Resultado histórico de los partidos a la izquierda del PS

Las elecciones del 4 de octubre reflejan el ambiente de oposición a la política de recortes, privatizaciones y empobrecimiento de la mayoría, por parte del gobierno de derechas. La izquierda en su conjunto llega al 55%, frente al 39% de la derecha, que pierde la mayoría absoluta, y los partidos a la izquierda del Partido Socialista obtienen el 23% (un resultado histórico), y esto con una abstención récord del 43%. Que PSD y CDS (los partidos de derechas) continúen en el gobierno depende de la actitud de la bancada del PS.

El Partido Social Demócrata (PSD) y el Centro Democrático Social (CDS), a diferencia de 2011, se han presentado unidos, y pese a ello han bajado del 50 al 38%, perdiendo más de 750.000 votos, casi el 27% de su apoyo electoral. En los grandes centros urbanos como Oporto, Lisboa o Setúbal baja entre un 10 y un 15%. El PS gana 174.000, y 4 puntos porcentuales (del 28 al 32,38%). Es a su izquierda donde vemos un avance significativo: aunque la Coligação Democrática Unitária (CDU), que básicamente es el Partido Comunista Portugués, se mantiene en el 8,27%, los votos al Bloco de Esquerdas casi se doblan, colocándose como tercera fuerza: de 289.000 votos a 549.000 (del 5,17 al 10,22%), rozando su récord. En los cinturones industriales de ciudades como Lisboa obtiene el 11%, y en Oporto y Setúbal el 13%. La Asamblea de la República queda de esta forma: PSD y CDS 104 diputados; PS 85; Bloco 19; CDU 17; PAN (animalistas) 1.

La población portuguesa ha votado contra la salvaje política de recortes, precariedad y hambre del gobierno PSD-CDS. De 2011 a la actualidad el PIB ha caído un 5%, y las condiciones sociales se han deteriorado hasta niveles insoportables. 600.000 empleos han sido destruidos, siendo reemplazados (sólo de forma muy parcial) con empleos precarios. Un millón de portugueses trabajan diez o menos horas a la semana. Entre parados y subempleados se llega a un tercio de la población activa.

La pesadilla de la derecha y la contestación en la calle

La pesadilla de la derecha en el gobierno se ha concretado en: más facilidades para el despido (un trabajador puede ser despedido por “inadaptación” o por no llegar a los objetivos programados, siendo la evaluación de estos totalmente subjetiva por parte de la empresa), así como para sustituir mano de obra veterana por joven (antes prohibido); reducción de la indemnización por despido (de 30 a 20 días por año trabajado, con un tope de 12 meses); aumento del horario laboral; facilidades para la movilidad geográfica; trabas a la extensión de los convenios colectivos; congelación del salario mínimo; aumento de los impuestos que afectan fundamentalmente a la clase obrera.

Uno de los últimos graves ataques de la derecha es la privatización, en junio, de Transportes Aéreos Portugueses (TAP), la aerolínea de bandera, y la última que quedaba pública en la Unión Europea. Pese a una sentencia judicial en contra (el gobierno tuvo que declarar la venta “de interés público” para sortearla), y a un movimiento masivo de oposición (amenazas de huelgas de los trabajadores, movilización de colectivos antiprivatización como Não TAP os Olhos…), el primer ministro Pedro Passos-Coelho se empeñó en esta venta criminal, apurando el tiempo antes de su derrota electoral.

El resultado de esta política, coherente con los intereses del gran capital, es un empobrecimiento rápido y masivo. Entre el 25 y el 33% de los niños y de los mayores sufren pobreza y desnutrición. No es de extrañar que en los últimos cuatro años hayan salido más de 500.000 personas, en su mayoría jóvenes, buscando un futuro mejor en la emigración.

