25 personas acudieron al debate, que abrió Ulises reivindicando la figura y las ideas del sindicalista, teórico, luchador y mártir irlandés, fusilado por el imperialismo británico (como explicó después Gonçal, de forma muy consciente por parte de éste, ya que los planteamientos que defendía Connolly suponían el mayor peligro para la dominación de la isla). El representante de la FFE se centró en tres ideas que se extraen de los artículos del irlandés, y también de la experiencia de éste y de la del movimiento republicano.

  1. El papel históricamente reaccionario de la burguesía irlandesa. Una clase social aupada a lomos de la ocupación británica, y temerosa del proletariado y aun del campesinado, vinculada como estaba a la propiedad de la tierra. Como en tantas otras ocasiones, la cuestión nacional implicaba ideas distintas, mejor dicho opuestas, para la clase dominante y los oprimidos de Irlanda; para éstos (o al menos para la mayoría campesina), de forma muy especial, la lucha por el retorno a la propiedad comunal de la tierra (finiquitada por el imperialismo británico en el XVII); para los terratenientes, burgueses y señores de la Iglesia, la demagogia nacional con el objetivo de evitar, precisamente, ese retorno, y cobrar a los imperialistas los buenos servicios prestados. También los capitalistas veían un peligro en el incipiente proletariado, que demostró su músculo en la oleada huelguística de 1913. No por casualidad tanto la jerarquía católica como el Irish Independent (periódico emblemático de la burguesía irlandesa) exigieron la ejecución de Connolly y el resto de dirigentes del Alzamiento de Pascua, en 1916… De todo esto se deduce la vinculación total entre la liberación nacional y la social, entre las reivindicaciones democrático-nacionales y la necesidad del socialismo, es decir, de socializar los medios de producción (la tierra y la industria) bajo control de los trabajadores de la ciudad y el campo. En la historia hay numerosos ejemplos de países que se han independizado formalmente, pero que carecen de independencia real al no romper con el capitalismo y su forma de dominación imperialista. En sentido contrario, la liberación nacional de decenas de pueblos sometidos por la Rusia zarista sólo fue posible con la Revolución de Octubre; la existencia de la URSS garantizó plenos derechos nacionales, empezando por el de autodeterminación, a numerosas nacionalidades.
  1. La aliada natural de las masas en lucha por su liberación nacional es la clase obrera en general, por encima de fronteras y divisiones La experiencia de las huelgas de 1913 muestra la posibilidad y necesidad de la unión de todos los trabajadores irlandeses, independientemente de su religión. A pesar del intento de los burgueses por enfrentarles en líneas sectarias, los huelguistas, católicos y protestantes, se mantuvieron unidos, organizando el Ejército Ciudadano Irlandés para defenderse de ataques sectarios.  También es significativa una lección de la Revolución Rusa; la máxima defensa de los derechos nacionales, por parte de los bolcheviques, fue compatible con la máxima unidad, en la lucha y a nivel organizativo, de la clase obrera de las diferentes nacionalidades. Sin una y otra la revolución hubiera fracasado. El partido bolchevique no podía ser un fiel reflejo del futuro Estado obrero, sino que debía ser un eficaz instrumento para ese fin, y por tanto, debía estar firmemente unido, bien engrasado, y fuertemente centralizado (con los métodos del centralismo democrático). Y, sobre todo, debía unir en sus filas a los mejores elementos de la clase obrera, de todas las nacionalidades. Lenin también explicaba que la principal labor de los revolucionarios de un país oprimido es (tal y como hizo Connolly) combatir las ilusiones en la burguesía nacionalista, mientras que la de los de un país opresor es combatir los prejuicios chovinistas entre la clase obrera.
  1. Los métodos de lucha del movimiento obrero irlandés de hace cien años, los métodos de Connolly –habituados a él desde su época de sindicalista en Escocia y Estados Unidos- y del sindicalista marxista irlandés James Larkin, son los de la lucha de masas, basada en la conciencia colectiva y en la organización independiente de nuestra clase. Esta lucha de masas puede adquirir la forma de huelgas, manifestaciones, autodefensa, e incluso insurrección. El Ejército Ciudadano, formado por trabajadores de diferentes sectores, católicos y protestantes, surgió tras el asesinato policial de dos sindicalistas en agosto de 1913. Vinculado fuertemente a las empresas de donde procedía, luchaba conscientemente contra cualquier elemento sectario que intentara dividir a los obreros. ¡Qué diferencia de estos métodos con los de tantas bandas armadas (como el IRA Provisional), que en nombre de la liberación nacional han cometido todo tipo de ataques sectarios, echando al proletariado protestante norirlandés en los brazos de la burguesía unionista! La consideración de la población protestante (y de la población inglesa) como un todo compacto, ha tenido un dramático efecto. Pese al conflicto de clases entre los obreros y los burgueses británicos (y norirlandeses), los métodos de terrorismo individual del IRA Provisional, y su programa exclusivamente nacionalista, han sido, no sólo incapaces para ganar a esos obreros, sino contraproducentes: han permitido al imperialismo británico fomentar los prejuicios anti-republicanos y mantener una base social entre ellos, especialmente en el Ulster.

Gonçal Bravo recorrió brevemente la historia de la lucha de Irlanda, desde el fracaso del Alzamiento de Pascua. Insistió en que el crimen de la división de la isla, en 1922, fue el resultado de la dirección burguesa y pequeñoburguesa del movimiento, que arrinconó cualquier pretensión revolucionaria de la lucha y que, en un inevitable proceso de degeneración, aceptó un compromiso con el imperialismo. El abandono del objetivo de la liberación social inevitablemente lleva al paulatino abandono de los objetivos democrático-nacionales. Insistió también Gonçal en que la división, la cizaña para enfrentar a diferentes pueblos, siempre es una táctica del imperialismo, profusamente utilizado, y la forma de combatirlo es la máxima unidad de acción de los trabajadores de diferente origen nacional. Destacó el ejemplo de Connolly, uniendo a obreros protestantes y católicos. Para esa unidad es imprescindible que las reivindicaciones nacionales se combinen con el resto de reivindicaciones de clase; puso el símil de un taburete de tres patas, en el que las reivindicaciones contra la opresión de clase, nacional y de género permiten conjuntamente que la lucha por la revolución no cojee o se desplome.

Del debate destacamos la aportación de Carlos Naranjo, coordinador del Sindicat d’Estudiantes, que explicó la vinculación de la lucha de Irlanda con el anhelo de tierras de los campesinos gaélicos.

Al final del acto surgió un cierto debate sobre la cuestión nacional en los Països Catalans. Debate que será interesante realizar, con suficiente tiempo, en otra ocasión.

Queremos destacar la cordialidad de los compañeros de la COS y del Casal, así como el deseo expresado por todos de seguir realizando actos conjuntos.

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