El conseller de Salut de la Generalitat, antes presidente de la patronal de la sanidad privada, ha transferido a la gerencia de los hospitales la responsabilidad de presentar un plan de recortes concreto, bajo la amenaza de que aquellos que recorten menos en prestaciones son los que sufrirán más despidos. De esta forma pretende, aunque no lo ha conseguido, dividir a los trabajadores por hospitales. A pesar de que la mayoría de planes de recorte que ha presentado la gerencia de los hospitales se queda en la mitad de lo que exige el gobierno de CiU, esto no ha impedido que su aplicación esté significando una verdadera sangría para la atención sanitaria.
El Hospital de Bellvitge presentó un presupuesto de reducción del gasto de un 5%: cerrar la mitad de las unidades asistenciales del hospital (en total  tiene 16 y la media de camas a cada una es de 28), dos de las tres UCIs, entre 15 y 20 quirófanos, todos los quirófanos de tarde, fusionar unidades creando pluripatológicas (con la pérdida de calidad asistencial que esto comportará), mantener sólo un quirófano de urgencias durante la noche, no renovar ningún contrato a partir del 1 de abril, etc. Todo esto supondrá el despido de más de 700 trabajadores. La respuesta del gobierno ante estas propuestas ha sido calificarlas de insuficientes y exigir una reducción del 13%.
En el Hospital de Vall d’Hebrón el recorte es del 9’1%, lo que supone 2.500 operaciones quirúrgicas menos en todo el año, cubrir la mitad de la jubilaciones, no contratar a 560 sustitutos en vacaciones, reducir las guardias un 10%, el cierre permanente de 56 camas, y durante el período de vacaciones de otras 347 camas, 36 camas de UCIs y una reducción de la actividad quirúrgica del 40%. Aunque muchos trabajadores y usuarios temen que los recortes por vacaciones en septiembre se convertirán en permanentes. Ha habido que habilitar salas que hace años que se utilizan (y se siguen utilizando) como almacenes de material sanitario para poner camas y pacientes, mientras hay plantas enteras cerradas.
En el conjunto de hospitales también se ha planteado disminuir el gasto en agua, luz, calefacción, gasas, pañales, material quirúrgico y productos de limpieza, reducir los días de vacaciones y los de asuntos personales, rebajar los pluses por fines de semana y guardias, cambiar las sábanas de los pacientes con menos frecuencia, colocar menos prótesis e imponer la talla única en los uniformes. Según los sindicatos, el recorte comportará el despido de 7.200 trabajadores como mínimo.
El gobierno de CiU afirma que el plan de recorte de 1.000 millones de euros en la sanidad no empeorará la calidad del servicio ni la atención sanitaria. Frente a esta burda y evidente mentira, no es una exageración lo que se podía leer en varias pancartas que llevaban los trabajadores del Hospital de Bellvitge en las movilizaciones: “Recortes en salud = muertes”.

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