De los 343 millones de europeos llamados a votar el pasado 13 de junio sólo un 45,3% lo hizo. Algunos, como el presidente polaco Kwasniewski han sacado una conclusión tajante: “mis compatriotas son unos irresponsables”. Más allá de estas declaracione De los 343 millones de europeos llamados a votar el pasado 13 de junio sólo un 45,3% lo hizo. Algunos, como el presidente polaco Kwasniewski han sacado una conclusión tajante: “mis compatriotas son unos irresponsables”. Más allá de estas declaraciones que revelan su propio fracaso y frustración, estas elecciones sí señalan toda una serie de tendencias que merecen nuestra atención.

La primera cuestión a destacar es la desconfianza, crítica y falta de ilusión hacia el llamado proceso de construcción europea. Esto se ha expresado en la enorme abstención. Tendencia que desde las primeras elecciones europeas no ha dejado de crecer:

Año Participación

1979 63%

1984 61%

1989 58,5%

1994 56,8%

1999 49,4%

Esto tiene una explicación más profunda que el desconocimiento sobre las cuestiones europeas. En realidad la percepción sobre la Unión Europea está marcada por la experiencia de millones de trabajadores. Esta unidad ha sido la cobertura ideológica para un ataque a fondo a los derechos de los trabajadores y al estado del bienestar durante la última década. En nombre de los criterios de Maastrich se reducen pensiones, subsidios de desempleo, se cierran y privatizan empresas, etc. Lo que en un primer momento se podía aceptar en aras de un futuro mejor ahora se ve, por amplias capas de la población, como lo que es: sacrificios para aumentar los beneficios de los capitalistas sin contrapartidas. El mayor logro de la UE en materia económica ha sido el euro. Sin embargo ¿qué ha significado el euro para la mayoría sino aumento de los precios y pérdida de poder adquisitivo?

Además, cualquiera se da cuenta de que el Parlamento Europeo es una cueva de burócratas con altos salarios pero que realmente pinta muy poco. Las decisiones reales las toman los Estados y el Banco Central Europeo. Esta es la democracia de la Europa unida. Puedes votar cada cinco años para elegir europarlamentarios pero las decisiones reales se toman en otra parte.

Europa del Este

El proceso de dar la espalda a estas elecciones ha encontrado su máxima expresión en los países de Europa del Este de nueva incorporación. Los datos han sido aún más bajos: el país en el que menos participación hubo fue Eslovaquia, con el 16,6 % y el único por encima de la media fue Lituania, donde coincidían con las presidenciales, con el 48,2%.

Cabría imaginar que con el discurso de las ayudas europeas, de la incorporación a la modernidad y la democracia..., se podría haber generado una cierta ilusión en una Europa capitalista. Nada más lejos de la realidad. Ya ha transcurrido más de una década desde el derrumbe del estalinismo y las ilusiones en las bondades de la democracia capitalista se han evaporado en buena parte. Incluso en países que en los últimos años han experimentado un importante crecimiento macroeconómico, como Polonia o Hungría, las privatizaciones, el desmantelamiento de las viejas conquistas sociales, la corrupción inherente a este proceso, la ampliación de la distancia entre ricos y pobres ha generado desconfianza hacia el capitalismo. Durante estos más de diez años no ha habido un solo gobierno estable en estos países.

Su integración en Europa les reserva un triste papel: atraer las inversiones extranjeras con bajos salarios y todo tipo de regalías fiscales, mientras que sus ciudadanos siguen siendo miembros de segunda, sin derecho a viajar sin trabas como los occidentales y sin derecho a trabajar en otros países de la UE. Con este tipo de integración no es difícil explicar que estas elecciones no hayan levantado precisamente entusiasmo

Castigo a las políticas antiobreras

A pesar de la inmensa abstención en el propio voto también se expresa un descontento que se reproducirá con una mayor participación.

Salvo España y Grecia donde las elecciones generales se celebraron hace pocos meses, la práctica totalidad de gobiernos ha sufrido un fuerte castigo. Ocurre tanto con los gobiernos conservadores (Portugal, Francia, Italia...) como con los encabezados por fuerzas socialdemócratas (Alemania, Inglaterra...) Este castigo tiene un denominador común: es un castigo a sus políticas derechistas y antiobreras. Así, en Francia, Chirac cosecha un tremendo fracaso en su intento de agrupar a la derecha, lo ficticio de su elección como presidente con el 80% de voto se hace evidente apenas dos años después. Su nuevo partido saca el 16,6 %, 12 puntos menos que el PS. Estos resultados se unen a los de hace pocos meses, en las elecciones regionales, que también supusieron un fuerte castigo a su política y la expresión en el terreno de las urnas de la lucha social. La última movilización es la de los trabajadores del sector eléctrico contra la privatización.

