Leopoldo López y Felipe González ¿Unidos por los Derechos Humanos?

Manifestaciones de los elegantes habitantes de los barrios ricos de Caracas, ruedas de prensa de una compungida esposa, informes de “defensores” de los derechos humanos que callan sobre los asesinados en Ayotzinapa, un desfile constante de parlamentarios y viejas momias de la derecha y la socialdemocracia... De Felipe González a Esperanza Aguirre, todos han encontrado una nueva bandera: “Libertad para Leopoldo López” Pero ¿quién es este “demócrata” que nos pretenden presentar como un preso político simplemente por oponerse al gobierno bolivariano?

Un cachorro de la derecha fascista

Nieto y sobrino de ministros bajo la dictadura militar, es, en palabras de The Guardian, un “político de sangre azul”. La familia Mendoza, de la que proviene su madre, es propietaria de las empresas de alimentación Polar —uno de los mayores monopolios privados del país— principal responsable del desabastecimiento y contrabando de alimentos, y el desvío de los dólares de los subsidios gubernamentales. Leopoldo López estudió en las mejores escuelas norteamericanas, entre ellas la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard, cuna de altos cargos del ejército y los servicios secretos de EEUU. Aquí, su familia ni siquiera tuvo que gastar una pizca de su fortuna. Fue becado por la fundación pública Gran Mariscal de Ayacucho, que en ese momento presidía su papá.

Una vez de vuelta en Venezuela siguió vinculado a la administración Bush y el partido republicano, de los que recibió un amplio y documentado apoyo, y mucha financiación. Se integró en la organización Tradición, Familia y Propiedad (el nombre lo dice todo), y siguiendo los pasos de muchos “defensores de la iniciativa privada” se colocó como asesor de la empresa estatal de petróleo PDVSA (en la que su madre era directora de asuntos públicos, por lo que sería inhabilitado en 2008). Pero la revolución bolivariana y la llegada de Chávez al gobierno no propiciaba el mejor ambiente para desarrollar su carrera. Los pobres y los trabajadores querían ser personas, las empleadas domésticas reivindicaban sus derechos, y nuestro amigo, como tantos cachorros de la oligarquía, sintió cómo hervía su sangre azul y decidió dar un paso al frente. El año 2000 fue elegido alcalde de Chacao, uno de los municipios más ricos del país, dentro del partido Primero Justicia (que hasta entonces había sido asociación y financiada con dinero de PDVSA, otra vez mamá). Durante su mandato se produjo un importante desvío de recursos por el que sería inhabilitado de nuevo unos años después. Pero Leopoldo quería acción.

El golpe de Estado 2002: aboliendo la democracia

En el golpe militar de abril de 2002, Leopoldo López no se quedó cruzado de brazos defendiendo los derechos humanos. Los militares facciosos, además de encerrar a Chávez en una fortaleza y entregar el poder al presidente de la patronal, desataron una ola de represión contra militantes de izquierdas y políticos del gobierno que causó varios muertos. En la tarea, Leopoldo López jugó un papel destacado en estos hechos. Encabezó la detención del Ministro de Interior y Justicia, participó en el asalto a la embajada cubana y aparece en diversos vídeos en los que los golpistas se jactan de su éxito. Asimismo, varios aliados suyos, entre ellos su padre, aparecen como firmantes del infame “decreto Carmona” que disolvía el parlamento y suspendía la Constitución para dar paso al terror contrarrevolucionario. Es decir, este individuo que es presentado internacionalmente como un preso político de la dictadura de Maduro, no tuvo el menor inconveniente en votar un decreto que abolía la democracia en su país.

Como sabemos, la intervención de las masas les aguó la fiesta a estos fascistas, pero no desanimó a nuestro personaje. Entre otras cosas porque nunca pisó la cárcel (ni siquiera fue inhabilitado como alcalde) y fue indultado por Chávez, el “terrible represor”, en 2007.

Nuestro héroe se radicaliza aún más: la guarimba de 2014

Representante del ala más dura de la oposición, impuso su criterio en las elecciones legislativas de 2005 para no presentar candidatos, promoviendo un boicot que esperaban se convirtiera en una nueva rebelión que llevara a la caída del gobierno. Un tipo curioso de los “métodos democráticos” a que este personaje tanto apego tiene. El fracaso de esta estrategia le llevó a sucesivos cambios en su color político, siempre dentro de la oposición escualida, hasta que en 2009 formó su propio movimiento, Voluntad Popular.

Tras un nuevo fiasco para la oposición con la victoria electoral de Maduro en 2013, a Leopoldo López el cuerpo le pedía guerra, así que en noviembre se fue a Miami con la ultraderechista Fundación de Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio, donde presentó el plan denominado “La Salida”, que fue activado en enero. Este plan preveía una escalada de acciones que culminarían con la salida del gobierno, inspiradas por las “revoluciones de colores”. Se trataba de generar una situación de tensión y actos sangrientos que “obligaran” a sectores militares a intervenir. Dirigió personalmente el asalto a la Fiscalía General, que fue incendiada y donde fallecieron un veterano revolucionario y un estudiante opositor.

