La airada y contundente protesta de la burguesía española por la ejecución de tres secuestradores en el mes de abril en Cuba, contrasta con la decisión del Consejo de Ministros de rechazar la extradición de 39 militares pertenecientes a la Junta MiliLa airada y contundente protesta de la burguesía española por la ejecución de tres secuestradores en el mes de abril en Cuba, contrasta con la decisión del Consejo de Ministros de rechazar la extradición de 39 militares pertenecientes a la Junta Militar Argentina acusados de genocidio y torturas. La sangrienta dictadura argentina asesinó a más de 30.000 personas, pero, desde la óptica burguesa, lo que cuenta es que salvaguardó el capitalismo en el país. No es de extrañar por tanto, la saña con que la burguesía aborda la cuestión de Cuba, un Estado cuya naturaleza de clase no es capitalista, donde las conquistas surgidas de la revolución son un poderoso polo de atracción para el creciente fermento revolucionario que recorre Latinoamérica.

Hechos y no palabras

La magnitud de los avances sociales conseguidos por el Estado obrero cubano, a pesar de sus deformaciones burocráticas, son aún más apreciables cuando se comparan con las condiciones de vida de las masas en los países más desarrollados de la zona. Brasil, Venezuela o Argentina no sólo son consideradas las potencias capitalistas más poderosas del continente latinoamericano, sino que en la década de los noventa, fueron ejemplo de crecimiento económico y obedientes alumnos del FMI. Pues bien, estos son los datos:

País Esperanza de Vida Tasa mort. Infantil x 1.000 Paro

(1995/2000) (1995/2000) (2001)

CUBA 76,0 7,5 4,1

ARGENTINA 73,1 21,8 17,4

BRASIL 67,9 42,2 6,2

VENEZUELA 72,8 20,9 13,4

Fuente CEPAL

Las cifras son aún más impactantes si tenemos en consideración la dramática caída del 35% del PIB cubano entre 1989 y 1993 y un crecimiento posterior insuficiente, como fue el caso de 2001 cuando la economía avanzó un 3%, para recuperar los niveles anteriores.

La imposibilidad del socialismo en un solo país

Para una pequeña economía como la cubana en la que el peso decisivo de la producción es ocupado por materias como el azúcar o el tabaco, la caída de la URSS supuso un colapso para su economía. De la noche a la mañana, el 80% del mercado para la producción cubana, centrado en Europa del Este y Asia, desapareció. Desde ese momento, tanto el precio de venta de los productos cubanos, como el de compra de mercancías estratégicas como el petróleo, está marcado por el libre mercado capitalista, es decir, la dictadura del puñado de multinacionales que controlan el comercio mundial.

La dolorosa lección que proporcionó el fracaso del experimento estalinista de construir el “socialismo” en un solo país dentro de las enormes fronteras de la URSS, tiene que ser advertida por el conjunto de la clase obrera y especialmente por los dirigentes cubanos. El intento de buscar una salida a la escasez de ingresos del Estado a través de las inversiones extranjeras, abriendo a la actividad privada no sólo el sector del turismo, también la minería, telecomunicaciones, sector energético, alimentos, extracción y prospección de petróleo, ha generado el desarrollo de tendencias pro capitalistas que están echando raíces en la sociedad.

Los verdaderos riesgos de la inversión extranjera

Para los marxistas hacer concesiones limitadas a inversiones de capital privado en situaciones económicas extremas, no supone la violación de ningún principio. Los bolcheviques, asfixiados también por una situación económica insostenible, recurrieron a la NEP (Nueva Política Económica) que permitía el desarrollo de actividades económicas privadas como una forma de favorecer la producción agraria y abastecer de productos básicos de consumo a las ciudades. El peligro no es la inversión extranjera en sí, que por supuesto supone fortalecer elementos procapitalistas dentro del Estado obrero, sino cómo es controlada y cuál es la perspectiva trazada.

Lenin explicó con toda sinceridad a las exhaustas masas soviéticas, que la NEP era una concesión producto de la enorme debilidad del joven Estado soviético, un paso atrás que permitiera un respiro económico en la obligada espera del triunfo de la revolución en un país capitalista avanzado. Los bolcheviques jamás pusieron sus esperanzas en que la NEP resolvería los problemas de transición al socialismo. Para Lenin y sus camaradas la clave era el triunfo de la revolución en Europa occidental, especialmente en Alemania. Sólo así se podría romper el aislamiento de la revolución de Octubre y garantizar el éxito del socialismo. La consecuencia lógica de sus análisis fue la construcción de la III Internacional como el instrumento más eficaz para garantizar el triunfo de la revolución en Rusia y el resto de la Europa capitalista.