En Portugal el vuelco es tremendo. Si bien es cierto que con una escasa participación, del 38,7 %, la derecha en el gobierno paga la gestión de la recesión económica a través de recortes en todo lo público, y la izquierda obtiene unos resultados arrolladores (PSP 45%, PCP 9% y Bloque de Izquierdas 5%). En Italia, donde coincidían con las municipales y la participación fue del 73% Berlusconi ha perdido 8 puntos, con respecto a las generales de 2001, quedándose en el 21%. A pesar de todo, la subida de la izquierda socialdemócrata del Olivo se quedó en un pobre 31%, reflejando que su postura ultramoderada, sin defender claramente la retirada de las tropas de Iraq, sigue siendo un obstáculo para conectar con las aspiraciones de los trabajadores, que en los últimos años han protagonizado varias huelgas generales. En todo caso, la crisis en el gobierno está servida y el giro electoral a la izquierda también. En la segunda vuelta de las municipales celebradas el 27 de junio la coalición de Berlusconi ganó en 11 provincias frente a 52 del centroizquierda, y en 8 grandes municipios frente a 22 de la izquierda.

El reformismo

de contrarreformas

paga factura

En donde gobierna la socialdemocracia el castigo no ha sido menor. Schröder paga cara su política derechista de recortes sociales agrupados en la llamada Agenda 2010 y lleva al SPD a los peores resultados de su historia, con un 21,5% y, en Gran Bretaña, Tony Blair sufre otro descalabro (22,3%), fruto de su política derechista en el frente interno e imperialista en el exterior.

En general se aprecia que no existe una alternativa de clase capaz de expresar la oposición de los trabajadores. Allí donde gobierna la izquierda el castigo se va a la abstención favoreciendo a la derecha, si bien se aprecian subidas de grupos situados más a la izquierda en Alemania (Verdes y PDS). Donde gobierna la derecha, el voto de castigo vuelve a los partidos tradicionales de la clase obrera, si bien es un voto crítico que dista mucho de suponer un cheque en blanco para los dirigentes socialdemócratas.

Esta inestabilidad con continuos cambios de tendencia en el frente electoral es un reflejo de la situación de crisis y estancamiento del capitalismo europeo. La hora de gobiernos que, aupados en la gestión del boom económico, durasen décadas parece haber pasado.

En algunos casos también hemos asistido al crecimiento electoral de partidos reaccionarios. En Gran Bretaña, el partido de la Independencia de Gran Bretaña obtuvo un 16,8%) y en Europa del Este varios partidos reaccionarios han crecido por su discurso antieuropeísta. Claro que los marxistas estamos contra esta Unión Europea en beneficio del capital, pero la alternativa de un capitalismo nacional promovida por estas fuerzas no es ninguna alternativa y es igual de reaccionaria.

En el Estado español

Las elecciones europeas venían marcadas por el tremendo vuelco electoral del 14-M. El PP las había presentado como una reválida. Según ellos se iba a demostrar que su derrota había sido un accidente. En los medios de la derecha andan circulando todo tipo de rocambolescas teorías conspirativas según las cuales el gobierno se dejó engañar por un núcleo del CESID, afín al PSOE, y por eso echó la culpa a ETA el 11-M.

La estrategia de campaña de Mayor Oreja fue la misma de los últimos años. Propaganda reaccionaria para tratar de agrupar a su base social y evitar una desbandada tras el desastre del 14-M. Además, enfrentamiento frontal con las primeras medidas del PSOE; en Madrid hemos visto a Esperanza Aguirre declarándose insumisa a la paralización de la LOCE. Esta estrategia demuestra su propia debilidad. Radicalizar su discurso hacia la derecha para mantener prietas sus filas lo que hace es ayudar a que los jóvenes y trabajadores saquen conclusiones y también avancen hacia la izquierda. El propio ejemplo de Madrid es significativo. La postura cerril de Aguirre fue contestada en la calle con una tremenda manifestación de 70.000 personas el 1 de junio, forzando a Aguirre a dar marcha atrás.

Si su objetivo era deslegitimar el resultado de marzo, han fracasado. Los resultados hablan por sí solos. Como señalaba irónicamente José Blanco la noche electoral “nos alegramos mucho de que el PP esté muy alegre con sus resultados; llevan perdiendo tres elecciones y si se alegran, nosotros nos alegramos de que se alegren”.

Evidentemente, el ambiente social que llevó a la derrota del PP no se iba a difuminar de la noche a la mañana. A pesar de que la tremenda abstención (un 54%, la más alta de la historia de la democracia.) mediatiza cualquier análisis es claro que las tendencias fundamentales expresadas el 14-M se mantienen.

