La fulminante defenestración de Tomás Gómez —secretario general de la federación madrileña del PSOE y cabeza de lista del partido de cara a las elecciones autonómicas— en el mes de febrero, que también ha afectado a la ejecutiva y a todos los órganos de dirección regionales, ha sido justificada por parte de Ferraz como una medida para salvaguardar “la imagen del partido” y las bajas expectativas electorales del PSOE en la Comunidad de Madrid (CAM), pero parece que detrás de este movimiento hay algo más.

La defenestración de Tomás Gómez

No pasaron ni 24 horas de la destitución y ya El País publicó una “encuesta”, destacada en portada a cinco columnas, revelando un vertiginoso y repentino ascenso del PSOE en intención de voto en la Comunidad de Madrid. ¡Seguramente la encuesta más rápida de la historia del periodismo! Lo que realmente ratificaba la “noticia” era la descarada participación del Grupo Prisa en la operación. Una implicación también evidenciada con la proclamación de Ángel Gabilondo como candidato del PSOE a la CAM. Enseguida salió Felipe González para arropar a Pedro Sánchez, argumentando que la “democracia interna” debía estar subordinada a los intereses del partido. ¿Intereses del partido? No. Intereses de la burguesía a costa del partido. Sólo hay que leer la lista de nombres del “comité de sabios” que indican a Pedro Sánchez lo que tiene que hacer y que decir: Javier Solana, Carlos Solchaga, Txiki Benegas..., personajes que durante décadas han dado sobradas muestras de fidelidad a los intereses del gran capital y que se sienten llamados a jugar un papel decisivo en estos momentos críticos para el sistema capitalista y todo su armazón político.
Es cierto que en Madrid las encuestan dan al PSOE una intención de voto muy baja (aproximadamente un 17%) pero en muchas comunidades la situación no es mucho mejor y en otras bastante peor (en las pasadas elecciones europeas obtuvo en Catalunya un 14,3%, en la Comunidad Autonómica Vasca un 13,8%, en Navarra un 14,5%), sin que nadie se haya rasgado las vestiduras. El declive electoral del PSOE es general, acusado y tiene causas bien definidas: la implicación de la socialdemocracia en la política de recortes sociales y en el sostenimiento del decadente sistema capitalista y sus instituciones. El derrumbe de la autoridad política de los dirigentes del PSOE, empezando por Rubalcaba, se evidenció en las elecciones europeas (con un descalabro del 40% y la pérdida de 2,5 millones de votos respecto a 2009) y lo siguen señalando todas las encuestas posteriores, que le asignan al PSOE, en el conjunto del Estado, una intención de voto por debajo del 20%, por detrás de Podemos. Y eso pese a estar en la “oposición”. Si tan drástica decisión de la Ejecutiva Federal simplemente fuese una medida preventiva frente a posibles actuaciones judiciales relacionadas con la corrupción —sobrecoste del tranvía de Parla, ciudad de la que Tomás Gómez fue alcalde—, llama la atención que en Andalucía no se haya tomado ni una sola medida relacionada con el caso de los EREs, pese a la imputación de Chávez y Griñán en él.
La defenestración de Tomás Gómez podría ser parte de un plan del sector de la dirección del PSOE más firmemente comprometida con los intereses estratégicos del gran capital de preparar al partido para la “gran coalición” con el PP en la próxima legislatura, quizás la última tabla de salvación —desde el punto de vista de sus intereses— para evitar un eventual gobierno de izquierdas nucleado por Podemos. Esta travesía se está produciendo en un contexto de gran malestar en la base del partido y de falta de autoridad del aparato. El sector del aparato que tiene las riendas del PSOE no quiere que le crezcan los enanos, no quiere sorpresas, no quiere fisuras de ningún tipo que puedan entorpecer la operación. La decapitación del PSM realmente es una muestra de debilidad, no de fortaleza, del aparato del PSOE.
Por supuesto que Tomás Gómez no es ningún izquierdista radical. En 2007 propuso, para alegría de Esperanza Aguirre, la supresión del Impuesto de Patrimonio en la CAM. La oposición del PSM a la política de recortes y privatizaciones del Gobierno del PP en la Comunidad de Madrid ha brillado por su ausencia. Sin embargo, en determinados momentos Tomás Gómez mantuvo actitudes desafiantes hacia Ferraz. En 2011 se presentó a las primarias para ser cabeza de lista en las elecciones de aquel año, ganando a Trinidad Jiménez, la candidata oficial de la Ejecutiva Federal. Para ganar aquellos comicios internos se vio obligado a recurrir a una serie de guiños a la izquierda, haciéndose eco del descontento en la base de partido por la derechización acelerada del gobierno de Zapatero. Su candidatura se presentó en la sede de UGT, en pleno proceso de convocatoria de la huelga general de 29 de septiembre de 2010. La actitud crítica de Tomás Gómez jamás pasó de determinados gestos, jamás hubo una oposición seria a la política socialdemócrata, de la cual ha sido completamente partícipe. Sin embargo, sus gestos han sido suficientes como para que, en la delicada situación actual, se lo quiten de en medio. Además, la política de alianzas que mantenga el PSOE en la CAM, donde una encuesta de Metroscopia sitúa a Podemos más de siete puntos por delante del PSOE, será una aspecto decisivo de la estrategia del partido de cara a las elecciones generales y de la preparación de los pactos posteriores. Ferraz, no quiere que las decisiones que se tomen en Madrid estén fuera de su control.

Contradicción entre el discurso y la acción

El descrédito del PSOE (y del PP) es tan profundo que ni siquiera está garantizado que la suma de votos de ambos partidos den la mayoría absoluta necesaria para la “gran coalición”. Por eso, hay una operación casi desesperada de sectores decisivos de la burguesía para tratar de reflotar al PSOE. En un intento de detener el declive electoral de la socialdemocracia Pedro Sánchez utilizó un discurso cargado de crítica a la política económica y social del PP en el debate sobre el Estado de la Nación. Pero el discurso “combativo”, por otro lado excepcional, no casa con la práctica. Pocos días antes, en un ensayo de lo que son sus verdaderas intenciones el mismo Pedro Sánchez escenificó un pacto de Estado con el gobierno del PP (“contra el yihadismo”). En un acto celebrado ante empresarios en el Círculo de Economía manifestó su deseo de alcanzar “más acuerdos de fondo” como el que acababa de firmar. Así que Pedro Sánchez, de palabra, sitúa a la derecha como responsable de la catastrófica situación social, pero en la práctica quiere llegar a un acuerdo con ella en todos los temas fundamentales. Pedro Sánchez, de palabra, denuncia el recorte a los derechos democráticos, pero participa de un pacto que tiene como objetivo central tapar la política represiva del PP con el velo del terrorismo. Pedro Sánchez exige el fin de los recortes, pero exige al gobierno de Syriza que siga con la reformas, haciendo coro con la troika y con el gobierno del PP. Pedro Sánchez se reivindica de izquierdas, pero participa plenamente de la campaña de miedo contra Podemos, recurriendo a los mismos argumentos reaccionarios que la caverna.
La agudización de la crisis y la amarga experiencia de millones de trabajadores han estrechado el margen de los socialdemócratas y de sus maniobras, pero hay que estar alerta hasta el final. La mejor manera de que Podemos e Izquierda Unida garanticen un gobierno de izquierdas que rompa definitivamente con la espiral de recortes, empobrecimiento y crisis económica es movilizando a la clase obrera y a la juventud con una alternativa consecuente al capitalismo.

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