Soy un trabajador de la empresa Tamisur, subcontratada por Repsol para una parada en la refinería de A Coruña. Soy lo que se puede llamar un "mercenario" del trabajo a destajo, sin límite de horas, ni días festivos, eventual y con unas condiciones de trabajo cada vez más duras. En esta parada hay muchas subcontratas y en cada una de ellas las condiciones de trabajo son diferentes. Donde yo trabajo somos alrededor de 160 personas, y nuestros representantes sindicales son en su mayoría marionetas de la empresa y a ella se entregan en cuerpo y alma. Pero el viernes 10 de octubre, y sin previo aviso, más de 60 trabajadores decidimos no entrar a trabajar y hacernos fuertes a la entrada de la empresa.

Soy un trabajador de la empresa Tamisur, subcontratada por Repsol para una parada en la refinería de A Coruña. Soy lo que se puede llamar un "mercenario" del trabajo a destajo, sin límite de horas, ni días festivos, eventual y con unas condiciones de trabajo cada vez más duras. En esta parada hay muchas subcontratas y en cada una de ellas las condiciones de trabajo son diferentes. Donde yo trabajo somos alrededor de 160 personas, y nuestros representantes sindicales son en su mayoría marionetas de la empresa y a ella se entregan en cuerpo y alma. Pero el viernes 10 de octubre, y sin previo aviso, más de 60 trabajadores decidimos no entrar a trabajar y hacernos fuertes a la entrada de la empresa.

Todo empieza el día anterior cuando nos ingresan la nómina del mes y podemos constatar que a muchos compañeros les falta parte de su salario. No es un caso puntual,  por lo que todos empezamos a dejar ver nuestro cabreo de manera notable, tanto es así que un grupo de compañeros se desplazan a la CIG con ánimo de denunciar el atropello. Cuando vuelven del sindicato explican que no sólo había problemas con las nóminas sino que la empresa nos estaba dejando de ingresar otros conceptos, como el plus de Repsol al que teníamos derecho y que la gran parte de nosotros no estábamos cobrando. Así, en la mañana del 10 de octubre y de manera casi espontánea 60 trabajadores nos negamos a entrar si no se cumplen nuestras reivindicaciones. La primera, el pago del dinero adeudado.
Algunos trabajadores lanzan las primeras proclamas y se convierten en referentes para el resto del grupo. Lo primero que se piensa es en extender la huelga al resto de la empresa y ponernos en contacto con los sindicatos para que apoyen nuestra causa. La huelga duraría más de cuatro horas.

Una primera victoria

Al cabo de un rato aparecieron unos representantes de la CIG. Después de explicarnos nuestros derechos se enredan en un discurso muy retórico que no acaba de calar entre los trabajadores. Ante todo el empuje creado por la movilización un trabajador le propone al miembro de la CIG que llame a Repsol y le haga saber el problema que tenemos para que presione a Tamisur. Pasado un rato y viendo que la propuesta había hecho mella entre los compañeros el delegado llama a Repsol. Al poco tiempo hacen acto de presencia los directivos de la empresa y tras un tira y afloja prometen pagar lo adeudado la próxima semana. Pero las luchas tienen su propia dinámica: se sabe cómo empiezan, el resto depende de la correlación de fuerzas, la dirección... y, en serio, os aseguro que la voluntad de aquellos 60 trabajadores era llegar hasta el final.
Se decide reivindicar también el plus que no se nos está pagando. Este fue el punto de inflexión en la movilización porque aquí empezó a verse claramente el papel de cada uno en esta lucha. Por un lado la empresa, para la cual aquello ya era pedir demasiado; por otro lado, un miembro de nuestro comité apoyando la postura de la empresa; y los representantes de la CIG vacilantes... que sí, pero que no. Ante esta situación las fuerzas empiezan a fallar y la moral de algún trabajador empieza a desmoronarse. Se sigue, de todas formas, presionando a los representantes sindicales para que extiendan la lucha y presionen más a la empresa, que sin duda estaba en una posición de debilidad manifiesta; pero lo único que se consigue son promesas sobre futuros inciertos. Al final, con una cierta impotencia, los trabajadores empezamos a retornar al trabajo. Sin embargo, cuando avanzaba hacia mi puesto de trabajo pude ver a un grupo grande de compañeros rodeando a un trabajador que explicaba que no hay que rendirse y que lo conseguido había sido fruto de la unión y de la fuerza, y que si no conseguimos más fue por la falta de una dirección con ganas de llevar hasta el final nuestras reivindicaciones; comentó también la necesidad de aprender de la experiencia y la importancia de participar en las organizaciones obreras para que sean de verdad un instrumento en manos de los trabajadores. Hizo alusión a la crisis que estamos viviendo y muchos compañeros dejaban ver su ira al calor de las suculentas ayudas de los gobiernos a los bancos mientras a nosotros se nos negaba un simple plus de asistencia.
Para acabar, quiero mostrar mi convencimiento de que incidentes como éste se van a generalizar en el futuro y que si los sindicatos no se ponen a la cabeza de estas luchas los trabajadores les pasarán por encima sin darles apenas tiempo para reaccionar. Desatacar que la única central que apareció por allí fue la CIG, a los dirigentes de CCOO y UGT ni siquiera se les vio el pelo.

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