Trabajo como albañil desde hace unos cuantos años. Pero, no me remontaré tanto porque sólo con los acontecimientos que he vivido en el último año podré ilustrar la situación en la que nos encontramos los trabajadores.Trabajo como albañil desde hace unos cuantos años. Pero, no me remontaré tanto porque sólo con los acontecimientos que he vivido en el último año podré ilustrar la situación en la que nos encontramos los trabajadores.

Tras varios años trabajando con subcontratas, es decir, sin ningún tipo de derechos como puedan ser vacaciones, pagas extras, bajas por enfermedad, bajas por accidente laboral (en las que se cobra el 20% del salario), sin el cumplimiento de las medidas de seguridad, sin el equipamiento necesario para desempeñar mi labor y, por supuesto, sin declarar mi sueldo íntegro de forma legal, conseguí un puesto de capataz de obra en una empresa filial de OHL. Esto me hizo pensar que, de una vez por todas, iba a poder disfrutar de todos los derechos que me corresponden legalmente: cuarenta horas semanales, pagas extras, finiquito..., pero nada más lejos de la realidad. Allí descubrí que la corrupción a la que están sometidas las subcontratas no sólo afecta a estas empresas, sino que se multiplica. Para empezar, de doce a catorce horas de trabajo diarias, con la excusa de que sólo serían unos días debido al retraso de la obra. Pero esta situación duró todo el tiempo que formé parte de la plantilla. No hace falta decir que sólo cobraba 8 horas ya que, según ellos, el capataz no debía cobrar horas extras.

A medida que pasaba el tiempo la situación se iba agravando. Cuál fue mi sorpresa cuando el delegado de la empresa me exigió mantener a una cuadrilla de inmigrantes marroquíes trabajando 12 horas advirtiéndome de antemano que no cobrarían, por diferencias entre él y el subcontratista. Así que como siempre, ¡pagamos los mismos! Desde luego, yo no estaba dispuesto a ser cómplice de esa explotación y en consecuencia con mis principios decidí y puse en conocimiento de los trabajadores cuál era la situación.

A partir de ahí todo fueron reproches y humillaciones por parte de la dirección facultativa de la obra: “que si no sirves para meter caña, que si no miras por la empresa, que nosotros no somos una ONG sino que buscamos beneficios económicos…”.

Por todo esto, poco a poco, surgió una gran decepción a la vez que rabia, lo que me llevó a tomar la decisión de enfrentarme al delegado, diciéndole a la cara todo lo que pensaba de él, lo que dio lugar a una situación insostenible. Pero ni por esas me despidieron, buscaban que yo me fuera para así ahorrarse unos duros.

De vuelta al mundo de las subcontratas me encontré que cuando ya llevaba dos meses trabajando no había cobrado ni un céntimo. El buen hombre se gastó nuestro dinero en bingos, putas y cocaína. No obstante, conseguí cobrar pero me costó un mal rato. Me dio tal ataque de ira que cuando me di cuenta estaba en la oficina, rodeado del personal administrativo y de uno de los jefes de zona, exigiéndole que me dieran todo lo que debían. Al principio intentaron marearme con que eran problemas administrativos que se solucionarían pronto, pero ante mi reproche de que ellos sí que habían cobrado puntualmente el día uno y que eran unos sinvergüenzas (en un tono la verdad bastante subido) conseguí que justo al día siguiente me pagaran. Como he dicho antes, en el momento de la disputa estaba presente un jefe de zona que fue quien hizo que me pagaran. Pero eso sí, sólo a mí, a mis compañeros nada.

Posteriormente, otra nueva subcontrata (en la que estoy actualmente). Como os podéis imaginar, en las mismas condiciones, sólo que éstos se han superado. Una semana llevaba trabajando con ellos cuando una mañana me presentaron para firmar un preaviso de despido en blanco. Yo no salía de mi asombro, pero el jefe me garantizaba que aunque se lo firmara tendría trabajo para dos años. Sus argumentos eran que unos “listos”, a los que había despedido por la cara, le denunciaron y consiguieron que los indemnizara con 4.000 euros a cada uno.

No me lo podía creer, así que le expliqué detalladamente los motivos por lo que me negaba a firmarlo. El resultado fue que sólo tres trabajadores nos negamos. Lo que la subcontrata aprovechó para dar de baja durante el puente de diciembre, la Navidad y la huelga de la construcción que ha habido en Málaga, al resto de los trabajadores. No hace falta decir que a los obreros la cuesta de enero se les ha prolongado hasta marzo, ya que no han cobrado prácticamente nada en los meses de enero y febrero.

No quiero acabar sin hacer mención al incumplimiento de las medidas de seguridad. Medidas que los responsables se las pasan por el forro. Al fin y al cabo, ellos no van a morir ni se van a lesionar en el tajo, ya que su labor diaria pasa de la oficina al bar, y encima recortan gastos.

¿Duda alguien todavía que es imprescindible una movilización de la clase obrera para luchar por la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores de la construcción?

May

Málaga

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