Todas las televisiones emiten, dentro de sus telediarios de los últimos días del año, reportajes sobre las distintas formas de celebrar la Nochevieja en el mundo. No es de sorprender que ningún cámara de ningún canal se acercara por las oficinas de TTodas las televisiones emiten, dentro de sus telediarios de los últimos días del año, reportajes sobre las distintas formas de celebrar la Nochevieja en el mundo. No es de sorprender que ningún cámara de ningún canal se acercara por las oficinas de Tragsa en Valencia; allí, decenas de trabajadores de esta empresa, encerrados desde el 11 de diciembre, tomaron las uvas, y pasaron todas las fiestas, luchando, reivindicando contratos dignos. Con ellos estuvimos los compañeros del Sindicato de Estudiantes y de El Militante.

La vieja consigna “Si no hay solución, habrá revolución” resonó con fuerza en la manifestación de 200 estudiantes, el 14 de diciembre, cuando se acercaron y saludaron los trabajadores de Tragsa. El 20 pudimos conocerlos mejor, en las oficinas ocupadas. Nos recibieron con una mezcla de sorpresa y calor. Por todas partes, carteles relativos a la lucha. Uno de ellos versionaba a La Polla Records: “Quince años trabajando/y a Tragsa beneficiando/y encima con cachondeo de amor al trabajo./Pero en este cuento Blancanieves dice ‘fijos ya’”. Ambiente de ánimo, a pesar del desgaste natural de una lucha tan dura; como ellos dicen, “cada día que pasa no llevamos un día más, falta un día menos para vencer”. Su consigna es “vencer o ganar”.

Tragsa es una empresa pública al 100%, una parte más de la SEPI, con presencia estatal. Se dedica a diferentes tareas, entre ellas prevención y extinción de incendios forestales, protección civil, salvamento… Para la primera de estas tareas la empresa siempre ha echado mano de brigadas temporales que actuaban en los meses de verano, sin continuidad; brigadistas que se jugaban la vida (como los 9 que murieron este verano en Guadalajara) y, a cambio, apenas tenían derecho a nada. A partir de 1992 en el País Valenciano (a diferencia de en el resto de comunidades) los trabajadores consiguen la continuidad de las brigadas de extinción durante todo el año, convirtiéndose en un referente para la plantilla temporal de Tragsa de otras zonas. Son brigadas que también se encargan de rescates de montaña, evacuación de edificios en casos de terremotos… Fruto de la lucha sindical, los miembros de las Brigades Rurals d’Emergència van consiguiendo mejoras en sus condiciones. Sin embargo, éstas siguen siendo precarias.

Todos los trabajadores de las brigadas tienen contrato de obra y servicio, ni uno solo es fijo. Es decir, cada fin de año se les acaba el contrato y han de volver a pasar por las mismas pruebas (médicas y físicas) para volver a ser contratados el nuevo año. Sin antigüedad, ni indemnización en caso de no seguir trabajando, ni otros muchos derechos. Hay gente que lleva hasta 15 años trabajando y no sabe hasta el final de cada año si va a ir al paro o no. “Somos un servicio necesario y de vital importancia para la sociedad; nos lo recuerdan cada [vez] que tenemos una huelga. Fíjate el anacronismo, servicios esenciales y contratación en precario”, nos dice Juan Francisco Miralles, secretario de la sección de CCOO.

Estos trabajadores son permanentes en el año, pero además, en los meses de verano, se contrata temporalmente, normalmente a estudiantes que no repiten. “Lo que hace falta es mucha más gente trabajando durante todo el año, y evidentemente con más formación; hemos visto que en este trabajo la falta de formación, la inexperiencia, lleva a accidentes”. Por eso, además de estabilidad en el empleo, exigen más plantilla permanente, más formación, más seguridad, mejores equipos.

Comienza la huelga

“La historia empieza el 30 de setiembre, estamos negociando el convenio y la empresa rompió la mesa de negociación”. Razón: que tiene problemas con la Generalitat y que no va a continuar garantizando la extinción de incendios forestales a cuenta de ella. “Yo creo que el accidente de Guadalajara fue el detonante”. Eso, obviamente, significaba dejar en la incertidumbre a los trabajadores, cuyos contratos acababan el 31 de diciembre. Aunque, al final, cuando se acercaba el fin de año, Tragsa informa de que seguirá trabajando para la Generalitat al menos un año más.

Ante esa actitud “llevamos a cabo un proceso de asambleas [en las tres provincias], en las que participan CCOO y UGT”, y en donde decidimos iniciar una serie de movilizaciones para clarificar nuestro futuro”: concentraciones y una huelga que ya lleva tres meses. A Tragsa “le decimos: independientemente [de si se renueva el servicio o no], no podemos seguir como hasta ahora; debe finalizar ya toda esta contratación precaria”. “Y además con un valor añadido: la empresa es del gobierno, y el gobierno es del Partido Socialista, así que aplicaros el cuento, no vale estar hablando de ‘trabajo de calidad’ y bla, bla, bla”, y luego mantener Tragsa en la precariedad.

