Hace tiempo que la informática entró a formar parte del grupo de profesiones consideradas como “buenos trabajos”. Ésta se realiza desde un cómodo despacho, está exenta de esfuerzo físico y parece ser que los que la realizan cobran considerables sumasEl Mito

Hace tiempo que la informática entró a formar parte del grupo de profesiones consideradas como “buenos trabajos”. Ésta se realiza desde un cómodo despacho, está exenta de esfuerzo físico y parece ser que los que la realizan cobran considerables sumas de dinero por ello. La verdad resulta ser mucho más dramática. Como toda profesión, no escapa de la opresión del sistema productivo. Las leyes del mercado la han convertido en una profesión mediocremente pagada y con índices de absentismo por baja médica que equiparan a ésta profesión con cualquier otra.

Hace unos ocho o diez años, parece que la situación en el sector informático era muy distinta a la actual. Si echamos un vistazo a las estadísticas el panorama es desolador. En mi empresa, entre el 5 y el 10 por ciento de la plantilla está de baja por patologías relacionadas con la depresión, el estrés y las crisis de ansiedad. Otro grupo similar de trabajadores lo está por problemas esquelético-musculares, debido a las posturas forzadas durante periodos prolongados de tiempo y los problemas de visión están afectando cada vez a más miembros de la plantilla. Si bien es cierto que el mundo de la informática parece no formar parte de las estadísticas relacionadas con la siniestralidad laboral, el precio que se está pagando no resulta nada despreciable. Como programador, deberé empezar a hacerme a la idea de que terminaré por convertirme en un anciano de espalda encorvada, gruesas gafas y algún tipo de neurosis o desequilibrio en mi personalidad, con tan sólo 50 años.

La proletarización del sector informático

Durante los últimos años, las condiciones laborales en mi empresa se han ido degradando a un ritmo vertiginoso. Se ha triplicado la carga de trabajo, mientras que la plantilla ha pasado de 170 a 130 trabajadores, parece que las intenciones de la empresa de llegar a 100 trabajadores no tardarán mucho en cumplirse. A veces me pregunto el porqué de ese número. ¿Por qué no 90 o 110? Supongo que 100 resulta un número más redondo y bonito para el director de finanzas. En realidad, debe ser mucho más fácil realizar las nóminas entre 100 trabajadores, ya que resulta mucho más sencillo dividir por 100 que por ejemplo por 165. De ésta manera, el director de finanzas será mucho más efectivo en el desempeño de su labor, dividir entre los trabajadores para multiplicar ante la dirección.

Durante estos años la empresa se ha hecho con software capaz de controlar todo el trabajo que realizamos, minuto a minuto, y medir la productividad de cada uno de nosotros para pedirnos cuentas en el momento que les convenga. Para describir en pocas palabras este tipo de software, podría decirse que hace la función del que toca el tambor en las galeras, marcar un ritmo de trabajo que cada vez resulta más vertiginoso.

Ha llegado el punto en que prima la producción a la productividad. Te sientas 8 horas al día ante una pantalla, sabiendo que lo que menos importa es la calidad del producto que diseñas. Lo que realmente le importa a la empresa es la cantidad de código que seas capaz de generar. No importa para nada si ese código es correcto, la cuestión realmente importante es que esté hecho para el día requerido y así poder cobrar el encargo, dicho sea de paso, que la persona encargada de decidir el día que tiene que estar lista la entrega no tiene la menor idea del tiempo necesario para poder desarrollarla. En fin, que dedicas la mayor parte de tu vida a un trabajo que sabes positivamente que estás haciendo mal y, encima, este trabajo no te reporta un nivel de vida aceptable, ni adquisitivamente ni emocionalmente.

Últimamente la dirección está llegando a unos niveles en sus despropósitos desconocidos hasta el momento. Si uno tiene la mala suerte de no aguantar más la presión y acaba cayendo de baja, la empresa, muy amablemente, le proporciona un portátil para que pueda trabajar desde casa. Y si el trabajador se niega a aceptar tal propuesta la empresa recurre al método de despedirle en el momento en que esté en disposición de trabajar.

Si hablamos de los salarios lo mejor que puede decirse de ellos es que aún existen. Estos se han desplomado durante los últimos años y, contrariamente a lo que cree la gente, los salarios que cobran los informáticos se han equiparado al del resto de profesiones.

Recuerdo que hará un año la empresa contrató a un par de ingenieros superiores en calidad de becarios. Su contrato les daba derecho a duras jornadas de trabajo y a una remuneración de unos 300 euros mensuales. Al terminar el periodo de prácticas, después de que los dos trabajadores se hubieran dejado las cejas en su desempeño, la empresa tuvo la poca vergüenza de comunicarles que no estaban nada contentos con el trabajo que habían realizado, pero que si aceptaban trabajar más horas al día la empresa se comprometía a renovarles el contrato cobrando exactamente el mismo salario. Después de esta bienvenida al mundo real, que nada tiene que ver con los sueños de prosperidad de la época universitaria, los dos trabajadores decidieron declinar tan interesante oferta. Resultaba patético ver al director de personal, exclamando extrañado al comentar la negativa de los dos trabajadores en cuestión.

Y el futuro parece depararnos una realidad aún peor. La aparición de Internet, uno de los mayores logros de la informática, parece ser que puede destruir un mayor número de puestos de trabajos en los países desarrollados. La burguesía está utilizando esta herramienta para encargar los trabajos a países como Pakistán e India. Hay empresas que han reducido su plantilla en un 80%, dejándola sólo con la imprescindible para realizar las visitas a los clientes.

El resurgimiento de la conciencia de clase

Llegados a este punto uno se pregunta: ¿Cómo se puede llegar hasta este extremo? Pues bien, para ello la empresa se ha servido de un comité dócil, por no calificarlo de vendido, que ha desembocado en una plantilla desilusionada. La separación entre plantilla y comité hace que cualquier tipo de negociación sea un simple trámite, donde el comité acepta todas las propuestas de la empresa y luego traslada los argumentos de la empresa a la plantilla para justificar que no había nada ha hacer.

Pero todos estos abusos han producido efectos que la dirección no ha tenido en cuenta. Las tensiones se han ido acumulando silenciosamente. Ante cada recorte por parte de la empresa, ante la aparente sensación de que no pasa nada, la desilusión, la rabia y el descontento han ido haciendo mella entre los trabajadores. Y toda esta tensión se ha canalizado en las últimas elecciones del comité de empresa. Esta elección se realizó para sustituir una baja en el comité y conseguí ganar derrotando a la candidata de la empresa. Para ello tuve que hacer frente a un sinfín de estrategias malintencionadas por parte de la empresa y miembros del mismo comité. Pero para mi sorpresa, los trabajadores se organizaron, de forma espontánea, para ayudarme a superar todas las trabas a las que he tenido que hacer frente hasta llegar al comité.

Desde entonces, los trabajadores se están reagrupando entorno al comité. Empiezan a creer en sus fuerzas y no dudan en desempeñar cualquier trabajo que les propongo para preparar las negociaciones que se avecinan. Saben que son capaces de cambiar las cosas y un grupo de ellos se está preparando para presentarse a las al comité que se realizarán a principios del siguiente año. Su intención es echar fuera a los actuales miembros y constituir un comité combativo, capaz de luchar por las necesidades de sus compañeros y terminar de una vez por todas con la explotación a la que se nos ha estado sometiendo estos últimos largos años.

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