A mediados de junio el presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), Jesús Eguiguren, dirigió un documento a su compañero de partido y actual Lehendakari, Patxi López,  para pedirle que apoye la apuesta anunciada desde la dirección de la izquierda abertzale (IA) de utilizar vías exclusivamente políticas y renunciar por tanto a la actividad armada. Esta iniciativa está respaldada, según todas las informaciones, por un sector de ETA bastante significativo. ¿Cual ha sido la reacción del gobierno vasco, del central, del PP, del PNV o del aparato del Estado ante este acontecimiento político de primera magnitud? Despreciarlo por completo y volver a poner todo el énfasis en la política represiva.
A mediados de junio el presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), Jesús Eguiguren, dirigió un documento a su compañero de partido y actual Lehendakari, Patxi López,  para pedirle que apoye la apuesta anunciada desde la dirección de la izquierda abertzale (IA) de utilizar vías exclusivamente políticas y renunciar por tanto a la actividad armada. Esta iniciativa está respaldada, según todas las informaciones, por un sector de ETA bastante significativo. ¿Cual ha sido la reacción del gobierno vasco, del central, del PP, del PNV o del aparato del Estado ante este acontecimiento político de primera magnitud? Despreciarlo por completo y volver a poner todo el énfasis en la política represiva.
Es realmente llamativo que el gobierno del PSOE haya alcanzado, precisamente en este momento, un acuerdo con el Partido Popular para recortar más los derechos democráticos a través de una reforma de fondo de la Ley Electoral*. Detrás de esta medida se esconden intereses electorales del PP, PSOE y del PNV, que se benefician del hecho de que más de 140.000 votantes estén sin representación en el parlamento vasco. El PP, por supuesto, está dispuesto a dinamitar cualquier posibilidad de que el gobierno del PSOE pueda beneficiarse electoralmente de la desaparición de ETA. También es evidente que dentro del aparato del Estado hay un sector que obtiene grandes privilegios de la existencia de ETA (medios materiales, infraestructuras, grandes salarios e impunidad) además de que, en una perspectiva de intensificación de la lucha de clases, una actividad armada de baja intensidad que permita desviar la atención de las masas y justificar la represión es un escenario que a la burguesía le interesa.

La lucha de clases, el motor del cambio

En Euskal Herria lo que de verdad está promoviendo un cambio profundo en la conciencia de miles de personas y está ofreciendo una auténtica alternativa a las acciones armadas de un pequeño grupo de activistas es la movilización de la clase trabajadora en lucha por su propio futuro. El nuevo periodo que la crisis del capitalismo mundial ha abierto es también el del auge de la lucha de la clase obrera, y Euskal Herria no podía permanecer al margen del mismo.
La izquierda abertzale, agrupa en su seno a una gran cantidad de jóvenes y trabajadores que buscan un cambio radical en la sociedad. El crecimiento del sindicato LAB ha sido el claro reflejo del rechazo a la política de pactos sociales aplicada por las organizaciones sindicales de carácter estatal; un crecimiento que también ha registrado ELA, en buena medida como consecuencia de la radicalización de su discurso (el año pasado defendió la consigna de la nacionalización de la banca) y que marca la pauta en cuanto a movilizaciones de la mayoría sindical vasca.
Sin embargo, la estrategia de ambas organizaciones de dividir en líneas nacionales el movimiento obrero vasco choca con los intereses de la propia clase trabajadora vasca que reclama unidad en la acción para oponerse a los fortísimos ataques y recortes por parte de gobiernos y patronal. La cuestión de clase está íntimamente ligada a la cuestión nacional: también para alcanzar los derechos democráticos nacionales en Euskal Herria, incluido el ejercicio democrático del derecho de autodeterminación, es fundamental la lucha unida de la clase trabajadora, de Euskal Herria, del Estado español y del Estado francés.
Obviamente es necesario considerar con gran sensibilidad, y apoyar todos los aspectos progresistas de la lucha por los derechos democráticos y nacionales de Euskal Herria, Catalunya o Galiza, pero siempre dentro de un enfoque de clase, sin ceder a las pretensiones de la burguesía nacionalista vasca o catalana. Partiendo de estas consideraciones cabe preguntarse si la salida política que está ofreciendo la dirección de la Izquierda Abertzale a sus bases a través de frente común con Eusko Alkartasuna (EA) es el camino adecuado.

¿Qué es Eusko Alkartasuna?

