En 1976 el régimen agonizaba cercado por las huelgas que se sucedían en todo el Estado, y particularmente en los centros urbanos donde se concentraba la industria. La burguesía tenía muy poca confianza en sí misma, y más al ver los acontecimientos revolucionarios que se desarrollaron en Portugal con la Revolución de los Claveles. Su prioridad en aquellos momentos era poner a buen recaudo los beneficios amasados de la explotación de la clase obrera durante la dictadura y tratar de salvar al capitalismo por todos los medios.
La descomposición del franquismo se desarrolló en paralelo a la crisis económica y el ascenso de la lucha de clases. Los datos son elocuentes. La evasión de capitales era tremenda (tan sólo entre enero y mayo de 1976 salieron del país 60.000 millones de pesetas) y la inflación llegó al 20% (el pan subió cerca de un 40% en el primer trimestre del año); el desempleo, que afectaba apenas a 300.000 parados en 1973, superaba en 1976 el millón de personas. El proceso de toma de conciencia de los trabajadores, su creciente fortaleza y su oposición abierta a la dictadura franquista se reflejaba en el ascenso de la lucha huelguística: en 1970-72 se registraron 846.000 jornadas perdidas en huelgas, en 1973-75 un millón y medio y en 1976 esta cifra se disparó hasta más de doce millones. La clase trabajadora respondió a los ataques de la burguesía y un régimen agonizante con una lucha heroica. Pero el régimen, que se sentía arrinconado y herido de muerte, sólo podía morir matando.

Plataforma unitaria

En Vitoria, desde el mes de enero de 1976, cerca de treinta empresas se habían ido declarando en huelga coordinando sus acciones, eligiendo democráticamente en asamblea a sus propios representantes, planteando plataformas reivindicativas unitarias y cuestionando así la falta de libertades. Un documento de UGT de Álava, que en aquellos momentos defendía las posiciones del marxismo revolucionario, señala las reivindicaciones unitarias de los trabajadores:
“1.- Un aumento salarial igual para todos. Este punto era importante. La diferencia entre la subida en tanto por ciento y la subida igual para todos, que en un primer momento puede parecer nimia, entra dentro de la política de la empresa de dividir a los propios trabajadores. El tanto por ciento supone que quienes tienen un sueldo menor tienen un aumento más pequeño que aquellos que ganan más. Aumenta así la diferencia entre los trabajadores. La respuesta se dio antes de iniciarse la lucha: ‘la vida sube igual para todos’. ‘Si todos luchamos igual todos nos debemos de beneficiar lo mismo’.
“2.- 100% del jornal real en caso de enfermedad o accidente.
“3.- Jubilación a los 60 años con el jornal real.
“4.- Reducción de la jornada laboral.
“Los puntos previos a la negociación de estas reivindicaciones se irían concretando a lo largo de la lucha:
“· Ninguna empresa negocia si hay un solo detenido en Vitoria.
“· Ninguna empresa entra a trabajar si hay un solo despedido en Vitoria.
“· No se negocia si no es con los representantes elegidos en asamblea y directamente con la patronal.
“Es muy importante resaltar cómo los obreros tomamos conciencia, primero de nuestros problemas en la fábrica y después, a través de las asambleas conjuntas, comprendiendo que la lucha es de todos los trabajadores, asumimos consignas que representan un avance cualitativo de la lucha.”*
Este fue un factor determinante: todo se decidía en las asambleas. En un primer momento en las fábricas donde se elegían las Comisiones Representativas que negociaban con la empresa, y posteriormente coordinándose con las demás empresas movilizadas. Esto fue lo que caracterizó el movimiento de Vitoria: la coordinación de las empresas en lucha que, junto a los jóvenes, las mujeres, los barrios, crearon una estructura de poder obrero que dirigía y organizaba las huelgas, las manifestaciones y acciones, las cajas de resistencia, la asistencia a detenidos, etc.

La masacre

El día 3 de marzo de 1976 toda la clase obrera de Vitoria secundó la huelga general convocada por las Comisiones Representativas de las empresas en lucha. El éxito de la jornada fue abrumador. A las 5 de la tarde en la Iglesia de San Francisco se convocó asamblea general. Una hora antes la iglesia estaba ya repleta, la ciudad absolutamente paralizada y recorrida por barricadas. Desde todos los barrios obreros miles de jóvenes, mujeres y trabajadores abandonan sus casas para acudir a la cita común.
La policía, siguiendo las órdenes de los mandos del Ministerio del Interior, se concentró fuera de la iglesia y planificó la represión. Pronto irrumpieron rompiendo los cristales y disparando al interior botes de humo. La gente se echó al suelo e intentó protegerse. En el exterior la noticia corrió como el fuego: la policía ha cercado la iglesia, ha lanzado botes de humo en su interior y va a asfixiar a miles de obreros. La gente espontáneamente se organizó para liberar a sus compañeros. En el interior, los que ya no pueden más, salen extenuados y medio asfixiados a la calle. La policía ha organizado pasillos para recibir a los trabajadores que intentan salir a porrazos, culatazos y finalmente organizó una masacre disparando indiscriminadamente: cinco trabajadores son muertos por los disparos de las fuerzas policiales y hay más de cien heridos.
Mientras el Gobierno, la patronal, el ejército y la policía se felicitaban por la matanza, la clase trabajadora sacaba lecciones de dichos acontecimientos. Fueron concedidas prácticamente todas las reivindicaciones de los trabajadores y durante aquellos años el movimiento obrero de todo el Estado obtuvo las mayores subidas salariales en cuarenta años.

Aprendamos de la historia de la clase obrera

Hoy los motivos por los que la clase obrera luchó aquel 3 de marzo siguen estando presentes. El paro llega a los seis millones de trabajadores, la pobreza aumenta, los jóvenes están sin trabajo y tienen que emigrar. Por supuesto hemos conquistado el derecho a estar organizados, manifestarnos y expresarnos más libremente, pero incluso estos derechos democráticos están siendo puestos permanentemente en tela de juicio, como demuestra el desarrollo de la represión en las movilizaciones, las huelgas o el gran despliegue policial en cualquier actividad crítica con el gobierno. Como siempre explicamos los marxistas, mientras no derribemos este sistema que nos oprime y nos explota, todo lo que arrancamos a la burguesía lo debemos mantener luchando, si no los capitalistas siempre tratarán de quitárnoslo.
Debemos estudiar las lecciones de una lucha como la de los trabajadores de Vitoria, porque la clase obrera aprende de la experiencia y en estos momentos estamos en una situación en que la burguesía va a por todas.

* Citado en el número 9 de la revista Marxismo Hoy, La Transición, un análisis marxista, de la Fundación Federico Engels). Para un análisis más extenso de las luchas y masacre de Vitoria, se puede consultar 3 de marzo. Una lucha inacabada, Arturo Val del Olmo, FFE, Madrid 2003, libro escrito por el que fuera dirigente de UGT de Álava y miembro de las Comisiones Representativas en 1976.

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