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Tenemos claro que el régimen del 78, la monarquía corrupta, y todo ese entramado político al servicio del IBEX 35 nos han declarado la guerra. Y lo creemos así porque los hechos lo han demostrado. La experiencia también ha señalado a esa izquierda del sistema que cuando alcanza posiciones gubernamentales tarda muy poco en someterse a los grandes monopolios y la banca, y a un aparato del estado colmado de jueces y policías fascistas que reprimen a saco los derechos democráticos. Para ellos y ellas, que tan a gusto posan en los consejos de ministros, el capitalismo no es ningún problema, al contrario, es la fuente de sus privilegios,
¿Un sistema reformable?
La idea que nos venden de un capitalismo de rostro humano es una falacia. El capitalismo no es reformable, es un sistema completamente reaccionario que se ha sobrevivido llevando a la humanidad a una catástrofe climática, a una opresión de la mujer trabajadora regada con la sangre de cientos de miles de asesinadas, a guerras imperialistas, militarismo y genocidios atroces como el que sufre el pueblo palestino en Gaza.
Los intentos de crear un llamado “escudo social” para blanquear la aplicación de la agenda capitalista, han fracasado y fracasarán. Según cifras oficiales de 2023, un total de 13,1 millones de personas, es decir, el 27,8 % de la población española, está en riesgo de exclusión social y somos el país con más pobreza infantil de toda Europa. La figura del trabajador y la trabajadora pobre, que a pesar de estar en activo no puede hacer frente al coste de la vida, de la vivienda, de la luz… ha llegado para no marcharse.
La desigualdad es obscena. Si la clase trabajadora y la juventud se empobrecen a marchas forzadas, el 10% de los multimillonarios españoles acapara el 53,8% de la riqueza total. Son esos burgueses explotadores, como Amancio Ortega, con un patrimonio de 81.800 millones de euros, o el presidente de Mercadona, Juan Roig, cuya empresa ha obtenido unos beneficios de 1.000 millones en 2023 subiendo los precios de los alimentos y productos básicos que consumimos, los que dictan las normas y deciden las políticas que nos afectan.
¿Por qué esta insistencia entonces en un discurso que nos habla de ser felices y cuidarnos, que sonríe a los poderosos, y que lleva por bandera la claudicación? No tiene ningún sentido tragarnos la papilla que nos ofrece una izquierda que ha renegado de la lucha de clases, que se ha convertido en una pieza necesaria del orden establecido y cuya función es garantizar la paz social.
Ser comunista hoy
Este año se celebra el centenario de la muerte de Lenin. Nosotros no consideramos a Lenin como el padre canonizado de ninguna Iglesia, y rechazamos toda esa parafernalia estalinista, en algunos casos bufonesca, que se organiza en torno a su figura.
Para nosotros y nosotras Lenin era un comunista revolucionario insobornable, internacionalista y un gran teórico marxista. En uno de sus grandes libros, El estado y la revolución, escribió estas palabras:
“Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales, sino en las repúblicas más democráticas.”
Estas ideas siguen siendo hoy una gran verdad. Pero hay más.
La descomposición del capitalismo está provocando fenómenos que se vivieron en la década de los años treinta del siglo pasado. El avance de la extrema derecha, racista, machista, sionista y chovinista, la que representan Trump, Bolsonaro, Netanyahu, Milei, Ayuso o Abascal, no es para tomarlo a la ligera. Es una amenaza muy real hacia los derechos democráticos y los oprimidos.
Pero no se puede combatir a la reacción defendiendo las políticas capitalistas que son las que nos han llevado a esta situación, o apelando a cordones sanitarios parlamentarios que no funcionan en ningún país. La demagogia ultraderechista de todas estas formaciones, solo se puede enfrentar con la movilización más contundente y masiva de los trabajadores y la construcción de una organización revolucionaria consecuente.
Los comunistas no existimos para formar parte de gobiernos que gestionan el capitalismo, como algunos intentan justificar de forma grotesca. Existimos para organizar las fuerzas de la clase obrera y de los oprimidos. Ser comunista, ser marxista, ser leninista, ser un revolucionario, no es un rotulo que te pones, no es una estética, es tener conciencia de que estamos asistiendo a una barbarie que crecerá aún más, mientras el poder esté concentrado en manos de una oligarquía financiera que nadie ha elegido pero que decide sobre nuestras vidas.
