El pasado 17 de febrero tuvo lugar el juicio contencioso por la multa que teníamos pendiente en Salamanca, impuesta por el subdelegado del Gobierno, como complemento a una carga policial que padecimos en la manifestación contra la guerra del 26 de maEl pasado 17 de febrero tuvo lugar el juicio contencioso por la multa que teníamos pendiente en Salamanca, impuesta por el subdelegado del Gobierno, como complemento a una carga policial que padecimos en la manifestación contra la guerra del 26 de marzo del año pasado. En el juicio, además de un grupo de afiliados del SE, estuvieron con nosotros representantes de varias organizaciones, principalmente de UGT, CGT y STEs. También hubo un gran despliegue mediático, ya que dos de los testigos que declaraban por nuestra parte eran periodistas de la Cadena Ser y del periódico El Adelanto. Entre todos, un grupo de más de 20 personas abarrotaban el Juzgado. Pero sólo 3 compañeros pudieron asistir al juicio como público, bajo la excusa de que “no había sitio para más”. El resto esperó a las puertas.

Además de la testificación de los periodistas, que invalidaron punto por punto las calumnias, mentiras y falsedades que vertió el abogado del Estado, declaró Patricia, una estudiante de 19 años. El juez le dio un peculiar recibimiento atiborrándola a preguntas intimidatorias: “Dice usted que es estudiante, ¿y qué estudia?”, “¿Sabe usted a lo que viene aquí o viene a libre albedrío, a ver qué pasa?”, “¿Sabe usted que está bajo juramento?”, “¿Sabe lo que eso significa?”, “Respóndame alto y claro, no me haga sonidos guturales”... En fin, ya se sabe, por aquello de ser mujer… y encima joven.

Con este retorcido elemento como árbitro, que pocas semanas antes ya nos había condenado a pagarle 120 euros al Ayuntamiento de Salamanca por “dañar” el medio ambiente pegando dos carteles, era de esperar quien iba a perder. La sentencia llegó el pasado 3 de marzo, un día antes de que cientos de miles de jóvenes saliésemos a la calle en todo el estado contra el PP. Casualidades de la vida.

De momento este juez, agente de la represión, de la burguesía y de la derecha, ha tenido que tragarse las más de 50 resoluciones que desde todo el Estado se le han enviado como medida de presión y que al parecer no le han sentado muy bien: “a mi no me amenaza nadie” ha dicho. Está claro que en los despachos y las moquetas de la justicia burguesa tenemos las de perder. Pero nuestra lucha no está ahí, nuestra lucha está en la calle. Y ahí ellos siempre pierden. Algún día tendrán que dejar de jugar en casa.

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