Para frenar el paso a la derecha y los ataques a la clase obrera no basta votar: hay que organizarse y luchar

Las elecciones catalanas del 28 de noviembre auguran una más que probable victoria de la derecha nacionalista. La incógnita reside en si obtendrá mayoría simple o absoluta en el parlament. Si se produce un cambio de inquilino en la Generalitat en buena parte se deberá a las enormes esperanzas frustradas por el tripartit tras 23 largos años de gobierno de CiU. En ningún caso se podrá afirmar que sea el reflejo de un giro social a la derecha en Catalunya. El tripartit llegó al gobierno en 2003 aupado por las movilizaciones de masas contra la derecha, anticipando la victoria electoral del PSOE un año más tarde. Los retos a los que se enfrentaban eran muy grandes, pero el apoyo electoral y social a un giro a la izquierda en la política de la Generalitat no lo eran menos. Sin embargo, esta oportunidad fue desaprovechada.
Como analizamos en El Militante de octubre (nº 242), la política social del tripartit profundizó en la senda trazada por la derecha: privatización de los servicios públicos, aceptación de recortes laborales, deslocalizaciones y despidos, y completa permisividad con la especulación inmobiliaria. De hecho, muchas de las medidas centrales del tripartit, como la LEC, han sido aprobadas con el acuerdo de la patronal y la derecha catalana.

Descrédito con la política oficial y resurgir de la cuestión nacional catalana

La abstención récord en anteriores elecciones en Catalunya (europeas, autonómicas y municipales) hasta ahora no ha sido suficiente para que CiU recuperara el terreno electoral perdido. Probablemente no será el caso de las siguientes elecciones, cuyo rasgo más destacado será la abstención, especialmente en las ciudades y barrios obreros, bastiones de la izquierda.
De todos modos, la decepción con el tripartit forma parte de un proceso más de fondo de desconfianza y descrédito hacia la política oficial, del cual la oposición tampoco se podía librar. Los recientes casos de corrupción, que implican a insignes personalidades tanto de la burguesía y la derecha como de destacados dirigentes de la socialdemocracia, no han hecho sino incrementar este desapego.
En paralelo a este proceso, hemos visto como la cuestión nacional catalana y el "derecho a decidir", es decir, el derecho a la autodeterminación, ha conquistado la mente de miles de catalanes. Las consultas independentistas organizadas en centenares de municipios catalanes han contado con medio millón de votos a favor de la independencia, encuestas recientes cifran en el 49% de la población los votos afirmativos a la independencia en un hipotético referéndum oficial, frente al 41% de negativos. Aunque sin duda se visualizó de forma más clara en la manifestación contra el recorte del Estatut, que congregó a un millón y medio de personas.
El profundo descontento social acumulado en Catalunya, que apenas ha tenido ocasiones de salir a calle y expresarse en toda su amplitud, tiende a manifestarse tanto con la cuestión nacional como con el enfrentamiento de clase, que se entrelazan y retroalimentan. El éxito de la huelga general del 29 de septiembre en Catalunya y la enorme manifestación por el recorte del Estatut, aunque de forma distinta por las clases y capas sociales que predominan en cada caso, en última instancia son el reflejo del mismo proceso.

Efectos devastadores de la crisis económica

Esta situación tiene mucho que ver con el drama que está significando para las masas la crisis económica. A pesar de que se ha dejado la recesión atrás (técnicamente, con un crecimiento del 0,1% en el primer semestre), el desempleo se mantiene en tasas astronómicas: una población desocupada de 670.000 personas y una tasa de paro del 17,4% de la población activa, de los cuales 135.000 son menores de 25 años (tasa de desempleo juvenil del 31,7% de 20 a 24 años, y del 59,7% de 16 a 19 años). Esta situación de profunda frustración social y ausencia total de perspectivas de futuro para la juventud, está corroyendo las entrañas de la sociedad catalana.
Frente a esta situación el tripartit se apresuró a aprobar todos los planes de despidos de las multinacionales y regalar millones de euros de dinero público a empresarios y banqueros, aplicar un plan de ajuste aún más salvaje que el gobierno central e incluso reclamando antes que nadie una reforma laboral. La última medida económica del tripartit ha sido la emisión de bonos de deuda pública de la Generalitat para sufragar gasto corriente. Esta medida anticipa nuevos y duros recortes del gasto social en Catalunya, lo cual no está reñido (al contrario) con el beneficio empresarial. Bonos a un jugoso 4,75% a un año, por el que la Administración pagará hasta un 7,75% por las comisiones bancarias, del cual se han beneficiado mayoritariamente los mismos adinerados que reclaman recortes sociales y que se supone que no disponen de liquidez para invertir en el proceso productivo y generar puestos de trabajo.

