Votar a la Izquierda que lucha, para transformar la sociedad

El próximo 27 de septiembre se celebrarán elecciones a la Generalitat de Catalunya tras el adelanto impuesto por el President Mas. Una nueva convocatoria de enorme trascendencia, condicionada por el tremendo auge de las luchas sociales contra la política de ajustes y austeridad —tanto de CiU como del PP—, y por el recrudecimiento de la cuestión nacional catalana.

Lucha de clases

La represión de los derechos democráticos nacionales de Catalunya, impulsada por la derecha españolista y las instituciones del Estado, ha movilizado a millones de jóvenes, trabajadores y sectores de las capas medias contra la agenda reaccionaria de estos neofranquistas. El derecho a la autodeterminación se ha colocado en el centro del debate político, pero los acontecimientos han desbordado a quienes pretendían limitar la discusión a un proyecto “independentista” respetuoso con las reglas del capitalismo, la austeridad y recortes.

Cientos de miles de jóvenes y trabajadores de izquierda, que han participado en las mareas, luchando por la educación y la enseñanza públicas, contra los despidos o contra la represión, lo perciben justo en sentido contrario, como una alternativa al capitalismo que acabe con las políticas de ajuste. Sin embargo, hoy más que nunca, como hemos visto en Grecia, el ejercicio del derecho a la autodeterminación y una soberanía al servicio de la mayoría, que conlleve justicia social, están completamente ligados a la lucha por la transformación de la sociedad con un programa genuinamente socialista, vinculando la lucha contra las políticas de austeridad con la defensa de los derechos democrático-nacionales, y planteando la independencia de acción con respecto a la burguesía nacionalista y sus representantes.

Las maniobras y la demagogia de la burguesía y la derecha catalanista —que ha controlado el gobierno de la Generalitat en los últimos años—, y su afán de utilizar las aspiraciones del pueblo catalán en su propio beneficio de clase, han quedado progresivamente al descubierto. Más allá de las apariencias, conviene recordar que tanto en el Parlament, como en el Congreso de los Diputados, CiU y PP, siempre que se ha tratado de cuestiones esenciales, han ido de la mano: en la reforma laboral, en la “Ley Mordaza” o en la reforma constitucional para asegurar el pago de la deuda a los banqueros. Recientemente también los dirigentes de Convergencia y Unió se mostraban partidarios del infame TTIP.

El conjunto de la burguesía del Estado español, y sus instrumentos políticos, sea el PP, CiU o el PNV, han desatado una auténtica guerra social desmantelando la educación y sanidad públicas, restringiendo los derechos democráticos, hundiendo los salarios o destruyendo cualquier derecho laboral. Una política en sintonía con la que Merkel y el conjunto de los gobiernos de la UE aplica, y que consiste en saquear las arcas públicas para mayor beneficio del capital nacional y extranjero.

La otra cara de esta moneda es el despertar a la política de millones de personas y la rebelión social que estamos protagonizando en las calles; este el factor fundamental a la hora de explicar la crisis de legitimidad del régimen del 78, los varapalos que el PP ha sufrido en las recientes consultas electorales, y las cabriolas de la derecha nacionalista catalana en su huida hacia el independentismo.

Es este empuje de la población oprimida, el avance en la conciencia y la experiencia de millones en la lucha cotidiana contra las injusticias del capitalismo, lo que también explica el triunfo el pasado 24 de mayo de la candidatura de Ada Colaú en Barcelona. Una victoria que, junto a las de Madrid, Valencia, Cádiz, A Coruña, Zaragoza…, muestra el enorme potencial que existe para una izquierda que defienda el derecho a decidir, pero que no se subordine a la hoja de ruta de la derecha nacionalista; para una izquierda que levante un programa de clase, revolucionario e internacionalista, para transformar la sociedad.

El PP, Ciudadanos, y el PSC

La previsible debacle del PP en el conjunto del Estado, anticipada en las recientes elecciones municipales, se puede convertir en un auténtico colapso en Catalunya el próximo 27S. La elección como candidato del ex-alcalde de Badalona, ese falangista rancio, casposo y racista de García Albiol, es un síntoma de lo mal que le van las cosas. Pretendiendo ganar el apoyo de los sectores de extrema derecha del electorado, garantiza al PP una posición residual en el Parlament.

Es evidente que, igual que en el resto del Estado, una parte importante de la burguesía está empeñada en constuir una alternativa que recoja el descontento con el PP de sectores de las capas medias, pero garantizando la continuidad de sus políticas. Ciudadanos, con el apoyo descarado del Ibex 35 y de todas sus plataformas mediáticas, tiene grandes expectativas en las elecciones del 27S. Algunas encuestas pronostican que se situará como tercera fuerza en el Parlament, recogiendo el caudal de votos que pierde el PP y una parte del PSC. Pero Albert Rivera no tiene una política diferente a la del PP en los asuntos cruciales, y mucho menos en lo tocante a la cuestión nacional catalana donde ha dejado más que claro su ardiente españolismo.