Es una huelga dura, con unos servicios mínimos del 60% (en las dos anteriores fue del 100%), y “la puntilla la pusieron ellos [la empresa]: en preemergencia 3 tiene que estar el 100% [de la plantilla] y en el caso de que te llamen el personal debe reincorporarse al trabajo en una hora”. Así que los trabajadores llevaron a cabo la ocupación de las oficinas, desde el 11 de diciembre. De los 300 trabajadores, el 20 de diciembre 240 habían participado en el encierro, de forma rotativa, empleando una parte importante de los dos días libres que tienen cada dos jornadas de trabajo.

A pesar de prohibir en la práctica el derecho de huelga, “el servicio sí que se ha visto afectado. Hay por ahí gamberros que se dedican a poner silicona en las cerraduras de los parques [móviles], y ante la inseguridad a la gente le entra un virus —es normal, ¿no?—, y se cascan cuatro o cinco días de baja. Nuestros compañeros se deprimen, van al médico, entonces las brigadas no son operativas…”.

A partir de Nochevieja la empresa endurece la presión hacia el encierro. Sitúa a vigilantes en las oficinas para controlar a los encerrados, impide el acceso, prohíbe la entrada de víveres. Sólo los delegados pueden permanecer en el encierro, pues el resto de trabajadores ha de cumplir su jornada, y después ya no pueden acceder. En este contexto, 80 trabajadores se manifiestan ante la empresa el 2 de enero; la rotura de una puerta de cristal es utilizada para amenazar con la llegada de antidisturbios y los delegados deciden salir. Han sido 22 días de encierro. La huelga continúa y, de momento, la lucha ha servido para que la empresa se comprometa por escrito a no realizar ningún tipo de sanciones por la ocupación ni ningún incidente, y para reabrir las mesas de negociación.

Continuar la lucha

El encierro ha demostrado la capacidad de lucha y resistencia de los trabajadores. Pero lo que más nervioso pone a la dirección de Tragsa (y a la Generalitat, que obviamente tiene capacidad de presión sobre la empresa) es la publicidad y extensión de la lucha. El solo hecho de que el Sindicato de Estudiantes estuviera por ahí, compartiendo con los trabajadores unas horas, les fastidia, de hecho se quejaron de “la utilización de menores”. Mucho más les duele que otros trabajadores, de emergencias (SAMUR) y de servicios sociales, vean esta lucha como un ejemplo. Por parte del Sindicat d’Estudiants, se van a hacer charlas en centros escolares y recoger resoluciones y firmas. Esta lucha dura, en unas condiciones tremendas de dispersión de los trabajadores, de represión del derecho de huelga y de precariedad, no puede quedarse aislada, el problema de fondo es el mismo, las condiciones precarias en servicios públicos y sociales (en este caso esenciales). El Gobierno, la Generalitat y el Ayuntamiento realizan una política muy similar en lo que respecta a precarización del empleo (Correos), privatización de servicios (Renfe, astilleros, estiba y desestiba de puertos), pérdida de derechos adquiridos y supeditación de la sanidad y la educación públicas a la empresa privada. Pensamos que los compañeros deben dirigirse directamente a los comités y Juntas de Personal de Ayuntamientos, Generalitat, Educació, Sanitat, Renfe, puertos (los estibadores están en lucha contra la privatización), RTVE (pendiente de reconversión salvaje), Correos…, y proponer asambleas para informar de su lucha y estimular una movilización contra la precariedad y la privatización de los servicios públicos, y el aumento de derechos y del poder adquisitivo.

Por supuesto, la máxima responsabilidad en esto es de la dirección sindical. “No le pidas peras al olmo”, responde Miralles, cuando le preguntamos por lo que deberían hacer los dirigentes. “El problema es de principio”, nos dice cuando entramos a hablar del sindicalismo de la dirección de CCOO, “¿estamos contra el capitalismo o por mejorar el capitalismo? Pero al final se acumulan las contradicciones. ¿Quién nos iba a hablar de Venezuela, de Bolivia?”. “En este caso concreto [el de la sección de CCOO que engloba a unos 200 trabajadores], quizás por la tradición que tenemos, si algo hemos hecho es que se respete nuestra independencia; tiene que ser una sección sindical más ideologizada; publicamos una revista que llamamos La chispa por aquello del Iskra, y allí hablamos de la situación internacional, general…, y eso es lo que debe pasar en cada sección sindical”. Los trabajadores de Tragsa, como los de otras tantas empresas, subrayan una y otra vez ese abecé del sindicalismo olvidado por muchos de nuestros dirigentes: sin la lucha no hay mejoras, sin perspectiva anticapitalista no hay sindicalismo de lucha.

Reportaje elaborado por Empar Martí, Rubén Cervantes, Vlado Martínez y Ulises Benito

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