En junio se cumplieron 75 años del nacimiento de Ernesto Che Guevara. La burguesía no puede ocultar su figura pero intenta presentar al Che como una figura decorativa, sin ningún significado político en la sociedad actual. Para los jóvenes y trabajadEn el mes de junio se cumplieron 75 años del nacimiento del Che. Hemos considerado interesante republicar el artículo escrito por Miguel Campos con motivo del 30º aniversario de su asesinato, publicado originalmente en los números 105 y 106 de El Militante.

En junio se cumplieron 75 años del nacimiento de Ernesto Che Guevara. La burguesía no puede ocultar su figura pero intenta presentar al Che como una figura decorativa, sin ningún significado político en la sociedad actual. Para los jóvenes y trabajadores debe ser una oportunidad de conocer mejor y debatir las ideas de este revolucionario, sus aciertos y sus errores, y sacar conclusiones con el fin de aplicarlas a la lucha por transformar la sociedad hoy. Este artículo se propone contribuir a este objetivo.

El Che nació en 1928 en la ciudad argentina de Rosario. Su padre era constructor y arquitecto y su madre poseía tierras. Varios viajes por América y su actividad como médico lo pondrán en estrecho contacto con las tremendas injusticias que vive el continente. Solamente un dato: sobre un conjunto de 19 países, un promedio del 1,74% de propietarios poseen el 64,9% de la propiedad mientras el 72,6% poseen el 3,74%.

La revolución latinoamericana

Durante los años 50 y 60 serán muchos los jóvenes estudiantes e intelectuales latinoamericanos de origen burgués y pequeñoburgués que, impresionados por la miseria de las masas, radicalizados por el enorme atraso y dependencia del imperialismo de sus países e influidos por las luchas obreras y campesinas en ascenso buscan una salida revolucionaria a la situación.

La trayectoria política y personal del Che hay que situarla en su contexto histórico y para ello es necesario analizar el papel que jugaron entonces las distintas clases sociales y tendencias políticas, especialmente en América Latina.

Las burguesías latinoamericanas, debido a su desarrollo tardío, establecieron desde el principio una relación de dependencia económica con los países capitalistas avanzados. El imperialismo, primero con la ocupación militar directa y luego con sus bancos y multinacionales moldearon en estos países una economía poco desarrollada, especializada sobre todo en la exportación de materias primas y mercancías poco elaboradas y de bajo precio, destinadas a las industrias europeas y luego también norteamericanas.

Ese desarrollo peculiar se tradujo en que las burguesías nacionales fueron incapaces de jugar el mismo papel revolucionario que las burguesías europeas en su momento.

Por ejemplo, una de las tareas clásicas de la revolución burguesa es la reforma agraria y la eliminación radical de las relaciones de tipo feudal en el campo; medidas que favorecieron el desarrollo comercial e industrial. En los países latinoamericanos, en cambio, una buena parte de los capitalistas y banqueros son también grandes propietarios de latifundios o tienen su dinero invertido en la ganadería, etc., y por tanto son enemigos acérrimos de la reforma agraria.

Eso no significa que, en determinados momentos, sobre todo en aquellos países en los que la economía alcanza un cierto desarrollo, no puedan existir fricciones entre la burguesía nacional y el imperialismo en la disputa por el “pastel”.

Pero en todo caso estos enfrentamientos no cambian las relaciones de dependencia ni el hecho de que, para hacer frente a un movimiento obrero cada vez más poderoso, la burguesía nacional y el imperialismo actuaran en total sintonía, mediante la represión y las dictaduras.

La burguesía nacional era incapaz de jugar un papel progresista. Unicamente el proletariado urbano, ganándose como aliados a los campesinos y demás sectores oprimidos —pequeña burguesía urbana y rural, semiproletarios, etc.— tenía la fuerza, el interés y la capacidad suficiente para eliminar las reminiscencias feudales y la opresión imperialista. Sólo rompiendo con el sistema capitalista, nacionalizando todos los recursos del país bajo el control de los trabajadores, y extendiendo la revolución a nivel internacional, es como las tareas democráticas se podían realizar y mantener plenamente.

