En septiembre de 2001 escribíamos en estas mismas páginas: “Si hoy se ha resuelto el conflicto de Sintel, los trabajadores saben que deben estar vigilantes y conscientes de que su participación en el control de los acuerdos será decisiva para garantizar su cumplimiento. Existen no pocos precedentes en otras luchas, de incumplimientos y retrasos por parte del gobierno” (El Militante nº 142, septiembre de 2001). Estas palabras han sido una premonición de lo que hoy está ocurriendo; casi dos años después los trabajadores siguen en paro, el subsidio de desempleo se les acaba en julio (a algunos les ha expirado en abril) y, lo que es más grave, Telefónica, el gobierno y lamentablemente la actual mayoría en la dirección confederal de CCOO, dan por cumplido el acuerdo en todos sus términos y acusan a los trabajadores de Sintel de no aceptar las ofertas de trabajo que, dicen, se les ha hecho.

 

¿Ha habido realmente ofertas de empleo?

El 18 de marzo de 2002 Ignacio Fernández Toxo, secretario general de la Federación Estatal Minerometalúrgica de CCOO, escribe a Telefónica haciendo un balance de las gestiones realizadas para la recolocación de los trabajadores de Sintel. Reproducimos algunos extractos de ese comunicado, creemos que bastante clarificadores sobre la realidad de esas supuestas ofertas de empleo: “De cuatro empresas, SEIRT, ABENTEL, ELECNOR y DYCTEL, no consta que hayan enviado comunicación alguna”. “LITEYCA, COMFICA, ITETE, TELECO, BEZACO-MONTES entre el 5 y 6 de marzo se han dirigido a los ex trabajadores de Sintel para concretar entrevistas...”. “ISOLUX en Córdoba ha enviado tres cartas para concretar entrevistas y 25 en Sevilla; RECONSA-RETESA han realizado en Ávila tres llamadas telefónicas y 10 en Zamora; COBRA, en Madrid, ha enviado 345 cartas pidiendo currículums vitae. No hay constancia del resultado de estas actuaciones; ST REDES LEVANTE, METESA, COTRONIC, ALCATEL, AVANZIT, AMPER, MONTREAL, CORNING, SPAK IBERICA Y MONTELNOR (...) no han realizado ninguna oferta (...)”.

Según podemos desprender de estas palabras, hasta esa fecha no había ni una sola oferta de empleo concreta, confirmando lo que vienen explicando desde hace muchos meses los trabajadores de Sintel.

Pero por si todavía hay alguna duda, podemos leer la resolución aprobada por unanimidad en la Ejecutiva de la Unión Provincial de Granada de CCOO, de 24 de febrero de 2003, en la que se hace balance de las gestiones realizadas por CCOO en Granada para recolocar a los ex trabajadores de Sintel. Según Telefónica, el Gobierno y después, la dirección de CCOO, 12 empresas habían ofertado 640 empleos. En el listado aparecen 351 ofertados por la empresa ITETE en todo el estado, de los que unos 30 corresponderían a Granada. Los compañeros de Granada explican lo siguiente: “...el secretario general de la Federación Minerometalúrgica provincial, señor Ocaña, se persona en el centro de trabajo de ITETE en Granada el día 6 de febrero de 2002 con la intención de mantener una reunión con la dirección para dar contenido a los acuerdos de recolocación. Esta reunión no se dio porque el responsable de la entidad no estaba presente”.

El día 12 el sindicato envía un fax insistiendo en una reunión, pero, “pasados unos días la contestación es la siguiente: ITETE no tenía ocupación en la provincia y que se verían obligados a rescindir contratos de los actuales trabajadores, debido al recorte de las adjudicaciones de trabajo por parte de Telefónica”.

Es evidente que los trabajadores han cumplido su parte y el gobierno y Telefónica, no.

Por su parte, la dirección de CCOO aprueba en el Consejo Confederal una resolución, el pasado 28 de enero de 2003, en la que, recogiendo todos los argumentos de Telefónica, da por cumplidos los compromisos que se derivaban de los acuerdos de agosto de 2001, a la vez que exigen a todos los organismos y estructuras del sindicato que acaten esta resolución.

La resolución antes mencionada de CCOO de Granada contesta a esto lo siguiente: “(...) está demostrado que no corresponde a la realidad de los hechos la RESOLUCIÓN DEL CONSEJO CONFEDERAL, porque así como nos ha contestado la empresa ITETE en Granada con 30 recolocaciones, qué habrá sido con los 351 puestos de trabajo que se habían ofertado sobre el papel”.