Los actos violentos de los seguidores de López, entre los que se contabilizan disparos de francotiradores, trampas mortales para motoristas e incendios de guarderías públicas, causaron 43 muertos, de los cuales 11 fueron policías o militares y al menos otros tantos civiles favorables al gobierno, como Gisella Rubilar, madre de cuatro hijos asesinada de un disparo en la cabeza mientras limpiaba una barricada levantada en su barrio. Todo esto mientras los medios pro imperialistas, de dentro y fuera de Venezuela, presentaban la situación como la represión del régimen sobre manifestantes pacíficos.

Estas acciones de terrorismo callejero, planificadas y concertadas por Leopoldo López y sus secuaces, de haberse producido aquí habrían provocado como mínimo la proclamación del estado de excepción por los mismos que defienden a López. Y fue precisamente esta escalada de violencia reaccionaria, que tenía como fin derrocar a un gobierno democráticamente electo, lo que propició el juicio de este “héroe de los derechos humanos” y su posterior condena a 13 años y 9 meses de prisión.

Aparece Felipe González: de los GAL a Pinochet

El interés de Felipe González por los derechos humanos debió surgir más o menos a la vez que los GAL, pero su querencia por Venezuela viene de largo. Es un huésped habitual de las mansiones del millonario venezolano Gustavo Cisneros, el mismo que se benefició de la privatización de Galerías Preciados tras una masiva inyección de dinero público: en poco más de tres años revendió la empresa por más de 60 veces lo que había pagado. Un as de los negocios. Otro viejo amigo suyo era Carlos Andrés Pérez (CAP), ex Presidente “socialdemócrata” de Venezuela por Acción Democrática AD), que masacró en 1989 a miles de compatriotas que protestaban contra su paquete de recortes sociales, en el levantamiento popular conocido como el “caracazo”. Felipe, el paladín de los derechos humanos, no abrió la boca contra esta carnicería, al contrario, siguió frecuentando y defendiendo a su amigo CAP.

Pero como Felipe González, además de ser amigo de millonarios y asesinos o de formar parte de los consejos de administración de las grandes eléctricas, es también un intrépido defensor de la justicia, decidió hace unos meses desempolvar su título de abogado. El hecho es que raudo, no sabemos si inspirado por las credenciales democráticas de Leopoldo López o por los millones de su cuenta corriente, se dispuso a la noble tarea de defenderle. Ni corto ni perezoso se plantó en Caracas, y cuando las autoridades venezolanas le dijeron que su título no era válido allí, montó en cólera. Seguramente esperaba que las masas oprimidas salieran a las calles a defender a “Isidoro” y su ilustre cliente, pero tuvo que volverse por donde había venido sin pena ni gloria, a pesar de todo el ruido mediático que se montó aquí.

No contento con eso, su campaña contra la tiranía venezolana y la defensa de un demócrata como Leopoldo López no ha dejado de intensificarse. La guinda a todo este esfuerzo la puso recientemente, cuando afirmó que “el estado de sitio del Chile de Pinochet respetaba mucho más los derechos humanos que el paraíso de paz y prosperidad de Maduro”. Esta comparación miserable con una de las dictaduras más terribles que asoló a América Latina ha indignado no sólo a la izquierda, sino a cualquier persona con un mínimo conocimiento de lo que significó el régimen de Pinochet, con sus más de 3.000 muertos y desaparecidos y 40.000 detenidos, presos y torturados. Una dictadura sangrienta responsable de la muerte del presidente Salvador Allende y tantos otros luchadores que formaban lo mejor de la juventud y la clase obrera chilenas, que buscaban lo mismo que quienes llevaron a Hugo Chávez al poder y salieron tantas veces a la calle y a las urnas a defenderlo. Una dictadura que llegó al poder siguiendo un esquema de desestabilización, sabotaje económico y represión planificada (Plan Condor) muy parecido a “la Salida” que defiende Leopoldo López y las acciones que practica la “democrática” oposición venezolana. Una dictadura como la que Leopoldo López y sus amigos empezaron a aplicar en los dos días de abril de 2002 en que estuvieron en el poder hasta que las masas venezolanas les echaron a patadas.

En palabras de un catedrático de Derechos Humanos “Felipe González ha perdido el norte y mide los derechos humanos en términos de mercancía”. No sólo los derechos humanos. Hace ya mucho tiempo que toda la acción política de Felipe González es una mercancía. Lleva ya muchos años vendiéndose al mejor postor, a quien ponga el mayor cheque encima de la mesa. Pero la vida enseña, y este hombre patético que se codea con la ultraderecha más rancia no tiene ya ninguna autoridad entre los socialistas honestos y la izquierda que lucha, por mucho que la dirección del PSOE siga empeñada en respaldar a la burguesía en su ofensiva contra Venezuela. Cuando sus diputados y concejales votan a favor de las resoluciones presentadas por la derecha, y sus dirigentes rivalizan con los del PP en hostilidad hacia la revolución bolivariana, no luchan por la libertad y la democracia, sino por los intereses de la oligarquía y sus amos imperialistas.

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