Con estas ideas habían dirigido Lenin y Trotsky la Revolución Rusa y eran la base de la estrategia y programa de la Tercera Internacional, pero el desarrollo del estalinismo supuso su abandono. En su lugar Stalin planteará la teoría según la cual la única revolución posible en estos países es la democrática-nacional y en ella el partido obrero debe apoyar a la llamada burguesía nacional progresista, que en realidad no existía. Según esa teoría, sólo después de que esta burguesía progresista, apoyada por los trabajadores, realice la reforma agraria y la liberación del imperialismo, sólo tras una etapa de desarrollo del capitalismo nacional, podría producirse una revolución nacional.

Los efectos del estalinismo

Los partidos comunistas latinoamericanos, avalados por su vinculación a la revolución rusa y el ejemplo de lucha y heroísmo de sus militantes en la fábricas y en el campo, estaban ganando posiciones (especialmente en el movimiento obrero) y habían logrado convertirse en un punto de referencia para la lucha revolucionaria. Pero la estrategia impuesta por Moscú arrastrará a sus dirigentes a apoyar y participar en gobiernos y movimientos burgueses en diferentes países. Un dato poco conocido, y puede parecer sorprendente, es que la dirección estalinista del PC cubano participó con dos ministros en el gobierno burgués de Batista (el dictador que derrocarán Fidel y el Che) en 1942, e, incluso más tarde, cuando estos lanzan la guerrilla, serán atacados con todo tipo de acusaciones; el propio Raúl Castro fue expulsado del Partido por oponerse a esta política.

El resultado es que, a pesar de la honradez y combatividad innegables de los militantes comunistas, los partidos se ven debilitados. Numerosas oportunidades revolucionarias son desaprovechadas y en algunos casos los mismos gobiernos burgueses apoyados por el PC responden con la ilegalización del partido y la persecución brutal contra sus militantes.

La ausencia de una política genuinamente marxista empujará a los sectores más radicalizados de los obreros, campesinos y jóvenes de América Latina a buscar un atajo hacia la revolución en la lucha de guerrillas en el campo. El Che desempeñará un papel fundamental en la elaboración de la estrategia guerrillera.

Lucha de guerrillas

El debate sobre qué métodos emplear y qué estrategia seguir para llegar al poder es uno de los más difíciles y que ha ocasionado más polémicas entre todos los grandes revolucionarios.

Marx y Engels, frente a los anarquistas, habían insistido una y otra vez en que, por su papel en la producción capitalista, la clase obrera es la única que puede desarrollar unos métodos de lucha colectivos (huelgas, manifestaciones de masas, asambleas, elegibilidad y revocabilidad de representantes sometidos a ellas…) y una conciencia socialista.

Los soviets, o consejos obreros, surgen del carácter colectivo de la lucha obrera contra la reacción burguesa, como comités de huelga amplios nacidos del propio proletariado que coordinan y extienden la lucha revolucionaria y garantizan que toda la clase participa conscientemente en ella, y acaban extendiéndose al campo, a los cuarteles… Tras la toma del poder, de forma natural se convierten en el nuevo Estado obrero. De esa manera los soviets, o los consejos obreros, son el instrumento que garantiza que el poder central está sometido en todo momento al control de las masas, son la esencia de la democracia obrera.

Sin duda, para la victoria de la revolución, es vital ganar el apoyo del campesinado, fomentar la insurrección campesina y la lucha de guerrillas. Pero en palabras de Lenin “el partido del proletariado no puede nunca considerar la guerra de guerrillas como el único o incluso el principal método de lucha. Este método debe subordinarse a otros”. Ese criterio fue aplicado por los bolcheviques incluso en el caso de la revolución rusa, país en el que el campesinado era la inmensa mayoría de la población y la clase obrera urbana representaba tan sólo un 10%.

El estalinismo rompió completamente con la estrategia, los métodos y las ideas Lenin y Trotsky.

El Movimiento 26 de Julio

Ante el vacío existente, por los errores de los dirigentes de los partidos y sindicatos de clase, los revolucionarios latinoamericanos buscan, de un modo instintivo, una salida. Muchos optan por la vía de un enfrentamiento directo de una vanguardia armada de revolucionarios contra el Estado, que estimule a los campesinos, y extienda el foco guerrillero hasta convertirlo en una insurrección y la toma del poder.

En Cuba, la dictadura de Batista estaba en total descomposición. El apoyo al movimiento guerrillero crecía y el gobierno tenía problemas incluso entre los soldados y oficiales, que huían o se pasaban a la guerrilla. Pero ante la posibilidad de un golpe de Estado de los altos oficiales tras la huida del dictador, y debido a la debilidad del ejército guerrillero para garantizar por sí mismo la victoria, Fidel se ve en la necesidad de hacer una llamada a la huelga general. La respuesta de los trabajadores, que durante una semana paralizan La Habana, muestra la enorme capacidad de lucha del proletariado cubano y será el factor decisivo que hace caer al régimen.