¿Por qué desmantelan Sintel?

Comprender este punto es la clave para entender el desarrollo del conflicto. También es imprescindible partir de la estrategia sindical general que ha venido siguiendo la dirección de CCOO en los últimos años, a la hora de concebir el trato que la dirección de CCOO está dando a los trabajadores de Sintel.

Sintel era filial de Telefónica y se dedicaba a la instalación de redes. Una gran empresa para la que trabajaba otra gran empresa, que contaban con trabajadores con experiencia, con tradición, protección sindical y derechos adquiridos después de muchas luchas. El proceso de privatización de estas y todas las empresas públicas de este país que han corrido la misma suerte, ha ido acompañado del desmantelamiento de estas conquistas, del empeoramiento de las condiciones de trabajo y de la presión implacable por parte de los capitalistas para eliminar o reducir a la mínima expresión posible la protección sindical.

Los mecanismos utilizados han sido varios. Algunos son la eliminación de los más veteranos con más derechos adquiridos vía despidos más o menos traumáticos y la contratación de nuevos trabajadores más jóvenes en peores condiciones laborales y salariales.

El objetivo de todas estas prácticas era el de aumentar los beneficios empresariales a costa de arrancar derechos a los trabajadores, que además facilitara las condiciones para poder exprimirlos más.

Telefónica, aplicando esta estrategia, quería reducir gastos desprendiéndose de filiales y repartir la carga de trabajo entre otras empresas que contaban con trabajadores con menos derechos, presionándolas para que abarataran sus precios, hecho que provocaba, a su vez, al empeoramiento de las condiciones laborales de sus plantillas.

Estas prácticas son un reflejo no de progreso, como se nos ha intentado vender (en algunos casos, incluso desde la dirección de nuestros sindicatos), sino de la agónica enfermedad de este sistema. Los capitalistas necesitan apropiarse de hasta la última gota de plusvalía generada por los trabajadores, no pueden permitir que ni una mínima porción vuelva a los obreros vía protección laboral, buenos salarios, etc.

Hace bastantes años que el capitalismo entró en una pendiente descendente. La inmensa mayoría de las ramas de la producción están estancadas y las que han crecido, como las telecomunicaciones, están saturadas de empresas en constante e implacable lucha por la mínima porción de mercado. En este contexto, una parte importante de los beneficios empresariales proviene de la sobreexplotación de la clase obrera, por lo que la desregulación del mercado laboral y su precarización se ha convertido en una prioridad para los capitalistas de todo el mundo.

En el caso concreto de Sintel el pistoletazo de salida se dio en marzo de 1996, cuando Telefónica —siendo todavía empresa pública y con el último gobierno del PSOE en funciones— la vendió al empresario cubano norteamericano Jorge Mas Canosa (este señor alardeaba de haber participado en el desembarco de Bahía de Cochinos para derrocar a Fidel Castro). La venta se produjo por 4.900 millones de pesetas y Telefónica garantizó cartera de pedidos por valor de 75.000 millones de pesetas hasta 1999. Al llegar a esa fecha Telefónica empieza a aplicar el plan estratégico descrito más arriba y los Mas Canosa, desentendiéndose del futuro de los trabajadores de Sintel, optan por el desmantelamiento de la empresa, vendiendo filiales del grupo Sintel, descapitalizando la empresa, subcontratando trabajo, etc.

De hecho todo este período está rodeado de fundadas sospechas de actuaciones ilegales. Tanto es así que lo mismo sobre el proceso de venta que sobre el de gestión posterior hay abiertas diligencias por parte del fiscal anticorrupción, tras la denuncia presentada por el Comité de Empresa, que recoge el desvío de dinero por parte de los administradores a paraísos fiscales como Islas Vírgenes. También la junta directiva de Telefónica del año 1998 está inculpada por gestión fraudulenta en relación a la venta de Sintel.

Como consecuencia de estas actuaciones Sintel entra en suspensión de pagos, a los trabajadores se les deja de pagar las nóminas y miles de familias se quedan sin el empleo que es su sustento.

