El pasado enero la Gerencia del Hospital inició una serie de actividades coincidiendo con el XXV aniversario de su puesta en marcha (1982). Aunque diseñado durante la "Transición", su puesta en marcha correspondió al primer gobierno de Felipe González. En 1988, una huelga médica estatal surgió a raíz de la "Coordinadora" de Guadalajara, estructura médica asamblearia. Los sindicatos de clase, con una visión estrecha de la "clase" médica, permitieron que la dirección de esta lucha correspondiera a los sectores más corporativos. La consolidación de los sindicatos corporativos médicos y de enfermería proviene de dicha época. El enfoque gerencial se inicia en 1991, con el Informe Abril, que diseñaba las futuras estrategias de gestión gerencial, fragmentación y privatización de la Sanidad Pública. En los noventa surgen diversas formas de productividad variable, instrumentos fundamentales para atornillar a los trabajadores. Los gobiernos de Aznar profundizaron desde 1996 la descapitalización de la sanidad pública.

La visión gerencial de la Sanidad Pública

Las actuaciones del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam) desde las transferencias sanitarias (2002) se caracterizan por dibujarnos el mejor de los mundos posibles y utilizar mecanismos de propaganda que tratan de esconder las contradicciones derivadas de la descompensación entre necesidades sanitarias y recursos. Aunque se ha invertido en parte la descapitalización que sufrió el Insalud con los gobiernos del PP, el gasto sigue siendo insuficiente.
La dirección del hospital trata de imitar el funcionamiento de las empresas privadas e impedir el control y la participación de los trabajadores. No extraña, pues, la proliferación de cargos directivos intermedios para controlar mejor a los trabajadores. El oscurantismo en la toma de decisiones, los contratos irregulares, las chapuzas en la gestión, la descoordinación, el acoso laboral, el aumento de bajas... son aspectos que, evidentemente, no salen en los medios de comunicación burgueses.

El Plan Director

Las previsiones del Sescam en relación al aumento de las necesidades sanitarias en Guadalajara se caracterizan por una visión a corto plazo, que no tiene en cuenta el espectacular crecimiento demográfico, que podría alcanzar los 400.000 habitantes (¡el Plan de Ordenación del Corredor del Henares habla de 600.000!). No hay que ser muy listo para darse cuenta que este Plan ya nace corto en sus planteamientos. El objetivo de incrementar el número de camas en 140 (actualmente 410) es insuficiente y provocará a medio plazo un aumento de la saturación y una merma de la calidad asistencial. Guadalajara necesitaría casi 300 camas más, por lo que sería necesario construir un nuevo Hospital en el Corredor del Henares con 200-300 camas y continuar con la remodelación y ampliación del actual. Ambas actuaciones exigirían la creación de más de 1.200 puestos de trabajo. Y no se trata solamente de la "cantidad" de recursos sino también de la "calidad" de los mismos. Los trabajadores sufrimos un empeoramiento de las condiciones de trabajo (sueldos bajos, escasez de plantillas, aumento de ritmos, mobbing). Las bajas laborales afectan al 10-15% de la plantilla.

Direcciones sindicales y clase trabajadora

Las direcciones sindicales limitadas a ser casi siempre los convidados de piedra de las decisiones de la Gerencia, se aplican en convertirse en una especie de asesorías laborales o ventanillas únicas de la administración, donde las necesidades de los trabajadores se sustituyen por la información y la resolución individual de problemas. La caza del afiliado vía cursos de formación o prestación de servicios está generando incluso la doble afiliación sindical. Este sindicalismo de gestión y servicios practicado históricamente por los sindicatos corporativos está contagiando cada vez más a CCOO y UGT, cuya pérdida de apoyo entre la plantilla trata de corregirse compitiendo en el mismo terreno que los corporativos. Una consecuencia es la alta abstención en las elecciones sindicales, cercana al 50%, así como no hayan logrado en conjunto ni siquiera un tercio de los votos en las elecciones sindicales de diciembre de 2006.
Lejos de impulsar la participación de los trabajadores mediante asambleas donde se discutan los problemas y se elaboren plataformas reivindicativas que agrupen a todos los colectivos, cada sindicato actúa por su cuenta. En este contexto, es lógico que se desarrollen movimientos espontáneos o semiespontáneos de colectivos de trabajadores que se sienten abandonados. En ausencia de direcciones sindicales de clase fuertes, estos procesos tienden a la formación de nuevos sindicatos corporativos. Pero, simultáneamente, cada vez hay más trabajadores que reclaman a los sindicatos de clase un cambio real en la acción sindical. No son ajenos a esta situación los cambios generacionales de la plantilla. Las direcciones sindicales de CCOO y UGT siguen atrapadas en una concepción sindical burocrática y posibilista, en sintonía con los estrechos lazos que el sindicalismo de clase ha establecido desde la "Transición" y los Pactos de la Moncloa con el aparato del Estado burgués, a través de las diversas administraciones públicas.
Las quejas de enfermos y familiares están aumentando significativamente. Y si no se producen más, es porque los usuarios desconocen cómo deberían funcionar los diversos servicios, porque a veces son los propios trabajadores los que tapan los problemas y también por el miedo a denunciar. Aunque también se está dando cada vez más el caso contrario: trabajadores que alientan a los enfermos y familiares a denunciar los problemas.
El mal funcionamiento y la des-coordinación hacen que se despilfarren recursos, a los que se añaden los gastos para "vender" la imagen del hospital. Mientras tanto, los problemas de la plantilla se siguen acumulando. La inoperancia de las direcciones sindicales y el agravamiento de los problemas reflejan la necesidad de cambios profundos en la acción sindical. Cuando CCOO y UGT se niegan a denunciar la situación, aducen que se beneficia a la derecha y a los sectores privados. Con esta miopía sindical se hace cada vez más necesario un sindicalismo de clase, combativo y democrático, que recupere las mejores tradiciones de lucha de nuestra clase.

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