Ser comunista, como hacemos desde Izquierda Revolucionaria junto a los y las jóvenes del Sindicato de Estudiantes y Libres y Combativas, es intervenir enérgicamente en cada lucha de nuestra clase, en cada huelga obrera, en cada desahucio que se para, en el movimiento masivo de la mujer trabajadora defendiendo el feminismo revolucionario y anticapitalista, contra la violencia fascista y las agresiones LGTBIfbicas, contra la represión policial y judicial a la juventud, en cada movilización a favor de nuestras hermanas y hermanas inmigrantes, y en las del pueblo de Catalunya, de Euskal Herria y de Galiza por el derecho a decidir democráticamente su futuro…
Dar el paso hacia la organización, defender el socialismo
Somos fuertes. La clase obrera es más fuerte que en ningún otro momento de la historia. Y lo ha demostrado sobradamente en los últimos años: en cada levantamiento revolucionario de América Latina, en las grandes movilizaciones obreras contra Macrón y las que sacudieron Gran Bretaña, en la huelga general contra el fascista de Milei, en los 8 de marzo que inundan las calles, en la enorme solidaridad internacionalista con el pueblo palestino y contra el genocidio sionista...
Pero esa fuerza inmensa hay que organizarla, hay que hacerla consciente, hay que dotarla de un programa comunista.
Aquellos y aquellas que pensaron que el cielo se podría tomar por asalto desde el Boletín Oficial del Estado, que por entrar en un Gobierno junto a la socialdemocracia, y gestionar migajas, iban a cambiar la vida de la gente, han cosechado un resultado lamentable. No. Lo que puede cambiar las cosas y modificar la correlación de fuerzas no son los discursos de sus señorías, sino la lucha de clases, las movilizaciones, las huelgas generales, las ocupaciones de fábricas, las insurrecciones.
Los comunistas revolucionarios defendemos el socialismo. ¿Y qué significa eso? Poner la inmensa riqueza que ya existe en la sociedad a disposición de la mayoría de la población trabajadora de la única manera posible: mediante la expropiación de los grandes empresarios, banqueros y terratenientes que no representan ni el 0,10% de la población. Solo así contaremos con una economía socialista gestionada de manera democrática, y enfrentaremos positivamente los acuciantes problemas que soportamos sin el parasitismo de los multimillonarios.
Sabemos muy bien que para la clase trabajadora la libertad con mayúsculas no es otra cosa que la usencia de necesidad.
En una sociedad sin necesidades, sin explotación, sin represión, será posible establecer otro tipo de relaciones humanas en las que toda persona, sin importar su raza, nacionalidad, o condición sexual disfrute de una vida plena, en la que florezca el talento y la libre expresión de todas y cada una de nosotras y nosotros.
Ahora es el momento. Únete a una organización revolucionaria digna de tal nombre para desafiar y vencer a los que nos quieren aplastados y sin voz.
Organízate en Izquierda Revolucionaria, construye las fuerzas del comunismo revolucionario
Nuestro programa
• ¡Abajo con los recortes sociales! En defensa de la sanidad pública, contratación inmediata de miles de trabajadores sanitarios, y nacionalización de la sanidad privada y de los monopolios farmacéuticos.
• Plan de choque para rescatar la enseñanza pública. Gratuidad total de la educación desde infantil hasta universidad y FP. Fuera la religión de los centros de enseñanza. Ni un euro del presupuesto público para la privada y concertada.
• Expropiación forzosa de las viviendas vacías en manos de los grandes tenedores, bancos y fondos buitres, y creación de un parque de vivienda pública con alquileres sociales no superiores al 20% del SMI. Anulación por ley de todos los desahucios.
• Elevación del SMI a 2.000 euros al mes. ¡Basta ya de beneficios récords del Ibex a costa de robarnos y explotarnos! Reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales.
• Por un seguro de desempleo de 2.000 euros al mes financiado con impuestos a las grandes fortunas y la banca.
• Por la derogación integra de las contrarreformas laborales y de las pensiones.
• Contra la extrema derecha, el fascismo y el racismo, movilización y organización.
• ¡Fuera la Ley Mordaza y los montajes policiales! ¡Libertad para los presos políticos!
• Contra la violencia machista, la justicia patriarcal y la discriminación LGTBI. A igual trabajo, igual salario. Derecho al aborto libre, gratuito y en la sanidad pública. Necesitamos educación sexual en las aulas ya. Plenos derechos para la comunidad trans.
• Derogación de la Ley de Extranjería y de los CIEs. Combatir el racismo otorgando todos los derechos a los inmigrantes y sus familias.
• Frenar la catástrofe medioambiental: por una planificación socialista, ecológica y sostenible de la economía.
• Para garantizar una vida digna y el pleno empleo, nacionalización de la banca y los grandes monopolios bajo control de los trabajadores.
• ¡Abajo la monarquía franquista! Por el derecho de autodeterminación para Catalunya, Euskal Herria y Galiza. Por la república socialista.
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