Los sindicatos, las privatizaciones y la desregulación del mercado laboral

Ante la ofensiva patronal descrita más arriba, la estrategia general de las grandes confederaciones sindicales de este país (CCOO y UGT) ha distado mucho de estar a la altura de las circunstancias.

Enfrentarse a un ataque de esta envergadura requería una estrategia de defensa global y conjunta de todos los trabajadores. Además de esto, y como elemento fundamental, era necesario oponer una alternativa en el terreno ideológico a la dináminca que los capitalistas imponían.

Los empresarios y sus plumíferos a sueldo de los medios de comunicación, insistían en la necesidad de adaptar las condiciones de producción a las necesidades del mercado y a sus leyes. Sus argumentos eran claros: si los mercados son limitados, la competencia es feroz, en estos momentos sobran trabajadores y hay que reducir costes “racionalizando la producción” (externalizando, empeorando las condiciones de trabajo, destruyendo empleo, etc ). Como hemos explicado más arriba estas necesidades del capitalismo son la manifestación clara de la crisis de este sistema.

Desde el punto de vista de los intereses de la sociedad en su conjunto, destruir fuerzas productivas (cerrar fábrica, destruir empleo, etc) es nefasto y para los intereses de los trabajadores esta lógica capitalista supone retroceder a las condiciones de trabajo del siglo XIX y cerrar el futuro a las siguientes generaciones.

Es necesario explicar que los trabajadores no somos culpables de la crisis de este sistema y que por lo tanto no tenemos porqué pagar sus consecuencias. Si un empresario, por sus intereses particulares, por su incapacidad o por lo que sea, después de haberse beneficiado del trabajo ajeno durante años, pone en peligro el empleo de centenares de trabajadores o decide cerrar, hay que exigir su nacionalización bajo control obrero, sin indemnización salvo en casos de necesidad comprobada y con la garantía de mantenimiento de todos los puestos de trabajo. Y esa exigencia hay que enmarcarla dentro de la perspectiva de la lucha por el socialismo, en el que los principales recursos de creación de riqueza estén planificados en función de las necesidades sociales y no de los beneficios empresariales.

Por lo tanto, desde los sindicatos y con esta base ideológica, era necesario emprender una campaña de movilizaciones globales contra la estrategia de los capitalistas, exigiendo que no se destruyera ni un solo puesto de trabajo, aceptando prejubilaciones sólo en el caso de que estas fueran sustituidas por jóvenes con los mismos derechos laborales, oponiéndose implacablemente a las privatizaciones y exigiendo un mayor control por parte de los trabajadores de la producción en las distintas empresas.

Pero el problema central de las direcciones sindicales (también de las organizaciones políticas de los trabajadores, PSOE e IU), es que hace mucho que abandonaron estos planteamientos, para ellos la única lógica posible es la lógica del capitalismo; lejos de oponerse ideológicamente a los empresarios, han compartido en líneas generales sus conclusiones, aplicando una política supuestamente “realista” y “moderna”.

El papel que estos dirigentes han asumido ha sido el de intentar frenar los excesos de los capitalistas y conseguir que los despidos (que también han considerado necesarios o en el mejor de los casos inevitables) fueran lo mejor pagados posible.

Estos planteamientos son los que explican la débil oposición sindical al proceso de privatizaciones, de reducciones de plantilla, etc. Donde sí ha existido esta oposición, ha sido por iniciativa de secciones sindicales con tradición o presionadas por plantillas especialmente combativas, que se han visto aisladas del resto de los trabajadores porque las direcciones confederales de CCOO y UGT no han hecho nada para unificar las luchas.

Esto es lo que ocurre cuando las organizaciones de los trabajadores aceptan en la práctica el capitalismo como el mejor de los sistemas posibles y abandonan la perspectiva de la transformación socialista de la sociedad. Cada una en su ámbito, las políticas en los gobiernos y las sindicales en las relaciones diarias con las empresas , se limitan a gestionar un sistema en crisis que necesita recortar continuamente los derechos y condiciones de vida de los trabajadores para que los capitalistas obtengan cada vez más beneficios.

Con Sintel hemos tenido una actuación “de manual” en este sentido por parte de los sindicatos (sobre todo CCOO) y además llevada hasta sus últimas consecuencias.

Tenemos una plantilla que no se resignó a aceptar estos planteamientos y unos dirigentes sindicales de empresa que se pusieron a la cabeza e impulsaron la lucha por la defensa del empleo y de los derechos adquiridos.

