La renovada clase obrera de la comarca de Vigo acaba de protagonizar una lucha extraordinaria. Durante 9 días, del 3 al 11 de mayo, 22.000 obreros del metal secundaron unánimemente una huelga indefinida para exigir un convenio provincial digno, que aLa renovada clase obrera de la comarca de Vigo acaba de protagonizar una lucha extraordinaria. Durante 9 días, del 3 al 11 de mayo, 22.000 obreros del metal secundaron unánimemente una huelga indefinida para exigir un convenio provincial digno, que acabase con la precariedad extrema.

Un estallido de participación

Manifestaciones masivas de metalúrgicos tomaron Vigo durante 9 días. La mayoría de los trabajadores eran jóvenes de subcontratas, que padecen larguísimas jornadas laborales y bajos salarios. La enorme temporalidad a la que están sometidos supone que los empresarios de las 3.500 empresas del metal de la provincia cometan todo tipo de abusos, con la amenaza permanente de no renovar a aquel trabajador que proteste.

El impacto de la movilización de los metalúrgicos paralizó el tráfico vigués. Muchas obras se detuvieron al carecer de fontaneros, los garajes mecánicos dejaron de funcionar y cientos de talleres se quedaron sin recambios.

A pesar de todo, la solidaridad de la población con los huelguistas fue muy alta. Era corriente ver a vecinos bajar agua y bocadillos a los trabajadores.

El 8 de mayo, los antidisturbios traídos de fuera de Galicia, lanzaron una carga policial salvaje, hiriendo a 13 obreros y provocando la pérdida de un ojo, por impacto de pelota de goma, a un joven obrero de 22 años. Esto supuso una conmoción para la ciudad.

El Sindicato de Estudiantes

convoca huelga general

Ese mismo día, el Sindicato de Estudiantes decidió convocar una huelga general de estudiantes en la ciudad, en solidaridad con la lucha del metal y en repulsa de la represión policial, para el 11 de mayo, día que CCOO, UGT y CIG habían convocado huelga para el conjunto del metal provincial (incluidas empresas con convenio propio, a las que la negociación del convenio provincial no afectaba, como varios astilleros y la Citroen).

En cuarenta y ocho horas, todos los afiliados del SE de la ciudad convocaron una huelga de emergencia. Se elaboraron octavillas y carteles, se enviaron faxes a los centros y se intervino en varios institutos con asambleas, repartos de propaganda y formando comités de solidaridad.

El metal es una salida laboral muy importante para los jóvenes de la comarca, así que la idea central que defendíamos en las asambleas era que las condiciones laborales que hoy consiguiesen los huelguistas serían las que nosotros heredaríamos cuando acabásemos los estudios. Su lucha era, por tanto, nuestra lucha.

Saltar por encima de las dificultades

La convocatoria de huelga se enfrentaba a grandes obstáculos: el hecho de que esa era la semana de más exámenes, la confusión generada por el hecho de que el día antes de la huelga los sindicatos llegaron a un preacuerdo con la patronal y propusieron desconvocar la huelga del 11, y la intensa represión por parte de directores reaccionarios. En el IES Politécnico, IES do Castro e IES Coia 2, entre otros, los directores hicieron todo lo que estuvo en sus manos para boicotear la huelga.

A pesar de todo, y en una auténtica carrera contrarreloj, los compañeros del SE recorrimos la ciudad llamando a la huelga. Especial atención concedimos a los IES de los numerosos barrios obreros de Vigo. En el Politécnico, centro de 1.900 alumnos, con varios ciclos formativos vinculados al metal, la respuesta fue ejemplar.

En una asamblea a rebosar, los estudiantes, hijos de huelguistas muchos de ellos, expresaron su indignación con la carga policial. Una chica exclamó: “el chaval que está en el hospital va a perder el ojo. Es mi mejor amigo. Yo mañana tengo examen pero me da exactamente igual. Pienso ir a la huelga”.

El día 11, la huelga

Esa tarde tuvimos una reunión centralizada de institutos e hicimos la pancarta para llevar al día siguiente.

A las 9 y media de la mañana del día 11 se desplegó la pancarta del SE en solidaridad con la huelga del metal en la Praza do Rei. Los obreros comenzaron a llegar por miles hasta llenar la plaza. Los estudiantes concentrados para recibirlos les repartíamos una octavilla, que era recibida con entusiasmo. Muchos fueron los aplausos y las palabras de agradecimiento que escuchamos por parte de los trabajadores. La concentración de estudiantes conmovió a los huelguistas, quienes sintieron la solidaridad que su lucha despertaba.

La masiva asamblea, con 15.000 obreros, fue tensa. La dirección de los sindicatos sometió a votación el preacuerdo al que habían llegado el día anterior con la patronal. Era un paso adelante, pero muy por debajo de lo que se podía haber conseguido. Así lo percibieron los obreros, quienes el día 10 obligaron a sus dirigentes a mantener la huelga. Y así quedó de manifiesto en las votaciones a mano alzada el día 11. En la primera de estas, la mitad de los congregados votó no al preacuerdo y a favor de continuar la lucha. Los dirigentes sindicales tuvieron que poner toda su autoridad encima de la mesa para lograr que el acuerdo fuese aprobado. La segunda votación la ganó el sí, pero entre un 30% y un 40% de los huelguistas (más de 5.000) votaron no. Los gritos de “traidores” y la rotura de carnés sindicales fueron ostensibles.

Los jóvenes trabajadores, para muchos de los cuales esta era su primera huelga, aprendieron ese día una amarga lección. Vieron por primera vez de lo que eran capaces y se sintieron defraudados por su dirección. De la acumulación de estas experiencias irá forjándose una dirección sindical alternativa, constituida por jóvenes metalúrgicos, que esté a la altura de los acontecimientos. La maravillosa combatividad desplegada por el joven proletariado vigués augura cambios importantes en la lucha de clases.

Por nuestra parte, explicamos a los estudiantes esa misma tarde las lecciones de la lucha y afiliamos a muchos de ellos. El Politécnico, el instituto más obrero y combativo de Vigo, cuenta ahora con una poderosa sección sindical del SE. El Sindicato de Estudiantes, la organización más combativa de los hijos de los trabajadores se extiende e implanta rápidamente por esta ciudad industrial.

Lucas Picó y Bráis Fernández

Sindicato de Estudantes · Galiza

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