La razón la podemos encontrar en el periódico Heraldo de Aragón del 23 de octubre: “Gliwice necesita 700 millones de GM para hacer el Meriva, el doble que Figueruelas. Mejora la opción aragonesa ante el gran desembolso que supone la ampliación polaca y los costes de los posibles despidos, en medio de la crisis económica de la firma”.
Tal y como habíamos expuesto en nuestros artículos y en las hojas repartidas en las asambleas (y frente a los derrotistas que, incluso desde el campo sindical, proclamaron que el Meriva se había perdido), queda claro que la intención de la multinacional es mantener la producción en Zaragoza, rebajando mediante el chantaje las condiciones de trabajo y salariales.
El consejero de Economía aragonés, Bandrés, se apresuraba a afirmar que “la pelota está en el tejado de los sindicatos” y que éstos necesitan “mover ficha”.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, coincidimos con él, aunque probablemente no en el significado de “mover ficha”. Es necesaria una movilización contundente e inmediata que garantice la permanencia de los puestos de trabajo. Puesto que las instalaciones ya están aquí, si conseguimos arrancarles el compromiso de mantener los puestos de trabajo, el Meriva se quedará en Zaragoza, y nuestra lucha marcará el camino para el resto del sector, como Seat o GM a escala europea.