La posición que mantiene la derecha en relación a la inmigración constituye uno de los ejemplos más claros de su carácter reaccionario e hipócrita. Al igual que en relación a la cuestión nacional, al abordar el tema de la inmigración la derecha trata La posición que mantiene la derecha en relación a la inmigración constituye uno de los ejemplos más claros de su carácter reaccionario e hipócrita. Al igual que en relación a la cuestión nacional, al abordar el tema de la inmigración la derecha trata de esparcir el máximo de veneno posible, alimentando de forma descarada los prejucios racistas y justificando la política de “mano dura”, en la que las redadas policiales toman cada vez más protagonismo.

Con la cuestión de la inmigración, tratan de introducir un elemento de división entre los trabajadores, al mismo tiempo que la burguesía se beneficia descaradamente de los inmigrantes como una fuente de mano de obra baratísima y sin ningún tipo de derechos. Así, la burguesía trata de beneficiarse del fenómeno de la inmigración por partida doble: en el terreno político y en el económico, y los dos son fundamentales para sus intereses. Es urgente que por parte de las organizaciones de la izquierda se lance una campaña, tanto en el terreno ideológico como sindical, para combatir toda la basura reaccionaria que el PP está esparciendo a manos llenas y al mismo tiempo dar una alternativa.

Los más explotados de nuestra clase

El fenómeno de la inmigración ha alcanzado una importancia tal en los últimos años que llega al punto de que los inmigrantes son una parte significativa de la fuerza laboral en el Estado español. Los inmigrantes son parte integrante de la clase obrera y ese es el punto clave para abordar todo lo demás. Hay aproximadamente 1,5 millones de inmigrantes empadronados a los que habría que sumar, según estimaciones de CCOO, casi otro millón de inmigrantes sin papeles. La mayoría de ellos llegan sin nada, endeudados, absolutamente indefensos y desconociendo completamente la realidad social del país. Muchos huyen de una situación desesperada. Como nos dijo una vez un compañero del SOC inmigrante, muchos prefieren arriesgarse a perder su vida en una patera a esperar pasivamente una muerte segura (por hambre, por asesinato, por enfermedad) en su país.

En esas condiciones, cuando llegan aquí los inmigrantes son víctimas de la explotación laboral más despiadada. Por sueldos miserables y sin ningún tipo de contrato llenan las obras, los invernaderos, las cosechas. La explotación de esa mano de obra barata y sin derechos ha sido una de las bases del supuesto “milagro” de la economía española del que el PP se hace tanto eco. Según un informe de Cruz Roja Española la mano de obra inmigrante se ha convertido en un acelerador de la economía sumergida, que alcanza ya el 23% del PIB, un porcentaje muy alto, que implica mucha fuerza laboral y unos beneficios para los empresarios que exceden en mucho al conseguido por las conocidas mafias que trafican con los inmigrantes.

Los empresarios tratan de utilizar esta situación para empujar los salarios a la baja. La única manera de contrarrestar eso es haciendo una campaña de organización sindical entre los trabajadores inmigrantes, que en realidad se han convertido en el sector más explotado de la clase obrera.

Denunciar al verdadero enemigo

Frecuentemente se escucha el argumento, por parte de dirigentes de los sindicatos y de las organizaciones políticas de la izquierda, de que los trabajadores del Estado español no se tienen que preocupar por los inmigrantes porque no son una competencia por el puesto de trabajo, ya que asumen tareas, “que los trabajadores españoles no quieren asumir”. Esa argumentación es muy poco eficaz para contrarrestar la demagogia que la derecha y la ultraderecha tienen en relación a los inmigrantes, aparte de que asume, implícitamente, que desde la izquierda nos parece bien que los inmigrantes estén trabajando en los peores puestos.

Lo que hay que decir es que la culpa de los contratos precarios y de la falta de empleo no tiene nada que ver con los inmigrantes, que no son nuestros enemigos. ¿Qué tienen que ver los inmigrantes con que Telefónica anuncie una reducción de 15.000 puestos de trabajo, que Iberdrola anuncie 3.168, que el BSCH 1.500, que el BBVA 1.200... y así podríamos seguir un buen rato, tratándose, además, de empresas que tienen beneficios? ¿Qué culpa tienen los inmigrantes de que los contratos precarios sean los preferidos por los empresarios? La verdad es que ninguna.

La mejor forma de combatir los prejuicios contra los inmigrantes es señalando con claridad cuales son los verdaderos responsables del desempleo y de la precariedad laboral y poniendo mucho énfasis en la participación de los inmigrantes en el movimiento sindical y político de la izquierda, empezando por los que ya vienen con esas tradiciones desde sus países.