Eusko Alkartasuna es un partido burgués, una escisión del PNV que desde sus orígenes fue apoyado por un sector de la burguesía vasca con el objeto de cubrir el flanco de izquierdas del PNV y evitar que su desgaste al frente del gobierno acabase nutriendo los votos de la izquierda abertzale. La sede de Eusko Alkartasuna en Vitoria-Gasteiz fue financiada íntegramente por la familia Aranzábal, uno de los grandes industriales nacionalistas. La debilidad del PNV, tras la escisión, les obligó durante años a coaligarse con EA que desde el gobierno vasco se corresponsabilizó de la política neoliberal denunciada por la mayoría sindical vasca. En estas circunstancias, Eusko Alkartasuna fue incapaz de convencer a las bases abertzales de su pretendido  progresismo, debilitándose, perdiendo progresivamente espacio electoral y escindiéndose en dos con la salida de Hamaika bat. El carácter de clase de EA no cambia porque haya apoyado demagógicamente la última huelga general en Euskal Herria.
Eusko Alkartasuna no aporta prácticamente nada a la izquierda abertzale, pero sí supone un pesado lastre por el que se puede renunciar a mucho. La firma de un acuerdo político entre EA y la IA en el palacio Euskalduna de Bilbao, el pasado 20 de junio, conlleva un compromiso táctico-estratégico en el que la lucha histórica por una Euskal Herria socialista se sustituye por "una Euskal Herria independiente, progresista y de izquierdas", pero incluso lo de izquierdas, queda difuminado bajo la bandera del independentismo y el soberanismo, que igualmente utiliza el PNV para engañar a las masas y mostrarse como el defensor de todos los vascos independientemente de su clase social.
El acercamiento de la izquierda abertzale a Eusko Alkartasuna acabará nutriendo el apoyo de EA a costa de la izquierda abertzale como ya ocurriese anteriormente con el PNV, salvándoles de su desintegración in extremis; algunos dirigentes de la IA pueden pensar también que con este bloque se atraerá a un sector importante del PNV, creando una nueva mayoría. Pero incluso si esto se logra, ¿cuál sería el objetivo de esta nueva IA refundada? ¿Una Euskal Herria independiente pero capitalista? Y en una situación de crisis del capitalismo, incluso si la creación de un nuevo estado vasco en el marco de la UE se reconociese, ¿se respetarían los derechos democráticos? ¿Se aplicarían planes de ajuste contra la clase obrera vasca? ¿Se subvencionaría con dinero público a los banqueros vascos, a la patronal vasca? ¿Se atacarían los salarios de los empleados públicos vascos, se recortarían los gastos en sanidad, educación y desempleo? Evidentemente, la burguesía vasca lo haría. En este debate es muy importante tener presente las consecuencias de abandonar un punto de vista de clase e internacionalista para la resolución de la cuestión nacional. El ejemplo negativo del gobierno de colaboración entre el Sinn Féin y los unionistas en Irlanda el Norte es un recordatorio muy revelador de lo que no es ninguna alternativa, ni para las masas trabajadoras, ni para acabar con la opresión nacional.
La base social de la izquierda abertzale esta convencida de que los métodos de ETA no son el camino y eso es algo absolutamente correcto. Pero esta conclusión, que parte de una dolorosa experiencia, debe servir para que la IA se reencuentre con una alternativa revolucionaria, de clase y socialista, que gane el apoyo de la mayoría de los trabajadores y capas oprimidas de Euskal Herria, uniendo las reivindicaciones sociales y los derechos democrático-nacionales, como el derecho de autodeterminación, el acercamiento de los presos políticos vascos, etc. a la lucha por el socialismo. Una alternativa que en lo inmediato, se concretaría en apoyar la próxima huelga general del 29 de septiembre porque nada elevaría más el estado de ánimo de la clase obrera vasca que echar atrás la reforma laboral, y nada animaría más la defensa de los derechos democráticos de Euskal Herria por parte de la clase trabajadora del resto del Estado español que contar con la unidad y el empuje del conjunto del proletariado vasco.

*  Con esta reforma se podrá impugnar cualquier lista de un partido, federación o coalición legal que haya sido "colonizada" por una formación ilegalizada. La nueva ley posibilita separar de su cargo a concejales o diputados si "con posterioridad" las organizaciones por las que fueron elegidos son declarados ilegales. Además se ensanchan los márgenes de la Fiscalía o la Abogacía del Estado para que puedan impugnar a los candidatos incluso durante la campaña electoral. Ver también La absolución de ‘Egunkaria' pone al desnudo la aberración de la tesis de que ‘todo es ETA' (El Militante nº 239, mayo).

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