Extracto: “El problema de España con Al Qaeda empieza en el siglo VIII (...) España rechazo ser un trozo más del mundo islámico cuando fue conquistada por los moros, rehusó perder su identidad”. (Discurso de José María Aznar en la Universidad de Geo “Somos un ejército de ciudadanos, dispuestos a dar la vida por Dios y nuestra España”.

José María Gil Robles, en un mitin cedista de El Escorial, abril de 1934.

“De cruces y de espadas está hecho nuestro pasado, y en la cruz y en las espadas tiene que cimentarse nuestro porvenir. Es nuestro destino español”.

Honorio Maura, “Una revolución”, ABC, 20 de octubre de 1934.

“Vientos de revancha son los que parecen traer algunos de los ayuntamientos recientemente constituidos. El de Guernica aprueba por unanimidad retirar la medalla de la villa, así como todos los honores concedidos al anterior jefe del Estado-que aunque moleste a muchos gobernó durante cuarenta años y se llamaba Francisco Franco-.”

José María Aznar, diario La Nueva Rioja 1979.

“El problema de España con Al Qaeda empieza en el siglo VIII (...) España rechazo ser un trozo más del mundo islámico cuando fue conquistada por los moros, rehusó perder su identidad”.

Discurso de José María Aznar en la Universidad de Georgetown, Washington 2004

En no pocas ocasiones Marx señaló que la tradición ideológica expresa, más o menos distorsionadamente, el desarrollo de las fuerzas productivas en una sociedad determinada. En este sentido la clase capitalista en el Estado Español se estructuró, en un periodo de declive económico del país, a partir de la fusión de una clase nobiliaria de pasado imperial pero reducida a la decadencia, una burguesía comercial parasitaria y emparentada por vínculos de propiedad y sangre con los terratenientes, otro de los meandros originales de la clase dominante española, a la que se sumó la burguesía industrial. Todo este conglomerado social, fusionado tras generaciones de dominación clasista, dio lugar a la burguesía española y esta definió su programa político sobre la base de los iconos de la reconquista, el poder de la Iglesia, la fuerza armada del ejercito y la defensa de la sacrosanta propiedad privada, materiales todos esos tomados del estercolero histórico.

Congresos del PP: crónica de una crisis

Recientemente se ha celebrado el XV congreso del Partido Popular precedido por insistentes “rumores” que advertían de que esta vez sí, este congreso certificaría el viraje definitivo al “centro” de la derecha española. Algunos gestos podían barruntar algo: se cambiaba el fondo azul joseantoniano en el logo del partido por un cálido y apacible naranja; se dio también la consigna, haciendo de tripas corazón y pidiendo dispensa a la Conferencia Episcopal, de apoyar con la boquita pequeña el matrimonio de personas del mismo sexo (“para adaptarse a los tiempos”); se designó a Alberto Ruiz Gallardón para abrir el congreso... en fin la cosa prometía, pero al final y para tranquilidad de las huestes, las aguas volvieron al cauce tranquilo de lo carpetovetónico. Si Ruiz Gallardón, este reaccionario de espíritu privatizador furibundo, dio alguna tímida pincelada de “crítica” a su discurso, allí estaban preparados los primeros espadas para dar la réplica y dictar la línea. Ángel Acebes, Legionario de Cristo y mentiroso mayor del Reino, ascendido a secretario general del partido por los servicios prestado en la crisis del 11-M, volvió a encender a los compromisarios denunciando el interés del gobierno Zapatero por recrear el clima social existente en las jornadas previas a la guerra civil del 36. Parecía Calvo Sotelo en la tribuna parlamentaria cuando vomitaba su odio contra las organizaciones obreras y alentaba a la rebelión en defensa de la ley y el orden. La cosa siguió con más discursos de alto nivel, en boca de Esperanza Aguirre o de los presidentes de Murcia o Navarra, continuó con la ovación cerrada a Fraga Iribarne, el presidente fundador, y culminó en éxtasis cuando José María Aznar, desempolvó lo más granado de sus recursos dialécticos. Finalmente se le dio a Rajoy la oportunidad de balbucear algunas generalidades que provocaron la risilla de más uno, como cuando afirmó que se presentaba al liderazgo del PP sin hipotecas ni ataduras.

En realidad la escenografía representada en el XV congreso sacó a la luz la crisis de la derecha tras la derrota electoral del 14-M y su falta de conexión con la realidad que vive la inmensa mayoría de la población. Esta crisis se ha puesto de manifiesto en los diferentes enfrentamientos que han tenido lugar en el PP gallego, en Valencia, o en Madrid donde la pugna entre Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón se ha saldado con un triunfo de la primera, confirmando las tendencias reaccionarias de la derecha clásica. En cualquier caso, esta crisis refleja el lastre histórico de la burguesía española que siempre tuvo dificultades en presentarse unificada en un solo partido y que hoy, después de la experiencia de ocho años de gobierno, vuelve a revivir.

La crisis del PP es proporcional a la movilización social y al ascenso de la lucha de clases que ha registrado nuestro país en los últimos tres años. Esta es la auténtica explicación para el triunfo de Zapatero y esta es la base para que la crisis del PP se profundice. Descolocados por la perdida del gobierno, el papel de la derecha en estos momentos es el de vagar sin rumbo por el territorio de la oposición, diciendo a todo que no y mostrando un escenario apocalíptico que les desconecta del mundo real. Para echar más leña al fuego, el sector liderado por Aznar, que no quiere renunciar a poner su sello ideológico a todo cuanto hace y dice la derecha, está dispuesto a no dejarse amedrentar por los “modernos” que quieren evitar cargarse con una tradición que les vincula al pasado franquista.

