El sector oficialista, con Fidalgo a la cabeza, han sufrido un duro varapalo al no conseguir ni siquiera el modesto 60% que daban por seguro. Se quedaron en el 58% para la Ejecutiva y el 59% para Fidalgo como candidato a la secretaría generalAndrés de las Heras y José Mª Gil

Delegados al Congreso

El sector oficialista, con Fidalgo a la cabeza, han sufrido un duro varapalo al no conseguir ni siquiera el modesto 60% que daban por seguro. Se quedaron en el 58% para la Ejecutiva y el 59% para Fidalgo como candidato a la secretaría general. En otras palabras: numéricamente los oficialistas ganaron el congreso, pero políticamente sufrieron una derrota, como reflejaban sus caras tras conocerse los resultados de la votación. Además, el proceso congresual demostró que Fidalgo no tiene la mayoría en 13 de las 30 organizaciones de la Confederación.

El desgajamiento, hace dos años, del grupo de Rodolfo Benito hacía que este congreso estuviese muy abierto. De hecho, el aparato se empleó a fondo para garantizarse la victoria a cualquier precio. Tanto, que hasta el propio presidente de la Comisión de Garantías Confederal (puesto por Fidalgo) se sintió en la obligación de denunciar las anomalías que se estaban produciendo (ver El Mundo, 30/3/04). En otras palabras, si los oficialistas hubiesen jugado limpio, con toda seguridad no habrían alcanzado el 50%. Estos resultados les abrirán contradicciones internas, puesto que una parte no podrá dejar de admitir que han retrocedido cerca de 15 puntos desde el congreso anterior y que su victoria ha sido precaria.

Pero lo fundamental va a ser que continuará agudizándose la contradicción entre el sindicalismo oficialista de pactos y consensos y la necesidad objetiva que tienen los trabajadores de otro modelo sindical para defender sus intereses. Esta contradicción, que en última instancia fue la razón de la ruptura entre Fidalgo y Benito, podría acabar llevando a una reproducción de las tensiones habidas en el proceso congresual de hace cuatro años entre Fidalgo y Toxo, que entra en la nueva ejecutiva confederal como responsable de una secretaría importantísima: Acción Sindical y Política Industrial.

Pero las contradicciones también se viven en los otros dos sectores. Por un lado, el sector de Benito (18% de apoyo) aguantó el tirón en aquellas organizaciones confederales donde son mayoría y controlan ellos el aparato, como Madrid. Pero en muchos sitios donde están en minoría se “rajaron” y fueron incapaces de dar una batalla seria contra los oficialistas. Si Fidalgo tuviese algún gesto hacia ellos, con toda seguridad le resultaría fácil que una parte retornase a la comodidad de estar con la mayoría.

Y respecto al sector crítico (23% de los votos a la Ejecutiva y 30% para Agustín Moreno), Fidalgo montó toda una operación para romperlo en el marco del congreso. Su propuesta era integrar a críticos en la dirección a cambio de excluir a los rodolfistas. La posición aplastantemente mayoritaria en una asamblea que celebramos todos los delegados críticos fue que no se podía aceptar ningún acuerdo que implicase exclusiones de nadie. La jugada le salió mal a Fidalgo, pero puso en evidencia la debilidad política de algunos de los presentes, vinculados estrechamente a Llamazares y dispuestos a venderse por un plato de lentejas (hasta el punto de que no sería nada extraño que acaben por hacerlo). Son los mismos que ya en el VII Congreso auspiciaron la mal llamada “normalización”, es decir, que el Sector Crítico disminuyese su nivel de crítica a la dirección.

Su disposición a claudicar ante Fidalgo la intentan justificar argumentando que sólo desde el gobierno del sindicato se podrá impulsar el giro a la izquierda que CCOO necesita, argumento falaz donde los haya porque ese giro depende de la vuelta a la participación de los trabajadores dentro del sindicato. Mientras esta circunstancia no se produce, la tarea del sector crítico es intervenir en las luchas para llevarle directamente a los trabajadores sus propuestas, para demostrarles que hay otro modelo sindical.

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