Por su parte las confederaciones han instado continuamente a los trabajadores a que fueran “razonables”, aceptando algún recorte para evitar, según ellos, males mayores y sólo han apoyado movilizaciones cuando la presión social lo ha hecho inevitable. Desde un principio se opusieron a la acampada y cuando ésta se produjo presionaron al Comité Intercentros para que aceptara las propuestas del gobierno y Telefónica (que no pasaban de ser un conjunto de bonitas palabras y buenas intenciones) y desmontaran desde el primer momento el campamento.

A este respecto, sobre las reivindicaciones concretas en ese momento de la lucha, los marxistas explicábamos la necesidad de que los trabajadores acampados exigieran al gobierno la renacionalización de Sintel como la única salida real para que los trabajadores salieran con algo firme entre las manos; en nuestro periódico escribíamos lo siguiente: “Con la reivindicación de la renacionalización, la presión del movimiento tendría un objetivo más nítido, más concreto, más identificado, por lo que las movilizaciones tendrían un efecto mayor. Además, sería un planteamiento tan directo y claro que impediría que el gobierno pudiera seguir mirando hacia otro lado”. Y seguíamos: “Es cierto que la estrategia del gobierno es la de seguir profundizando en las privatizaciones (...). Pero nosotros pensamos que orientando todas las fuerzas generadas en este conflicto hacia ese objetivo se puede obtener un resultado positivo para las aspiraciones de los trabajadores” (El Militante nº 138, marzo-abril de 2001).

Estamos convencidos de que esa era la mejor alternativa para los trabajadores y que lo que está ocurriendo en esta fase del conflicto tiene mucho que ver con no haber contemplado esta posibilidad anteriormente.

El caso de TELEVIK

Esta cuestión no resta para nosotros ni un ápice a la capacidad de lucha de los trabajadores de Sintel y su Comité Intercentros. Ellos emprendieron una lucha contra la desregulación y desmembración del mercado laboral en una parte del sector de las telecomunicaciones y sin negar para nada lo explicado anteriormente sobre lo que realmente ha ocurrido con las ofertas de trabajo; están luchando hasta el último momento por mantener unida en una sola empresa a toda la plantilla porque es lo mejor para ellos y para los trabajadores del sector en su conjunto. Mientras, la patronal del sector presiona en sentido contrario. Esto se pudo comprobar cuando el intento de la empresa rusa TELEVIK de hacerse con los servicios de los trabajadores de Sintel fue torpedeado desde el principio. En este sentido el 12 de marzo de 2002, TELEVIK manda el siguiente mensaje a los trabajadores: “Es necesario mencionar que la búsqueda de soluciones al problema ha resultado mucho más complicada de lo que nos imaginábamos en otoño del año pasado. Como ustedes bien saben, el problema de Sintel es, más que comercial, político”. Y sigue: “Y también mucho tiempo y esfuerzo nos ha llevado el tener que luchar con aquellas fuerzas que dudaban de la misma existencia de nuestra compañía que, según ellas, había sido inventada a propósito por los propios trabajadores de Sintel”.

Esas fuerzas a las que se refieren no son otras que Telefónica, que como ahora se está comprobando, no tenía ninguna intención de cumplir los acuerdos de agosto de 2001, y la dirección confederal de CCOO. Para estos últimos era fundamental desactivar lo antes posible un conflicto que por su repercusión social, amenazaba con desestabilizar su estrategia sindical general de pactos continuos con los empresarios y el gobierno.

Una vez desmontado el campamento, para el sector de la dirección confederal más comprometido con los pactos con el gobierno y con mantener desmovilizados a los trabajadores (recordemos la gira de Fidalgo por Galicia para convencer a los afiliados de CCOO y a los trabajadores en general para que hicieran de esquiroles en la huelga general convocada por UGT y CIG y más recientemente la negativa a convocar una huelga general de dos horas junto a UGT contra la guerra), era fundamental garantizar la eliminación de los trabajadores de Sintel como un punto de referencia de lucha para el resto de los trabajadores.

Por eso se alían a Telefónica y al gobierno para empujarlos a la salida individual y son tan beligerantes con la propuesta de los trabajadores de formar su propia empresa, Sintratel. Todo lo que traiga como consecuencia mantener unida a la plantilla en una sola empresa es negativo para los voraces intereses económicos de Telefónica y los intereses burocráticos del sector que actualmente controla la dirección de CCOO.