¿A quién beneficia

la abstención?

La noche electoral Rajoy, Oreja y compañía salían al balcón de Génova con cara de satisfacción. Según ellos, la fortaleza de su partido se reflejaba en que aumentaban del 37,7% al 41,3 % su porcentaje de voto, recortando 3,5 puntos la diferencia con el PSOE.

Este análisis triunfalista sólo vale para tratar de evitar la desmoralización en sus filas tras su tercera derrota consecutiva. No resiste un análisis serio. Extrapolar estos resultados a unas generales, como sus periódicos han hecho, es ridículo. El Mundo titulaba que, con estos resultados el PP, se quedaría a un escaño del PSOE de celebrarse elecciones. Eso es ridículo porque han votado nueve millones menos que en marzo.

Como todo el mundo tiene que reconocer abiertamente, la abstención favorece a la derecha, que a la hora de ir a las urnas mantiene más movilizados a sus fieles. Todo hace indicar que con una participación similar a marzo la ventaja de la izquierda sobre el PP hubiese aumentado claramente.

La tendencia general en la última década ha sido que la abstención se centraba en las zonas, barrios o ciudades donde gana claramente la izquierda. Esto explicó la mayoría absoluta del PP en el 2000, que no fue por un ensanchamiento cualitativo de su base social sino por la pérdida de tres millones de votos de la izquierda, que mayoritariamente fueron a la abstención. Fue un reflejo de la desconexión entre los partidos reformistas y su base obrera tradicional y un reflejo de su descrédito e incapacidad para ilusionar. La tendencia abstencionista se cortó el 14-M. Las diferencias de participación entre barrios de izquierda y derecha se acortaron mucho. La clase obrera se movilizó en masa contra el PP. Ahora hemos vuelto a un aumento de las diferencias de participación entre estas zonas. Por comunidades se aprecia que la abstención fue mayor en las gobernadas por la izquierda (Catalunya casi el 60%, Andalucía el 58,6%, Aragón el 52,12%) que en las del PP (Murcia: 50% de abstención, Comunidad Valenciana: 49,1% o Castilla León: 46,5%). En la Comunidad de Madrid, y para seguir con ejemplos que hemos usado en anteriores balances electorales, podemos apreciar esta tendencia. Mientras en feudos socialistas como Parla o Fuenlabrada la participación se sitúa en el 38,3% y 37,99% respectivamente, en los feudos populares como Las Rozas o Pozuelo la participación es 20 puntos mayor con un 56,8 y 59,4 respectivamente. Por barrios en la capital el fenómeno se repite. En zonas obreras como Puente de Vallecas participa el 46,5% mientras en el barrio de Salamanca sube al 61,6%.

Este es el hecho que explica el recorte de la diferencia de voto entre PP y PSOE y que la suma de votos del PSOE e IU haya perdido un 1% con respecto a marzo. Por eso, lo más significativo no es el recorte de la distancia PP-PSOE sino que con un 54% de abstención haya vuelto a ganar la izquierda. Es un reflejo claro del calado que tuvo el vuelco de marzo.

Junto a esto, también cabe preguntarse como, una vez más, la abstención ha castigado a la izquierda cuando el gobierno socialdemócrata se encuentra en la mejor coyuntura que podría encontrarse: ha traído las tropas, ha paralizado la LOCE, ha frenado el PHN, ha subido el SMI y de momento tiene aplazadas alguna de las contrarreformas (nueva reforma laboral, renegociación a la baja del Pacto de Toledo,...) que la burguesía exige y Solbes parece impaciente por comenzar. Es un reflejo de que Zapatero no tiene un cheque en blanco. La campaña del PSOE con eslóganes vacíos de cualquier contenido de clase como “volvemos a Europa” o “amamos Europa” es evidente que no ha conectado con los problemas reales que la población quiere ver resueltos. Este gobierno no tiene ni la autoridad ni el margen de maniobra que pudo tener Felipe González en el 82. Los socialdemócratas se encontrarán en la encrucijada de siempre: o con los trabajadores o con la burguesía. La incapacidad para solucionar el conflicto de Izar, el apoyo entusiasta a la reaccionaria Constitución Europea, la idea de reforzar con más tropas la ocupación imperialista de Afganistán, el evitar que HZ se pudiese presentar, reflejan los límites de este gobierno.