La guerrilla en el poder

La guerrilla que tras dos años de heroica lucha contra el ejército de Batista goza de una autoridad y apoyo enormes, toma el poder. Su primera propuesta es un gobierno de coalición de todos los partidos democráticos para emprender la democratización del régimen.

En realidad, las ideas iniciales del Movimiento 26 de Julio fundado, entre otros, por Fidel y el Che no eran un programa socialista acabado. De hecho, el objetivo inicial proclamado por el Movimiento es derrocar al dictador y volver a la Constitución cubana de 1940. Esto significaba una democracia burguesa con reformas democráticas y mejoras sociales amplias. Fidel, ya en el poder, intenta tranquilizar a la asociación de banqueros pidiéndoles su colaboración para modernizar la economía y prometiéndoles que no tenía “ninguna intención de nacionalizar ninguna industria”. Sus ideas revolucionarias se irán modificando y radicalizando sobre la marcha, bajo la presión de los acontecimientos. Para poder cumplir su programa revolucionario deberán enfrentarse al sabotaje de la burguesía y del imperialismo y profundizar la revolución nacionalizando las palancas fundamentales de la economía.

Una vez la guerrilla ha tomado el poder, Fidel y Che, adoptan medidas de tipo socialista como la nacionalización de los sectores básicos de la economía. Empiezan por las azucareras, seguirán las empresas relacionadas con el petróleo y finalmente todas las industrias básicas. Esas medidas no eran parte de un plan preconcebido sino que venían dictadas por la necesidad de hacer frente al colapso económico del débil capitalismo cubano, de hacer una realidad la reforma agraria y las mejoras sociales.

Esto era una confirmación brillante de la teoría de la revolución permanente de León Trotsky, según la cual el desarrollo específico del capitalismo en los países atrasados hacía que la revolución democrática y la socialista se fusionaran, con la peculiaridad de que en este caso no era la clase obrera industrial quien dirigía el proceso sino la guerrilla campesina en su nombre. El régimen de economía nacionalizada y planificada resultante ha supuesto, desde todos los puntos de vista, una conquista enorme para el pueblo cubano. La industria creció un 50% entre 1959 y 1965, el analfabetismo, el hambre y numerosas enfermedades que asolaban a las masas han sido erradicadas. El número de médicos por habitante en Cuba es de los más altos del mundo y la tasa de mortalidad de niños sólo es menor en USA y Canadá en el hemisferio occidental. Estos avances dan una idea de la magnitud de la conquista que han supuesto la revolución cubana y la economía planificada y son los que explican el mantenimiento hasta hoy del régimen revolucionario cubano a pesar del criminal bloqueo y hostigamiento del imperialismo.

Para cualquier revolucionario que quiera merecer ese nombre defender estas conquistas (tanto contra el bloqueo imperialista USA como frente al intento restablecer el capitalismo en la isla) es un deber irrenunciable. Al mismo tiempo es necesario comprender que el destino de la revolución cubana se decidirá finalmente a escala internacional. Sólo la extensión de la revolución a otros países puede garantizar, a largo plazo, el mantenimiento de las conquistas revolucionarias y que éstas avancen hacia el socialismo.

El Che y la extensión de la revolución

De hecho, los primeros años de la revolución cubana estarán marcados por tensiones muy importantes entre un sector de los dirigentes cubanos encabezados por el Che, que defienden la extensión de la revolución al resto de Latinoamérica, y la cada vez mas degenerada burocracia rusa que ve con temor esta posibilidad ya que serviría de ejemplo a todo el mundo y podría dar lugar al surgimiento de un Estado obrero sano, algo que podría impulsar la lucha de los trabajadores rusos por recuperar el control del estado y amenazaría sus privilegios.

Los choques entre el Che y la burocracia rusa, por éste y otros motivos, irán en aumento. Che Guevara, a cargo del Ministerio de Industria, denuncia en el Segundo Seminario Económico Afroasiático (Argel, 1965) la falta de solidaridad de la URSS y sus satélites europeos con los países subdesarrollados e incluso habla de complicidad con el imperialismo: “¿Cómo se puede hablar de recíproca utilidad cuando se venden al precio del mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sangre y padecimientos a los países atrasados y se compran a los precios del mercado mundial las máquinas (…). Los países socialistas tienen el deber moral de poner fin a su tácita complicidad con los países occidentales explotadores”.