Elecciones del 28 de noviembre

El PSC parece haber diseñado una campaña electoral hecha expresamente para perder las elecciones. Han dado por muerto el tripartit, negando su reedición por la "exigencia" de ERC de formar gobierno sólo con quien se comprometa a realizar un referéndum sobre la independencia en la siguiente legislatura. De esta forma, el PSC se postula como un baluarte frente a la deriva nacionalista, regalando así gratuitamente a CiU la bandera de la defensa de los derechos democráticos nacionales, con quien además no descartan formar gobierno, en la denominada sociovergencia. Y como broche a esta estrategia electoral tenemos el fichaje de Celestino Corbacho, el ministro de Trabajo de la reforma laboral. Así, sólo se consigue incrementar las tendencias abstencionistas en el votante de izquierdas.
Fruto de esta política errónea de la socialdemocracia, esta campaña electoral está más que nunca polarizada en términos nacionales, diluyendo la pugna izquierda/derecha y las cuestiones de clase, lo que beneficia a la derecha, tanto españolista como nacionalista, relegando las cuestiones sociales al olvido.
ERC está radicalizando su lenguaje y perfil independentista, aunque combinándolo con claros guiños a CiU. Este giro no parece que vaya a compensar el desgaste causado por su implicación en la política decepcionante del tripartit. ICV es el único partido que proclama su perfil de izquierdas, aunque utilizando como bandera la política del tripartit sin fisuras y con una ausencia total de crítica por la izquierda, lo cual tiene claros límites para entusiasmar al electorado abstencionista de izquierdas.
CiU, confiada por una victoria prácticamente asegurada, está basando su estrategia electoral en recoger los frutos de la descomposición del tripartit y la desmovilización de la izquierda, y aunque no está utilizando las estridencias de otras campañas electorales para evitar movilizar a la izquierda, su programa no deja lugar a dudas: adelgazar la Administración en un 20-25%, criminalización de los inmigrantes, un gobierno "fuerte" y mano dura.
De todos modos, Convergència i Unió no está levantando ni mucho menos una ola de entusiasmo. De hecho, la derecha nacionalista se presenta más dividida que nunca, con tres formaciones con opciones para obtener diputados: CiU, Reagrupament (escisión por la derecha de ERC) y la Solidaritat Catalana de Joan Laporta. Algo similar sucede en la derecha españolista con el PP y Ciutadans.

La derecha catalana, punta de lanza de la burguesia española

Tanto si CiU obtiene mayoría absoluta, como si obtiene la mayoria simple y forma gobierno con acuerdos puntuales, será un gobierno antiobrero y antisocial desde el primer día. La burguesía lo utilizará como ejemplo en la guerra contra las conquistas históricas de los trabajadores y la juventud en todo el Estado. De todos modos, el margen de maniobra que tendrá este gobierno será nada más y nada menos que el que le den los dirigentes sindicales.
La victoria de la derecha en las elecciones catalanas, sobre la base de una baja participación, no se podrá adjudicar a un giro a la derecha en la sociedad catalana. El enorme divorcio entre las esperanzas de los jóvenes y trabajadores y el tripartit no se deben, como dicen tanto los dirigentes del PSC (en versión españolista) como de ERC (en versión catalanista), al hecho en sí de haber formado la coalición de izquierdas. Son una consecuencia de la política reformista de aceptación del capitalismo y gestión del sistema.
Aunque electoralmente no se verá el próximo 28 de noviembre, la mayoría social que dio lugar al tripartit sigue siendo mayoritaria. Agrupar a la base electoral de la izquierda requiere reivindicar un gobierno de izquierdas en la Generalitat con un claro programa de izquierdas, de defensa de los servicios públicos y del empleo, lo cual sólo es posible si se defiende un programa socialista de expropiación de la banca y las grandes empresas bajo control de los trabajadores. De esta forma sería posible entusiasmar a los miles de jovenes y trabajadores decepcionados con el tripartit y barrer así el avance de la derecha.
Por eso votar a la izquierda no basta. El éxito de la huelga general del 29 de septiembre, y el inspirador movimiento de masas en Francia contra los recortes sociales, ponen encima de la mesa la necesidad de la movilización masiva y consciente de los trabajadores y la juventud contra los presentes y futuros ataques a los que nos enfrentamos. Pero, además, movilizarse tampoco es suficiente. Es necesario levantar una alternativa revolucionaria con la que dotar al movimiento obrero y la juventud de una perspectiva política clara: la transformación socialista de la sociedad.

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