La crisis de IU

Otro aspecto reseñable es la profundización de la crisis de IU. Pasa del 5,12 en las generales al 4,16 ahora. Lo hemos explicado en muchas ocasiones, entre dos fuerzas socialdemócratas sin diferencias sustanciales el voto tiende a concentrarse en la más grande. No basta con decir que se es más de izquierda que el PSOE, hay que demostrarlo en el día a día. Ni siquiera en la cuestión de la Constitución Europea IU ha tenido una postura de oposición clara. Vaguedades sobre la Europa Social también las puede decir la dirección del PSOE. Llamazares ha llamado en campaña a recuperar el “voto prestado” que había ido al PSOE por el llamado voto útil. Ese supuesto voto prestado sólo volverá a IU si ésta demuestra ser una alternativa coherente por la izquierda al PSOE. Está claro que en estos últimos meses Llamazares no se ha ganado el derecho a pedir el voto prestado, a su falta de una alternativa genuinamente socialista se le une la permanente imagen de división y enfrentamiento entre dirigentes que no tienen actualmente diferencias políticas apreciables. Los resultados han llevado a la convocatoria de una asamblea extraordinaria en diciembre. Las primeras declaraciones de la dirección hablan de la necesidad de profundizar en la política “ecosocialista”. En otras palabras continuar la actual senda. Por este camino difícil recuperación habrá. La mejor forma de que el PCE e IU salgan de la crisis pasa por recuperar un programa revolucionario y anticapitalista y participar activamente en el interior del movimiento obrero y los sindicatos y no conformarse con ser gestores auxiliares del sistema y, en los momentos buenos, llegar al 8 ó 9 %. Si esa es la máxima aspiración de sus dirigentes, cada vez se les diferenciará menos de la política de la dirección del PSOE.

Catalunya, Galicia y Euskadi

Otras tendencias que se mantienen o se profundizan respecto al 14-M son la grave crisis de CiU y del BNG, aunque de naturaleza completamente distinta. En el primer caso se aprecia el calado del giro a la izquierda en Catalunya. Si el tripartito ganó las autonómicas de 2003 con el 54,9% y las generales con el 61,2%, ahora lo hace con el 61,8%. Tras 25 años en el poder, el partido de la burguesía catalana profundiza su crisis. CiU se queda en un paupérrimo 17,4%, porcentaje incluso superado, en tres décimas, por el PP. Su acercamiento a éste en plena ofensiva españolista de los populares, le costó caro y empujó hacia el nacionalismo de izquierda de ERC a sectores de capas medias. Ahora, si tratan de recuperar a estos sectores se alejaran de su base conservadora. En cualquier caso lo que es válido para Zapatero también lo es para el tripartito: o con unos o con otros. El silencio e incapacidad para ofrecer una alternativa en el caso de las empresas deslocalizadas de Catalunya reflejan los límites del reformismo.

Aunque por otros motivos también es profunda la crisis en el BNG. Después de décadas de continuas subidas, hasta convertirse en la primera fuerza de la izquierda gallega en las últimas autonómicas, ahora al igual que en marzo sufre una importante caída. El giro a la derecha de su dirección encontró su máxima expresión en estas elecciones con la decisión de ir en coalición (Galeusca) con los partidos de la derecha nacionalista vasca y catalana. Decisión incomprendida y rechazada por su militancia y por su base social, y que han pagado cara perdiendo incluso el eurodiputado que tenían y siendo superados en casi un 23% por el PSOE (12,8 frente a 35,2%). El significativo e histórico ascenso del BNG en el pasado reciente ha estado ligado a su largo perfil combativo y sus raíces en el movimiento social y ahora está siendo dilapidado por un acelerado giro a la derecha impreso por su dirección. No cabe duda de que muchos de sus militantes van a dar la batalla por hacer girar a la izquierda al BNG.

Por último, en Euskadi destaca el mantenimiento del grueso de la base social de la izquierda abertzale. En unas elecciones antidemocráticas, donde se impidió a HZ su presentación, ésta obtiene 113.000 votos nulos, el 11,4%, casi 4 puntos más que en las generales. Una vez más se refleja la utopía reaccionaria que supone tratar de acabar mediante la represión con un problema político que nace del no reconocimiento del derecho democrático a la autodeterminación de Euskadi.

Conclusiones

A pesar de todas las distorsiones propias de unas elecciones, acentuadas por tratarse de unas elecciones europeas, queda patente el malestar social de fondo que en mayor o menor medida se extiende por toda Europa. Confirma también una gran debilidad política de la burguesía, al ser incapaz de ilusionar a la sociedad con su proyecto de Unión Europea y utilizarlo como un biombo lo suficientemente grande como para encubrir los planes de ataques a los trabajadores. También ponen en evidencia el descontento con las políticas socialdemócratas y su incapacidad de desmarcarse, en la práctica, de esa política de privatizaciones, recortes sociales y precarización. En ese contexto, la lucha por una Federación Socialista de los Pueblos de Europa, emerge cada vez más claramente como la única alternativa posible a la Europa del capital.

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