En la Segunda Declaración de La Habana y otros documentos y discursos el Che critica el freno a la extensión de la revolución. “La misión de los partidos comunistas es estar a la vanguardia de la revolución pero lamentablemente ocurre que, en casi toda Latinoamérica, están a la retaguardia” (Entrevista con Eduardo Galeano en 1964, Entrevistas y artículos, Ed. del Chanchito, 1988).

En Bolivia

Sus contactos con la miseria y explotación de las masas en África, Asia y América lo reafirman en estos planteamientos y según denuncian varios colaboradores suyos esto aumenta los choques con la URSS y otro sector de la dirección cubana. Según el escritor Jorge Castañeda, Raúl Castro llega a acusarlo de “trotskista” por su defensa de la extensión de la revolución. El Che, tras apoyar al guerrillero venezolano Douglas Bravo enfrentado al PC oficial controlado por Moscú, volverá a tomar las armas e intentará extender la revolución reeditando el foco guerrillero en el Congo y Bolivia. El principal problema con el que se encontrará para el éxito de este objetivo correcto es que no se basará en el poderoso proletariado latinoamericano que ya había protagonizado numerosas experiencias revolucionarias, luchando dentro del movimiento obrero para arrancar a éste de la influencia de las paralizadoras políticas reformistas. Piensa el Che que la voluntad y lucha heroica de la vanguardia revolucionaria basada en el campo será suficiente para la victoria, es más, consideraba este camino más factible, especialmente en situaciones de represión: “Los movimientos obreros deben hacerse clandestinos, sin armas, en la ilegalidad y arrostrando peligros enormes; no es tan difícil la situación en campo abierto, apoyados los habitantes por la guerrilla armada y en lugares donde las fuerzas represivas no pueden llegar” (E. Guevara, Principios generales de la lucha guerrillera).

Su intento boliviano no será apoyado, en la práctica, por la URSS e incluso encontrará su oposición y la de los dirigentes estalinistas del PC boliviano. Su secretario general, Monge, por una ironía de la historia, es hoy uno de esos antiguos burócratas de la URSS que se han convertido en florecientes empresarios en la Rusia mafiosa de Yeltsin. El plan de extender el foco guerrillero desde las montañas basándose en el campesinado impedirá al Che ganar apoyo para sus ideas entre el importante movimiento obrero boliviano que, reducido al papel de espectador, sigue bajo la dirección de los dirigentes estalinistas y reformistas sin que nadie le ofrezca una alternativa revolucionaria. La guerrilla guevarista queda practicamente abandonada a su suerte y sufre un infierno. Sólo el heroismo de sus miembros permite resistir por un tiempo, pero finalmente son aplastados. Años después la clase obrera boliviana protagonizará un gigantesco movimiento revolucionario, demostrando así su potencial, pero sin un partido que se halle enraizado y forjado en las fábricas que le ofrezca una dirección revolucionaria, será derrotada.

En realidad, empujado por sus intenciones de extender la revolución y por su coraje de revolucionario (y desesperado ante la falta de alternativas), el Che y sus seguidores caían en el error voluntarista de intentar hacer con su sacrificio y el de sus camaradas revolucionarios lo que sólo el proletariado como clase podía realizar. En la situación desesperada de Bolivia, esto acabaría costándole su propia vida.

Una de las consecuencias de la lucha de guerrillas, concebida como método fundamental para tomar el poder y no subordinada a la lucha masiva del movimiento obrero tal como lo concebían Marx, Lenin y Trotsky, es que, por muy heroicas que sean sus acciones militares, renuncia a la lucha dentro del movimiento obrero por arrancar a éste de la influencia de sus dirigentes reformistas que lo siguen llevando a nuevas derrotas. Los obreros no pueden participar en los ataques en la selva, ataques a posiciones militares, toma de pueblos, etc. Podrán simpatizar durante un tiempo con la guerrilla, pero, relegados a un papel secundario se convierten en espectadores pasivos o en el mejor de los casos en un recurso auxiliar de la guerrilla. El resultado es una guerra de desgaste entre los revolucionarios de la guerrilla y el ejército regular burgués en la que ningún bando consigue imponerse pero que acaba sangrando las filas de los revolucionarios e incluso sembrando el cansancio y la desesperación entre sectores de las masas. Los procesos que hemos visto en Guatemala, El Salvador, Perú…, son ejemplos de esto. En realidad, los casos en los que la guerrilla consigue la victoria (Cuba, Vietnam, Nicaragua) son más la excepción que la norma, su victoria se produce al coincidir con situaciones de descomposición extrema del capitalismo y movilizaciones obreras que, aúnque sin dirección, debilitan al estado burgués y allanan el camino a los guerrilleros.

