Aznar ha decretado para finales de enero la disolución del Parlamento y la consiguiente convocatoria de elecciones generales para el próximo 14 de marzo. La burguesía española aspira a que su partido renueve en una tercera legislatura la mayoría abso Sin embargo para la inmensa mayoría de los trabajadores y la juventud una nueva victoria del PP se traduciría en un empeoramiento de nuestras condiciones de vida y una nueva perdida de derechos. Ante esta situación, ¿cuál es la posición de los partidos tradicionales de la izquierda? ¿Cómo se puede derrotar al PP en el terreno electoral?

El legado del PP en estos ocho años no puede ser peor para las familias trabajadoras. La perdida de poder adquisitivo, reflejado en las encuestas oficiales que señalan más de un 50% de hogares con dificultades para llegar a final de mes, es tan sólo la punta del iceberg. La derecha se apunta en su haber un 30% de precariedad en el empleo, que se ceba en los jóvenes donde estas cifras superan el 80%; la imposibilidad de acceder a una vivienda si no es hipotecando más del 50% del salario bruto en el mejor de los casos; la utilización de los Presupuestos Generales para favorecer una política de subvenciones multimillonarias a la enseñanza privada, aderezado con leyes privatizadoras como la LOU y la LOCE. Las medidas privatizadoras de los servicios públicos adoptadas por el PP transpira una misma filosofía: hacer de las necesidades de la población un negocio para los capitalistas.

Al mismo tiempo Aznar y su gobierno han encabezado una particular cacería contra los derechos democráticos. Amparados en la supuesta lucha contra el terrorismo han aprobado medidas tan reaccionarias como la Ley de Partidos, han criminalizado a todo aquel que no ha dicho amén a su política de “España Una, Grande y Libre” y se han embarcado en una guerra imperialista y criminal contra el pueblo iraquí, gastando millones de euros que salen del bolsillo de todos.

Un nuevo ascenso

en la lucha de clases

Esta ofensiva contra los trabajadores ha tenido su contrapunto en el ascenso de las movilizaciones contra el PP, que hace ahora un año alcanzaron su punto más álgido. La huelga general del 20-J, las manifestaciones contra la guerra, pasando por las movilizaciones estudiantiles, contra el desastre del Prestige o el Plan Hidrológico Nacional, han provocado el mayor desgaste y cuestionamiento del PP desde que alcanzara el gobierno en 1996.

No obstante, la pregunta que ronda en la cabeza de miles de activistas de la izquierda, de miles de jóvenes y trabajadores que han estado llenando las plazas del país contra el PP es una: ¿Cómo es posible que después de estas movilizaciones, la derecha pueda presentarse a las elecciones con posibilidades de volver a ganarlas?

La respuesta fácil, que siempre tienen a mano los dirigentes reformistas de las organizaciones de la izquierda, sean políticas o sindicales, es la misma: culpar a los trabajadores por su falta de “conciencia” o referirse al “giro a la derecha en la sociedad”. Esta forma de presentar las cosas es un intento de escurrir el bulto, precisamente por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de derrotar contundentemente a la derecha en las urnas.

La política del PSOE

Hace unos días el PSOE ha presentado su programa electoral y su estrategia para ganar las elecciones. La conclusión de esta puesta en escena es evidente: los sesudos asesores de Zapatero, después de analizar los últimos resultados electorales, han llegado a la conclusión de que el partido debe girar a la derecha para atraerse el “voto centrista”. ¿Se puede ser más miope y estar más alejado de la realidad? ¿Acaso no han hecho el simple ejercicio de comprobar que la abstención se ceba en el electorado de izquierdas, en los barrios obreros y por esa razón no se derrota a la derecha? ¿No han visto lo que ha ocurrido en las municipales del 25 de mayo, en las autonómicas de Madrid en octubre o en las catalanas donde el PSOE perdió más de 150.000 votos?

Esto es un libro cerrado para los dirigentes actuales del PSOE, que han optado por aceptar el marco del capitalismo con todas sus consecuencias y renunciar a una política que resuelva los graves problemas de las familias trabajadoras.

En este viaje al “centro”, obsesionado por alcanzar una imagen de “hombre de Estado, responsable y dialogante”, Zapatero ha tenido la ingeniosa idea de rodearse de un “comité de notables”, integrado por lo más granado de la derecha del partido. A gente como Pedro Solbes, último ministro de Economía del gobierno de Felipe González conocido por su política de privatizaciones y su ardiente defensa del programa de recortes y austeridad presupuestaria, le acompaña José Bono y Rodríguez Ibarra, defensores entusiastas del nacionalismo español más rancio. Curiosamente, al presidente de la Junta de Extremadura, en su línea habitual de exabruptos reaccionarios cuando se toca la cuestión nacional, le ha faltado tiempo para proponer la supresión de la representación parlamentaria de los nacionalistas, un gesto que, como reconoce El País, supone un auténtico torpedo contra la línea de flotación del discurso autonómico del propio Zapatero.

Pero sin duda la estrella de este comité, y auténtico cerebro del programa económico del PSOE, es Miguel Sebastián antiguo director del Servicio de Estudios del BBVA, economista liberal, firme defensor de la economía de mercado y hombre de confianza de empresarios y banqueros, que ha propuesto la rebaja de la presión fiscal de los grandes capitales (reducción del tipo máximo y del impuesto de sociedades ahora en el 45% y en el 35% respectivamente, hasta situarlo en el 30%), la austeridad presupuestaria y la congelación del gasto público: “En materia económica no queremos aventuras y no las habrá” ha sentenciado. Parece que los empresarios de este país están de enhorabuena. De hecho, ya han dado su apoyo, sin tapujos, a todas estas medidas económicas anunciadas por Zapatero. Es realmente increíble que la dirección del PSOE compita con el PP en ver quien propone medidas más favorables para las grandes empresas y los sectores de las capas medias que se han enriquecido en estos años. Lo peor de todo es que si piensan que así tienen más posibilidades de derrotar al PP, es que no han comprendido nada.

Es cierto que en otras materias como educación, el programa del PSOE promete algunas tímidas reformas, pero más bien parecen un guiño a la galería ya que no se plantea ninguna alternativa a los graves problemas de financiación que sufre la educación pública y otros servicios sociales.

Derrotar a la derecha

y defender los intereses de los trabajadores exige una política auténticamente socialista

El PSOE sólo podrá ganar a la derecha en las elecciones si moviliza su base social, es decir a la clase trabajadora y la juventud. Pero eso sólo se logrará cambiando drásticamente de política, planteando un programa de clase en beneficio de las familias trabajadoras que asuma, entre otras medidas, la derogación de todas las leyes y contrarreformas que han facilitado la precariedad laboral luchando por la estabilidad en el empleo; que sancione ejemplarmente a los empresarios responsables de la siniestralidad laboral; que defienda e incremente la cuantía de las jubilaciones; que reestatalize las empresas privatizadas; que garantice la sanidad y la educación pública, así como viviendas para los jóvenes y sectores más desfavorecidos; que defienda los derechos democráticos, incluyendo el derecho de autodeterminación en las nacionalidades históricas; que se oponga a la ocupación militar de Iraq, con o sin la ONU... En definitiva, que defienda una genuina política socialista.

Frente a la postura de respetar las reglas del juego del capitalismo hay que defender con claridad la única alternativa viable para resolver los problemas de la población: la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

Esta política movilizaría y entusiasmaría a la clase trabajadora y a la juventud que distinguirían con claridad las diferencias de clase entre el programa del PP y la izquierda. Este es el camino para derrotar a la derecha y defender los intereses de la mayoría de la sociedad.

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