El pasado 8 de octubre Manuel Ríos, aficionado del Deportivo moría a consecuencia de una paliza en las inmediaciones del estadio de San Lázaro tras la disputa del encuentro de Copa entre el Compostela y el Deportivo de La Coruña. La enésima víctima d José Rico

Ferrol

El pasado 8 de octubre Manuel Ríos, aficionado del Deportivo moría a consecuencia de una paliza en las inmediaciones del estadio de San Lázaro tras la disputa del encuentro de Copa entre el Compostela y el Deportivo de La Coruña. La enésima víctima de la violencia cada vez más frecuente en el fútbol.

Por supuesto las condolencias, las condenas de repulsa a la violencia, los minutos de silencio, etc. no se hicieron esperar desde todos los ámbitos. En esta ocasión incluso se ha disuelto la peña Riazor Blues a la que supuestamente pertenecían los agresores. Pero todo esto ni explica ni resolverá nada. Más certera se mostró la madre del fallecido cuando les espetó a los dirigentes deportivistas: “me lo habéis matado y ahora queréis ponerle una corona”.

De todos es conocida la pasión que despierta el llamado deporte rey. Medios de comunicación, directivos de clubes, federativos, jugadores,... no cesan de alimentar polémicas que suelen trascender los aspectos meramente deportivos. La polémica es la salsa del fútbol como se suele escuchar a menudo, y como las salsas cuanto más picante mejor.

Arma política... Válvula de escape

En muchos casos inicialmente la rivalidad histórica entre equipos de una misma ciudad o zona responde a las diferencias entre barrios ricos y pobres, es decir burgueses y proletarios: Real Madrid/Rayo, Sevilla/Betis, Milan/Inter, River/Boca... aunque actualmente esto se ha distorsionado completamente.

La burguesía catalana encontró en el Barça (“más que un club”) su mejor expresión frente al centralismo del régimen, encarnado, como no, en el Real Madrid.

Al igual que ocurre con otros deportes los éxitos de equipos y sobre todo selecciones nacionales tienen gran utilidad propagandística como demostraron Mussolini, Franco, Videla, o más recientemente Berlusconi.

Pero sobre todo el fútbol ha sido y es una “terapia” muy útil para que el pueblo descargue en él su rabia y frustraciones contra el árbitro, el equipo y la afición rival, etc. y así eliminar parte de la tensión acumulada por las cuestiones verdaderamente importantes. Es similar a como los emperadores romanos utilizaban el circo para “distraer” a la plebe de sus miserias. Precisamente por esto los clubes de fútbol reciben del Estado todo tipo de prebendas: subvenciones, amnistías fiscales, cesiones gratuitas y en exclusiva de instalaciones públicas, “pelotazos” urbanísticos... incluso ahora que son empresas privadas. Naturalmente esto sólo ocurre con los clubes de élite; el fútbol aficionado, como el resto de los deportes de base, sigue en la penuria y abandonado por las instituciones.

Ultras: entrenamiento de fascistas

Cada vez más vienen proliferando los denominados grupos “ultras”. Prácticamente no hay ningún club importante que no tenga al menos uno de estos grupos de fanáticos, cuya actividad principal es montar bronca antes, durante y después de los partidos. El fútbol como deporte les trae sin cuidado, pero les proporciona una causa, un campo de batalla, enemigos y un buen camuflaje entre decenas de miles de aficionados.

Muchas de estas peñas están dirigidas por conocidos fascistas que tienen en ellas su mejor centro de reclutamiento. La pasividad, incluso complicidad de los dirigentes de los clubes y las autoridades es más que manifiesta. El caso más escandaloso es seguramente el de los “Ultrasur” del Real Madrid. A pesar de haber numerosas pruebas documentales (incluso un libro y un programa emitido en televisión) de la actividad fascista de estos “hinchas” y la colaboración del club: locales en el interior del estadio, regalo de invitaciones y entradas para revender, cesión de la imagen de jugadores para actividades varias,... ni la directiva del club ni las autoridades competentes han hecho absolutamente nada.

No es de extrañar si tenemos en cuenta que a personajes de la calaña de Gil y Gil, Berlusconi o el flamante candidato a la presidencia del gobierno Rajoy no deben ver un problema en la actividad de grupos fascistas, todo lo contrario. La burguesía no los va a combatir sino que se servirá de ellos cuando los necesite. Es tarea de la clase obrera y sus organizaciones acabar con los perros y con sus amos.

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