La revolución, aislada

Incluso en los casos en los que los guerrilleros llegan al poder la separación de la clase obrera urbana a la que obliga la lucha militar permanente en la selva o las montañas tendrá un efecto en el tipo de estado resultante de este proceso.

Al no haber sido dirigida la revolución por la clase obrera sino realizada por la guerrilla con el apoyo de ésta, los mecanismos del control obrero no han surgido durante el propio proceso revolucionario de forma natural creados por las masas. El estado burgués es destruido, pero cuando los guerrilleros llegan al poder falta una alternativa revolucionaria, surgida de la propia clase obrera y sometida a su control. El movimiento obrero juega el papel de fuerza auxiliar de la guerrilla y no al revés. No existen soviets que garanticen que el proletariado ejerce el poder. El aparato estatal burgués es sustituido por el aparato militar-revolucionario de la guerrilla. El propio Che lo considera en un escrito suyo contra el burocratismo (Extra de la revista Resumen Latinoamericano, Documento Che Guevara): “El ‘guerrillerismo’ repetía la experiencia de la lucha armada de las sierras y los campos de Cuba en las distintas organizaciones administrativas y de masas (…)La forma de resolver los problemas concretos estaba sujeta al libre arbitrio de cada uno de los dirigentes (…)”.

Marx explicaba que el intento de edificar un estado obrero sólo puede ser resultado de la conciencia y actuación unida como clase del proletariado, no puede improvisarse por una vanguardia de revolucionarios, por muy abnegados y militantes que sean. Las condiciones de comandos guerrilleros en lucha permanente contra el Estado crean toda una serie de hábitos: sustitución del debate en asambleas de masas por la toma de decisiones por cada jefe guerrillero en su ámbito de actuación, órdenes de arriba a abajo —mucho mas operativas en el combate militar—, las decisiones deben tomarse en círculos reducidos, rápidamente y a menudo en secreto… Como explica Carlos Franqui, dirigente de la guerrilla junto a Fidel y el Che: “Estudiábamos un libro del Che, Los fundamentos del leninismo de Stalin. Nosotros tres habíamos tenido una discusión muy seria. El Che lo defendía y yo lo atacaba. La opinión de Fidel fue lapidaria: ‘Una revolución para no dividirse y ser derrotada necesita un jefe. Vale más un mal jefe que veinte jefes buenos’” (Diario de la revolución cubana). El Che explicaba que los dirigentes del Movimiento 26 de Julio antes de tomar el poder sólo se habían reunido dos veces para debatir y unificar posturas.

Si la dirección de la revolución está en manos de la clase obrera, la guerrilla es un método mas de lucha revolucionaria que, como explicaba Lenin, se “subordina” a las asambleas en las fábricas, barrios obreros y pueblos, y a los soviets de representantes elegibles y revocables elegidos por estas y puede contribuir poderosamente al éxito de la revolución. Si estos mecanismos de control creados por las propias masas no existen, los hábitos antes mencionados pueden expresarse en la dirección del Estado.

Los Comités de Defensa de la Revolución, impulsados por el gobierno revolucionario cubano, tienen una positiva participación en cuestiones locales y parciales pero no es suficiente, no son soviets creados por las masas con capacidad de control y decisión sobre el poder central. Frente a los congresos anuales que bajo la insistencia de Lenin realizaban los bolcheviques, incluso durante la guerra civil, la guerrilla cubana se transforma en el nuevo Partido Comunista en 1965 pero durante 30 años sólo celebrará cuatro congresos. La administración de todas las funciones de las empresas recae en directores industriales que tampoco estarán bajo el control de los trabajadores sino que son designados y controlados por los Ministerios directamente. No se contempla ningún mecanismo de elegibilidad y revocabilidad de los cargos.