A lo largo de esta pasada legislatura la contestación de la juventud y los trabajadores portugueses ha sido ejemplar. Cuatro huelgas generales, movilizaciones masivas, manifestaciones históricas en conmemoración del 25 de Abril (alternativas a los fastos oficiales), y un ambiente general de oposición a la troika y a su gobierno. De hecho, la derrota de PSD y CDS hubiera sido mayor, si su política no se hubiera apoyado una y otra vez en el “sentido de la responsabilidad” de António Costa, secretario general del PS, y del resto de su dirección, que han apoyado al gobierno en las cuestiones y los momentos fundamentales. Su fusión ha sido tal que Costa reconoció una sintonía política máxima con Manuela Ferreira Leite, expresidenta del PSD. De hecho, fue el anterior gobierno del PS el que abrió el camino de los recortes. Muy significativamente, el que encabezó ese Gobierno, José Sócrates, se encuentra en arresto domiciliario, acusado de corrupción…

Una oportunidad para el Bloco de Esquerdas

El voto de los sectores más movilizados se ha expresado en el PCP (que mantiene una firme base de apoyo) y, sobre todo, en el Bloco. Este partido ha hecho bandera de la lucha contra los recortes, llamando a “desobedecer la austeridad”; su programa incluye la reversión de todos los recortes, insistiendo especialmente en el aumento del salario mínimo y de los salarios en general y la oposición al tajo a las pensiones; y llama a la “movilización popular que conduzca a la desobediencia de uno o varios países (Grecia, Portugal, España, Irlanda…)”. Para obtener los recursos necesarios, el Bloco propone aumentar el gravamen a los ricos, renegociar la deuda, y la nacionalización de la banca, si bien ésta se plantea de forma ambigua. En todo caso, cualquier programa que se plantee revertir las medidas antisociales impuestas en los últimos años chocará frontalmente con los intereses de los grandes capitalistas, y para ese enfrentamiento es fundamental la defensa de un programa socialista consecuente. De hecho, las condiciones políticas son inmejorables para la crítica del capitalismo.

La unión de Bloco y PCP, tendría un efecto multiplicador. La formación de un frente de izquierdas que combinara la denuncia y la divulgación de una alternativa desde el parlamento con el impulso a la movilización más amplia contra los recortes; así como la asunción de un programa socialista, sería un enorme avance, no sólo para Portugal. De esta forma se podría luchar por atraer a una gran parte de la población que, descreída del parlamentarismo burgués, vota con su silencio: el 43% de la población se ha abstenido, un punto más que en 2011. Parte de esta abstención se debe a la importante porción de la población que vive en la emigración, y a la que oficialmente no se le dan muchas facilidades para que vote, por motivos obvios.

El PS no se compromete a echar a la derecha

Si los partidos votados por los que no quieren a la derecha en el poder lo impiden, Passos-Coelho tendrá que largarse a casa. La coordinadora del Bloco, Catarina Martins, dejó claro en la noche electoral que, si es por ellos, PSD y CDS no gobernarán más. Jerónimo de Sousa, secretario general del PCP, dijo hacer todo lo posible porque la derecha no continúe. Pero António Costa, declaró que “no hay una mayoría alternativa al actual gobierno” y que “seremos responsables”, abriendo la puerta a alguna componenda…

Es probable que finalmente el PS llegue a algún acuerdo con PSD y CDS, bien haciendo una coalición de gobierno, bien (más probable) absteniéndose en la votación de investidura de Passos-Coelho (lo que le renovaría en el cargo). En este caso, la dirección del PS traicionaría de forma evidente los deseos de sus votantes y llevaría al partido a una de sus crisis más profundas.

Bloco y PCP tienen la responsabilidad de coordinarse, de demostrar que no son sectarios hacia la base del PS, a la vez que mostrarse firmes en los puntos fundamentales de su programa. La convocatoria de movilizaciones para exigir a Passos-Coelho que se vaya, que se reviertan los ataques, y un gobierno de izquierdas para llevar a cabo un proceso de transformación social (que ha de incluir la nacionalización de la banca y grandes empresas bajo control obrero), es el paso que la clase obrera portuguesa y europea necesita.

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