Un sector clave de la clase obrera estira sus músculos

Un sector clave de la clase obrera estira sus músculos


"Durante los cinco días de huelga transcurridos en el sector de la construcción de la provincia de Pontevedra, la paralización llegó a ser total, tanto en obra de carácter público como en las construcciones urbanas" (La Voz de Galicia, 17/10/2007).
Cuando los marxistas analizamos el resultado final de una movilización, no nos fijamos tan solo en lo que se ha conseguido, si no que también vemos lo que se podría haber logrado, el estado de ánimo y el nivel de participación de la clase trabajadora en la huelga, si esa participación fue en aumento a medida que la lucha avanzaba, si disminuye, o si existía la posibilidad de haber extendido y vinculado la lucha a otros sectores.

Como explicábamos en El Militante nº 209 (octubre), la lucha de los obreros de la construcción estaba en una fase ascendente, con el sector paralizado, incorporando más trabajadores a las movilizaciones; si el día 2 de octubre los manifestantes eran 500, el día 4 la cifra se elevaba hasta los 2.000. El sector de la piedra (con más de 5.000 trabajadores), no vinculado directamente al convenio de la construcción expresaban su solidaridad y voluntad de lucha sumándose a los paros. Este sector tenía convocada una huelga que comenzaría el 24 de noviembre (a día de hoy ya desconvocada). ¿Por qué no plantear una movilización conjunta si los problemas de los sectores son los mismos y los trabajadores han expresado su deseo de luchar juntos?

Represión y tensiones
con la Xunta

La clase obrera también sufrió la represión del Estado, ese mismo estado que jamás procesa a los patronos culpables de los accidentes laborales por no invertir en seguridad. Cuatro trabajadores fueron detenidos tras manifestarse (por supuestos destrozos en el mobiliario urbano) y sólo fueron puestos en libertad cuando los sindicatos  anunciaron que no habría posibilidad alguna de negociar hasta que estuvieran libres sin cargos, como finalmente ocurrió.
La Xunta de Galicia tampoco se posicionó del lado de los huelguistas, como debe hacer un gobierno que fue aupado aupado al poder con los votos de los trabajadores. Se limitó a tratar de posicionarse como un agente neutral, un mediador. Esa "neutralidad" les puede costar muy cara, de momento los enfrentamientos entre la CIG y la Xunta son cada vez más públicos y notorios.
A pesar de todas las zancadillas que el Estado trate de meterle a la clase, ésta y los sindicatos tienen la última palabra. Si los empresarios se cierran en banda, y existe la posibilidad de extender la lucha y conseguir una mejora radical en las condiciones de un sector, la obligación de los dirigentes es seguir esa vía. Y como hemos visto en esta huelga de la construcción esta posibilidad existía, y de hecho fue puesta en práctica por los propios trabajadores.

Lo firmado

El convenio firmado finalmente recoge algunos avances importantes: una subida salarial lineal del 5% (cuando al inicio de la huelga los sindicatos no estaban dispuestos  a bajar del 6%) y la reducción de jornada anual en dos horas. Asimismo, se elimina la obligatoriedad de la jornada intensiva de verano, para que sean las empresas y los trabajadores las que decidan su aplicación en cada caso; en lo que respecta a los desplazamientos, se acordó que la empresa abone el gasto a partir de los 50 minutos de duración del trayecto, cuando la pretensión inicial estaba en los 30 minutos.
Con respecto al porcentaje de trabajadores fijos en las plantillas, deberá ser de 25 por ciento en 2008 y del 35 por ciento en 2009. El cumplimiento de estos acuerdos debe ser vigilado atentamente por los sindicatos; está claro que para la patronal los convenios no son más que papel mojado, como se demuestra en el sector naval donde acuerdos similares sobre el porcentaje de fijos son incumplidos constantemente por los empresarios y son causa del resurgimiento constante de los conflictos.

Conclusiones para el futuro

El acuerdo fue ratificado en asambleas en los sindicatos con una asistencia raquítica: en CIG (organización mayoritaria) 69 votos a favor, 9 abstenciones y 10 en contra, lo que hace un total de 88 obreros de los 60.000 que hay en la provincia de Pontevedra. Seguramente, si se hubiera mantenido el martes 16 la huelga (día en el que empezaría la huelga indefinida), hubieran asistido muchos más trabajadores a una asamblea centralizada, por lo que el sistema de decisión hubiera sido más democrático. Este método de mantener la huelga y hacer una asamblea central ya se dio en la huelga del metal de Vigo del 2005, y la propuesta de convenio casi sale derrotada, aprobándose en la segunda votación.
El significado de esta huelga es enorme. Un sector con un peso clave en la economía que hacía 15 años que no se movilizaba ha estirado los músculos, ha mostrado su potencial y ha arrancado pequeñas pero importantes conquistas a la patronal.

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