El factor decisivo para aplacar estas tendencias es el aislamiento o la extensión de la revolución.

El Che intuye en parte este riesgo: “Como contra medida se empezaron a organizar los fuertes aparatos burocráticos que caracterizan esta primera época de construcción de nuestro estado socialista, pero el bandazo fue demasiado grande y toda una serie de organismos entre los que se incluye el Ministerio de Industria, iniciaron una política de centralización operativa, frenando exageradamente la iniciativa de los administradores” (E. Guevara, Op. cit.). Pero no saca las conclusiones necesarias de ello. En particular se resiste a aceptar que el aislamiento de la revolución pueda tener efectos negativos sobre el estado obrero. “El aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ejemplo, que nos equivoquemos en la forma de apreciar la situación política en Brasil, pero distorsiones en la marcha de la revolución, no” (Entrevista con Galeano, op.cit.). Él confía en que la voluntad revolucionaria de los ex guerrilleros, la fuerza de las ideas (lo que llama “el motor ideológico”) evitarán cualquier riesgo de burocratización.

Sin embargo, como explicaban Marx, Lenin y Trotsky, con todo lo importantes que son las ideas, lo que acaba decidiendo, en última instancia, son las condiciones materiales de vida de las masas. La victoria de la revolución era el primer paso en la transición hacia el socialismo. La victoria de éste sólo es posible si la economía se desarrolla a un nivel superior al del capitalismo mas avanzado, eliminando la escasez, la lucha por la supervivencia y las diferencias económicas y sociales que son engendradas por esa escasez. El aislamiento de la revolución, máxime en un país atrasado, provoca la lucha por la supervivencia, diferencias sociales, pérdida de confianza y desmoralización de sectores de las masas, competencia del entorno capitalista, mercado negro… Estas tendencias no podrán combatirse por la voluntad de ningún jefe revolucionario por más honrado y revolucionario que sea y minarán la participación de las masas. Lenin tras la toma del poder en Rusia explicaba que “…pereceremos si no sabemos sostenernos hasta que encontremos el poderoso apoyo de los obreros sublevados de otros países (…) la victoria definitiva del socialismo en un sólo país es imposible” (Obras Completas, Vol. 36).

El legado del Che, hoy

El aplazamiento de la revolución en Latinoamérica y en los países avanzados y el intento de construir el socialismo en un solo país llevará al agravamiento de estas tendencias y a una aceptación cada vez mayor del gobierno cubano a las políticas de Moscú. Tras la muerte del Che, Fidel apoyará la entrada de los tanques rusos en Praga en 1968, la represión en Polonia (y más recientemente contra el movimiento de Tiananmen en China) y compartirá la política de la URSS en el Chile de Allende o la Nicaragua sandinista, que presionaba a estos dirigentes contra el avance de la revolución hacia economías nacionalizadas y planificadas, lo que hubiera sido un paso adelante enorme.

El resultado del aislamiento prolongado en medio del cerco capitalista con todas estas tendencias desarrollándose es un Estado pero deformado burocráticamente. Esto no es un pequeño detalle sino que puede tener consecuencias dramáticas y minar la confianza y moral de las masas y su apoyo a la economía planificada. La contrarrevolución capitalista en la URSS, Europa del Este y China son un ejemplo de la catástrofe que sería una victoria del imperialismo y el capitalismo en Cuba. Hoy, es más necesario que nunca seguir luchando por la defensa de la Cuba revolucionaria, contra cualquier intento de restaurar el capitalismo, por una revolución política con la que los trabajadores recuperen el control del estado y la revolución mundial que rompa el cerco capitalista y permita construir el socialismo internacionalmente.

Hoy, a 30 años de la caída en combate del Che Guevara, su legado revolucionario está mas vivo que nunca. La revolución latinoamericana y mundial siguen pendientes y la mejor manera de contribuir a ellas es aprender, del ejemplo de lucha, heroísmo y honestidad revolucionarias de este gran revolucionario, pero mas todavía de sus errores. Las huelgas y luchas masivas en toda Latinoamérica, así como en el resto del mundo, muestran la necesidad de dotar a los sindicatos y partidos obreros de masas de un programa y estrategia marxistas que frente a la aceptación resignada del capitalismo, levanten la bandera de la revolución mundial y dirijan a los jóvenes, trabajadores y campesinos hacia la sociedad sin clases por la que el Che y millones de hombres y mujeres han dado su vida.

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