La profunda crisis del régimen político no afecta sólo a las formaciones tradicionales de la derecha. El PSC-PSOE continúa su descenso hacia el abismo, convirtiéndose, igual que el PP, en una fuerza muy secundaria como consecuencia de su patético seguidismo del nacionalismo españolista en la cuestión nacional, y de su renuncia a enfrentar las medidas de ajuste y austeridad del gobierno Mas. Sus continuos ofrecimientos para garantizar la gobernabilidad, siempre y cuando Convergencia rompa su estrategia “independentista”, suenan a broma teniendo en cuenta su irrelevancia parlamentaria. Después de las sucesivas escisiones en su aparato dirigente, las “ayudas” envenenadas desde Madrid, o las declaraciones públicas de Felipe González, que ha tenido la desfachatez de comparar el 27-S y la situación en Catalunya con el ascenso del fascismo en Italia o del nazismo en Alemania, no hacen más que añadir un toque grotesco a su situación de quiebra.

“Junts per el Sí” trata de esconder las vergüenzas del Gobierno de Artur Más

El PP trata de insuflar un poco más de veneno chovinista con el fin de remontar electoralmente en el resto del Estado. Pero sus declaraciones constantes amenazando con la suspensión de la autonomía catalana, o la reforma “express” del TC para multar o suspender a quien incumpla sus sentencias, en alusión a Artur Mas y el famoso 9-N, pueden volverse en su contrario. Si poca ganancia pueden obtener fuera de Catalunya, pues en las circunstancias actuales la movilización contra la derecha se extiende y profundiza, en cambio, permiten a Mas y a los dirigentes de Convergencia volver a presentarse como victimas de maniobras franquistas, escondiendo su responsabilidad en la gangrena de la corrupción —donde han alcanzado cotas semejantes a las del PP— y por sus políticas antiobreras.

Duchos en la materia, Artur Más, Convergencia y la burguesía nacionalista no dejan de recurrir a todo tipo de maniobras para preservar su poder. Pero la ruptura de la coalición de CiU, y las acusaciones lanzadas por Durán i Lleida, dejan claro que una parte de la burguesía catalana ve con recelo el camino iniciado hace tres años. La salida de Unió refleja serias divisiones en el seno de la clase dominante, temerosa a que el proceso que existe por abajo, y que se ha expresado también en el ámbito de la cuestión nacional con movilizaciones masivas, se descontrole completamente para poder “decidirlo todo”, incluyendo el régimen económico y de propiedad de una posible ¡¡República Catalana!! La Patronal (Fomento del Trabajo) ya ha planteado que estas elecciones “generan tensión” en las empresas. Saben muy bien que la irrupción de las masas puede traspasar muy rápidamente los umbrales de la democracia burguesa y amenazar sus intereses de clase.

Esta debilidad de la clase dominante en Catalunya ha tenido su reflejo en la conformación de la candidatura “Junts pel Sí”, formada por CDC, ERC y las denominadas asociaciones de la sociedad civil, ANC (Assemblea Nacional Catalana) y Òmnium Cultural. La maniobra y el planteamiento es claro: la lucha de clases queda suspendida, y ahora, ricos y pobres, explotados y explotadores, nos unimos por un proyecto superior independentista que nos conviene a todos. Respecto al programa, nadie de la coalición ha puesto en entredicho seguir con las mismas políticas de austeridad de estos años, aplicadas tanto desde la Generalitat, como desde el gobierno de Madrid y los de Europa.

Convergencia y Mas intentan sortear las crecientes dificultades de su “proyecto” otorgando a las elecciones del 27S un carácter plebiscitario, y llegando al punto de colocar como cabeza de lista a Raul Romera, procedente de ICV. El guiño no puede ser más osado: dar a la lista impulsada por CDC, el partido de la corrupción y los recortes en Catalunya, un barniz de justicia social. Pero presentar estas elecciones como un plebiscito es una auténtica cortina de humo: si “Junts per el Sí”, con Más a la cabeza (aunque sea cuarto), forman un nuevo Govern, continuarán aplicando políticas al servicio del capital, ya sean con los votos del PP, del PSC o de ERC, algo que hemos visto constantemente en esta última legislatura.