Ahora más que nunca con los trabajadores de Sintel

Hoy más que nunca los trabajadores de Sintel necesitan de nuestro apoyo y solidaridad. Ésta tiene que concretarse. La izquierda ha recuperado el gobierno de la Comunidad de Madrid, la primera decisión que deberían tomar es la de contactar con los trabajadores de Sintel para concretar la constitución de Sintratel.

Por su parte el Sector Crítico de CCOO ha declarado públicamente en numerosas ocasiones su apoyo, al igual que el sector del sindicato agrupado en torno al anterior secretario confederal de Organización, Rodolfo Benito. En estos momentos las circunstancias exigen pasar ya de las palabras a los hechos. En ese sentido la primera acción que debería realizar el secretario general de la Unión de Madrid, Javier López (conocido rodolfista), es aceptar las disculpas del compañero de Sintel que agredió Fidalgo y retirar la denuncia que presentó contra él minutos después del incidente.

Estos sectores cuentan con multitud de secciones sindicales, uniones comarcales, provinciales e incluso regionales, que les son afines. Es el momento de lanzar una amplia campaña de resoluciones exigiendo a la dirección de CCOO que rompa su alianza con la patronal y el gobierno y se coloque del lado de los trabajadores denunciando el incumplimiento del acuerdo y presionando para que tanto el gobierno como Telefónica hagan posible el proyecto Sintratel. Por supuesto otro punto de esta resolución debería ser la retirada inmediata del expediente abierto a los dirigentes de la Asociación para la Colaboración con los trabajadores de Sintel. Estos compañeros, la mayoría con más de 20 años de militancia en el sindicato, han dado la batalla por impedir actos violentos contra cualquier dirigente del sindicato. Además hay que impedir que el incidente del Primero de Mayo sirva de excusa para que los actuales dirigentes del sindicato se deshagan de unos afiliados que lo único que han hecho es cuestionar abiertamente y sin tapujos la errónea estrategia sindical del equipo de dirección de Fidalgo. Pensamos que es más que suficiente la condena por parte de estos compañeros de esta acción, a la vez que nos parece que también debería tenerse en cuenta el arrepentimiento público efectuado por el propio autor de la agresión.

No se puede seguir aduciendo temor a represalias para justificar una pasividad que sólo ayuda a los que quieren convertir CCOO en una gestoría. Miles de resoluciones harán imposibles medidas de represión e insostenible la posición de la actual dirección del sindicato.

Por otro lado pensamos que los compañeros de Sintel deberían ser la punta de lanza de esta campaña de resoluciones. Creemos sinceramente que para conseguir sus objetivos deben romper la alianza que hoy existe entre el gobierno, Telefónica y la dirección de CCOO. Es evidente que el eslabón más débil de este triunvirato es el sindicato, si los trabajadores de Sintel contactaran directamente con secciones sindicales de todo el Estado, uniones locales, provinciales, etc.; pidieran la celebración de asambleas para aprobar resoluciones en las que ellos participaran..., estamos convencidos que tendría un efecto eléctrico entre miles de afiliados. Además, en estos momentos en los que el aparato de la mayoría de la dirección de CCOO ha lanzado una ofensiva contra Sintel, esta estrategia se ha convertido en fundamental para esta lucha. Si los trabajadores de Sintel no se dirigen de forma amplia y organizada al interior del sindicato, miles de afiliados sólo tendrán acceso a la explicación de la actual dirección de CCOO.

Pensamos que los compañeros de Sintel deberían reflexionar más a fondo sobre esta medida.

Nosotros desde El Militante apoyamos la constitución de Sintratel como una salida a la actual situación de impasse. Aunque es evidente que no es ninguna solución definitiva. Al día siguiente de la constitución de esta empresa, Telefónica seguiría presionando para desregular el sector y aplicar su plan estratégico, con lo que la lucha, aunque en otro plano, tendrá que continuar; nacionalizar Sintratel tarde o temprano será una necesidad para mantener los puestos de trabajo.

En todo caso desde El Militante volvemos a reiterar nuestro apoyo a la lucha ejemplar de estos trabajadores y hacemos un llamamiento a todos nuestros lectores y simpatizantes para que apoyemos todos con nuestra presencia las acciones que organicen con el objetivo de alcanzar sus justas reivindicaciones.

 

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