El pasado 7 de septiembre un locutor de televisión decía las siguientes palabras: “Las últimas veinticuatro horas han sido especialmente sangrientas en Iraq, once soldados norteamericanos han muerto”.El pasado 7 de septiembre un locutor de televisión decía las siguientes palabras: “Las últimas veinticuatro horas han sido especialmente sangrientas en Iraq, once soldados norteamericanos han muerto”. En cambio, cuando se relatan los bombardeos de las ciudades iraquíes no se informa inmediatamente del número de personas inocentes asesinadas por las bombas estadounidenses. De hecho, es difícil encontrar una cifra exacta del número de civiles muertos en Iraq. Recientemente algunas organizaciones humanitarias dicen que la cifra podría ascender a 37.000 personas, y en ningún caso bajarían de las 12.943 a las que ya ha puesto nombre la organización humanitaria Iraq Body Count. ¡Parece que estas cifras no son lo suficientemente importantes para ocupar los titulares de la prensa o las cabeceras de los informativos!

También parece ser algo secundario el informe publicado el pasado mes de mayo por Unicef en el que, entre otras cosas, dice que la malnutrición infantil se ha doblado desde marzo de 2003 (fecha del comienzo de la ocupación) o que 3 de cada 10 niños iraquíes sufre de malnutrición crónica. También se les ha olvidado decir que aparte de los casi 1.200 soldados de la coalición muertos han tenido que ser evacuados casi 17.000 soldados estadounidenses heridos en combate, enfermos, con problemas mentales provocados por el trauma de la guerra, etc. (ver Toronto Star, 26/9/04).

Algo similar ocurre con los secuestros de extranjeros. El ultimo ejemplo es el secuestro de las dos cooperantes italianas que está siendo utilizado para intentar demostrar el carácter bárbaro e inhumano de los insurgentes, pero omiten algunos pequeños detalles. Recientemente la periodista Naomi Klein escribía un artículo en el periódico mexicano La Jornada en el que explicaba las serias dudas que existen sobre los autores del secuestro. Todas las pruebas (tipo de armamento, número de secuestradores...) apuntan a algún servicio de inteligencia extranjero.

El jeque Abdul Salam Kubaisi, jefe de la principal organización clerical sunnita, dijo que las dos cooperantes días antes de su secuestro fueron a visitarle y le dijeron que se sentían amenazadas y vigiladas. Cuando éste les preguntó por quién, ellas contestaron que por “cierta inteligencia extranjera”. Kubaisi sabe de lo que habla porque mantiene estrechas relaciones con los insurgentes y ha actuado como negociador en la liberación de algunos rehenes extranjeros. A propósito, las declaraciones de Kubaisi sólo aparecieron en la prensa árabe e italiana. Incluso algunos grupos importantes de la insurgencia han condenado este secuestro y han acusado directamente a la CIA, que cuenta con una larga trayectoria en este tipo de operaciones destinadas a acabar con la disidencia. ¡Basta con mencionar la inestimable ayuda que prestó la CIA a Pinochet en la infame Operación Cóndor y que acabó con la vida de miles de activistas y militantes de izquierda!

Crece el malestar entre

las tropas de la coalición

Tampoco se dice mucho sobre el ambiente existente entre las tropas norteamericanas destinadas a Iraq. El periódico estadounidense The Christian Science Monitor (21/9/04) publicó un artículo que decía lo siguiente: “Dentro de los polvorientos barracones de Iraq grupos de soldados norteamericanos, entre las misiones, se reúnen ante las pantallas para ver Fahrenheit 9/11 [el documental de Michael Moore sobre Bush y el 11-S] (...) Independientemente del tamaño de los focos de oposición a Bush dentro del ejército, los soldados y los marines en primera línea de frente en Iraq están exaltados en sus críticas. Un oficial de Ramadi que había perdido ya a varios hombres dijo que estaba pensando en lanzar sus medallas sobre los muros de la Casa Blanca (...) ‘Nadie de los que conozco quiere a Bush’ dice otro soldado destinado en Nayaf, ‘la guerra se basa en mentiras (...) El sargento Christopher Wallace dice que la película estaba impresionando a las tropas. ‘Los marines quieren estar informados porque pronto tendrán que votar. Fahrenheit 9/11 nos abrió los ojos a cosas que no habíamos visto antes”. Evidentemente ni el gobierno norteamericano ni George W. Bush han enviado la película, ha tenido que llegar por otros cauces “no oficiales” y además cuenta con el apoyo de muchos oficiales que han permitido su proyección en los barracones.

El mismo Colin Powell ha reconocido públicamente que la guerra va mal. Periódicos como el Financial Times plantean seriamente la posibilidad de una retirada. Incluso en EEUU el debate entre los distintos sectores de la burguesía —sólo basta con ver diariamente los editoriales de los principales periódicos del país— se centra ahora en cuando y como salir sin que parezca una derrota como la de Vietnam.

Ahora están haciendo campaña con la celebración de las elecciones iraquíes para el próximo mes de enero. El problema es que, como reconoce el propio imperialismo, no pueden garantizar su celebración porque han perdido el control de la mayor parte del país y si, como dice Allawi, tienen que realizarlas en las zonas que ellos controlan quizá sólo puedan celebrarse en la Zona Verde de Bagdad, si para entonces todavía la controlan. Está por ver todavía que puedan celebrarlas, pero si finalmente lo consiguen sólo serán otra farsa destinada a perpetuar la ocupación y el saqueo imperialista del país.

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