Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo

El pasado 17 de febrero se presentaba a bombo y platillo la candidatura de Ciudadanos a escala estatal. El acto realizado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sirvió para presentar su programa económico. Todas las encuestas señalan la irrupción con fuerza en el mapa político de Ciudadanos (12,2% en intención de voto según la encuesta de Metroscopia publicada por el El País el 8 de febrero). Los grandes medios de comunicación, que están dando una gran publicidad a Ciudadanos, han caracterizado su proyecto como una alternativa “nueva”, “limpia” pero más “razonable” que la representada por Podemos.

El propio Albert Rivera recalca este aspecto hablando de la “revolución tranquila” e insistiendo en que su proyecto “no es populista, ni promete cosas imposibles, ni hace de la demagogia su bandera”. Se presenta como un partido moderno, de centro, transparente y defensor de un “capitalismo sensato”.

Dime con quién andas y te diré quién eres

En dicho acto, Albert Rivera estuvo acompañado por los dos autores del programa económico de Ciudadanos, Luis Garicano y Manuel Conthe. Este último fue presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y vicepresidente del Sector Financiero del Banco Mundial, y Luis Garicano es profesor y director de departamento en la London School of Economics, uno de los más prestigiosos think tanks del capitalismo mundial. Ha sido colaborador también de Fedea, fundación patrocinada por las principales empresas del Ibex 35. Es evidente el vínculo de estos dos personajes con el poder financiero. Aunque el líder de Ciudadanos no cree “en la lucha de clases” está claro que sí cree en la burguesía y su sistema.
Según Albert Rivera el programa de Ciudadanos está orientado a “las clases medias trabajadoras” pero la realidad es que recoge las demandas del poder económico junto a una pizca de ambigüedad calculada. Un ejemplo es el contrato único, con una indemnización por despido progresiva según la antigüedad del trabajador, algo reclamado insistentemente por la patronal, que fue acogido con entusiasmo por la Comisión Europea en el año 2011 y que se incluyó entre las recomendaciones al Estado español realizadas por este organismo para, supuestamente, hacer frente al paro juvenil. El contrato único implicaría que en los primeros años de trabajo la indemnización por despido sería similar a la de un contrato temporal. Efectivamente, aunque el contrato único se presenta como una forma de luchar contra la precariedad laboral la realidad es que implicaría una igualación a la baja, de ahí el entusiasmo empresarial con la medida.
Por otro lado, el partido de Rivera se opone a la subida del salario mínimo, planteando como alternativa un complemento salarial para las rentas más bajas que abonaría el Estado, un sistema utilizado en Gran Bretaña y EEUU. De esta manera, los capitalistas podrían continuar pagando salarios de miseria que serían compensados con los impuestos y recursos del conjunto de la población, vía presupuestos del Estado. Una nueva ganga para que los grandes empresarios puedan mantener e incrementar su margen de beneficios.
No es de extrañar que la revista más representativa del capitalismo, The Economist, haya alabado el programa económico de Ciudadanos. La prensa económica de la City londinense ha destacado la satisfacción de los inversores con esta opción. Bank of America Merrill Lynch, rescatado por el Gobierno de EEUU y uno de los grandes responsables de la actual crisis financiera, no duda en alabar al partido de Albert Rivera planteando que “la parte del programa económico de Ciudadanos que se conoce hasta ahora está bien diseñada”. Un economista de este banco, Rubén Segura-Cayuela, plantea abiertamente que “una coalición de PP y Ciudadanos podría dar continuidad a las políticas que el país necesita” (es decir, más recortes).

Liberalismo económico y rancio españolismo

El programa reaccionario de Ciudadanos en lo económico tiene su complemento en lo político y en lo social. Por un lado, con un discurso españolista y anticatalanista que defiende entre otras cosas la abolición del modelo de inmersión lingüística existente en Catalunya. Por otro, con la inclusión en su programa de “una sanidad universal para los que tengan permiso de residencia o sean ciudadanos españoles”, en un claro planteamiento xenófobo y antiinmigración, así como la introducción en determinados casos del “copago sanitario” como “elemento disuasorio”, criminalizando a la población para justificar el desmantelamiento de servicios públicos como la educación y la sanidad.
Así, Ciudadanos representa en realidad los viejos planteamientos retrógrados de la derecha pero disfrazados de algo “nuevo” y supuestamente desligado de la corrupción y de los partidos que han sostenido el sistema durante los últimos treinta años. Es evidente que la burguesía tiene cada vez más dificultades para seguir dominado como hasta ahora. La derecha y la socialdemocracia tienen una crisis muy profunda. Ante el tremendo desgaste del PP, hay sectores de la burguesía que están trabajando a toda máquina por levantar una opción complementaria más tragable, más “moderna”, con una gran dosis de populismo y demagogia, y que no concite tanto rechazo social y les sea de utilidad en una incierta aritmética parlamentaria. Más concretamente esta “nueva” formación está siendo promovida precisamente para apuntalar un hipotético gobierno de unidad nacional entre el PP y el PSOE —y así evitar un gobierno de izquierdas nucleado por Podemos e Izquierda Unida— teniendo en cuenta la posibilidad de que entre ambos no obtengan la mayoría absoluta en el parlamento. La verdad es que lo tiene difícil porque, como también advierten algunos analistas de la City, “el programa económico liberal de Ciudadanos va a calar menos en la población que el mensaje antiausteridad de Podemos”.

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