La actitud del gobierno cubano es bien diferente a la de los bolcheviques a principio de los años veinte, no sólo por como son presentadas ante la población estas concesiones y el peso que éstas tiene en la orientación del conjunto de la economía, también por la ausencia de una estrategia revolucionaria para el continente latinoamericano. Por ejemplo en la construcción, mientras en 1999 dicho sector creció un 7,5% en total, al estar orientado fundamentalmente al sector turístico, en viviendas para la población hubo un retroceso de un 6,6%.

Además la inversión de capital privado está sometida a los vaivenes del mercado mundial. Si en 1999 Cuba recibió 4.300 millones de dólares, en el 2002 se llegó sólo a 1.100 millones.

Los dirigentes cubanos no sólo deben reconocer que se trata de una concesión, sino que al contrario de su actual orientación, deben precaver al pueblo cubano contra cualquier ilusión en que estas inversiones sean solución a los graves problemas a que se enfrentan, teniendo presente que esta actividad alimenta el nacimiento y extensión de una nueva pequeña burguesía, la base social para la contrarrevolución.

La democracia obrera

es el arma más efectiva contra el imperialismo

Entre el odio visceral y rabioso de elementos como Bush, Berlusconi o Aznar y los “razonables” empresarios europeos y hasta norteamericanos que invierten en Cuba hay evidentes diferencias. Sin embargo, para todos, cuando la actual bancarrota del capitalismo en Latinoamérica contrasta con los logros sociales cubanos, todas las conquistas de la revolución son un objetivo a destruir. Pero entonces, ¿por qué EEUU, la mayor de las potencias imperialistas, no invade Cuba? No se trata de la extensión del territorio cubano, ni de lo numeroso, armado o capacitado tecnológicamente que esté su ejército sino de la autoridad que la revolución tiene entre las masas latinoamericanas, el compromiso, en definitiva, con el que la clase obrera del cono sur sigue todos los acontecimientos que afectan a Cuba.

Así se puede explicar por qué hasta ahora, a pesar del embargo y todas las penalidades económicas, el sector decisivo de la clase obrera cubana sigue comprometido con el mantenimiento del Estado surgido de la revolución de 1959. Pero la clase obrera no hace ni defiende revoluciones para repartir la miseria, sino para construir una nueva sociedad más justa y libre. Hablamos, por supuesto que sí, de mejoras en las condiciones materiales, pero también de libertad y democracia. No desde el punto de vista burgués, formal y clasista, sino del proletario.

El nuevo sistema debe permitir que los que son nada bajo el capitalismo, los que no opinan, los que no deciden, sean ahora quienes dirijan la sociedad. Y es aquí donde encontramos uno de los puntos más débiles del régimen cubano: las decisiones importantes, la planificación de la economía, la distribución de la riqueza, son terrenos inaccesibles para la aplastante mayoría de la población.

Así, desde nuestro punto de vista, medidas destinadas a la participación activa de la clase obrera en la gestión del Estado, el genuino modelo leninista defendido en obras geniales del marxismo como El Estado y la revolución, serán enormemente efectivas y clave para hacer avanzar la economía y defender la revolución de las amenazas imperialistas.

El petróleo venezolano,

la valiosa ayuda de la revolución

Al efecto de llenar de determinación y la necesidad de implicarse en el sostenimiento de la revolución que entre la clase tendría el sentirse protagonista y dueña de su vida a través de la gestión del Estado, se sumaría al otro factor decisivo para la supervivencia de la revolución cubana: el triunfo de la revolución socialista en América Latina, empezando por Venezuela.

Detengámonos sólo en la cuestión del petróleo. La caída de la URSS hizo pasar la disponibilidad total de petróleo de 14,2 millones de toneladas en 1985 a 7,6 en 1995.

La llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez cambió el panorama decisivamente. En octubre del 2000, Castro y Chávez firmaron un acuerdo por el que Venezuela suministra 53.000 barriles diarios de crudo a Cuba, un tercio de sus necesidades totales.

La contrarrevolución venezolana y el imperialismo USA estaban enfurecidos por esta medida, por eso una de las primeras medidas del golpe de abril de 2002 fue suspender el envío de crudo cubano. Nuevamente, gracias a la valentía y decisión con la que las masas derrocaron el golpe, el envío de crudo se reanudó en septiembre. Además el Estado venezolano se compromete a comprar productos cubanos. En 2002 lo hizo por valor de 38 millones de dólares y este año espera superar los 100 millones.

El triunfo de la revolución socialista en Venezuela jugaría un papel extraordinario en la defensa de Cuba y el efecto que tendría en el conjunto de Latinoamérica sería colosal. Como en 1917, el destino de la revolución cubana depende de la capacidad de las masas de América Latina para derrocar el capitalismo y establecer una Federación Socialista en el continente. Este es el único camino consecuente para garantizar la supervivencia de las conquistas de la revolución cubana.

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