Hace unas semanas, Fraga anunciaba que, por quinta vez consecutiva, sería candidato a presidente de la Xunta de Galicia. La desesperada maniobra tenía por objeto, como él mismo reconoció, evitar una crisis abierta en el partido e impedir que la pugna Hace unas semanas, Fraga anunciaba que, por quinta vez consecutiva, sería candidato a presidente de la Xunta de Galicia. La desesperada maniobra tenía por objeto, como él mismo reconoció, evitar una crisis abierta en el partido e impedir que la pugna entre las dos facciones de éste emprendiesen una encarnizada batalla por su sucesión. De nada sirvió. Finalmente la crisis ha estallado y con una virulencia nunca vista.

En este momento, la escisión en el PP gallego es una posibilidad muy real. Los “disidentes” son los barones del PP de las zonas rurales (Ourense, Lugo y el interior de Pontevedra), conocidos como el sector “de la boina”. Hace ya años que este sector pugna con los del birrete (dirigentes urbanos y más modernos) por el control del partido.

Diferentes facciones de la burguesía

En el fondo, el duelo entre estos dos bandos es un reflejo de los diferentes intereses materiales que existen entre la burguesía gallega. Baltar (presidente de la Diputación de Ourense) y los suyos reflejan los intereses de los caciques rurales y de la pequeña burguesía tradicional agraria y ganadera. Por el contrario, Núñez Feijoo (vicepresidente de la Xunta), Palmou (presidente del PPdeG), Ana Pastor y otros reflejan los intereses de sectores de la burguesía urbana más desarrollada, para quienes aspectos como el minifundio o la pequeña producción láctea suponen un lastre.

El sector del birrete, por tanto, considera más útil invertir recursos económicos en ganar el apoyo de la población urbana (para lo que no le queda más remedio que abandonar las formas más caciquiles del PP gallego).

Por el contrario, los de la boina, acostumbrados a gobernar “como toda la vida”, necesitan seguir recibiendo recursos de la Xunta en sus provincias para poder mantener sus redes clientelares, la compra de favores, el caciquismo, el nepotismo, etc. Y ahora ven amenazadas sus posiciones en la dirección del PP, ante el avance de sus oponentes en la Xunta.

Cambios económicos

En última instancia, son las transformaciones sociológicas ocurridas en Galicia en los últimos 20 años lo que va restando poder a los barones rurales. El progresivo retroceso y envejecimiento poblacional del interior y la crisis de las bases económicas de la sociedad tradicional (con una escasa penetración de las formas capitalistas más desarrolladas) restan poder a estos caciques. La dirección del PP es consciente de este hecho y comprende que, de seguir por esa línea, dentro de 10 ó 15 años, cuando los ancianos de las aldeas mueran, su base social se verá enormemente mermada. Por eso apuesta por un giro para implantarse mucho más sólidamente en las zonas urbanas y periurbanas. Por supuesto, los de la boina no piensan desaparecer sin batalla y perder el control de sus provincias, donde realmente son amos y señores —todos los cargos públicos, adjudicación de contratos, etc., los reparten entre ellos de la forma más obscena y sin pudor alguno—.

Para aglutinar a su base, este sector de la pequeña y mediana burguesía rural está jugando la baza de arroparse con el manto del galleguismo. Una vez más, vemos cómo la burguesía utiliza la cuestión nacional para engañar y arrastrar a sectores de la población.

Está por ver, en caso de consumarse, qué efecto tendrá la escisión entre un sector de los dirigentes del BNG. Recordemos que, en más de una ocasión, la actual dirección del Bloque mencionó su aspiración de “abrirse a nuevos sectores sociales” y suspiró por ganarse al empresariado “con conciencia de país”. Los trabajadores del BNG deben estar alerta y denunciar implacablemente a los caciques “galleguistas” del PP.

Este es el trasfondo de clase que subyace tras la crisis del PP, y por eso la escisión de la derecha gallega es inevitable. El momento en que se produzca dependerá de diversos factores accidentales, pero la base material empuja todo el proceso inexorablemente hacia el desenlace señalado.

Lucas Picó

Compostela

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