El grupo textil Inditex es la primera empresa gallega, la primera de su sector a nivel europeo y unas de las primeras del mundo. Pero esto no significa que sus trabajadores tengan unos contratos y unos salarios dignos. Que a la empresa le vaya muy bien, gracias a nuestra fuerza de trabajo y el sacrificio de nuestros músculos, no quiere decir que a los trabajadores también nos vaya bien.

Ganancias espectaculares

Los últimos datos económicos de Inditex son un despropósito. Según su web, en los nueve primeros meses de 2006 subió un 22% y el beneficio neto fue de 634 millones de euros, aumentando también un 22%, con un beneficio de 1,02 € por acción. La inversión estimada para todo 2006 se situará entre los 850 y los 950 millones.
Recientemente El País estimaba la fortuna de Amancio Ortega en 16.620 millones de euros (26/11/06), una auténtica exageración obtenida de Inditex, el negocio inmobiliario y otras inversiones (más de 2.000 millones), es decir, generada por decenas de miles de trabajadores. La propia noticia decía que "El fundador de Zara crea un imperio financiero con el dinero que genera Inditex".

La situación laboral
en Inditex

Detrás de esta orgía de beneficios están la explotación y el sacrificio de muchísimos trabajadores, tanto de Inditex como de las subcontratas. Si dividimos el patrimonio de Amancio Ortega entre los 65.000 trabajadores del Grupo Inditex, nos sale que a cada trabajador le corresponderían 255.698,84 euros, es decir, 42,5 millones de las antiguas pesetas. Esto demuestra la ingente riqueza que creamos los trabajadores, riqueza que no disfrutamos porque los capitalistas se la apropian, razón por la cual tenemos que hacer malabares con nuestros raquíticos salarios para pagar la vivienda y el resto de productos necesarios para vivir, que no paran de subir diga lo que diga el IPC. Lo único que no sube son nuestros salarios, que cada año pierden poder adquisitivo. De hecho, los salarios reales están al nivel de 1997.
La situación laboral en Inditex es igual a la de cualquier otra empresa. La dirección fomenta el individualismo y trata de dividir a los trabajadores de todas las formas posibles: entre los de jornada completa y los de tiempo parcial, entre los que cobran resalta (incentivo económico por sobresalir en el trabajo) y los que no, entre los diferentes turnos, entre fijos y eventuales.
Y en los talleres subcontratados, la presión para que los pedidos estén en la fecha indicada es despiadada, aunque si hay alguna denuncia, entonces Inditex se lava las manos e incluso afirma que esos abusos no se pueden consentir y deja de trabajar con esa subcontrata.

Sus beneficios,
nuestros sacrificios

Los trabajadores que llevan 10 o 14 años en Inditex hablan de jornadas de 12-15 horas, incluso en ocasiones de 24, sin derecho a bocadillo, yendo a escondidas al baño para poder descansar un poco; el día que no había trabajo los mandaban a casa o les daban vacaciones; los eventuales que entraban y no gustaban, no duraban ni dos horas. También hubo que hacerle la mudanza a algún directivo o ir a recoger manzanas a una finca de Amancio Ortega.
Y si esto ocurría no hace tanto tiempo en Arteixo, municipio vecino a Coruña, ¿qué se puede esperar en países donde no hay ningún tipo de regulación laboral? Pues ausencia total de contratos y derechos, y salarios de miseria: 0,1 €/hora en Bangladesh, 0,3 en China y Bulgaria, y entre 0,7 y 1 en Marruecos. En el Estado español es de 8,9 y la media europea es 15.

El chantaje de
la deslocalización

Por si todo esto no bastase, los trabajadores del sector textil estamos siendo chantajeados permanentemente con la amenaza de la deslocalización, para que aceptamos sin lucha el empeoramiento de nuestras condiciones laborales. La excusa que nos dan los empresarios es la competencia, fundamentalmente de los textiles chinos. Pero esa competencia no es tal. Las prendas "chinas" que invaden los mercados salen de factorías que son propiedad de los mismos capitalistas occidentales, que han cerrado sus empresas aquí para trasladar la producción a China o que la subcontratan allí. La razón es evidente: costes laborales chinos + precios de venta europeos = negocio fabuloso. ¿El futuro de los trabajadores? ¡Qué más les da a ellos! Seamos de donde seamos, no les importamos nada, lo único que les importa es su bolsillo. Incluso hay casos, como la firma británica Dewhirst, que trabaja para Marks&Spencer, que tras cerrar hace unos seis años una planta en Gales para llevársela a Marruecos, a principios del año pasado cerró en Marruecos para irse a Asia.

El movimiento obrero necesita una nueva dirección

Simplemente leyendo la prensa todos los días uno se puede dar cuenta de la creciente concentración de riqueza en manos de unos pocos, mientras la inmensa mayoría de la humanidad padece las consecuencias de esa dictadura de los grandes capitalistas. Para muestra un botón: un grupo de sólo 250 empresas, entre las que hay cinco españolas (Mercadona, Inditex, El Corte Ingles, Eroski y Caprabo) concentran casi un tercio de las ventas de todo el planeta (El País, 14-01-07). En paralelo, y aunque supuestamente somos un país desarrollado, el Instituto Nacional de Estadística afirma que el 20% de la población del Estado español está por debajo del umbral de la pobreza, es decir, sus ingresos son inferiores a los 6.278 euros anuales, poco más de 500 euros al mes. (El País, 11-12-06).
Toda esta situación es un problema, pero al que se le suma otro: que los trabajadores no tenemos unos dirigentes, ni políticos ni sindicales, que estén a la altura de las circunstancias. Los actuales dirigentes de los sindicatos y partidos de izquierda están sumidos en la política del mal menor, han abandonado toda perspectiva de lucha y asumen que este estado de cosas es imposible de superar. Cada vez se ve más claro que, para que los trabajadores podamos luchar contra los capitalistas, primero tenemos que organizarnos para recuperar nuestras organizaciones y volver a hacer de ellas instrumentos de lucha al servicio, única y exclusivamente, de los intereses de la clase obrera.

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