También hay que combatir toda la demagogia relacionada con la delincuencia. Se puede explicar con ejemplos: a principios de los 80, en los momentos más duros de la crisis económica, la delincuencia y la “inseguridad ciudadana” estaba a un nivel muy alto, sin embargo el fenómeno de la inmigración tardaría aún muchos años en empezar a producirse. La razón fundamental fue el desempleo y la falta de perspectivas que afectó a toda una generación. La falta de un empleo que permita vivir dignamente es la responsable de la marginación y la delincuencia, ya sean inmigrantes o no.

La manera más eficaz de combatir los prejuicios y las divisiones entre los trabajadores es desde un punto de vista de clase, vinculando la lucha por las mejoras sociales y económicas con la lucha contra el capitalismo y por la transformación socialista de la sociedad. La argumentación de la derecha es la siguiente: “hay poco empleo que repartir, los servicios sociales están limitados, por tanto: primero los españoles, fuera los inmigrantes”. La izquierda no puede combatir esa demagogia sólo con argumentos de tipo ético. Por supuesto que hay que tratar de desarraigar cualquier prejuicio racial, cultural o religioso de los trabajadores, que sea un elemento de división. Pero si la derecha consigue que el ambiente predominante entre los trabajadores sea la lucha por el reparto de la miseria, las semillas de la división pueden germinar. Desde los sindicatos y partidos de la izquierda hay que reivindicar con firmeza un salario y un empleo digno para todos, así como un incremento drástico para los gastos sociales. Esas reivindicaciones tienen que ser válidas tanto para inmigrantes como para no inmigrantes y tienen que servir para explicar el verdadero funcionamiento del sistema capitalista y la demagogia de quienes lo defienden. ¿No hay dinero para construir pisos baratos, no hay dinero para acondicionar los barrios con equipamientos sociales? Sí hay dinero: está en manos de la Banca y de un sector minoritario de la sociedad, un dinero ganado a costa de la explotación de los demás. Hay que desvelar claramente quienes son los parásitos sociales: la burguesía y los banqueros.

Los ‘sin papeles’

En relación a los sin papeles, que son una parte importante del mercado laboral inmigrante, los sindicatos deberían reconocerlos al margen de las leyes del PP, con todos los derechos. ¿Cómo se puede admitir que un colectivo de casi un millón de personas no tenga derecho a huelga, a manifestación y a organización por la Ley de Extranjería? Admitir eso es dejar a un sector de la clase obrera expuesta a una brutal explotación y a la más injusta arbitrariedad del aparato represivo del Estado, aparte de crear una situación de división y hasta de enfrentamiento con el resto de los trabajadores.

En la cuestión de la inmigración, como en todos los demás temas sociales, políticos y económicos, o se aborda desde un punto de vista de clase y se sacan las conclusiones hasta el final o la burguesía tendrá más oportunidades de utilizarlas en su provecho. En la perspectiva de que tarde o temprano el actual ciclo económico alcista se termine y de forma rápida crezca el desempleo, no es difícil prever que la derecha profundizará en su demagogia contra los inmigrantes para desviar la atención del problema fundamental que no es otro que la podredumbre de su propio sistema, el capitalista.

De hecho esa podredumbre, está en la raíz del propio fenómeno de la inmigración. La decisión de emigrar ya de por sí un fenómeno dramático, por todo lo que implica de romper con tus lazos culturales, tu entorno familiar, etc. que toman millones de personas en el mundo cada día, está relacionada con la situación de extrema pobreza, violencia y descomposición social en la que están sumidos la mayor parte de los países.

El truco de la burguesía no consiste tanto en ocultar esta realidad (abundan los programas televisivos sobre la miseria de los países del llamado Tercer Mundo), sino en presentarla como algo totalmente ajeno al sistema capitalista. Incluso tienen el cinismo de mostrarse sensibles a la terrible situación que viven millones de personas, aireando campañas humanitarias que casi no tienen efecto en paliar el drama de la gente a la que va destinada. Ocultan la auténtica sangría de riqueza que supone el pago de los intereses de la deuda externa. Ocultan el apoyo de las multinacionales a los diferentes grupos armados en África. Ocultan el apoyo de la “democrática” burguesía occidental a regímenes dictatoriales o semi dictatoriales en los países pobres que no tienen ningún inconveniente en privatizar todas las empresas y servicios públicos para que ellos sigan engordando sus beneficios.

Después de más de una década en la que el saqueo y la dilapidación de la riqueza de estos países por parte del capital financiero y las multinacionales ha batido niveles récord, no es nada extraño que el fenómeno de la emigración sea creciente en todo el planeta. Atajar el problema de la emigración también implica la defensa de la lucha por el socialismo en el mundo entero, una política auténticamente internacionalista.

Nunca habrá un “comercio justo”, ni prosperidad para la mayoría de la población mientras la economía esté en manos de un puñado de multinacionales y bancos, es decir mientras exista capitalismo.

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