Un pasado que vale la pena recordar

En los años treinta la derecha española se agrupó en diferentes siglas, la más importante fue Acción Española, más tarde Acción Popular, liderada por Gil Robles, el Duce español, y que constituiría la espina dorsal de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). La política contrarrevolucionaria de la CEDA y sus aliados durante el bienio negro (1933-1935) es harto conocida, pero sin embargo fracasaron en el intento de imponer un régimen fascista utilizando las palancas del juego parlamentario. Posteriormente los dirigentes cedistas participaron entusiastamente en la “Cruzada contra el Comunismo” de 1936. En realidad ellos habían alentado el golpe militar y la guerra civil cuando comprobaron que a través de los medios “democráticos” de dominación no era posible contener el ascenso revolucionario de los trabajadores.

Existe una continuidad asombrosa entre esta derecha que impulsó el levantamiento militar de Franco, que sostuvo la dictadura durante cuarenta años y la que nos ha gobernado en los últimos ocho. Y es precisamente este hecho el que se quiere ocultar y negar sistemáticamente, aunque siempre que se abordan temas como el de las reparaciones a las víctimas de la guerra civil, nuestro pasado histórico, los derechos democráticos, la cuestión nacional y la mano dura contra los trabajadores, por citar a algunos ejemplos, la tradición vuelve a resurgir con fuerza..

Todo el PP esta trufado de lideres comprometidos ideológicamente y orgánicamente con la dictadura. Uno de los más característicos es Manuel Fraga Iribarne (1). Fascista convencido desde su juventud, se afilió muy temprano a FE de las JONS y desde 1951 ocupó diferentes responsabilidades en el organigrama de la dictadura hasta que en 1962 fue nombrado por Franco ministro de Información y Turismo. Relevado en 1969 tras el escándalo MATESA, fue nombrado embajador en Gran Bretaña entre 1973-1975, para regresar a la escena política nacional como Ministro de Gobernación de Arias Navarro (el carnicero de Málaga) y destacar como represor de las manifestaciones obreras contra la dictadura. Mientras Fraga fue ministro en diferentes gobiernos de la dictadura se firmaron numerosas penas de muerte, entre ellas la del dirigente del PCE Julián Grimau (abril de 1963).

Fraga Iribarne fue responsable de toda la represión que se vivió durante los últimos coletazos del régimen franquista. En el recuerdo de todos está, además de las torturas y palizas en los cuartelillos y comisarías dirigidas por Fraga, el asesinato a sangre fría de cinco trabajadores en la Iglesia de San Antonio durante la huelga general del 3 de Marzo en Vitoria, o los caídos por las balas policiales y de las bandas fascistas en Montejurra, Bilbao, Pamplona o Madrid. Fraga jamás fue juzgado por estos crímenes.

Fue también Fraga el que reconstruyó los jirones de la maltrecha derecha española, fragmentada después de la derrota de 1982 y la hecatombe de la UCD el gran reagrupamiento de la derecha franquista en la transición bajo el mando de otro “demócrata de toda la vida” Adolfo Suárez antiguo jefe del Movimiento.

Fraga, que había apostado en 1976 por una línea de continuidad más pública con la tradición franquista a través de Alianza Popular, recogió en la década de los ochenta a todos los lideres de UCD, antiguos franquistas, numerarios del Opus Dei, ex falangistas, procuradores en Cortes y demás séquito, que hoy forman vanguardia en la dirección del PP: Martín Villa, Mayor Oreja, Esperanza Aguirre, Federico Trillo y una gran lista.

Al igual que Fraga, Aznar también tiene un currículum vitae nada despreciable. Falangista en su juventud, se comprometió con Alianza Popular desde los comienzos cuando escribía artículos incendiarios contra la democracia en el diario La Nueva Rioja. Una vez en el gobierno no hizo más que recuperar las tradiciones más destacadas de la derecha española: el pasado imperial de nuestro país y el nacionalismo español más furibundo, evocado tantas veces por Aznar en sus defensas ardientes de la reconquista, los Reyes Católicos o Felipe II; la defensa incondicional del ideario católico más rancio; sus agresiones constantes y permanentes a los derechos y libertades democráticas (ley de partidos, criminalización de manifestantes, ataques a las nacionalidades); su odio a la clase obrera y a los oprimidos garantizando todo tipo de medidas legislativas que amparan y ensanchan la capacidad de explotación de los empresarios. Su racismo descarado en múltiples leyes de extranjería. La defensa incondicional de la propiedad privada de los capitalistas, banqueros y monopolios y, por supuesto, su amor por el imperialismo estadounidense.

La lista de dirigentes peperos con credenciales similares es inacabable y pesa tanto, al igual que las tradiciones históricas de la clase dominante española, que todos los maquillajes por presentarla liberada de su pasado, fracasaran. Las huellas genéticas de la reacción conformadas por generaciones no se borran tan fácilmente.

(1) Estos y otros datos sobre la biografía política de Fraga se pueden leer en el magnífico artículo de Jesús Prieto-Colectivo Cádiz Rebelde, en la web del foro por la memoria (www.pce.es/foroporlamemoria )

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