Ahora toca a los dirigentes sindicales orientar y dirigir correctamente la lucha iniciada el 20-J para poder ganarla.

Por eso es imprescindible comprender la nueva situación, el objetivo de esta lucha es la retirada el “decretazo” y avanzar en nuestras reivindicaciones sobre la cobertura a los parados, la lucha contra la precariedad, la mejora de las pensiones, un SMI digno, la defensa de la sanidad y la enseñanza pública...

Ya se ha comprobado que eso no es posible con el llamado “dialogo social”, totalmente superado por los acontecimientos. Por lo tanto la constante apelación que se sigue haciendo a recuperar el “dialogo social” es un error, que sólo sirve para despistar el objetivo de la lucha y confundir al movimiento.

Hace falta organizar otra huelga general

En el punto que nos encontramos, lo primero que debe hacer la dirección es dejar claro ante el conjunto del movimiento obrero que la lucha va a continuar hasta vencer; a continuación tener un plan de cómo va a continuar la movilización, para ello las direcciones de CCOO y UGT tienen la máxima responsabilidad y deberían aprovechar el 5-O para anunciar otra huelga general más amplia y contundente que el 20-J. El ánimo y entusiasmo que sin duda generaría reforzarían el ambiente unitario entre la clase obrera y favorecería una convocatoria el mismo día en todo el Estado, lo que por sí solo daría a la nueva huelga un carácter más extenso. Con este fin, deberían invitar a todas las organizaciones sindicales que mostraron su rechazo a las medidas del PP (SOC, ELA-STV, CIG, CGT, LAB...) a un acuerdo de unidad de acción para concretar esa nueva huelga general. Otro punto de apoyo para la convocatoria de una huelga general serán las movilizaciones de la Comunidad Educativa contra la mal llamada ley de Calidad.

La burguesía reaccionó rabiosamente ante el 20-J. Hubo una manipulación informativa descarada, represión policial, despidos, actitudes antisindicales tan graves como las vistas en El Corte Inglés de Málaga y en cientos de empresas. Necesitamos prepararnos mejor, fortalecer el movimiento. ¿Cómo? Por un lado, las direcciones sindicales deben plantear un programa de lucha con reivindicaciones concretas que sirvan para mejorar de forma inmediata las condiciones de vida y trabajo de nuestra clase. Por otro lado, deben organizar una campaña de asambleas en las fábricas, los centros de estudio y los barrios obreros que llegue a todos los trabajadores y jóvenes —especialmente a los sectores más explotados: precarios, mujeres e inmigrantes— dando a conocer ese programa reivindicativo, llamando a la lucha y organizando comités de huelga en todos los tajos para llevar adelante las tareas preparatorias de la nueva huelga general y hacer frente a los abusos de la patronal en cada empresa.

Luchar por el socialismo

Toda esta situación es también un reflejo del nuevo periodo en que ha entrado la lucha de clases a escala internacional. El capitalismo está en dificultades, su modelo de desarrollo económico supone empobrecimiento para millones de personas en todo el mundo, no sólo en los países de economías menos desarrolladas de Latinoamérica, Asia o África, sino también para la mayoría de la población en Norteamérica o Europa.

La crisis económica —que cada trimestre anuncian que se ha terminado— continúa desarrollándose y provocando miles de despidos, aumentando el paro en todo el mundo. La realidad es que la actual crisis probablemente sea bastante más dura de lo que la burguesía se imagina, lo que significará un endurecimiento de sus políticas contra los trabajadores.

En todo el mundo, la burguesía sólo tiene una salida a esta situación: destruir parte de las fuerzas productivas existentes —como ellos dicen, “el exceso de producción”—, establecer un mayor control de las reservas de materias primas, como el petróleo (ese es el objetivo, declarado por el propio Bush, de la anunciada guerra contra Irak), y seguir atacando las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. Sólo la clase obrera puede detenerles.

La clase obrera está demostrando, día a día y país tras país, que está dispuesta a movilizarse. Las luchas obreras en Argentina y Venezuela, o las huelgas generales en Italia, Grecia y España, son la mejor prueba de que existe la fuerza capaz de enfrentarse a la burguesía. Por eso la lucha por las reivindicaciones más inmediatas tienen que formar parte de una lucha más amplia por acabar con la explotación y la opresión, por la transformación socialista de la sociedad. Sólo con la expropiación de la banca, la tierra y los grandes monopolios bajo control obrero, un régimen basado en la auténtica democracia obrera acabaría con la pesadilla que supone el capitalismo para la gran mayoría de la población.

¡Únete a los marxistas de El Militante para luchar por un sindicalismo combativo y por la única alternativa consecuente al capital: el socialismo!

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