“Catalunya si que es pot”. Por la unidad de la izquierda que lucha

La candidatura liderada por Convergencia ha visibilizado constantes divisiones y confrontaciones internas, y sufre la presión de unas encuestas que señalan las dificultades que tendrá para alcanzar la mayoría absoluta en el Parlament. Ni siquiera la presencia de Esquerra Republicana, que se ha revelado como un socio obediente de Mas, puede impedir esta sensación de incertidumbre.

El proceso de polarización, en líneas de clase, es una realidad incontestable en Catalunya, a pesar de todos los esfuerzos por ocultarlo con el peso de la cuestión nacional. Se hizo abiertamente visible en el triunfo de Ada Colaú en Barcelona, y de cara al 27S con la formación de la Candidatura “Catalunya si que es pot” (coalición entre Podemos e ICV-EUiA, y movimientos sociales). La candidatura unitaria de la izquierda ha denunciado la política españolista del PP, y se ha pronunciado claramente a favor del “derecho a decidir” pero sin hacer concesiones a la burguesía nacionalista de CDC. Esto es un paso adelante, sin duda.

Tal y como ha planteado el cabeza de lista, Luis Rabell, la batalla en esta elecciones, es “acabar con el reino de las 400 familias”, esas 400 familias de la oligarquía, que sean de Convergencia, de Unió, o del PP, imponen una guerra económica al pueblo, privatizan los recursos públicos, nos desahucian, nos despiden y nos reprimen. Como indica Rabell, respecto a la política que defenderá “Catalunya si que es pot”: “Nuestro programa no sale de un despacho cerrado, ni de expertos, sino que bebe de la fuente de las mareas, de las huelgas generales, de las luchas contra los recortes y las luchas vecinales”.

Hay grandes posibilidades de que “Catalunya si que es pot” obtenga unos resultados formidables, de hecho se ha convertido en la fuerza a batir por Convergencia y sus aliados. Un voto masivo desde los barrios obreros a “Catalunya si que es pot” será un paso importantísimo para derrotar a la derecha españolista y a la burguesía nacionalista catalana. Además, la posibilidad de unir los diputados de “Catalunya si que es pot” con los que obtenga las CUP, que finalmente rechazaron la oferta envenenada de Artur Más para ir en la lista unitaria independentista, abre una gran perspectiva. Las CUP van a tener un gran resultado, cosechando un apoyo muy importante entre la juventud y sectores del independentismo de izquierdas que rechazan el papel subalterno de ERC hacia la burguesía catalana. Ahora bien, los dirigentes de las CUP tendrán que elegir entre colocar sus diputados bajo la sombra de esa misma burguesía, o contribuir a levantar una alternativa de izquierdas anticapitalista, que defienda el derecho de autodeterminación y un programa de transformaciones sociales

Derrotar a la derecha, organizarse para luchar por el socialismo

La tarea de derrotar a las dos fuerzas de la derecha no sólo exige de la movilización en las urnas, también hay que mantener la presión constante en la calle, con movilizaciones masivas y contundentes contra las políticas de ajuste y austeridad. Votar y luchar, pero también organizarse para transformar la sociedad, para acabar con la pesadilla que significa el capitalismo para la inmensa mayoría de la población.

Desde El Militante defendemos que el capitalismo no podrá transformarse a base de parches y pequeñas reformas, y que sólo un proceso revolucionario de los trabajadores y los oprimidos puede hacer que los pueblos puedan decidir verdaderamente su destino. Vivimos tiempos en que la burguesía y los grandes monopolios no están dispuestos a ceder ni un ápice en su afán de acumular beneficios a costa del sufrimiento de la mayoría. Lo ocurrido en Grecia es un claro ejemplo.

Si no se rompe con ese poder y con la lógica del capitalismo, los discursos “progresistas” quedan como charlatanería hueca. No se trata de una cuestión de “voluntad”, de “honestidad”, de “sentido común”…El capitalismo no funciona sobre la base del sentido común, lo lógico o lo beneficioso para la mayoría. Funciona por y para el lucro de los propietarios de capital y de los medios de producción, que son los que realmente controlan las palancas del poder político y del Estado.

Sólo una política genuinamente socialista puede satisfacer las necesidades de la mayoría trabajadora, y sólo hay una manera realista de hacerlo: aplicando un programa que nacionalice los grandes monopolios financieros (banca, seguros) y los grandes grupos empresariales que controlan los sectores estratégicos de la economía (eléctricas, telecomunicaciones, acero, cemento…), bajo control democrático de la población. De esta manera se podrían dedicar recursos gigantescos a proporcionar una igualdad y un bienestar común que es la única base objetiva para la justicia social y la auténtica democracia: el socialismo.

El Militante • Corriente Marxista Revolucionaria

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