Tras la reunión del Consejo Territorial del PSOE, que dio el visto bueno al documento sobre el modelo autonómico, Maragall declaraba que ése era “un momento histórico” y que se estaban poniendo “las bases de un segundo ciclo de la democracia”. Las pr Tras la reunión del Consejo Territorial del PSOE, que dio el visto bueno al documento sobre el modelo autonómico, Maragall declaraba que ése era “un momento histórico” y que se estaban poniendo “las bases de un segundo ciclo de la democracia”. Las propuestas contenidas en el documento, en sí mismas, no son nada del otro mundo: reforma del Senado, organización de la cooperación y el diálogo entre las Comunidades, entre éstas y el Gobierno, reformas de los Estatutos de las nacionalidades históricas (Catalunya, Euskadi y Galicia) para que puedan asumir más competencias... Aún así, el Gobierno, el PP y los medios afines han vuelto a lanzar toda la batería de invectivas y descalificaciones habituales, presentando las propuestas del PSOE como un “desvarío anticonstitucional”, una concesión a los partidos nacionalistas (PNV, CiU), etc.

La campaña reaccionaria que está llevando a cabo Aznar, y que Rajoy se ha apresurado a garantizar que proseguirá como candidato del PP, consiste en presentarse como los únicos garantes de la “unidad de España”, negando cualquier tipo de cambio en la Constitución y en los Estatutos, y presentando a su vez a la dirección del PSOE como pusilánime e incapaz frente a las peticiones “excesivas” y sin fin de los nacionalistas. Aznar busca la confrontación y la crispación política, tanto en este tema como en el terrorismo, para asegurarse una nueva victoria en las elecciones. No es de extrañar, por tanto, que Aznar y la brunete mediática a su disposición hayan encontrado en Maragall a otra bestia negra a la que combatir después de Ibarretxe.

¿Zanjadas las diferencias?

La dirección del PSOE ha consensuado un documento para desmarcarse de la postura cerrada y reaccionaria del PP en cuanto al desarrollo autonómico, y eso es positivo, pero también, para defenderse de los ataques de Aznar sobre las diferentes posturas que hay en el PSOE y entre los barones —como Bono e Ibarra frente a Maragall—. Por esa razón el consenso alcanzado parece más fruto de la voluntad de desmentir los ataques de Aznar que de un acuerdo profundo sobre el tema. De hecho, cada uno presenta el documento como más le conviene: Zapatero haciendo énfasis en que la reforma de los Estatutos “está anclada al 100% en la Constitución”; Bono y Rodríguez Ibarra, en que las reformas de los Estatutos tienen que ser sobre todo para que las Comunidades puedan desarrollar más política social; Maragall, por su parte, en que se han asumido sus propuestas federalistas, aunque no se les llame así en el documento. Incluso un tema inofensivo como la propuesta lanzada por Maragall de crear una euro-región en el arco mediterráneo occidental, que comprendería Catalunya y las regiones vecinas, para potenciar infraestructuras principalmente, sólo ha sido recogido muy someramente en el documento y ha levantado ya polémica dentro del partido. La dirección del PSPV se ha apresurado a aparcar el tema ante los ataques del PP. El PSOE está a la defensiva en este tema como en tantos otros, y las propuestas del documento no parecen suficientes para hacer frente a la campaña reaccionaria del PP.

Una postura firme por parte de la izquierda se desprende de una defensa incondicional de los principios, de las convicciones democráticas, no de estar pendientes de los sondeos electorales. Es la defensa de los derechos democráticos nacionales, como el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades (Catalunya, Galicia y Euskadi), unido a la defensa intransigente de los intereses de la clase trabajadora por encima de las fronteras, lo que le proporcionaría al partido socialista la fuerza necesaria para combatir y contrarrestar la campaña reaccionaria del PP. En lugar de frentes en líneas nacionales como pretende el PP y los partidos nacionalistas burgueses (PNV, CiU), buscar un apoyo claro en la clase trabajadora, defendiendo un genuino programa socialista. Si en las nacionalidades históricas las burguesías vasca y catalana han podido explotar en su beneficio el sentimiento nacional, ha sido debido a la renuncia por parte del Partido Socialista a defender los derechos democráticos nacionales de una forma consecuente. Arropándose en la bandera, los partidos nacionalistas burgueses se han presentado como los defensores de estos derechos nacionales, pero detrás de toda la palabrería sobre planes soberanistas hay mucho ruido y pocas nueces.

El soberanismo de CiU

y sus pactos con el PP

En el caso de Catalunya es especialmente patética la postura de los dirigentes de CiU, que cuanto más entregados están a los pactos y los acuerdos con el PP para alcanzar una mayoría en el Parlament más hablan de soberanismo para encubrir su actitud servil. Es ridículo oír hablar a Artur Mas de sucursalismo refiriéndose al Partido Socialista, cuando su gobierno está en manos del apoyo que le presta el PP en el Parlament.

Los marxistas defendemos el derecho de autodeterminación de las nacionalidades históricas (Catalunya, Euskadi y Galicia), para unir a los trabajadores por encima de las fronteras nacionales. No defendemos la independencia, pero sí que toda unión tiene que ser voluntaria. Sobre estas bases alcanzaremos la unión efectiva de todos los trabajadores del Estado español en la lucha por transformar esta sociedad. En la lucha por el cambio social, que lleve la riqueza que creamos los trabajadores a las manos de los trabajadores.

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