Se la han vuelto a colar. En el caso de los titiriteros, la derecha le ha vuelto a colar al ayuntamiento de Carmena la mano dentro de la marioneta, han manejado la alcaldía a su antojo y le han hecho a la alcaldesa darse a sí misma una buena somanta de cachiporrazos, en esta nueva función de títeres de la política madrileña.

Por supuesto que el guiñol indignó a algunos padres por su contenido políticamente incorrecto no apto para un público infantil, pero es falso que la obra enaltezca el terrorismo de ninguna manera. La polémica pancarta, “Gora Alka-ETA”, inexistente banda mezcla de Al Qaeda y ETA, aparece en la obra porque el personaje del policía del argumento la coloca para incriminar a un títere activista. La detención de los dos titiriteros demuestra que tienen razón en su denuncia. Si denuncias la criminalización de la protesta, acabas criminalizado.

Lo espeluznante es que lo que la detención se produce por la misma manipulación de pruebas que la obra pone de manifiesto. La jauría mediática contra el gobierno de la ciudad de Madrid ha hecho circular y ha magnificado la falsedad de que los titiriteros defienden el terrorismo, la oposición ha apuntalado la mentira y el gobierno, a través de la fiscalía, ha ido tras los autores como si se tratara de un comando y ha creado un caso de terrorismo desproporcionado, gracias a la acción del juez Ismael Moreno, ala dura de la derecha de la Audiencia Nacional, policía durante el franquismo, que ha dictado una injustificable prisión incondicional para los dos detenidos.

Los grandes estafadores, de los Pujol a Rato, Bárcenas o Blesa, libres para huir o destruir pruebas, mientras encierran sin fianza a dos marionetistas. Este país es un guiñol esperpéntico en el que quienes mueven los hilos, manejan en beneficio propio a las instituciones y a la opinión pública como si fueran títeres. Ya tienen lo que querían. Ahora Madrid es ETA. Podemos es ETA. Manuela Carmena es ETA. La alcaldía cometió, sin duda, el grave error de programar como espectáculo infantil o para todos lo públicos una obra que no lo era. Es un error serio que ya se ha saldado con la destitución de los dos programadores responsables.

Pero más garrafal es la reacción de la alcaldía con los únicos que no tienen culpa de nada: los titiriteros. Primero, la empresa de gestión municipal de cultura, Madrid Destino, les pone una denuncia al poco de producirse los hechos. Debería haberse autoinculpado al menos como responsable de programarlos, aunque no hay ningún delito en ello. Después su presidenta y concejala de cultura, Celia Meyer, pide retirar la demanda porque afirma que sólo la puso para esclarecer lo sucedido. No hacía falta porque para eso ya está la fiscalía.

La puso para curarse en salud, me temo. La cura hubiera sido admitir el fallo de programación, asumir sus responsabilidades políticas, si creen que las hay, y a partir de ahí, hacer una defensa encendida de la libertad de expresión y la liberación de los titiriteros, como han hecho varios concejales de Ahora Madrid, Ada Colau, Pablo Iglesias, Alberto Garzón y personalidades del mundo de la cultura.

El problema es que el ayuntamiento de Carmena parece una marioneta movida por la mano de la oposición y la derecha mediática. Son ellos los que le mueven los hilos. A cada nueva polémica, desde Zapata a los titiriteros, la alcaldesa no reacciona defendiendo las libertades sino asumiendo como propia una tesis torticera y malintencionada en su contra. La derecha que perdió las elecciones gobierna en diferido. Es un Tamayazo desde fuera.

Seamos claros, aquí los niños no son el asunto, tampoco las víctimas de ETA, sino su utilización interesada para hacer daño a una alcaldía que ha caído en la trampa. La prueba de que no hay delito ninguno y de que es una burda manipulación es que la obra se representó en Granada, gobernada por un alcalde del PP, sin que ocurriera nada. Aquí el único delito es tener encarcelados a dos inocentes y someterlas al linchamiento público por intereses políticos.

Dispárense entre ustedes, si quieren, pero no disparen al titiritero.

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