La reforma universitaria ha vuelto a los medios de comunicación, convirtiéndose otra vez en protagonista tras un periodo donde, después de las movilizaciones de finales del curso pasado, el debate había desaparecido. Una reaparición que viene cargadLa reforma universitaria ha vuelto a los medios de comunicación, convirtiéndose otra vez en protagonista tras un periodo donde, después de las movilizaciones de finales del curso pasado, el debate había desaparecido. Una reaparición que viene cargada de novedades, y por cierto ninguna buena.

En general las líneas de la reforma son las mismas que ya se anunciaron cuando la modificación de los planes de estudio. Entonces señalábamos lo siguiente: “las diplomaturas desaparecerán, las licenciaturas pasarán a ser “grados” con menos valor en el mercado laboral, y los estudiantes tendremos que cursar los “posgrados”, sustitutivo de los actuales masters, pero que serán imprescindibles para poder optar a un puesto de trabajo de calidad. Además, estos posgrados contarán con una prueba de acceso, una criba económica (sólo hay que ver los precios de los actuales másters) y también una criba social..., ya que impondrán el modelo de estudiante que puede permitirse pasar diez años estudiando una carrera (cuatro del grado, dos del posgrado, más las repeticiones). Todos los demás ataques son consecuencia de estas dos medidas: La concentración de carreras, los créditos europeos (pagaremos por servicios que la universidad no ofertará), los cambios en los calendarios (y en las fechas de los exámenes)… todo para al final tener universidades de primera (universidades elitistas donde el hijo del obrero no pueda acceder) y universidades y titulaciones degradadas (muchas de las cuales acabarán desapareciendo). Los objetivos: que sólo unos pocos privilegiados tengan títulos superiores de calidad y que la universidad esté sometida a los intereses de las grandes empresas, privatizándola para llenar los bolsillos de los que ven la educación como un negocio y supeditando la propia docencia a las necesidades de las grandes multinacionales”.

Las novedades

Por si esto fuera poco tenemos que añadir las siguientes novedades:

· Implantación de los “préstamos-renta”: con el pretexto sumamente hipócrita de “garantizar la igualdad de oportunidades”, el gobierno quiere que el universitario pague “lo que cuestan sus estudios una vez que encuentra un trabajo y tiene ingresos”, esto deber ser un chiste. El Estado avalaría estos préstamos para que los estudiantes puedan cursar los nuevos másters (a la vez que elimina las becas para estos). Evidentemente detrás de estas medidas se esconde la selección económica. Está claro que no todos podremos pagarnos el posgrado. Aunque se trate de préstamos con interés cero ¿quién nos garantiza que al acabar los estudios vamos a encontrar ese supuesto empleo para pagarlo, con la situación de precariedad laboral a la que nos enfrentamos? Es un escándalo que el gobierno pretenda que a los 18 años ya nos endeudemos.

· Tras completar los tres años de grado y con el fin de poder obtener el título, “los estudiantes tendrán que hacer un curso más de tipo práctico, que puede durar entre tres meses y un año, y tras el cual deben redactar el proyecto fin de carrera, que tendrá que ser presentado de forma oral”. Es curioso que este proyecto fin de carrera “podrá ser una investigación, un trabajo o incluso prácticas en empresas con las que la universidad haya suscrito un convenio”. Y he aquí el peligro, tan conocido por cierto por los estudiantes de la FP, de que este año de prácticas o proyecto fin de carrera, sin control por parte de organizaciones estudiantiles y los sindicatos (que, por supuesto, no se menciona por ninguna parte) se podrá convertir, fácilmente, en una reedición de las fraudulentas prácticas en los ciclos formativos y de las condiciones laborales de los becarios.

Además, continúa su afán por la supresión de carreras, las “no rentables”, por supuesto. Habrá 79 titulaciones, es decir, una reducción de la mitad. Con las “asignaturas a la carta”, una trampa más para dejar claro que aquel estudiante que quiera tener títulos competitivos, tiene que matricularse de asignaturas que posibiliten varias carreras.

Así que, ya sabéis chicos, si no entráis en el perfil de estudiante que se dedica íntegramente a los estudios universitarios (olvidad cosas como perder el tiempo trabajando, etc. Ya os podéis plantear el futuro de otra manera. Para nosotros, los estudiantes hijos de trabajadores, las puertas de la universidad se cierran con esta reforma.

Beatriz García (SE · Asturias)

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